LAS MATEMÁTICAS DE LA CIENCIA REGIONAL

LAS MATEM?TICAS DE LA CIENCIA REGIONAL

Andrés E. Miguel Velasco y otros

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CAPÍTULO XIII. EL BIENESTAR Y LA FELICIDAD REGIONAL EN MONTE ALBÁN DEL FUTURO

a. El desenlace de la presente historia

Esa noche de luna llena del mes de Abril, tal como lo pronosticó, Prometeo fue liberado por sus compañeros en una gran batalla.

Todo comenzó cuando la armada de los Rubicundos y de los pequeños Corsarios se encontró en el campo de la Ciencia de las Ciudades y Regiones, que era verde, lleno de paisajes, y que los Rubicundos deseaban destruir:

--¡Qué maravilloso es este campo del saber!, reflexionó la Capitana de los Niños Corsarios.

--¡Lástima también que esté a punto de ser atacado por los Rubicundos, que vienen a destruirlo para desterrar las Ciencias Blandas del quehacer científico!, comentó su subalterno.

--¡Eso si nosotros lo permitimos, recalcó con energía la Capitana!, justo cuando una gruesa voz los detuvo:

--¡Entréguense, ríndanse y nada les pasará!, era la voz del Gran Rubicundo, acompañado de una cuadrilla de soldados armados hasta los dientes. La Capitana respondió:

--¡Ustedes son los que deben rendirse!, mientras se preparaba para luchar en su barca junto con el resto de la tripulación que lo acompañaba.

--¡Al ataque!, fue la orden de Trinquete Secundino, por lo que los cañones de su nave empezaron a disparar contra la barca insignia de los pequeños corsarios.

--¡No saldrán vivos de aquí!, replicó el capitán Rubicundo con su vozarrón, abalanzándose contra sus enemigos.

La pequeña barca de los niños piratas comenzó a esquivar los disparos de los Rubicundos, avanzando lo más aprisa que le permitían sus motores, pero al llegar a un abismo de gravedad la barca de los Niños Piratas pareció detenerse pues comenzaron a fallar sus motores, momento que fue aprovechado por el grupo de Rubicundos, que disparó a placer contra la pequeña barca, sacudiéndola, casi al punto de hacerla estallar:

--¡Al abordaje!, ordenó el Gran Rubicundo que creía acabados a los pequeños Corsarios, desatándose una batalla cuerpo a cuerpo en la estructura de la pequeña barca que solamente se sacudía en el vacío del abismo.

El Gran Rubicundo se dirigió directamente contra la Capitana, a quien logró atrapar de una pierna:

--Esta vez no te escaparás, date por prisionera, expresó.

--¿Estás seguro?, pues toma esto, le respondió la Capitana logrando escabullirse de las manos del Gran Rubicundo, asestándole a la vez un golpe con su sable en la retaguardia que lo hizo aullar de dolor.

--¡Con qué esas tenemos, pues ahora verás!, se unió a su jefe Trinquete Secundino, quien se abalanzó contra la Capitana portando el estandarte de los Rubicundos.

--¡Oh, se va a caer!, fue el grito de asombro de los Niños Corsarios, quienes vieron como Trinquete Secundino seguía de largo sobre la proa de la nave hasta caer al abismo.

--¡Adiós, que golpazo!, comentaron algunos pequeños piratas contemplando lo sucedido al soldado Rubicundo.

--No dejen de luchar, yo lo rescataré, manifestó con firmeza la Capitana, tomando un cable y balanceándose en él hasta Trinquete Secundino, el cual se daba por muerto.

--¡No puedo creer lo que han visto mis ojos!, replicó el Gran Rubicundo.

--¡Ojalá y hayas aprendido algo en ese mar de conocimientos!, gritó la Capitana sosteniendo al soldado Trinquete.

Aunque superados en número por los Rubicundos, rápidamente los pequeños corsarios lograron imponerse en la batalla cuerpo a cuerpo, logrando capturar a la tripulación que quiso aprisionarlos:

--¡La Ciencia para Todos, Todos para la Ciencia!, dijeron después de su triunfo.

--¡Vamos!, ¡rescatemos al prisionero Prometeo, a quien desde ahora le perdonamos sus dudas acerca de la importancia de las Matemáticas en la Ciencia Regional!, ordenó la Capitana.

Fue así como a los 28 días después de ser capturado, tal como lo pronosticó, Prometeo fue liberado y perdonado por sus compañeros, quienes rápidamente se dirigieron a su nave.