LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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AUTODETERMINACIÓN NACIONAL O SUBORDINACIÓN GLOBAL

4 de Marzo de 2005

A pesar de todos los esfuerzos realizados no parece existir en la actualidad, un medio para lograr que América Latina se desarrollo. La experiencia del último siglo es, en este sentido, aleccionadora. No importa cuales sean las estrategias que se adopten, el resultado siempre es el mismo: el subdesarrollo. El propio Wallerstein lo ha advertido, con precisión: Es absolutamente imposible que la América Latina se desarrolle, no importa cuales sean las políticas gubernamentales, porque lo que se desarrolla no son los países. Lo que se desarrolla es únicamente la economía-mundo capitalista y esta economía-mundo es de naturaleza polarizadora.

Y aunque él tiene confianza en que es posible construir un sistema alternativo más justo, yo encuentro pocas esperanzas para ser optimista. Precisamente porque la naturaleza de la economía mundo impide que los países puedan definir de modo independiente y autónomo su futuro, al margen del sistema y porque dentro del mismo, la única posibilidad de un mejoramiento real es que todo el sistema cambiara.

Los acontecimientos de las últimas dos décadas, dejan claro que los países latinoamericanos representan sólo un medio para ampliar y profundizar la acumulación de capital de los países desarrollados y que nunca serán los beneficiarios de los procesos de reordenación de la economía mundial.

En las últimas dos décadas, los beneficios obtenidos por los pueblos latinoamericanos durante gran parte del siglo XX, han sido expropiados por Estados Unidos y otros países centrales, sin que haya mediado alguna estrategia para impedirlo. Por el contrario, en su lugar se establecieron políticas para favorecer dicha expropiación. Esto sucede porque Latinoamérica forma parte de la red de interrelaciones de dependencia económica que le impone el sistema de economía mundo y por ello, carece de autodeterminación para optar por un proyecto de desarrollo alternativo y propio.

Se nos ha hecho creer que el mercado impersonal y el saber tecnocrático son suficientes para llevarnos al desarrollo. Pero el mercado sin instituciones no puede lograr tal objetivo y la tecnología no dice para qué ni para quién, sino simplemente cómo.

Sólo los países con autodeterminación han podido beneficiarse del nuevo modelo de organización de la economía mundo. Como señala Stiglitz: De todos los países, los del este de Asia han crecido más rápido y han hecho más por reducir la pobreza. Y lo han hecho, resaltémoslo, vía "globalización". (…) algunos de los países que han tenido mayor éxito en la globalización determinaron su propio ritmo de crecimiento; cada una se aseguró al crecer de que los beneficios se distribuyeran con equidad y rechazó las presunciones básicas del "Consenso de Washington", que postulaban una intervención mínima del gobierno y una rápida privatización y liberalización. En el este de Asia, el gobierno asumió un papel activo en el manejo de la economía. La industria del acero que creó el gobierno coreano se contó entre las más eficientes del mundo. Sólo cuando esos países redujeron regulaciones, bajo presión del Tesoro de Estados Unidos y el FMI, surgieron las dificultades.

Es evidente que la autodeterminación es condición necesaria del desarrollo, en la medida que como afirma Boltvinik: el desarrollo económico lo podemos identificar, como el proceso de desarrollo de capacidades colectivas para generar, adaptar y asimilar tecnologías (incluyendo las avanzadas) y para crear y gestionar empresas propias que operen esas tecnologías. (…) Una parte de la inversión extranjera ha consistido en la compra de empresas nacionales preexistentes (banca, empresas comerciales, ferrocarriles, etcétera), en cuyo caso hay un desmantelamiento de las capacidades empresariales nacionales y se genera un efecto negativo ya que la empresa extranjera prefiere sus proveedores extranjeros a los nacionales. Se atrofian muchas capacidades nacionales (…) la subordinación global atrofia algunas capacidades y genera mucho menos que la autodeterminación. (…) En síntesis, tanto desde el punto de vista del hacer como del ser, la subordinación global no produce desarrollo (Julio Boltvinik, “Atrofia en vez de desarrollo” La Jornada, México, 10 de octubre de 2003)

En América latina, no hay un proyecto de autodeterminación nacional sino uno de subordinación global, es decir, una actitud de plena obediencia. Porque, además, no existe alternativa posible. Porque para participar de los beneficios de la globalización -como instrumento de expansión de la economía mundo- se requieren economías nacionales plenamente capitalistas; con una base mínima de desarrollo y un conjunto de problemas resueltos. Los países latinoamericanos no cumplen con esos mínimos requisitos, y por ello, sólo logran reproducir sus condiciones de atraso y dependencia económica, obstaculizando, además, su propia transición hacia el capitalismo pleno -o convirtiéndolo en proceso doloroso- por el dramático saldo social que implica, ya que agudiza la desigualdad entre un sector moderno que se globaliza y un sector atrasado que se pauperiza.

Porque la globalización es, ante todo, un proyecto empresarial. Particularmente un proyecto de grandes empresarios. Proyecto del cual algunos gobiernos creen que pueden obtener beneficios para su país, para sus pueblos, pero se equivocan. Los beneficios de la globalización están en función al volumen de capital que tenga cada empresa y cada país, de modo que las empresas pobres en el mundo o los países pobres del mundo y aún peor, las empresas pobres de los países pobres, no reciben ningún beneficio. Ya ni se diga de aquellos que ni siquiera son capaces de producir con la lógica empresarial debido a su atraso, como los millones de campesinos de subsistencia y los millones de obreros y trabajadores de las miles de pequeñísimas unidades económicas familiares a las que difícilmente se les pueden llamar empresas. Estos grupos, que representan la mayor parte de la población, a lo que se le denomina “pueblo” son los receptores de todos los males desatados por esa poderosa fuerza mundial. La globalización no es, pues, un proceso democrático. No reparte riqueza basado en principios de equidad y justicia social. Más bien es un proceso profundamente inequitativo e injusto porque redistribuye la riqueza a favor del que más tiene.