Con la redefinición de las fronteras económicas que fueron propias del Estado-nación capitalista y la consecuente reestructuración de las funciones y responsabilidades socioeconómicas de los gobiernos desde la década de los ochenta y con la promoción de un nuevo asistencialismo que declara hacer frente a la pauperización social, en los países desarrollados surgen los enfoques del desarrollo humano vía la promoción de capacidades en el individuo, que enfatizan una contracción del aparato de Estado respecto a sus funciones socioeconómicas (Sen, 1996 y 2000). Este enfoque argumenta que una concepción satisfactoria del desarrollo necesita trascender los objetivos de acumulación de riqueza, de crecimiento del producto interno bruto y de otras variables relacionadas con la renta; y que sin olvidar la importancia del crecimiento económico, el desarrollo tiene que poner una mayor atención y ocuparse más en el mejoramiento de la vida que llevan los individuos y las libertades de que disfrutan. Para cumplir con ello resulta relevante la expansión de las libertades que los individuos valoran, estrategia ésta importante tanto para enriquecer la vida y liberarla de restricciones como para permitir la plenitud de los individuos sociales y el ejercicio de su propia voluntad y su interacción con –e influencia en– el mundo en el que viven (Sen, 2000:19 y 20).
Esta perspectiva sostiene que si pensamos al mecanismo de mercado como una institución por medio de la cual los individuos se interrelacionan y realizan actividades mutuamente ventajosas, entonces se identifica que los problemas que surgen no se deben en sí a este mecanismo, sino a causas como la insuficiente preparación para hacer uso de las transacciones de mercado, la ocultación de información y la realización de transacciones sin regulación, lo cual puede permitir que algunos aprovechen sus ventajas. Sen señala que los resultados que arroje el mecanismo de mercado dependen de otras instituciones políticas y sociales, pues su contribución ha sido indudable al aumento de la eficiencia entendida como la prosperidad, la opulencia o la utilidad alcanzadas, aunque también ha contribuido a la expansión de las libertades individuales. Se sugiere que los trascendentales poderes del mecanismo del mercado se complementen con la creación de oportunidades sociales básicas para alcanzar la equidad y la justicia social (Ibidem:179). En muchos casos, se sostiene en este enfoque, la creación pública desde el gobierno de oportunidades sociales permite la participación en el proceso de expansión económica, además de que contribuye a la expansión de las capacidades humanas y a la mejora de la calidad de vida.
Es un enfoque arraigado en la tradición de la economía neoclásica que retoma y redefine conceptos filosóficos como los de libertad y justicia en una perspectiva más integral que no reduce fenómenos como la pobreza a la falta de ingresos, sino que la relaciona con la privación de capacidades y con la ausencia de expansión de las libertades individuales.
A esta perspectiva teórica la categorizamos también como el enfoque del desarrollo social individualizado por el excesivo énfasis puesto en el individuo que pertenece a grupos vulnerables y que es asistido mediante la focalización y la compensación, y por la idea implícita de que es la suma del bienestar de los individuos lo que conduce al bienestar social (Enríquez Pérez, 2002c).