LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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LOS PROBLEMAS DEL CRECIMIENTO

1989

Renegociar la deuda externa para reducir los flujos de capital al exterior, reactivar el crecimiento económico y abatir la inflación se convirtieron en premisas fundamentales del programa de gobierno de Salinas de Gortari.

Hoy tras varios meses de eufórico anuncio de la disminución de la deuda, resulta que aún no puede concretizarse el tan anhelado acuerdo, que según discurso oficial permitiría poner orden a las finanzas públicas. Es más, ahora resulta más claro que tras el argumento de una renegociación para disminuir el monto de la deuda externa, lo que se buscaba era crear nuevas condiciones para que los bancos internacionales volvieran a proveer de recursos frescos al país. Cosa que finalmente parece no se logrará ya que se calcula (según cifras oficiales) que sólo el 10% de los acreedores optarán por la tercera opción del menú de la negociación, cuando, como mínimo el propio gobierno mexicano, calcula que con el 20% se tendrán los recursos mínimos necesarios para ajustar las cuentas.

Aún así de todas formas se ganó algo, pues el juego de las expectativas (factor de gran peso en la economía) propició un mayor grado de certidumbre que posibilitó un incremento en la inversión productiva.

Y la economía volvió a crecer. A partir del primer trimestre de este año, el producto interno bruto (PIB) comenzó a mostrar signos positivos que evidenciaban la reactivación económica. Ya en el tercer trimestre el crecimiento es más que notorio, por encima de las propias estimaciones oficiales. Pero fue tan fuerte el impulso que ahora resulta que se está creciendo demasiado rápido y conceptos tal olvidados como el “sobrecalentamiento de la economía” vuelven a oírse en los círculos oficiales y empresariales. Lo cual no es sino la evidencia clara de que el crecimiento no ha sido equilibrado sino desigual y desproporcionado. Algunos sectores han crecido ampliamente, (principalmente aquellos ligados a la exportación, mientras que otros como el agropecuario siguen mostrando tasas negativas de crecimiento, al tiempo que las reducciones del gasto de inversión del gobierno y la contracción salarial han conformado una situación crítica para muchas empresas que producían para el mercado interno, y para otras que aunque el problema lo han resuelto exportando necesitan del impulso de otros sectores o ramas para seguir creciendo. Los famosos “cuellos de botella” no son sino la imposibilidad de todos los sectores de la economía de crecer al parejo equilibrada y proporcionadamente.

Ahora resulta que sí había que crecer, pero no tanto, entonces queda en evidencia que el problema no era crecer nada más, sino encontrar las formas adecuadas para encadenar los incrementos productivos en toda la economía.

Por esa misma razón hoy los problemas del famoso “aterrizaje” o salida del pacto, se agudizan y amenazan en convertir en “graciosa huida” lo que un día fue “apasionada entrega”.

El gobierno, los artífices de la política económica para ser exactos, olvidaron que este tipo de programas heterodoxos sólo resuelven problemas de corto plazo y son para aplicarlos en ese plazo. Se les olvidó diseñar una estrategia de largo plazo, que contemplara cómo mantener la estabilidad de precios al soltar los controles, porque mantuvieron vigente por un período demasiado largo el programa estabilizador. Los problemas se acumulan en tanto pasa el tiempo y no pasa nada. Hay ya una fuerte desalineación de los precios relativos; abundante escasez de productos; y descapitalización de empresas tanto privadas como públicas. El salario se deteriora cada vez más y su contención sigue siendo la base del programa estabilizador “hasta que el cuerpo aguante”.

La misma dinámica de la economía está impulsando otra vez las tasas de interés al alza, es una combinación de mayor demanda de recursos para financiar la producción, el temor a la dolarización de la economía, y la resistencia férrea de las autoridades monetarias por reducir la liquidez del mercado para evitar presiones inflacionarias por la vía del incremento de la demanda.

Un fin de año amargo nos espera. Los pronósticos en materia económica, sin embargo trascienden su pesimismo hasta el próximo año. La inflación se va a incrementar, las tasas de interés también. El salario no subirá, y sí lo harán algunos precios de productos que de otra forma dejarán de estar disponibles en el mercado. Los de las empresas paraestatales mismas lo harán. En tanto esto sucede la economía se descapitaliza vía déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, propiciada por la fuerte demanda de bienes de consumo, pero también porque el crecimiento económico ha requerido mayor suministro de bienes de capital del exterior, lo que aunque parezca absurdo, no se estimula su producción nacional y en el colmo se han tomado medidas que han hecho desaparecer empresas que los producían.

Aún si en enero o febrero se acuerda con los bancos internacionales la renegociación más favorable para el país de la deuda externa, aún si se detiene un poco el acelerado crecimiento económico; aún incluso si los salarios aumentan y los precios no sufren “fuertes ajustes”. Aún así la economía seguirá en grave aprieto.

La tesis que parece prevalecer para dar una solución inmediata al problema es seguir el esquema de acuerdos: “pactitos”, “ajustes concertados” que pretenden ir soltando poco a poco los controles, aunque tampoco eso servirá pues el problema del crecimiento presiona al mismo tiempo sobre los precios, y la urgente necesidad de reactivar el mercado interno para impulsar la producción y la inversión productivas y equilibrar el crecimiento, urge también de incrementos en precios de fuerza de trabajo y de productos. Todo ello vuelve por demás contradictorio el programa oficial que duda entre el “aterrizaje forzoso” o el sobre vuelo forzado. Patético fin del principio de una política neoliberal (aunque Zedillo lo niegue) con la que ni su propio creador, Milton Friedman, está de acuerdo de cómo se aplica en México. Patética política que promete sacarnos de pobres, y modernizarnos en sólo cuatro años (como las dietas que prometen rebajar de peso en una semana). Patética política de los “pactitos” a la que se verá obligado el gobierno y con la que iniciaremos la década de los 90’s, que al menos nos asegura, como dijera el maestro Pedro Paz antes de morir, arribar al año 2000, pobres, dependientes pero modernos.