LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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INDUSTRIALIZACIÓN, DESCOMPOSICIÓN AGRARIA Y URBANIZACIÓN EXPLOSIVA EN MÉXICO

1990

El presente ensayo tiene como objetivo establecer algunos de los elementos generales para el análisis del proceso de "urbanización explosiva" que vive nuestro país y entre cuyas causas primordiales se encuentran las características que adopta el desarrollo industrial y la descomposición agraria que éstas provocan como consecuencia.

El ensayo no pretende desarrollar en toda su extensión el tema y ciertamente deja de lado el análisis de otros factores colaterales que, en razón de los límites de tiempo y espacio y la necesidad de particularizar, no han podido ser tocados. De igual manera el análisis de los elementos aquí desarrollados no es exhaustivo y no se agote en este trabajo. Muchos de estos elementos son susceptibles de ser desarrollados mucho más ampliamente e incluso existe información estadística necesaria a disposición para soportar más firmemente las afirmaciones aquí vertidas, aunque hubo de ser omitida por las razones ya mencionadas.

Con todo, sin embargo, creo que este ensayo logra su objetivo de dar una luz explicativa, a nivel general, de los elementos necesarios para entender el proceso de "Urbanización Explosiva " y las desigualdades y contradicciones regionales en el nivel campo-ciudad.

El proceso de desarrollo económico dentro del modo de producción capitalista está caracterizado por un amplio desarrollo de la industria como sector predominante dentro de la economía y por un amplio proceso de urbanización que se da de manera paralela. Industria y ciudad son, por tanto, partes inseparables de un mismo fenómeno en el que, el uno no se da sin el otro.

Así, podemos decir que el surgimiento y crecimiento de las ciudades está íntimamente relacionado con el proceso de industrialización y que, por ser éste una característica definitoria del modo de producción capitalista, el surgimiento y crecimiento de las ciudades configuran un fenómeno consustancial a este modo de producción, definido y condicionado por las formas que en lo particular adquiere dicho proceso y en lo general el desarrollo del capitalismo.

En todos sentidos la aparición y consolidación de capitalismo significa la aparición de nuevas relaciones sociales de producción que sustituyen a las ya existentes; la aparición por tanto de un nuevo patrón de acumulación de capital y la entronización de la industria como eje de ese nuevo patrón de acumulación. Es decir que hay una sustitución en los esquemas sobre los cuales se lleva a cabo la acumulación de capitales y una sustitución del núcleo sobre el cual giraba esa acumulación. En otras palabras, con la aparición del capitalismo la industria sustituye a la agricultura como eje o núcleo de proceso de acumulación de capital. Ello significa que hay, un cambio trascendental en la configuración espacial de las formaciones económico-sociales, en donde la ciudad sustituye al campo como factor hegemónico en la determinación de la generación del producto social de la economía y por tanto en la orientación y definición de la ocupación espacial. Esto significa, al mismo tiempo, que habrá una soburdinación de la agricultura con respecto a la industria y, con ello, una subordinación del campo con respecto a la ciudad.

Las formas particulares que va adquiriendo la configuración espacial y el grado de subordinación del campo a la ciudad, dependerán -en última estancia- de las particulares formas y dinámica que adquiere el desarrollo del capitalismo en cada formación económico-social y, por ende de las formas y dinámica propias del proceso de industrialización.

En México (como en casi todos los países subdesarrollados) las características que adopta el proceso de industrialización están marcadas con el sello de una extrema subordinación y explotación de la agricultura en beneficio de la industria y, valga decir, del campo en beneficio de la ciudad.

Es importante aclarar aquí que:

A) La aparición y predominio tardío del modo de producción capitalista en nuestro país, dados por el bloqueo que significó su dependencia con respecto a los países desarrollados que condicionan las formas que adquieren las relaciones de producción al interior del país y la posición de éste dentro del esquema de la división internacional del trabajo.

B) La significativa influencia y control de la inversión extranjera de la economía, que es la forma en que se materializan los lazos de dependencia y subordinación con respecto al mundo industrializado. Y

C) La base económica predominantemente agrícola hasta bien avanzado el proceso de industrialización. Son, todos ellos, factores fundamentales dentro del análisis que llevo a cabo. Y si bien no se abordan en este ensayo, subyacen como marco de referencia explicativo -en última estancia- de los problemas aquí analizados pero de los cuales haré abstracción dados los límites del ensayo.

Lo que interesa analizar es la dinámica propia que adquiere el desarrollo capitalista en nuestro país y el proceso de industrialización como elementos explicativos de las particularidades que adquiere la configuración espacial y en particular las contradicciones que surgen en la relación campo-ciudad, que determinan un proceso de "urbanización explosivo" en correspondencia con el tipo y grado de desarrollo industrial que alcanza el país y la depauperización o empobrecimiento de las áreas rurales.

El proceso de industrialización en México, (que se inicia propiamente a partir de la década de los cuarentas), tiene una base de sustento muy débil en la medida en que:

1. Las industrias que impulsan dicho proceso son principalmente productoras de bienes de consumo, cuya expansión acelerada se debió a la coyuntura económica que representó la Segunda Guerra Mundial.

2. Su base material para la producción dependía de los bienes de capital producidos en el extranjero.

3. Su base de sustentación para la comercialización de las mercancías dependía de un débil e incipiente mercado interno (a diferencia de la forma en que dicho proceso se inició en los países desarrollados).

4. La burguesía industrial estaba propiamente en formación y con débiles sustentos, teniendo como principal apoyo a los grupos económicos que conformaban la burguesía comercial y financiera.

El único elemento claro y definido para la expansión industrial era la fortaleza del sector agrícola, constituido por la "base ejidal" (consolidada por el Gobierno de Cárdenas) y las grandes unidades agrícolas latidifundistas que en forma gradual y continua se iban constituyendo en empresas capitalistas. Sector, éste que mostró a lo largo de toda la fase inicial del proceso de industrialización una expansión sin precedente y cuya dinámica entra en una crisis profunda a partir de los años sesenta debido a la forma en que dicha expansión sustentó el desarrollo industrial.

Es, pues, este sector, el que posibilita el desarrollo industrial del país, a través de mecanismos de subordinación y explotación indirecta, como lo fueron las políticas discriminatorias que configuraron un esquema de transferencias de recursos de la agricultura a la industria y, por ende, del campo a la ciudad. Que no sólo se limitaron a transferencias del excedente económico, sino, también, a una parte considerable del producto necesario para la reproducción del capital en la agricultura En otras palabras, las limitaciones de la economía mexicana para llevar a cabo su desarrollo industrial, se solventó con la capacidad de extraer de la agricultura los medios necesarios para llevarlo a cabo, provocando el fortalecimiento de la industria pero no un debilitamiento crónico de la agricultura.

En este aspecto el Estado juega un papel fundamental ya que es quien establece las pautas y los mecanismos para poner en práctica una política económica favorable al desarrollo industrial y desfavorable a la agricultura, lo cual es posible sólo gracias a la influencia y predominio que los grupos económicos ligados a la industria tenían en las estructuras del Estado.

Es importante aclarar aquí que si bien he hecho referencia al sector agrícola como una unidad orgánica, en realidad hay diferencias muy marcadas entre los tipos de productores que conforman al sector; diferencias que, como veremos más adelante, son fundamentales para entender el proceso de urbanización explosiva y de pauperización agrícola.

Anteriormente se ha hecho mención a esta diferenciación considerando dos tipos de productores: los de "base ejidal" y las empresas agrícolas. Parece oportuno, sin embargo, ampliar esta conceptualización valiéndose de la clasificación tipológica establecida por Alejandro Schejtman cuya utilidad queda demostrada en la investigación sobre las transferencias de excedente económico al interior de la agricultura mexicana realizada por Cosme Crivelli . Aquí encontramos dos categorías perfectamente definidas: la "economía campesina" o "agricultura campesina" y la agricultura empresarial. La primera se constituye por:

a) Los campesinos cuya fuerza de trabajo es fundamentalmente familiar y en cuyo seno las relaciones salariales cuando existen son poco significativas.

b) De infrasubsistencia. Aquellos cuyo potencial productivo es insuficiente para la alimentación familiar.

c) De subsistencia, en donde el potencial productivo rebasa el requerido para la alimentación pero es insuficiente para generar un fondo de reposición.

d) Excedentarios. En donde la unidad productiva genere excedentes por encima de las necesidades de la producción misma, y,

e) Agricultores transicionales que utilizan fuerza de trabajo asalariada en proporción muy poco superior a la familiar. La segunda categoría engloba a todas las unidades agrícolas cuya fuerza de trabajo es predominante o exclusivamente asalariada y pueden ser de tres tipos: pequeñas, medianas o grandes, de acuerdo a la cantidad de mano de obra asalariada contratada.

En lo general lo que distingue básicamente a ambos grupos es que: "la economía campesina" está caracterizada por unidades familiares cuyo objetivo es asegurar la reproducción de los productores y sus unidades productivas, donde, por tanto, producción y consumo están indisolublemente ligadas y rigen la lógica interna del proceso productivo que se lleva a cabo sin el empleo de fuerza de trabajo asalariada. Esta no es necesariamente una economía natural o de autoconsumo en tanto mantiene relaciones con el mercado donde demanda una proporción de los elementos materiales de su reproducción. Sin que por ello su participación en el mercado implique características mercantiles en la producción .

Por otro lado la agricultura empresarial se caracteriza por la separación entre productor y propietario de los medios de producción y donde, por tanto, la producción se lleva mediante la contratación de mano de obra asalariada. Su sentido está orientado exclusivamente por principios mercantiles (en tanto la decisión de producción no tiene relación con el consumo de los productores o su familia) y su objetivo central es la obtención de una ganancia y la ampliación de acumulación del capital .

La importancia del establecimiento de esta diferencia radica en que, si bien el sector agrícola va a recibir un trato discriminatorio, como ya se mencionó, éste va a tener una repercusión mucho mayor en el estrato de economía campesina que en las empresas agrícolas, las cuales, incluso, no siempre salieron perjudicadas y en muchos casos se vieron beneficiadas por las políticas implementadas y por el esquema de transferencias de excedentes que se estableció en la agricultura.

Es importante mencionar remarcar que el Estado jugó un papel muy importante en la implementación del esquema a través del cual el sector agrícola y en particular la "economía campesina" sirvió de apoyo para la acumulación capitalista en el proceso de industrialización, tanto por la política agraria que se implementó a partir de 1940 como por la política económica en general que estuvo orientada a favorecer a la industria.

Las vías a través de las cuales el Estado actuó para propiciar el desarrollo industrial en detrimento del sector agrícola son:

• En primer lugar la política de inversión pública. El apoyo financiero que hasta 1940 había recibido el sector agrícola comienza a descender de manera significativa, principalmente el otorgado a los productores de economía campesina, en tanto se mantiene de alguna manera los ofrecidos a la agricultura empresarial. Este descenso se explica por el interés del Estado de apoyar a la industria a la cual canaliza gran parte de los recursos que retira del campo, apoyando así, con créditos, la creación de empresas industriales. Al mismo tiempo, canaliza una buena parte de su inversión a la dotación de servicios para las zonas urbanas (salud, educación, vivienda) e infraestructura urbana.

• En segundo lugar la política de exenciones fiscales a la industria, que sólo pudo darse en la medida en que los ingresos públicos obtenidos en la agricultura se transferían para apoyar dichas exenciones.

• En tercer lugar el sector agrícola y primordialmente la economía campesina, contribuyó al financiamiento de las importaciones de bienes de capital y materias primas industriales que necesitaba la industria en la medida que dicho sector generaba un fuerte volumen de divisas por la exportación de bienes agrícolas, gracias a su expansión productiva. Divisas que, entonces, ya no se utilizaban para el apoyo del campo sino para el financiamiento del proceso de industrialización.

• En cuarto lugar, el Estado subsidia a la industria tanto directa como indirectamente, al proporcionarle insumos que él producía como petróleo, energía eléctrica, transporte (ferrocarriles), y servicios de infraestructura como comunicaciones y agua a precios subvencionados.

• En quinto lugar el sector agrícola proporcionaba al sector industrial materias primas baratas para la realización de sus procesos productivos. Principalmente la economía campesina, cuya producción de estos bienes era más amplia y se elevó de una manera mucho mayor que en la agricultura empresarial. Al mismo tiempo, el sector agrícola proveía de alimentos a la ciudad, igualmente, a precios muy bajos. Estos dos elementos obraban de tal manera que permitieron un fuerte incremento en la acumulación de capital, en tanto permitían mantener reducidos los costos de producción de las empresas industriales en dos sentidos: uno porque obtenían insumos baratos y dos porque al registrarse un bajo precio en los productos agrícolas para la alimentación (bienes salario) el precio de la fuerza de trabajo se reducía y por esta vía el volumen destinado al pago de salarios en la industria.

De esta forma podemos afirmar que el sector agrícola y en particular la economía campesina

"... proporcionó a los sectores urbano industriales a un costo mínimo (lo que de suyo, implicaba una transferencia masiva de valor) los elementos primordiales para llevar a cabo el proceso productivo y la acumulación capitalista en última instancia: la fuerza de trabajo y los medios de producción la fuerza de trabajo porque al proporcionar alimentos baratos permitía su reproducción a bajo costo de tal forma que era posible ampliar la tasa de plusvalor y por tanto la tasa de ganancia. Y los medios de producción de manera directa al ofrecer materias primas a bajo costo e indirectamente a través de la generación de las divisas necesarias para financiar las importaciones de bienes de capital e insumos necesarios para la industria.

Este suministro de alimentos y materias primas a bajo costo del campo a la ciudad significaba, en realidad, una transferencia de valor, producido en la agricultura y apropiado en la industria. Transferencias que sólo es posible a través del establecimiento de un mecanismo de "intercambio desigual" que opera a través del mercado y en la medida que se amplían los lazos comerciales agricultura-industria. Ello es así dado que, al tiempo que avanza el proceso de industrialización, se da un proceso paralelo de incorporación al mercado interno, de los productores agrícolas como demandantes de manufacturas, ya sea que aún se encuentren en el status de productores-propietarios, ya sea que hayan sido incorporados al mercado laboral como fuerza de trabajo asalariada en la empresa agrícola.

El intercambio desigual, (del que ya he hablado antes) a través del cual operan las transferencias de valor, se da gracias a las diferentes composiciones orgánicas de capital (cok) que existen en la industria, la empresa agrícola y la economía campesina.

La cok está definida como la relación entre el "capital constante" (maquinaria, equipo e insumos) y "el capital variable" (pago de salarios a la fuerza de trabajo) utilizados en un proceso productivo. De tal forma que, en la medida que sea mayor el uso de capital constante, mayor será el cok. Mientras que, cuando es mayor el uso de capital variable menor es dicha composición. Como suponemos que el "valor de cambio" de una mercancía esta en relación directa al uso de la fuerza de trabajo en la producción, derivamos de aquí que: cuando la composición orgánica de capital es menor en una esfera o sector, productivo, las mercancías contienen "un valor de cambio" mayor. Por el contrario, cuando la cok es mayor dicho valor es menor. Esto significa que las mercancías que se producen utilizando más maquinaria que fuerza de trabajo contienen "menos valor de cambio" que aquellos producidos con una prevalencia de la fuerza de trabajo sobre la maquinaria.

Por ello, una cok más grande implica una tasa de ganancia menor, en tanto una más pequeña implica una tasa de ganancia mayor.

De esta forma como la cok es menor en la agricultura que en la industria, los productos agrícolas contienen más valor que los productos industriales y su tasa de ganancia es mayor en los primeros que en los últimos.

Sin embargo, ninguno de estos productos se venden a su "valor" (precio de costo más tasa, de ganancia del sector) sino a un "precio de producción" que está determinado por la "tasa general de ganancia" de la economía. Dicha tasa de ganancia-existe en cada sector productivo. Por ello el "precio de producción" se constituye sumando al "precio de costo" (capital constante más capital variable) la tasa general de ganancia. De tal forma, dicha tasa general será siempre mayor que la de la industria y menor que la de la agricultura.

Por este motivo aún cuando los productos agrícolas contienen un valor más alto deben ser vendidos a un precio más bajo que ese valor. En tanto que los productos industriales se venden a un precio por encima de su valor.

En otras palabras, debido a su mayor grado de tecnificación la industria produce a costos más bajos que la agricultura y por tanto su valor es menor. Sin embargo, como vende a "precio de producción" y éste es mayor que el valor de su producto, obtiene un beneficio extra dado que su tasa de ganancia es menor que la tasa general. Ello le permite apropiarse de un valor mayor al que tienen sus mercancías. Valor que se encuentra incorporado en los productos agrícolas por los cuales intercambia sus mercancías. Lo contrario pasa en la agricultura que al ajustarse a ese precio de producción vende a una tasa de ganancia inferior a la suya. Es decir, comercializa sus productos a un precio inferior al necesario para cubrir el valor incorporado en sus mercancías. Ya que a cambio de éstas recibe otras con un valor menor. Este mecanismo donde la industria recibe una ganancia extra gracias a las pérdidas en la agricultura es lo que llamo intercambio desigual, que posibilita la transferencia neta de recursos de un sector productivo a otro.

Este mismo fenómeno se da también al interior de la agricultura entre la llamada economía campesina y la empresa agrícola en la medida en que establecen relaciones mercantiles y en tanto que entre ellas existe una cok diferente. Por ésta menor en la empresa agrícola, la tasa media de ganancia para la economía campesina se ubica por debajo del nivel que permite cubrir no sólo el valor nuevo incorporado en los bienes (la ganancia) sino incluso el valor de los bienes necesarios para la reposición y reproducción del capital. Es decir que la economía campesina, con el precio al que comercializa sus productos al interior de la agricultura, no sólo alcanza a cubrir un nivel dado de ganancia, sino que incluso no logra cubrir una parte considerable del valor para restituir los bienes utilizados en la producción, mermando con ello su capacidad productiva.

De tal manera que la economía campesina sufre una exacción de valor (que implica un deterioro productivo y su empobrecimiento) tanto de parte de las empresas agrícolas y en mucho mayor medida por la industria.

Esto significa que la empresa agrícola no transfiera valor a la industria, sin embargo, en la medida que la cok de ésta es mayor y la diferencia con respecto a la de la industria se atenúa, las transferencias tienden a ser menores (aunque difícilmente se nulifican). En otras palabras en la medida que su grado de tecnificación es mayor, su costo de producción es menor y vía precios tiende a aprovechar los diferenciales en las tasas de ganancia, de tal forma que el precio al que comercializan sus productos tienden a reducir sus diferencias con respecto al que paga por los bienes industriales.

Es este sentido es interesante hacer referencia al análisis realizado por Aguilera respecto a las transferencias de excedente económico de la agricultura hacia el resto de la economía, en donde, mediante cálculos propios, muestra cómo la agricultura ha transferido año a año desde 1953 a 1983 un volumen amplísimo de recursos, que en el período suman 1,375,458,805 millones de pesos constantes de 1983; lo que sirve como prueba de los planteamientos aquí vertidos.

El factor fundamental que determina la, posibilidad del funcionamiento del esquema de intercambio desigual en la economía mexicana es la introducción de los precios de garantía para los productos agrícolas.

La política de precios de garantía se establece en el país como una medida que se supone necesaria para controlar el precio y la oferta adecuados de los bienes agrícolas. Sin embrago, el comportamiento histórico de dichos precios permite observar que es cierto que han posibilitado una oferta de alimentos y materias agrícolas a bajo precio para apoyar el proceso de industrialización.

Pero al mismo tiempo, al determinarse a partir de criterios que no toman en cuenta las diferentes potencialidades productivas de los diferentes productores agrícolas , han actuado como un mecanismo que asegura y perpetúa las transferencias de valor de la agricultura a la industria y principalmente de la economía campesina. Ello debido a que el nivel de dichos precios siempre se ha ubicado por debajo del nivel necesario para que ésta pudiera reproducirse. Y si bien es verdad que la evolución histórica de dichos precios indica un incremento nominal constante, en términos reales es posible observar una tendencia al estancamiento y a la baja.

Así, la política de precios de garantía agudiza el flujo de transferencias del campo a la ciudad permitiendo una mayor acumulación de capital en la industria (y en menor grado en la agricultura empresarial).

Por otra parte, dicha política permite presionar a la baja los precios de los bienes salarios, abaratando enormemente el valor de la fuerza de trabajo empleada en la industria, ya que mantiene los salarios urbano-industriales al nivel necesario como para no afectar la tasa de ganancia de dicho sector.

Esto porque al mantenerse bajos los precios de los productos de primera necesidad se evitaba que los obreros demandaran incrementos salariales.

La consecuencia de este conjunto de políticas discriminatorias y expropiatorias sobre la agricultura y la existencia del esquema de intercambio desigual dieron como resultado un freno brusco al dinamismo con que se había venido desarrollando la economía agrícola y principalmente la de tipo campesino.

En la medida en que la economía campesina (cuya lógica está íntimamente relacionada al consumo familiar), pierde las condiciones básicas de sustentación al no encontrar los medios necesarios para la reproducción de sus condiciones de vida y de trabajo y se vea obligada a encontrarlas a toda costa, se inicia un proceso de "descomposición de la economía campesina" que se refleja en una proletarización masiva de un amplio volumen de campesinos empobrecidos.

Un elemento adicional que hay que incorporar al análisis, en tanto actúa como factor fundamental para acelerar dicha descomposición campesina, es la política agraria que impera durante el proceso de industrialización del país, principalmente a partir de 1940 y que es caracterizada como una "contrarreforma agraria".

Dicha contrarreforma no sólo significó el freno al reparto agrario y el desmantelamiento total de la estructura orgánica que en torno al ejido había creado el gobierno de Cárdenas, sino que además se materializó en un despojo directo de las propiedades ejidales por parte de los grandes productores agrícolas. Asimismo, se apoyó con medidas de tipo legal como la ampliación del concepto de "pequeña propiedad" y el otorgamiento masivo de "certificados de inafectibilidad agraria" que aseguraban la expansión de la gran propiedad agrícola en detrimento de la propiedad ejidal y la pequeña propiedad privada.

Al mismo tiempo esta expansión va a darse paralelamente a un cambio del uso del suelo, de tal forma que los cultivos tradicionales van a ser sustituidos principalmente por explotaciones ganaderas que, al requerir de amplias extensiones de tierra, incorporan a dicha explotación terrenos ejidales mediante el despojo directo, agudizando la pauperización y descomposición campesina.

Esta política contrarreformista, que no buscaba otra cosa sino la consolidación de la gran propiedad agrícola y ganadera capitalista, fue apoyada por medidas que pretendían elevar la productividad en el campo. Por ello el sector empresarial agrícola empezó a recibir un fuerte apoyo oficial tanto en obras de irrigación como en financiamiento para la inversión en maquinaria e insumos. Ello en detrimento del apoyo que se prestaba a la economía campesina, una de cuyas más claras evidencias fue la reducción drástica del crédito oficial que recibía.

De esta forma queda conformado el esquema mediante el cual se explica el deterioro brutal de las condiciones de vida de los productores de economía campesina, quienes no sólo pierden la posibilidad de obtener los medios necesarios para reproducirse como productores individuales, sino que, además, pierden en realidad la base material para llevar a cabo la producción al ser separados de la propiedad de sus medios de producción (la tierra principalmente) ya sea por el abandono "voluntario" de sus tierras ante la imposibilidad de hacerlas producir, ya sea mediante el despojo directo del que fueron objeto. Como quiera que fuese la economía campesina entra en un fuerte proceso de descomposición, lo que trae como consecuencia una amplia proletarización campesina. La proletarización desembocó en la separación de millones de campesinos de la tierra. De estos, sólo una reducida proporción fue absorbida por las explotaciones agrícolas capitalistas y por las empresas industriales. El resto, la inmensa mayoría hubo de amplificar los cinturones de miseria y reforzar el ejército de reserva de trabajo en los principales centros urbanos del país.

Y efectivamente la incapacidad de las empresas agrícolas, dada su escasa capacidad para absorber mano de obra debido al tipo de actividad que realizaban y su mayor grado de tecnificación imposibilitó la absorción de la gran masa de campesinos depauperizados y sin tierra que hubieron de migrar a los centros urbano-industriales del país, donde tampoco les fue posible, en su amplia mayoría, conseguir un empleo.

Con los elementos hasta aquí analizados podemos explicarnos las causas materiales del violento proceso de "urbanización explosiva" que vive actualmente nuestro país. Proceso caracterizado por una emigración masiva de millones de campesinos a las grandes ciudades, las cuales no solo son incapaces de absorber el amplio volumen de individuos que emigra, sino que, además, son incapaces de ofrecerles un empleo estable y las condiciones mínimas para su subsistencia. Esto es así porque el crecimiento de la infraestructura urbana y las oportunidades de empleo muestran una dinámica mucho menor que la dinámica del crecimiento poblacional migratorio. Ello se debe a que no existe una correspondencia directa entre los elementos que posibilitan una absorción de las masas migrantes en los centros urbanos y los elementos que obran como causa para expulsar el ámbito rural al campesinado.

Es decir que, en la medida que el proceso de industrialización (base fundamental de la expansión urbana) se dio a través de esquemas que provocaron la descomposición de la economía campesina, su dinámica, rebasó la del desarrollo agrícola, a tal grado que, por no existir una contraparte complementaria, los centros urbanos comenzaron a resentir los problemas de oferta de bienes agrícolas. Pero al mismo tiempo, por el hecho de que la dinámica industrial fue mayor no por su amplitud sino por el estancamiento y descomposición de la economía campesina.

Hecho que queda demostrado al momento en que la invasión campesina en los centros urbanos no puede ser absorbida por la dinámica industrial. Es decir, que el proceso de industrialización-urbanización para crecer y consolidarse desató fuerzas poderosas, al deprimir la producción agrícola y descomponer las bases de la economía campesina, que ahora se vuelve en su contra.

En nuestro país, a diferencia de los países desarrollados, el grado de urbanización no se corresponde con el grado de industrialización alcanzado. Y ello se debe a que en lugar de existir una complementariedad en el desarrollo urbano-rural, lo que se presenta es una explotación campo-ciudad, industria-agricultura. De tal modo que en México, la urbanización explosiva no es una consecuencia de un explosivo y dinámico proceso de industrialización (lo cual evitaría la aparición de las contradicciones campo-ciudad).

Más bien, es una consecuencia de la forma que adoptó ese proceso de industrialización y, en general, de las formas que adoptó la dinámica del desarrollo capitalista, que al agudizar las contradicciones campo-ciudad, generó un fenómeno creciente de desigualdades regionales, depauperizando las áreas rurales para enriquecer las urbanas. A tal grado que, ahora, la misma pobreza rural se traslada a la ciudad generando y agudizando, ahí, los problemas de desigualdad, valga decir, reproduciendo al interior de los centros urbanos los problemas de desigualdad y contradicción regional. De tal forma, que, en tanto se mantenga ese esquema de desigualdad que agudiza las contradicciones campo-ciudad, se seguirán reproduciendo de manera ampliada, como un reflejo, las mismas contradicciones al interior de la ciudad.

Como hemos visto hasta aquí las disparidades y desigualdades entre campo y ciudad y las que aparecen dentro de los centros urbanos son una consecuencia de las características que ha observado el desarrollo del capitalismo en México y en particular de los elementos a través de los cuales se hizo posible el desarrollo industrial. El análisis nos hace concluir que dicho desarrollo no se dio bajo ningún orden planificado que evitara las disparidades regionales y desde luego sin ningún elemento de política regional.

El caos y las contradicciones ciudad-ciudad y campo-ciudad requieren, desde luego, el planteamiento de un esquema de planificación para la reorganización y el asentamiento ordenado de los elementos que hoy, confluyen constituyendo el problema que analizamos.

Es, pues, de suma importancia, entender que una política orientada en este sentido tendrá, necesariamente, que trascender los límites del reordemaniento urbano. Entendido éste como la adecuación de los centros urbanos para ofrecer a sus habitantes los niveles necesarios de empleo y bienestar y como la limitación de su crecimiento poblacional.

Tal política tendrá que ir a la raíz del problema, es decir, a la recomposición de las estructuras agrarias cuya descomposición es la causa de la urbanización explosiva. Esto significa que a nivel regional, en el ámbito rural, habrá que ampliar las posibilidades de restituir a los campesinos la base material para su mejoramiento productivo. Ello significa no sólo proveerlos de los medios necesarios para ampliar su producción y productividad, sino también cancelar o al menos atenuar las causas que originan su depauperización. Esto es, cancelar o reducir las transferencias de excedente económico que a través del intercambio desigual en el mercado, han operado hasta hoy. Esto significa dejar de subsidiar el desarrollo urbano-industrial mediante la exacción de plusvalor de las zonas rurales. Para ello, desde luego, es necesario crear una política de precios que permita al campesino reproducirse como productor y reproducir su unidad productiva a escala ampliada.

Ello requerirá una política de precios según estratos de la producción agrícola y una política de apoyos oficiales para reactivar la producción campesina. De igual manera requiere una reorganización de la producción campesina que al haberse vuelto minifundista se volvió ineficiente e improductiva. Es decir, requiere dar un impulso a la organización colectiva. Acciones que tenderán, además, a reducir las disparidades entre la economía campesina y la empresa agrícola.

Desde luego, la política general para la reordenación de las disparidades regionales es un plan en sí mismo y este no podrá dejar de contemplar la necesidad de reactivar el uso de tierras que yacen ociosas acaparadas por grandes productores agropecuarios, mediante la dotación de tierras a campesinos desposeídos. Sin que la medida se reduzca a simple dotación sino que implique una serie de medidas tendientes a organizar la producción.

La política regional deberá observar que la articulación orgánica entre regiones agrícolas e industriales se dé en base a criterios de complementariedad y no de subordinación. Forma única en que las disparidades regionales pueden ir disminuyendo.

Las propuestas aquí contenidas no agotan, desde luego, el cúmulo de posibilidades que existe para llevar a cabo la solución de los problemas analizados. Sin embargo considero que cualquier plan que pretenda resolver realmente dichos problemas tendrá necesariamente que partir de la consideración de estos elementos.