LA ECONOMÍA MEXICANA FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN DEL PROTECCIONISMO AL LIBRE MERCADO

LA ECONOM?A MEXICANA FRENTE A LA GLOBALIZACI?N DEL PROTECCIONISMO AL LIBRE MERCADO

Hilario Barcelata Chávez

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ACUERDO DE LIBRE COMERCIO Y DESARROLLO DESIGUAL

Octubre, 1990

De todos los sectores de la sociedad se escuchan y se leen comentarios acerca de Acuerdo de Libre Comercio. Posiciones opuestas y hasta encontradas surgen, aunque el común denominador es la incertidumbre acerca de los efectos que causará en la economía mexicana. Lo cierto es que dicho acuerdo provocará serios daños a la planta productiva nacional. Y reducirá ampliamente los márgenes de maniobra de las políticas internas para conducir el desarrollo del país. El futuro del país se apuesta en el Acuerdo. Pero nuestro futuro “socio comercial” no arriesga tanto en realidad. Su posición, en este sentido, es de mayor fuerza. Si gana, ganará más que nosotros. Y si pierde, buscará por todos los medios posibles que sea lo menos. Que será, siempre, menos de lo que nosotros podemos perder.

El reciente “embargo atunero (negativa de E.U.) de comprar atún mexicano aduciendo daños a la fauna marina es un buen punto para reflexionar acerca de que no todo será dulzura y buen trato de parte de los norteamericanos. Si ellos firman el Acuerdo es porque les conviene y no porque exista únicamente un deseo “solidario” por apoyar a nuestro país (que puede hacerlo). Pero debemos de estar conscientes que defenderán cada espacio que México pretenda ganar en presencia comercial, tanto en su país como en el nuestro. La competencia comercial será encarnizada y en eso nos llevan muchos años de ventaja. Por ello existe el riesgo inminente de que nuestra economía sea absorbida. Y que, al volverse ésta mucho más dependiente del país vecino, cualquier cambio en éste (ya sea un proceso recesivo o una disputa comercial como la del atún) provoque daños irreversibles a los que difícilmente se les encontrará solución.

Pro esta última razón, durante muchos años fue preocupación del gobierno mexicano la diversificación de los destinos de las exportaciones y el origen de las importaciones. No depender de un solo país en el intercambio comercial era no sólo una manera de incrementar el comercio exterior sino, además, una forma de proteger nuestra vulnerable economía. Las condiciones económicas a nivel interno no han cambiado mucho desde entonces. Sin embargo, la concepción de lo que puede beneficiar al país es ahora diferente.

Hay enorme prisa por hacer crecer la economía a como de lugar sin reparar mucho en las consecuencias.

Tantos años de desarrollo desigual, de privilegios y miserias parecen no habernos enseñando de lo que para algunos es un beneficio para otros puede ser perjudicial. Porque ¿a quién beneficia el Acuerdo de Libre Comercio? ¿a los 40 millones de pobres que tienen nuestro país? ¿podrán tener acceso a los miles de empleos que, se dice, generará el Acuerdo? ¿tendrán acceso a los miles de productos que ingresarán al país, que si harán el regocijo de quienes pueden comprarlos? ¿tendrán acceso a los mercados internacionales los pequeños productores agrícolas o industriales artesanales o semimecanizados? o ¿perecerán ante el embate de la ola importadora que tan jugosos dividendos reporta ya a los grupos económicos que viven del comercio?

En las condiciones actuales nuestro país tiene poco que ofrecer para la competencia comercial. Habrá empresas que puedan competir y consolidarse ganando mercados a nivel internacional. Pero serán la menos. El resto, la gran mayoría pequeñas y medianas empresas que son las que constituyen la mayor parte de la planta industrial nacional, no están preparadas para defender siquiera su posición en el mercado interno. Esas desaparecerán irremediablemente.

Ante esta perspectiva parece que ganaría más el país si apoyara la consolidación de esas empresas. Con ello aseguraría su expansión, el fortalecimiento de sus ingresos y un mayor empleo. No hay que olvidar que son estas empresas las que mayor número de puestos de trabajo generan. Si éstas quiebran como consecuencia de la firma del Acuerdo, ¿quién asegura que la fuerza de trabajo desplazada encontrará empleo?. Si los productos nacionales son de menor calidad y alto precio en comparación con los importados ¿no sería mejor apoyar la eficiencia de las empresas que los producen para que mejoren antes que, por ineficientes, desecharlas como si tras de ellas no hubiese hombres y mujeres mexicanos sufrirán las consecuencias?

Parece que las autoridades gubernamentales no han reflexionado mucho acerca del costo social del Acuerdo comercial.

Parece que han desechado, sin analizar, otras alternativas para reactivar la economía. Alternativas que pueden ser de más bajo impacto económico a corto plazo, pero de mayor beneficio social. Alternativas que quizá no nos llevarían de inmediato a la “modernidad, pero sí asegurarían un desarrollo más sólido y equilibrado.

No es posible que se siga pensando que acabaremos con la pobreza cuando el país tenga más recursos gracias a una posición más sólida en el comercio exterior. Porque el campesino que se a escogido para ello tiende a acelerar los rezagos sociales y a producir más pobreza. En poco tiempo, con el acuerdo operando, no habrá Programa de Solidaridad que valga ni para consuelo.

Y es que el Acuerdo de Libre Comercio asegura un crecimiento económico que agudizará el desarrollo desigual del país.

Urge replantar la política económica. Primero crecer dentro para poder crecer hacia afuera. Así lo han hecho los países que hoy dominan la economía internacional. ¿Por qué, entonces, debemos saltar etapas?

Antes de abrirnos al exterior hay que homogeneizar el desarrollo interno, desvanecer las desigualdades.

Si el crecimiento de la economía no habrá de beneficiar a la mayoría de población, entonces, ¿qué sentido tiene crecer? Si al gobernar se toman decisiones que perjudican a la mayor parte de la población, entonces ¿que sentido tiene gobernar?