LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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EL DIÁLOGO SOBRE EL RUMBO ECONÓMICO. UN DIÁLOGO NACIONAL PARA UN NUEVO PAÍS

26 de junio de 1996

En Zacatecas, el 23 de junio, el Presidente Zedillo buscó, no sólo el reestablecimiento de la comunicación directa con la prensa y la sociedad, después de casi un año de su última conferencia de prensa. Ahí también, llamó a los sectores, los sindicatos y los empresarios para buscar acuerdos mínimos entre ellos y su propio gobierno, a fin de sentar las bases para necesarias para darle viabilidad económica al país. Acuerdos que deberán darse sobre la base de un compromiso del gobierno de actuar con una visión de largo plazo y con independencia de los efectos políticos que sus decisiones puedan tener. Asimismo, pidió, que el acuerdo de entendimiento mínimo, no borre las diferencias e ideologías, pero que reconozca históricamente, en dónde estamos. Comprometiendo la idea de que no caer en una política que se preocupe demasiado del corto plazo.

Este llamado gubernamental parece ser una invitación a discutir la política económica y en general el rumbo del desarrollo del país. Lo que parece evidenciar que: A) el Presidente ya se dio cuenta que la sociedad mexicana no está de acuerdo con la forma en que está haciendo las cosas su gobierno.

B) Que los resultados de su programa de gobierno han provocado un descontento nacional tan grande que debe considerarlos como un fracaso. C) Manifiesta que ya se percató que sí existen propuestas alternas a su proyecto económico y que son tan serias que deben ser discutidas y analizadas como posibilidades reales de política. D) Esto último parece indicar, también, que se acepta implícitamente que las políticas alternativas podrían significar una mejor forma de solucionar el problema nacional. E)Esto significa abandonar, al menos en apariencia, la terca y prepotente idea de que no existían políticas alternativas y que cualquier otra política económica que no fuera la aplicada por el gobierno, aseguraba, automáticamente peores resultados. Tan malos que ni valía la pena considerarlas. F) Pareciera que el Presidente Zedillo está abandonando la idea de que quienes no coinciden con su visión de la economía son enemigos de la reforma económica y por tanto, enemigos de México.

Todo esto es algo que, con buena fe, se podría entender del mensaje presidencial. Falta saber dos cosas:

1.- A quiénes aceptará como interlocutores para la discusión del proyecto económico. 2.- Cuál es la posición del gobierno respecto a los cambios que sugieran los interlocutores y en este sentido, hasta dónde está dispuesto el gobierno a ceder en materia de cambios a la política económica.

La estrategia de Zedillo es sencilla. Busca el diálogo, para ganar consenso. Busca diálogo para relegitimar su gobierno. Bien porque quiere seguir gobernando con los niveles de paz social que hasta ahora se han dado. Bien porque los rumores sobre su renuncia ya le hicieron percatarse de su real debilidad como mandatario nacional. Bien porque la falta de consenso puede conducir a reducir los espacios del diálogo nacional, de la armonía social y, de ahí a la represión o a la renuncia.

Evidentemente es necesario un diálogo nacional. No sólo para replantear el proyecto económico, sino para replantear al país. El problema es que los espacios que el gobierno puede ceder son muy estrechos como para poder hablar de cambios trascendentales. No sólo porque como gobierno defiende políticamente un proyecto detrás del cual hay grupos de interés muy fuertes. Sino, también porque muchos de los acuerdos que ha celebrado a nivel internacional y las modificaciones a la Constitución y otras leyes hacen imposible que pueda aceptar muchas de las propuestas de la sociedad que, por cierto, ya se sabe qué quiere y cómo se puede lograr.

Vista la invitación desde una perspectiva más histórica y esperanzadora podría ser el inicio para reconstituir una real transformación económica, política y social del país. Lo que necesariamente tendría que pasar, al menos, por: a) elaborar una nueva Constitución y b) reformular los acuerdos y compromisos que a nivel internacional ha hecho el país y que le impiden un manejo autónomo de su política, sobre todo, a la luz de esa nueva Constitución.

Sin ello, no avanzaremos mucho. La invitación no pasará de ser un acto de fina demagogia y el país seguirá su camino de deterioro hasta que la fuerza del destino imponga los nuevos rumbos que habremos de vivir.