SANTA MARÍA JALAPA DEL MARQUÉS: 
PUEBLO SEPULTADO POR EL VASO DE LA PRESA ¿PRESIDENTE BENITO JUÁREZ¿

SANTA MAR?A JALAPA DEL MARQU?S: PUEBLO SEPULTADO POR EL VASO DE LA PRESA ?PRESIDENTE BENITO JU?REZ?

Pedro Maldonado Cruz y Rosa María Mendoza Marín

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2.2 Presas y Relocalización de la Población en México

En el Estado mexicano, en su papel como rector de la economía del país, la planeación la concibió como necesaria para orientar y promover, de acuerdo con las condiciones de cada momento, las transformaciones sociales que la Constitución señala. En cada momento de la historia, las actividades de planeación han correspondido a la evolución institucional del país, a la idea prevaleciente del desarrollo y de la función que el Estado debía asumir en el proceso de crecimiento, así como a la complejidad de la estructura económica y social. Los diferentes gobiernos generaron o adecuaron, según las situaciones y recursos, los ordenamientos jurídicos y los sistemas de administración para organizar al sector público en función del requerimiento de cada época.

Algunas propuestas en materia de la planeación para el desarrollo regional, se basaron principalmente en cuencas hidrológicas que abarcaban varias entidades federativas, por lo que se crearon las siguientes comisiones: en 1947 la Comisión para la Cuenca del río Papaloapan y la Comisión para la Cuenca del río Tepalcatepec y Balsas; en 1950 la Comisión para la cuenca del río Lerma – Chapala – Santiago; en 1951 la Comisión para la Cuenca del río Fuerte (Sinaloa); en 1953 la Comisión para la Cuenca del río Grijalba. Dentro de esta política, el Estado mexicano en 1957 inicia la construcción de la presa “Presidente Benito Juárez” que se concluyó en 1961, para el desarrollo agrícola en la región del Istmo Oaxaqueño.

En México, se planteó la necesidad de construir plantas hidroeléctricas, para contribuir a solucionar la demanda de energía eléctrica, siendo importante la construcción de presas. La primera planta hidroeléctrica fue Portezuelo I, en el estado de Puebla, que comenzó a funcionar en el año 1898, y el primer proyecto a gran escala fue el de Necaxa, en el mismo estado, que desde 1905 comenzó a suministrar energía eléctrica a la ciudad de México . Los proyectos hidroeléctricos, cobraron gran impulso a partir del año 1937, con la creación de la Comisión Federal de Electricidad. En 1945 generó 700 millones de kilovatios, de los cuales el 57% correspondió a las plantas hidroeléctricas y el 43% en las termoeléctricas.

La política hidráulica nacional, no puede separarse de la problemática agraria, la que conlleva una creciente demanda de productos agropecuarios, de los cuales el país ya no es autosuficiente, y para cuya producción se busca generar fructíferos distritos de riego. Dada la abrupta geografía, de la república mexicana, determina que solo el 7% de sus 196.7 millones de hectáreas, sean de zonas húmedas que no requieren riego. Esto llevó a la política de irrigación, como voluntad del Estado posrevolucionario, en 1926 se creó la Comisión de Irrigación, buscando generar mejores condiciones para el ejidatario, tratando de volverlo una clase media campesina, al tiempo que se ratificaba, la jurisdicción federal sobre los recursos hidráulicos, por encima de los propietarios comunales o particulares de las tierras; en 1947 dicha Comisión fue elevada a nivel de Secretaría, llamándose de Recursos Hidráulicos, posteriormente en 1976 pasó a ser Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, de la cual dependía la Comisión Nacional del Agua, instancia que ve lo relacionado a las aguas nacionales, dicha Comisión a partir del año 2000 forma parte de la Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales.

La construcción de presas, destinadas a la generación de energía eléctrica y al riego, supuso en muchos casos, la necesidad de realizar traslados masivos de poblaciones, por lo que Miguel Bartolomé y Alicia Barabas , destacan que 10 años después de producirse la inundación, los nuevos poblados de reacomodo, exhiben un nivel de vida inferior, al registrado durante el estudio previo; hasta el punto que carecen de recursos económicos, para pagar el recibo de la energía eléctrica que ocupan en sus casas. Energía que proviene del sistema hidroeléctrico, cuyas tierras habían contribuido a generarla. Por otra parte, Bolívar Hernández , señala que para los habitantes del campo, radicar en las cuencas hidrográficas del país, es quizás la peor catástrofe porque tarde o temprano, esas caudalosas corrientes de agua se habrán de embalsar, para ser empleadas en la irrigación o en la generación de energía eléctrica, y lo peor es, que los desplazamientos y reubicación de grandes conjuntos humanos, estriba en que los objetivos del proyecto de desarrollo regional y nacional, no incluyen a los pobladores afectados, salvo como un problema que debe resolverse de cualquier modo.

En el estudio realizado para las presas La Angostura y Chicoasén , se señala que además de los procesos de desintegración social, producidos por los cambios violentos en las estructuras ocupacionales y políticas tradicionales; el programa energético, no influyó positivamente en el desarrollo regional, sino en la concentración del ingreso fuera del estado de Chiapas donde se construyó la presa y aún del país, ya que contribuyó, al crecimiento de la abultada deuda externa.

Estos proyectos, fueron impulsados como resultado de la política económica, para aumentar el producto Nacional per capita, con tanta rapidez como fuera posible. También resultaron, del deseo del gobierno federal, por lograr una estructura más equitativa del desarrollo regional, y en parte, debido a fuertes presiones políticas para mejorar las condiciones de vida de la población porque es a través del desarrollo de la agricultura, la forma en que las regiones alejadas de los Centros Urbanos del país, contribuyen a estos objetivos nacionales. Por lo que la búsqueda de nuevas tierras, ha sido una importante justificación, que subyace en las políticas de desarrollo regional.

El Estado mexicano, planteó el aprovechamiento de las cuencas hidrológicas naturales, mediante la construcción de Presas. Esto fue realizado, a partir del modelo proporcionado por la Comisión del Valle de Tennessee en el año 1933, en Estados Unidos de Norte América, y difundido por los organismos internacionales de financiamiento. A partir de ese año, en América Latina fue impuesto este modelo. El gobierno mexicano lo adopta como una posibilidad para reducir las desigualdades regionales existentes en el país. Tampoco resulta desconocido, que la construcción de grandes presas, generalmente es decidida, en función de objetivos energéticos, macroeconómico y político; y programada en términos técnico, financieros y políticos. Al primar en ellas, una óptica de ingeniería a ultranza, las cuestiones sociales, culturales, ecológicas y sanitarias, no sólo han sido relegadas a segundo plano y para último momento; sino que también han llegado a ser consideradas, como gastos superfluos, que constituyen un impedimento al desarrollo normal de la obra.

Son hoy en día, sobradamente conocidos los resultados contradictorios de las grandes presas, en términos de desarrollo regional. Mientras que algunos de sus logros, como generación de energía, creación de distritos de riego, donde es permanente el riego a los terrenos de cultivo que forman parte del distrito, estas acciones promueven el desarrollo económico de ciertos grupos y regiones; los sectores más pobres de la población como son: indígenas, campesinado tradicional y los marginados urbanos, son quienes, ceden sus tierras para las obras y quienes menos o ningún beneficio obtienen de ellas.

Indudablemente estas grandes obras de ingeniería, representan fenómenos objetivos, cuyas manifestaciones concretas suponen una de las mayores evidencias tangibles de la capacidad humana, para transformar la naturaleza. Sin embargo los aspectos subjetivos, influyen en forma extraordinaria en dichas obras, a pesar de que raramente son tomados en cuenta dentro del análisis global de los procesos sociales involucrados. Lo anterior implica el privilegio de una óptica, a la que tal vez, podríamos calificar como mecanicista, en contraposición a una perspectiva, que no excluya la comprensión de los aspectos ideológicos, culturales y cognitivos factibles de ser identificados.

Los protagonistas de estos procesos, se perciben entonces como verdaderos pioneros; individuos excepcionales construyendo una obra extraordinaria, contra el desafío de la naturaleza y en pos de un futuro mejor. En algunos casos, tal vez, esta ideología se puede basar en cuestiones atendibles, pero uno de los resultados no deseados, es considerar a los críticos como traidores a una gran causa nacional, y a los afectados y a sus demandas como a enemigos y obstáculos para la realización de la construcción de la presa. En más de una ocasión se ha podido apreciar que a los afectados eran percibidos como un grupo decididamente alterno, como otro, cuyas conductas y propósitos responden a intereses oscuros y no entendibles, pregonando desde el punto de vista técnico que les dan cosas mejores que las que tenían antes y todavía protestan.

En el caso de las poblaciones indígenas, su desplazamiento suele adquirir el carácter de una cruzada civilizadora, ya que suponen que esto les permitirá integrarse a nuevas condiciones de vida y de trabajo, más compatibles con los modelos que preconiza el Estado – Nación, como su proyecto de futuro.

Las personas, que pierden su hábitat por la construcción de las presas, se sienten agredidas en todos los planos, principalmente, en esa relación que han tenido por siglos con la naturaleza, en la que ellos se sienten parte, hijos de esa tierra que los vio nacer y de la cual son sustraídos so pretexto de buscar un desarrollo que está lejos de serlo al menos para los afectados.