LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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AHORRO INTERNO, INGRESO Y FINANCIAMIENTO DE LA INVERSIÓN

26 de junio de 1997.

Uno de los aspectos centrales del diagnóstico del actual gobierno sobre la situación de la economía mexicana es la identificación de la grave carencia de ahorro interno que sirva como mecanismo para financiar la inversión productiva. De ahí que uno de los objetivos centrales de la política económica sea la obtención de un incremento importante de ese ahorro interno, suponiéndose que con ello se solucionará el principal problema estructural del país.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. En primer lugar es muy dudoso que el nivel de ahorro interno en nuestro país en los últimos años haya sido escaso. Las grandes cantidades de dólares que se fueron al extranjero en las consecutivas crisis financieras de la década pasada y de la presente eran pesos de ahorradores nacionales que sirvieron para especular.

Esto significa que la cuestión más importante a observar no es el escaso nivel del ahorro interno, sino el destino que éste tiene, es decir, el uso que se le da. Pero, aun concediendo, sin aceptar, que los niveles de ahorro interno eran bajos, el diagnóstico no se agota ahí. Es decir, hay que explicar las razones por las cuales dicho ahorro se encuentra en esos niveles. Y ello sólo puede explicarse por una razón: la incapacidad de la sociedad mexicana (tanto familias como empresas) para ahorrar. Y ello, a la vez, sólo puede deberse al hecho de que el ingreso social sufrió un fuerte deterioro en los últimos años. Se podría argumentar que otra razón para explicar la caída del ahorro podría ser la decisión de dedicar una mayor proporción del ingreso al consumo. Sin embargo, esto no es posible. Primero porque si así hubiera sido ello se habría reflejado en un incremento de las ventas en el mercado interno y no en una caída como en realidad sucedió. Y segundo, la crisis económica propició un proceso de profundización de la concentración del ingreso y un deterioro del poder de compra de los empleados y trabajadores (por la contracción del salario real). Por ello estos se han visto obligados a destinar una cantidad cada vez mayor de su ingreso para el consumo, reduciendo sus posibilidades de ahorrar a niveles de ahorro cero e incluso de desahorro (préstamos). Cerca del 80% de la Población Económicamente Activa percibe en la actualidad no más de cinco salarios mínimos como remuneración (algo así con $3,900.00) cantidad que en realidad considerando familias de tres a cinco miembros alcanza para muy pocas cosas, pero no para ahorrar. Sin considerar que existe un amplio sector de la población que perdió su empleo y por tanto ni siquiera percibe un ingreso mínimo.

En el otro extremo existe un 20% de la población que percibe un ingreso mucho mayor, y, tal como lo plantea la teoría keynesiana, va incrementando proporcionalmente su nivel de ahorro a medida que su ingreso crece. Lo cual implica que sólo una proporción muy pequeña ahorra (aunque su capacidad de ahorro es muy amplia). De modo, entonces, que la concentración del ingreso y del deterioro del ingreso propicia que se reduzca la capacidad de ahorrar de la mayoría de la población y esta posibilidad se concentre en unos cuantos, los cuales, por cierto, no mantienen sus ahorros en el país. Adicionalmente hay que decir que la crisis económica y la apertura comercial propiciaron un proceso de quiebre masivo de empresas que generaban un ingreso propio que se destinaba al ahorro y empleo que generaba ingresos a los trabajadores, que, por esa vía, podían ahorrar.

De lo anterior podemos concluir que el problema no es la falta de ahorro, sino la incapacidad de ahorrar por tener un nivel de ingreso de una magnitud tal que no permite ahorrar. Es claro, si no hay ingreso no hay ahorro.

Así que para resolver el problema de la falta de ahorro interno no es precisamente la mejor solución recurrir al ahorro forzoso que significan las Afores, porque ello no resuelve el problema de las fuentes reales del ahorro, que debe ser la expansión constante del ingreso. Lo más eficaz es, sin duda, propiciar el incremento del ingreso de las familias y las empresas, pues en la medida que éste crezca, también crecerá el ahorro. Y no sólo eso, también crecerá el consumo, lo cual es fundamental para elevar los niveles de ventas de las empresas y con ello su expansión y la creación de otras nuevas, con el consiguiente efecto de incrementar el empleo y con ello el ingreso global y, por esa vía, el ahorro interno social. Es decir, para incrementar el ahorro es necesario reconstituir las estructuras productivas de la economía mexicana. Sin ello no puede haber ahorro.

Resulta, así, que la estrategia para resolver el problema del ahorro está mal enfocada. Primero hay que crear las fuentes del ahorro y para ello es necesario abandonar la política de contracción del salario y las restricciones al incremento del gasto público (que sirve para invertir y generar empleos). Factores, estos, que son esenciales para generar una corriente de ingresos que propicie el ahorro.

Esa política, desde luego, resuelve también el problema de la falta de dinamismo de la economía interna, del desempleo y del bienestar social de la población. Y, si ello puede lograrse por esa vía, resulta difícil explicarse por qué el gobierno mexicano no adopta una política de esta naturaleza. A mi juicio son tres las razones que explican esto último. Primero, el fundamento teórico de la política económica que establece que no es el consumo lo que hay que expandir sino el ahorro (teoría monetarista). Segundo, porque se considera que la economía no tiene posibilidades de incrementar el ingreso si primero no se incrementa el ahorro, ya que no se reconoce que exista una conexión directa entre ingreso y ahorro. Y tercero, porque el único agente capaz de incrementar el ingreso es el Estado, pero ello resulta riesgoso porque lo haría a través de incrementar su deuda, los impuestos o expandir el déficit presupuestal. Factores, todos ellos, desde la perspectiva oficial, causantes de todos los males que aquejan en la actualidad a la sociedad.

La realidad es que si no se reformula la política económica en materia de ahorro e ingreso ningún programa de financiamiento al desarrollo podrá tener éxito y, lo más grave, la recuperación económica y el bienestar, tardarán más en llegar.