LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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TASAS DE INTERÉS, RECESIÓN Y DESCONFIANZA

1995

El violento incremento de la semana pasada de la tasa de interés de los CETES a 59% y de la interbancaria a 74% viene a hundir en una profunda recesión a la economía mexicana.

Se dice que la medida es de carácter temporal. Pero lo cierto es que eso es lo único que le faltaba a muchas empresas para quebrar, pues a la crisis de diciembre llegaron ya sufriendo serios problemas de reducción de sus ventas y carteras vencidas. Quizá para cuando las tasas de interés bajen, muchas empresas ya no existirán.

El problema no es sólo de los que cierran su empresa. Problema es, también, para los trabajadores que se quedan sin empleo y que, en este entorno recesivo, será muy difícil que vuelvan a encontrar trabajo, porque habrá un cierre generalizado de empresas. Y las empresas que permanezcan abiertas cuando mucho se mantendrán a sus niveles actuales, pues la economía no va a crecer en el corto plazo. Así lo aceptó el propio Gobernador del Banco de México, Miguel Mancera, para quien la estabilidad de precios y del tipo de cambio son las bases del crecimiento económico.

El problema más de fondo es que en realidad no existirán bases para el crecimiento mientras la política económica no deje de estar orientada a beneficiar la inversión especulativa. De hecho, el incremento de la tasa de interés es una medida más para atraer capitales extranjeros y retener el ahorro interno en pesos (más especulación, pues). Esquema que ya falló por la volatilidad de los dineros que se atraen y que no sentará bases sanas para el crecimiento, como ya lo demostró.

Otro factor fundamental es la pérdida de la confianza de los inversionistas en actividades productivas. La reciente devaluación fue como una bofetada a quienes en lugar de guardar su dinero en dólares le apostó al país e invirtió seriamente. Y es que ningún negocio durante 1994, ni ningún instrumento financiero pagó las utilidades que se derivaron de la devaluación. El peso se devaluó un 66%. La tasa de interés difícilmente llegó al 30% y los negocios estuvieron tan deprimidos que ni se acercaron a estos rendimientos.

Es decir, si usted hubiera tenido 100 000 nuevos pesos en enero de 1994 y hubiera comprado dólares (en aquél entonces a 3.30) para enero de 1995 tendría (por el efecto de la devaluación) 600 000 nuevos pesos. Dígame qué negocio le asegura esa ganancia o qué banco durante el año pasado.

La consecuencia es que ahora ya no existe tanta confianza para invertir sobre todo si la compra de dólares asegura alguna ganancia. A lo mejor ya no tan alta, pero brinda seguridad en el valor de la moneda. Y además hay un serio resentimiento de los inversionistas con el gobierno porque su política económica no sólo no creó las condiciones propicias para que crecieran los negocios, sino que, además, privilegio a los especuladores. Es tan evidente que ya los niños de hoy no aspiran ser ingenieros o abogados, ahora quieren ser especuladores. Si a los empresarios se les pregunta hoy que quieren ser, seguramente contestarán también: "en las condiciones actuales, especuladores".

¿Cómo va a hacer el gobierno para que esos inversionistas vuelvan a invertir productivamente?, ¿Cómo va a hacer para que los ahorradores dejen de refugiarse en el dólar y vuelvan a los bancos? ¿Cómo va a hacer que vengan al país capitales a invertir productivamente y crear fuentes de empleo? ¿Con qué mecanismos va a retener los capitales que vienen a especular con las altas tasas de interés que está ofreciendo? ¿Cómo va a devolvernos la confianza?.

Quizá sea difícil contestar a estas preguntas. (En fechas pasadas se han hecho aquí algunas propuestas). Pero lo cierto es que no lo va a lograr con las medidas que está tomando. Porque más que querer curar al enfermo parece que quiere matarlo. Por suerte (o desgracia) para muchos economistas, ellos no pueden hacer lo que los médicos que entierran sus errores. No, los economistas cuando cometen errores no matan a sus pacientes, los mantienen muertos de hambre.