SALARIOS, EMPLEO Y POLÍTICA SOCIAL

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Hilario Barcelata Chávez

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PLANIFICACIÓN DE LA POBREZA

8 de junio de 1989

La semana pasada fue presentado el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 1988-1994 ante un país cada vez más incrédulo por la fama de los planificadores y cada vez más lastimado por los resultados desastrosos de otros planes que al igual que el actual han estado llenos de buenas intenciones, pero que lejos han quedado de sus objetivos finales.

Una afirmación del Presidente Salinas de Gortari define todo el espíritu del Plan: “...mientras no bajen significativamente las tasas reales de interés, al disiparse la incertidumbre que todavía se asocia con la renegociación de la deuda, no existirán en la economía los recursos necesarios para elevar gradualmente, en términos reales, los márgenes de rentabilidad, los niveles salariales o los precios de garantía”. Si el PND se propone como objetivo final, como dijera el propio Presidente “... elevar la calidad de vida de los compatriotas y especialmente de aquéllos que viven en intolerable estado de miseria”, y esto sólo es posible a través del crecimiento económico, el cual, según el Plan esta subordinado a la reducción de la deuda externa y la llegada de nuevos recursos financieros, de ante mano se le puede predecir, incluso sin ser muy conocedor un fracaso futuro en ese aspecto, en la medida en que cada día que pasa es más dudoso que se pueda llegar a reducir la transferencia de recursos al exterior por concepto de servicio de la deuda.

Nunca un Plan Nacional de Desarrollo había intentado ir tan lejos en toda la historia de la planificación en México.

Nunca, además, partiendo de premisas tan endebles para la concretización de sus metas. Porque el objetivo de obtener una tasa de crecimiento económico de 2.9% para este año está basado fundamentalmente en la premisa de reducir la transferencia de recursos al exterior de 6.1% a 1.7% respecto al Producto Interino Bruto (PIB), dicha rendición se pretende obtener en base a las cuatro premisas básicas que se encuentran también incluidas en el menú de opciones que el país presentara a los bancos acreedores y que estos ya han rechazado.

Para crecer no sólo es necesario reducir la transferencia de recursos al exterior, sino también contar con recursos frescos para invertir. México hasta el momento sólo tienen seguro para este año 2,560 millones de dólares (md.) de nuevo endeudamiento provenientes del F.M.I. del B.M. y del Banco Internacional de Desarrollo. Según algunos analistas así las cosas en 1989, lo más que se podría alcanzar sería un crecimiento negativo del -1.0%.

El otro objetivo (que no es sino un puente para la consecución de los logros del Plan y por tanto su sostén fundamental) de reducir la transferencia de recursos del 6.1% al 1.7% puede alcanzarse (si de hacerlo a como dé lugar se trata), mediante una moratoria a la cual se han opuesto ya las autoridades financieras del país.

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público ha señalado que de no lograr ningún acuerdo con los bancos (y esto es ya casi un hecho) México transferirá 16 mil 572 md. en este año, por servicio de deuda.

El PND plantea la idea de que el crecimiento de la economía esta determinado directamente por lo que sucede con el problema de la deuda y aunque en parte es cierto, la verdad es que no podemos sujetar el futuro del país a las variables externas. El Plan parece querer culpar a la deuda externa de los problemas económicos internos y desviar la atención de las variables internas que se manejan en la política económica planteada también en dicho Plan y que no varía en lo absoluto con la que hasta ahora se ha venido practicando: “Modernización para el crecimiento” que se fundamenta en medidas tales como: política de gasto público restrictiva, política monetaria restrictiva, política salarial restrictiva y una apertura al exterior a ultranza tanto en materia comercial como de inversiones extranjeras. Parece absurdo plantearse como objetivo el crecimiento económico cuando la variable primordial sobre la cual ha descansado el crecimiento de la economía del país en las últimas décadas (el gasto público) seguirá restringiéndose más. Parece absurdo querer que crezca la economía, es decir, la oferta de bienes y servicios si se esta aplicando una política que comprime cada vez más el mercado interno y por tanto la demanda, la contraparte de esa oferta que no crecerá si no crece la demanda. Es triste pero aunque parece absurdo no lo es, ya que la pretensión del Plan es que las necesidades de inversión sean abiertas por capitales extranjeros (por ello la Nueva Ley de Inversiones Extranjeras) y que la producción de bienes y servicios crezca para abastecer el mercado externo, cerrando con ello el círculo de la dependencia económica que subyace tras la política modernizadora.

En días pasados Luis Pazos publicó en el “Financiero” (5 de junio 89) un interesante artículo sobre la situación económica de Argentina y donde después de mencionar catastróficos datos económicos sobre ese país, se pregunta: “¿se encuentran a salvo los mexicanos de situaciones parecidas a las de Argentina?, ¿Debemos ver a Argentina como una advertencia y tratar de experimentar en cabeza ajena?”. Lo cual efectivamente mueve a la reflexión, porque las causas del caos argentino se encuentran muy lejos de las de la crisis mexicana, pero no porque como afirma Pazos, en un alarde de miopía y falta de rigor científico, que “el problema económico de Argentina es el mismo de todos los países iberoamericanos que han caído en procesos inflacionarios... un fuerte desequilibrio en las finanzas publicas debido fundamentalmente a las pérdidas de las paraestatales, el exceso de burocracia y a un programa de subsidios”.

Olvida Pazos que Argentina a partir de 1976 puso en práctica un Plan de Modernización de la economía para hacerla más “eficiente” y “competitiva” tratando de copiar el modelo desarrollado por los países del sudeste asiático. Olvida el Sr. Pazos que las medidas fundamentales para tal fin, que se tomaron, fueron: apertura comercial y financiera y una reforma a la ley de inversiones extranjeras, una sobrevaluación del peso y un exceso de importaciones que llevaron a la crisis al modelo y como consecuencia llego la tremenda desindustrialización por parte de las mismas empresas transnacionales que ante la contracción del mercado interno optaron por irse con todo y sus fábricas a otro país, trayendo la crisis que azota ahora a ese país.

Este casual parentesco de la política aplicada por los “Chés” con la aplicada por las autoridades mexicanas insertadas en el PND, se fundamenta en la idea de que la alternativa para los países subdesarrollados con graves problemas económicos y de atrasos tecnológicos es integrarse al mercado mundial comercial, financiero y tecnológico. Políticas postuladas por los neoliberales y defendidas por el FMI.

Fue esta la razón de la crisis y no lo que señala el Sr. Pazos (de quien todavía no se donde estudió economía), que en un alarde de ahistoricismo se atreve a generalizar las razones.

Es en base a la experiencia de la aplicación de estas medidas que los mexicanos debemos reflexionar y pensar si estamos a salvo de una situación parecida a la de Argentina. Es en base a esto que debemos pensar si lo de Argentina no es una advertencia respecto a la aplicación de estos planes económicos de la modernidad. Porque si de alguna manera el gobierno ha optado por ello, es menester comparar más, los resultados que estos planes han tenido al aplicarse en países más cercanos y con una realidad histórica más cercana a la de nuestro país, que ver los resultados que hubo en los llamados “tigres asiáticos” con una situación completamente distinta a la nuestra.

El PND es también un Plan de Modernización de este corte y esos son los riesgos y los resultados de esta modernización en México, hasta el momento tienden más a parecerse a los de Argentina que a los de los países asiáticos.

¿Dónde estamos, pues? en la planificación de la miseria o en la miseria de la planificación.