LAS RELACIONES FAMILIARES EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS EN LA CIUDAD DE ROSARIO
LAS MUJERES EN LAS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA

LAS RELACIONES FAMILIARES EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS EN LA CIUDAD DE ROSARIO LAS MUJERES EN LAS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA

Ana María Ciancio

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VII.III.-NUEVOS POBRES O " EMPOBRECIDOS ":

Se trata de mujeres que manifiestan un fuerte compromiso laboral: el desempeño del mismo se constituye no sólo en un recurso económico, sino también simbólico, ya que se han capacitado profesionalmente y esto se convierte en una fuente de realización personal.

NELIDA y STELLA se incorporaron en forma temprana al mismo, mientras GRISELDA manifiesta un aspecto contradictorio, ya que por un lado expresa:

”...uno estudia para trabajar... ”; pero, por el otro lado dice: ”...en ese momento no era necesario mi aporte...”, mostrando el carácter “subsidiario” del mismo.

La excepción está dada por LUCIA:

”...Daniel no quería saber nada, además Julio era chico y no quería dejarlo con mi suegra”. ”...era mi obligación de madre”. De acuerdo a esto volvemos a constatar la creencia de que la presencia de la mujer/madre es indispensable e insustituible para el “buen desarrollo físico y psíquico de los hijos”.

Además, en este caso, nos encontramos con una estructura familiar que se había conformado en torno a una clara y tajante división de tareas, con roles y espacios asociados a ellas: la función doméstica reservada a la mujer, la extradoméstica al varón, con la consideración de que esta última debía ser priorizada ya que se transformaba en un recurso valorado; para lo cual las mujeres debían hacer lo necesario para que dicha actividad se realizara en las mejores condiciones posibles:

”...después de todo él era el jefe de familia y tenía que descansar lo suficiente para poder trabajar todo el día”. (LUCIA).

Todas ellas buscaron horarios “acordes” para desempeñarse laboralmente: trabajar en los horarios vespertinos o nocturnos, cuando los esposos terminaban su jornada de trabajo, cerca del hogar, acudir a la ayuda de familiares o al servicio doméstico remunerado; lo cual demuestra la multiplicidad de estrategias a las que debieron apelar para poder compatibilizar con las demandas provenientes de las esferas domésticas y extradomésticas.

“A veces venían a cuidarlos nuestros familiares...” (STELLA).

“...una muchacha me los cuidaba”. (GRISELDA).

No se trata de familias numerosas, existe la planificación familiar; las uniones se han realizado en las edades centrales de los protagonistas, siendo las mismas totalmente consensuadas y también planificadas cuando ambos ya contaban con cierta “garantía” de estabilidad laboral; es decir, después de haber finalizado un estudio universitario y/o terciario o poseer un oficio, como es el caso del esposo de NELIDA.

Las expectativas personales están ligadas al perfeccionamiento profesional; tanto NELIDA como STELLA han debido seguir estudiando para obtener el título docente habilitante. Esto es un índice elocuente del alto grado de compromiso que asumen con su trabajo, no sólo por el ingreso monetario que generan, sino también por considerarlo como un espacio en el que se pueden realizar como personas. Pero, al mismo tiempo, es un signo de que vivimos en una sociedad que eleva constantemente los requisitos educativos, pero que ofrece muchas restricciones en el campo laboral. Aspecto éste al que volveremos más adelante al ocuparnos de la desocupación masculina:

”...pensaba que teniendo un título universitario me ampliaría mi campo laboral...”. “...me gusta el contacto con mis alumnos, me agrada compartir con ellos mis conocimientos”. (STELLA).

“...me había recibido y uno estudia para trabajar...” (GRISELDA).

“A los 53 años me recibí de Profesora en Ciencias Económicas, por exigencias de la vida laboral, es decir, por profundización de conocimientos pedagógicos y por exigencias a nivel ministerial ”. (NELIDA).

Se han producido cambios notorios, de signo positivo, en algunas de las entrevistadas, a partir de la desocupación y/o subocupación de sus esposos. Dichos cambios tienen que ver con lo personal, con aspectos relacionados a la división intradoméstica de las tareas, al manejo del dinero, a los patrones de autoridad imperantes, al ejercicio de la jefatura y a las expectativas puestas en el futuro.

Es fundamental para los propósitos del presente trabajo, analizar además la importancia que dichos efectos van ejerciendo sobre las pautas en las que se estructuran las relaciones familiares y las dinámicas que hacen a las organizaciones domésticas; es decir, el grado en que las mismas van acomodando y/o reacomodando la satisfacción cambiante de sus necesidades cotidianas frente a la realidad socioeconómica que les toca vivir. El resultado se caracteriza por la diversidad, según se desprende de los testimonios que a continuación se presentan:

“A pesar de que el presupuesto no alcanza, trato de vestirme mejor, de arreglarme un poco más, adelgacé bastante”. ”Tomé conciencia de que tenía que mejorar ciertos aspectos como adelgazar, arreglarme más, usar polleras más cortas, a tener más autoestima” . ”A pesar de que no puedo comprarme ropa, trato de estar más a la moda, de pensar un poco más en mí. Antes vivía pensando qué le hacía falta a cada uno de mis hijos, de arreglar más la casa. Pero ahora también me ocupo más de mí, y con un dinero que me debía mi hermana me compré un auto viejo y aprendí a manejar...”(STELLA).

“Me compraría un auto para ir a trabajar, porque Daniel le tiene miedo y ponerme un taller de costura por mi cuenta, contrataría chicas que cosieran para mí y también iría a un EMPA” (LUCIA).

Si bien todas cumplen con la “doble jornada”, algunas mayormente asumen la función de “supervisar” las tareas domésticas; lo cual deviene del hecho de dar prioridad a la tarea extradoméstica y de ser las principales perceptoras de ingresos:

”Y ahora se las tienen que arreglar más solos...”. ”...si puedo les dejo algo preparado, y si no se cocinan ellos”. ”Ahora empecé a delegar cosas”. ”Estoy también cansada, pero es otro tipo de cansancio, el de trabajar afuera que es más placentero”. ”Estoy muchas horas fuera de mi casa, porque hay días que trabajo los tres turnos en la escuela, pero es más gratificante, a mí me gratifica más”. (STELLA).

“Organizo todo, pienso todo y está mal, hay que delegar..”. ”Les he distribuido las tareas, cada uno se hace su dormitorio...”. “...y les digo lo que hay que cocinar”. ”...los días que estoy trabajando cuando llego a mi casa tengo la comida servida”. ”En general, termino a las ll,30 de la noche, pero le doy prioridad a las tareas de la escuela”. (GRISELDA).

“...ahora no me preocupa tanto la limpieza...”.”...yo me siento más cansada, la casa te atrapa, pero si hay algo sucio quedará para después, ya no me desvivo por la limpieza”. (LUCIA).

“Aunque los fines de semana me toca la limpieza a fondo, pero lo hago con más gusto, porque no estoy todo el día atrapada en lo mismo como antes...” (STELLA).

Se pone de manifiesto el hecho de que el cumplimiento de un rol diferente al doméstico es fuente de crecimiento personal en cuanto a autoestima, seguridad y confianza en sí mismas. Esto ha incidido en el cambio que -en general- han experimentado en cuanto a la visión tradicional de que las mujeres en su calidad de amas de casa deben abocarse enteramente a las tareas del hogar y a satisfacer las necesidades de todos los integrantes del grupo familiar.

En general, hay una toma de conciencia de que las tareas del hogar “atrapan” y que las mismas permanecen “invisibilizadas”, como si sólo se tratara de una actividad que sólo las mujeres- debido a su “naturaleza”- son capaces de llevar a cabo. A pesar de que las mujeres se encuentran en un contexto de igualdad formal, éste es uno de los tantos campos en los que se manifiesta la discriminación femenina; es decir, lo importante no es sólo lo que las mujeres hacen, sino el valor social que se le asigna a su rol.

La excepción está dada por NELIDA: ”Por lo general me levanto a las 6 de la mañana y termino a las 12 de la noche”.

Por lo expuesto, es evidente que sus mayores esfuerzos se centran en el desempeño del trabajo extradoméstico. A pesar del número de horas que el mismo les insume, todas las entrevistadas manifiestan que el cumplimiento del mismo les brinda mayor satisfacción, no sólo en lo material (la posibilidad del ingreso monetario que -en la mayoría de los casos- mantiene la estructura familiar), sino también en lo simbólico ya que dicho desempeño les ha proporcionado un mayor reconocimiento de sus capacidades; en consecuencia, ninguna manifiesta la posibilidad de su prescindencia:

“...a darme cuenta de que podía hacer un montón de cosas por mí misma”.”...reduciría el número de horas, pero seguiría dictando clases”. (STELLA).

“...es una cuestión de realización personal, ni loca me quedaría en mi casa, si mi marido tuviese una entrada generosa, tomaría una mucama y seguiría trabajando.” (GRISELDA).

“No, ni loca, no volvería a estar todo el día en mi casa cuando lo único que hacía era limpiar todo el día y mirar las telenovelas”. (LUCIA).

Si bien la “inclusión” de los esposos en la esfera doméstica se caracteriza por su carácter subsidiario, selectivo (pues no incluye todas las actividades) y esporádico; todas, en general reconocen que hay un “antes y un después”, donde el “punto de inflexión” estaría dado a partir de la desocupación y/o subocupación masculina, lo cual las ha llevado a ser las principales o únicas generadoras de ingresos y a poder negociar en mejores condiciones dentro de la estructura familiar.

Se pone de manifiesto que el proceso de individuación y de reconocimiento de intereses y espacios propios de las mujeres frente al varón jefe de familia es mucho más reciente que la de los jóvenes y adolescentes (mayormente los varones) y que engloban una serie de conductas como la selección de los amigos, la mayor libertad de movimientos y de flexibilización de los horarios; esto significa que la reivindicación de intereses individuales se produjo en primer lugar entre generaciones antes que entre géneros.

Lo anterior no invalida el hecho de que el incremento de la participación femenina en el mercado laboral ha contribuido no sólo a cuestionar la división sexual del trabajo doméstico y a todos los elementos que hacen al aumento del poder de las mujeres, sino que dichas transformaciones se plantean más explícitamente, y fundamentalmente, se trata de poder darles mayor cabida.

En general, se visualiza una mayor flexibilización en la división “tradicional” de las tareas que hacen a la reproducción cotidiana y que adjudican, de acuerdo al sexo al que se pertenece, funciones y responsabilidades no sólo diferentes, sino también (y fundamentalmente) diferenciadas; éste es también otro de los aspectos a tener en cuenta en el análisis, ya que las transformaciones que se puedan ir operando en dicha área incidirán a su vez en los cambios que, de las representaciones genéricas, tengan los distintos miembros de los grupos familiares.

“El, en general no hacía nada en la casa, es bastante machista en ese sentido”. “...él me da una mano”. ”Ahora me ayuda un poco más: cuelga la ropa, hace los mandados, a veces la comida, pero el grueso de las cosas las hago yo. Ahora no puedo pagar a nadie y la nena me da una mano cuando tiene tiempo”. (STELLA).

“...Romina sale a las 12,30 y se encarga de poner la mesa”.”...la mayor colaboración la obtengo de Javier”. (GRISELDA).

“Colabora con las tareas del hogar y mantenimiento de la casa: pintura, arreglos de artefactos del hogar, etc.”. ”Yo a mis hijos trato de no molestarlos, porque estudian y quiero que se reciban y puedan ubicarse en el mundo del trabajo”. (NELIDA).

Nos encontramos en este caso con una clara concepción de la división del trabajo doméstico: Nélida asume toda la responsabilidad del mismo y la colaboración del esposo se remite a las tareas consideradas de “dominio masculino”, como arreglar los desperfectos que se pueden producir en el hogar.

“No, yo nunca lo molesté para nada, incluso cuando Julito era bebé yo siempre me levantaba de noche porque él tenía que trabajar”. ”Ahora se tienen que arreglar un poco más solos porque mi suegra está más vieja y medio perdida. Si se tienen que lavar o planchar una camisa lo hacen”. (LUCIA).

Otro elemento a tener en cuenta es que, como consecuencia de la recesión económica que afectó globalmente a la mano de obra masculina- en cuanto a continuidad laboral, cambios de ocupación, todo lo cual incidió negativamente en el nivel de ingresos monetarios-, se evidencia un traspaso de roles que contribuye a romper con la concepción “tradicional” (e incluso “monolítica”) de que los varones debían ser los únicos o los principales sostenes de la familia y que el salario generado por las mujeres asumía un carácter totalmente secundario, complementario (por lo cual se le daba el tratamiento de “aporte”), y en general, su destino se consideraba estereotipado. En la mayoría de los testimonios queda claramente explicitado dicho cambio:

“...en ese momento no era necesario mi aporte...” .”Tenía un buen sueldo, necesario para mantener a la familia y lo mío era un aporte”. ”Me compraba ropa, cosas para la casa, un mantel, un adorno, una cortina, ropa para los chicos. No había una división “esto es mío, esto es tuyo” y con el sueldo de él pagábamos la vivienda propia, la obtuvimos en el ‘ 77, con el sueldo de él”. ”No se lo hago notar, pero él sabe, es conciente de que vivimos con el sueldo mío, en el fondo lo pone mal, él ya no es el sostén de la casa, pero lo vamos consensuando”. (GRISELDA).

“Cosas de la casa, colaboraba con las cuentas, le compraba ropa a los chicos, los sacaba a pasear. Y ahora prácticamente mantengo la casa...”. ”El colabora con las cuentas de la casa”. (STELLA).

“...administro el dinero, le sugiero a Daniel qué hacer, cómo invertir”. (LUCIA).

En cuanto a los patrones de autoridad vigentes y al ejercicio de la jefatura, hay sentimientos ambivalentes, con cierta complicidad manifiesta, lo cual obedece fundamentalmente a tratar -por todos los medios posibles- de “preservar” la imagen paterna frente a las/os hijas/os, pero también porque dicho ejercicio siempre fue considerado como del dominio “masculino”, ya que mayormente fueron los varones quienes detentaron su desempeño. De allí que, en general, resulta difícil que las mujeres lo expliciten claramente, pero también en esta esfera se notan desplazamientos.

“Las decisiones las tomamos entre los dos, pero a la hora de reprender a los chicos le hacen más caso al padre, yo aflojo más rápido”. ”Sí, sobre todo los dos más chicos (se refiere a la jefatura), aunque trato de que mi marido no lo note”. (STELLA).

“...es conjunta, pero la palabra final es mía. Esto es consecuencia de que mi marido está afuera, nunca lo molesté y tomé siempre las decisiones”. ”Sí, yo soy la jefa porque me consultan primero a mí y después al padre, tengo mejor diálogo con los chicos, el hombre se cierra en su problema de la falta de trabajo”. (GRISELDA).

“Y mis chicos ya son grandes, cada uno sabe lo que tiene que hacer, pero cuando eran chicos se dirigían a los dos, nos preguntaban a los dos”. ”Y a partir de que él se quedó sin trabajo, y debido a su estado anímico, soy yo la que tuve que tomar las riendas de mi casa y empezar a decir, aunque me cuesta mucho, qué vamos a hacer con la plata”. (NELIDA).

“Yo a Daniel no le digo nada, pero decido qué hacer”. ”...todos se dirigen a mí...” (LUCIA).

El caso de LUCIA es muy particular, es una persona que estudió siendo grande, tiene objetivos muy claros y en su vida se han producido cambios radicales: la “salida” al espacio “público” para insertarse en el mercado laboral -a partir de la desocupación de su esposo-, se realiza en una edad central y cuando su hijo ya es grande; pero, de todas formas ella también asume un fuerte compromiso con el mismo, lo que le ha permitido confiar en su propia capacidad, sentirse más segura y poder ganarse un “espacio” dentro de una estructura familiar “tradicional”; todo ello le permite tener expectativas para ir concretando en el mediano o largo plazo.

Al igual que en los otros sectores poblacionales, son las mujeres quienes- a partir de la desocupación y/o subocupación de sus esposos- han asumido un papel central en la obtención del ingreso monetario con el cual poder mantener la supervivencia familiar; todas han procurado una mayor inserción en el mercado laboral o se han incorporado recientemente, como es el caso de LUCIA.

“...tuve que incrementar horas, preparar alumnos particulares“. ”...yo trabajo muchas horas”. ”Por suerte en la misma escuela se abrió un terciario y me dieron la mayoría de las horas”. ”Estoy muchas horas fuera de mi casa porque hay días que trabajo los tres turnos en la escuela...” (STELLA).

“...trabajo 44 horas semanales en la docencia (nivel medio) y tengo alumnos particulares en mi casa durante todo el año”. (NELIDA).

“...todas las tardes voy de esa modista, en la casa de ella tenemos un pequeño taller, cosemos en forma particular y también para una tienda. Y después tengo el sueldo de la Municipalidad. También hago alguna ropa y se las vendemos a las chicas del Súper y cuando me traen arreglo ropa para una boutique”. (LUCIA).

Consideramos que la explicación de dicha centralidad que asumen las mujeres obedece a dos motivos: por un lado, por el papel esencial (aunque no crucial) que asumen para garantizar la supervivencia familiar, y por el otro, es probable que una mujer desempleada pueda soportar mejor dicha situación porque -a diferencia de los varones- adopta el desempeño de los roles domésticos con menor conflictividad.

Paralelamente, la actitud de los varones acusa cambios de signo negativo, hay como una especie de “repliegue” hacia su propio interior, de aislamiento. Aunque las conductas van variando, todos sienten su autoridad erosionada frente al resto de los integrantes del grupo familiar; hay reacciones físicas y psíquicas y a algunos los ha llevado a “abdicar” inclusive de sus funciones paternas: ”a borrarse” (de acuerdo al testimonio de STELLA), e inclusive se produce a veces la disolución del vínculo.

“El empezó a hacer la suya, a salir de noche, a encerrarse en sus problemas, en su mundo”. ”El siempre fue muy busca vidas, ahora es como que bajó los brazos”. ”...yo cambié mucho y creo que él no. Yo me superé, seguí estudiando, es decir, fui capaz de salir adelante a pesar de todas las dificultades”. (STELLA).

“...en él se produjo ansiedad...”.”...el hombre se cierra en su problema de la falta de trabajo”. (GRISELDA).

“...este estado de ánimo se transmite al ámbito familiar”. (NELIDA).

“Daniel fue siempre una persona con muchas inquietudes...”. “...Daniel cayó en un estado depresivo muy profundo, fueron años muy difíciles, lo tuve que internar...”. ”Daniel se vino abajo totalmente, ya no era la misma persona”. (LUCIA).

Es evidente que al producirse el desempleo y/o subempleo de la mano de obra masculina, sobre todo cuando dichos varones habían sido los únicos o principales perceptores de ingresos (como es el caso que nos ocupa aquí) y al ser este rol asumido mayormente por las mujeres se va produciendo una tensión en ambos, ya que dicho cambio no ha sido elegido libremente, sino impuesto por las condiciones adversas.

“Yo entré en una crisis depresiva muy grande, estuve bajo tratamiento. Fue una etapa muy dura, no tenía ganas de seguir adelante con nada”. (STELLA).

El grado en que los mismos puedan ir siendo aceptados dependerá de la estructura familiar, no sólo en cuanto a la ubicación sexual y etárea de sus miembros, sino en aspectos que se puedan ir consensuando en temas tales como el manejo del dinero, la división intradoméstica del trabajo familiar, los patrones de autoridad y sus fuentes de legitimación, el ejercicio de la jefatura, lo cual nos remite necesariamente a considerar el tipo de “cultura familiar” vigente.

Si bien, estas situaciones se acentúan mucho más cuando se trata de una estructura familiar “tradicional”, caracterizada por una clara y tajante división sexual de las tareas que hacen a todos los aspectos referidos tanto a la producción como a la reproducción, necesarios para mantener la supervivencia familiar; es necesario aclarar que (aunque con diversos matices) los efectos de la inestabilidad económica inciden negativamente sobre todos los integrantes del grupo familiar; dicha incidencia no es sólo de orden material, sino simbólica.

De acuerdo a lo expresado precedentemente hay una correlación entre el desempleo masculino y alteraciones o distintos tipos de “patologías” que los mismos acusan. Sin embargo existen variables que pueden atenuar dichas alteraciones, una de las más importantes es disponer de una red familiar sólida que sirva de contención y también si las causas del desempleo han sido consecuencia de las deficiencias producidas en la estructura ocupacional pueden mitigar la autoculpabilización que la mayoría de los varones experimenta. Por lo expuesto, los testimonios van variando, según el tipo de estructura familiar del que se trate:

“La imagen de él se me vino abajo por completo”. ”No soporto verlo dar vueltas todo el día. Pasa por lo emocional más que por lo material, porque nosotros nunca tuvimos una vida desahogada, ni nada menos. Pero él era muy activo, muy busca vidas”. (STELLA).

Esta misma imagen erosionada de la figura y la autoridad parental se ha transmitido a los hijos, dejando (en algunos casos) huellas profundas en aspectos relacionados con las carencias materiales, como también emocionales:

“La nena sufre mucho porque en diciembre cumple l5 años y yo no puedo pagarle una fiesta”. “...quieren ir a bailar, tener ropa de moda, se copian de los compañeros y eso yo no lo puedo pagar”. ”...creo que la imagen del padre se les vino abajo y son los que más problemas tienen en la escuela, han bajado bastante el rendimiento escolar...”. ”...yo sé que los problemas de rendimiento son emocionales, pero no puedo pagarles un analista”. (STELLA).

Además los hijos más chicos pasaron a asumir un rol más de adultos: ”...me consolaban, me daban consejos, es como que crecieron de golpe”. (STELLA).

“En cuanto al estado anímico familiar sufre altibajos, especialmente al cobrar y hacer magia con la distribución de gastos, más todavía después de mediados de mes”. (NELIDA).

“...Julito había vivido en la abundancia...” .“El estaba creciendo, quería salir, comprarse ropa y cuando empezó a estudiar el profesorado fue muy duro”. ”Tratamos de dejarlo fuera de los problemas, pero lo afectó mucho. Lo fuimos sacando adelante como podíamos...” (LUCIA).

“Supieron acomodarse al ingreso del que se dispone, nunca fueron gastadores ni caprichosos, tuvieron que adaptarse al dinero del que se disponía”..(GRISELDA).

Al igual que en los otros grupos analizados, coexisten acciones dicotómicas y que tienen que ver con las distintas actitudes que asumen sus miembros. Por un lado, los vínculos familiares se fortalecen para hacer frente a la crisis; pero, al mismo tiempo, se quiebran como consecuencia del peso de los conflictos cotidianos:

“....estamos más juntos, pero de otra manera, somos como más compañeros...” ”Tenemos otro diálogo, pero la pasión se desgastó” “...y casi que puedo prescindir de él ”. (STELLA).

“No cambió la relación de pareja, yo nunca lo hice sentir mal ”. (GRISELDA).

“La relación entre nosotros, quiero decir íntima, ahora Daniel está bien, pero no sé, somos como compañeros más que nada”. (LUCIA).

De acuerdo a lo expuesto se observan tendencias encontradas en cada familia y no una clasificación estática que nos lleve a categorizar familias fortalecidas versus familias erosionadas.

Si bien no encontramos el mismo tipo de violencia descripta en los hogares correspondientes a los “pobres estructurales”(caracterizados por el alcoholismo, el peligro de caer en el delito, la drogadicción y la violencia abierta), hay agresiones verbales de ambos, y al mismo tiempo, se evidencia la tolerancia:

“...no física, pero sí verbal, de parte de los dos”. ”A veces soy yo la que empieza, le reclamo, pero no es fácil...”.(STELLA).

Asistimos a un proceso en el que el capital educativo y la experiencia acumulada no son suficientes para lograr mantener una adecuada inserción dentro de la estructura productiva. Estos varones que se han capacitado como obreros calificados o con estudios universitarios, encuentran serios obstáculos para reinsertarse en el mercado laboral, debido a las “reestructuraciones económicas” producidas en sus empleos, a lo que se suma la edad central en la que dicho desempleo se ha producido.

Estas circunstancias les impiden seguir desarrollándose plenamente como personas plenas, ya que se sienten totalmente descalificados.

“....sentir que muchos años de experiencia no eran valorados y a sentirse fuera del sistema, viejo, ya tiene 50 años”.(GRISELDA).

“Mi esposo ya no busca trabajo porque sabe que no lo va a encontrar, esto lo desanima y ni siquiera, en muchas oportunidades, tiene ganas de hacer actividades en el hogar”. ”...yo nunca pensé que las cosas se iban a poner así, que él se quedara sin tabajo, con todo lo que sabe hacer, con todos los cursos que hizo”. (NELIDA).

“...todos nuestros sueños se vinieron abajo. Sobre todo por Daniel, tenía un buen futuro en la empresa. Yo sé, él me dice que después de haber estudiado tanto, no es justo”. (LUCIA).

Hay una preocupación en cuanto al futuro profesional de los hijos: cuidan el grado de educación formal de los mismos como un instrumento para reafirmar la pertenencia a la clase social y que puedan acusar el mismo ascenso social que sus padres alguna vez tuvieron. De allí la resistencia frente al trabajo de los mismos y al tipo de tareas que van a desempeñar:

“Mi hijo el mayor había empezado a estudiar Analista en Sistemas pero dejó, no le iba muy bien, pero creo que es porque quiere tener su plata. Trabaja en un lavadero de autos, no gana mucho, pero le permite pagar algunos gastos. En realidad esto me amarga mucho, no era lo que yo quería para él, porque es un chico capaz”. (STELLA).

“Los dos chicos más grandes trabajan y estudian, yo hubiera querido que sólo se dedicaran a estudiar, pero yo no puedo costearles una carrera...”(GRISELDA).

“Yo a mis hijos trato de no molestarlos porque estudian y quiero que se reciban y que puedan ubicarse en el mundo del trabajo...”. (NELIDA).

“Queríamos que a toda costa Julito terminara la escuela, y de ser posible, hiciera alguna carrera”. ”Y también me preocupa que Julito no consiga nada, tengo miedo de que se vaya, él se quiere casar, pero ¿con qué?... (LUCIA).

Al producirse el desempleo del perceptor principal, una primera cuestión a encarar es el aumento de la inestabilidad económica que es diferente a una situación de bajos ingresos, pero de carácter estable.

En este sentido, lo “novedoso” para la clase media -a partir de la caída de los ingresos y de las condiciones de vida en general- es el alto grado de inseguridad e incertidumbre frente al futuro, lo cual se expresa de diversas maneras.

Según los testimonios arriba transcriptos, hay una serie de preocupaciones relacionadas -entre otras- con el futuro de las /os hijas/os, dados por las dificultades que los mismos encuentran para insertarse en el aparato productivo, la no permanencia dentro del sistema educativo, la emigración en busca de “nuevos horizontes”.

A pesar de los procesos de creciente autonomía personal e individuación que caracterizan a la moderna vida urbana, el retraso en el logro de la autonomía económica -que el empobrecimiento de los progenitores agudiza- colaboran y prolongan la dependencia, retrasando la salida del hogar paterno; estos fenómenos contribuyen a prolongar la adolescencia.

Nos encontramos con una pobreza que no sólo se ha ido adquiriendo, sino que fundamentalmente se ha ido profundizando y de la que se intenta, por todos los medios posibles de “escapar”, pero que, dada la situación económica, probablemente permanezcan, para lo cual deberán estructurar nuevas formas de vida y de relación:

“...comprar en el supermercado sólo lo necesario, reducir las salidas, la compra de ropa”. “Ahora se rompió la computadora y no sé si la voy a poder arreglar”

“...cuando nos inundamos mis muebles se arruinaron y ya no pude reponerlos”.

“La casa es espaciosa, pero tendría que pintarla un poco, tratar la humedad que hay, poner el piso en el patio...”. (STELLA).

“Limitamos gastos en salidas, sacamos el cable, yo tenía un auto para venir a trabajar y lo vendí, ahora vengo en ómnibus. En la ropa, trato de reciclar la ropa vieja, me doy maña con la costura y el tejido. Tratamos de mantener lo que nos quedó”.

“...vamos tirando, tratando de mantener lo que tenemos”. “...cuesta mantener lo que se tiene”. (GRISELDA).

“No hay salidas para vacaciones, ni compra de ropas, ni pequeños gustos, ni gastos para mantenimiento de la casa, ni reposición de electrodomésticos, ni regalos, ni reuniones familiares”. (NELIDA).

“Comprar sólo lo necesario, suprimir gastos superficiales como ir a la peluquería, salir a cenar o ir a ver un espectáculo y nunca más nos pudimos ir de vacaciones, comer comidas más baratas”.

“Siempre queda la posibilidad de vender o alquilar algo en caso de urgencia”.(LUCIA).

Observamos que hay aspectos que los acercan y al mismo tiempo los alejan de los otros dos grupos analizados: por un lado, comparten los efectos del desempleo y la precariedad laboral; el deterioro que provoca la evolución desfavorable del mercado laboral ha afectado mayormente a la proporción de trabajadores “jefes de hogar” en edades centrales. Pero, por otro lado - y a diferencia de los otros sectores poblacionales- nos encontramos aquí con obreros calificados o profesionales altamente capacitados quienes detentaban puestos laborales tipificados como de “clase media”.

La pérdida de los mismos los ha obligado a recurrir a posiciones informales dentro de la estructura productiva. En líneas generales este concepto abarca al conjunto de actividades en las que se inserta el excedente de población incapaz de ser absorbido por las ocupaciones generadas por el sector moderno de la economía.

Sin embargo, es necesario aclarar que el tipo inserción ocupacional es lo que determina distintos grados dentro de dicha informalidad; es decir, en estos casos no hallamos la misma precariedad laboral, caracterizada por todo tipo de desprotección legal lo que determina el alto grado de vulnerabilidad, exclusión social y marginilización que los “pobres estructurales” afrontan.

Lo que se evidencia, a partir de la evolución desfavorable registrada en el mercado de trabajo, es el aumento del cuentapropismo, el cual se constituyó en una alternativa para esta capa de la población “empobrecida” que no logra reinsertarse como asalariada. Se trata de un sector que se caracteriza por la heterogeneidad en cuanto al desarrollo de una variada gama de actividades, tales como quiosqueros, microempresarios, pequeños comerciantes, establecidas a partir de las indemnizaciones obtenidas vía el despido; pero, a partir de la expansión de las mismas -sumado al escaso consumo- se ha producido como una especie de “saturación”.

Según lo expresado precedentemente por las estrevistadas estas circunstancias determinan que haya una serie de aspiraciones que se reducen para poder mantener el ascenso social logrado mediante el esfuerzo personal, de carencias que se van acumulando, consumos que desaparecen o se modifican, restricciones en la vida diaria, bienes y servicios que no se reponen como ropa, reparación o compra de artículos del hogar, refacciones en el mismo, dificultades para llegar a fin de mes y casi ninguna capacidad de ahorro. Pero poseen infraestructura doméstica en calidad y cantidad y disponen aún de cierto capital: casa propia, auto, el equipamiento de un negocio.

Otro elemento que los diferencia de los sectores anteriores se relaciona con lo sociocultural: el acceso a la enseñanza media y/o superior y la planificación familiar.

Sólo una de las entrevistadas tuvo participación barrial: LUCIA quien, junto a sus vecinos, se movilizó frente a los cortes de luz y las inundaciones que tuvo que soportar STELLA, lo cual demuestra que en sus barrios no existen graves deterioros y cuentan con todos los servicios.

Si bien, la crisis intensifica aspectos que tienen que ver con lo íntimo, lo “privado” y que se relacionan con los aspectos de la sociabilidad y las relaciones familiares: no ir a comer, no ir al cine, no salir de vacaciones, ni asistir a reuniones familiares; al mismo tiempo actúa en forma cíclica y contradictoria: por un lado, refuerza lo individual al incrementar las actividades que se realizan en el ámbito del hogar como consecuencia de no poder seguir adquiriendo bienes y servicios en el mercado; por el otro, al haber más demanda para generar ingresos monetarios, opera como un elemento que “estimula” la “salida” (mayormente femenina) al mundo “público” a los efectos de insertarse en el mercado laboral (como el caso de LUCIA) o de incrementar horas en el mismo.

Asistimos de esta forma a un nuevo “corrimiento” de lo “público/privado”, societal/estatal y la evidente necesidad de su recategorización como espacios que se retroalimentan mutuamente.

En todos los grupos analizados coexisten acciones dicotómicas y que tienen que ver con los aspectos no sólo materiales -sino también simbólicos- que van permeando las relaciones genéricas/generacionales: por un lado, los vínculos familiares se fortalecen para hacer frente a la adversidad, pero, al mismo tiempo, se quiebran como consecuencia del peso de los conflictos cotidianos.

De allí que cada una de las familias con las que se ha trabajado se ha tenido en cuenta cada historia familiar, poniendo el acento en los ciclos familiares, porque de los mismos depende el tipo de estrategias que se hayan implementado y también en las subjetividades porque las mismas inciden en la forma cómo repercute en la conducta de cada uno de los integrantes ante la situación de crisis por la que atraviesan.

Por lo expuesto, creemos que los casos son únicos y confirma que- como lo hemos sostenido a lo largo del presente trabajo- no hay un único e irrepetible “tipo” de familia, sino arreglos familiares que se van adecuando a las situaciones socioeconómicas cambiantes.