LAS NUEVAS FORMAS DE GOBERNABILIDAD TRANSNACIONAL EN EL ESCENARIO DE LA RACIONALIDAD ECONÓMICA DE LOS PROCESOS DE GLOBALIZACIÓN

LAS NUEVAS FORMAS DE GOBERNABILIDAD TRANSNACIONAL EN EL ESCENARIO DE LA RACIONALIDAD ECON?MICA DE LOS PROCESOS DE GLOBALIZACI?N

José Gpe. Vargas Hernández

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Las expectativas racionales de los individuos como fundamento del nuevo orden.

La teoría social ha avanzado el supuesto de que los mercados totalmente desreglados, o al menos flexiblemente regulados, constituyen los instrumentos más eficientes para la producción, distribución y consumo de todo tipo de satisfactores. La expansión del sistema actual de producción capitalista, requiere de gente que consuma de manera continua y creciente, y para lograrlo, estimula artificialmente la necesidad y deseo de comprar.

Un consumismo fuertemente arraigado en el mercado tiende a reducir las relaciones de los ciudadanos con el Estado al papel de relaciones de intercambio, así como de consumo de bienes y servicios. El Estado afirma la ciudadanía cuando garantiza los derechos individuales conquistados por los ciudadanos, quienes a su vez adquieren la capacidad para participar e influir en la formulación y prescripción de las leyes. Una democracia así conquistada resulta de la existencia de una amplia clase media.

La lógica del mercado global consiste en que los bienes y servicios producidos con la mayor calidad y al más bajo costo posible, para satisfacer las necesidades prioritariamente de los prospectos en todo el mundo. Los ciudadanos convertidos en meros “consumidores” adquieren la capacidad de ejercitar la elección racional por obra del libre mercado. Las principales decisiones sobre las oportunidades de desarrollo de los individuos quedan en manos del mercado El nuevo papel del mercado aglutinado en los crecientes procesos de globalización y de tecnología, es sustituir a los ciudadanos por simples consumidores siempre en función de su capacidad adquisitiva, desarticula la acción colectiva y diluye la solidaridad social. Este proceso de colectivización puede ser si las sospechas iniciales son eliminadas. Los grandes actores pueden iniciar acción y subsidiar otros participantes. La acción colectiva y la cohesión comunitaria dependen más de lazos interpersonales débiles que de lazos interpersonales fuertes los cuales incrementan la cohesión de quien es parte del grupo y la exclusión de quien no lo es.

Esto hace pensar en la necesidad que existe de globalizar también la solidaridad humana. El mercado asume el papel protagónico del desarrollo y subordina la acción del Estado y de la sociedad en un mecanismo dinámico de perversidad que desintegra el desarrollo social en función del crecimiento económico que se vuelve en un fin en sí mismo, porque mide cuantitativamente el ingreso per cápita y el consumo real. El mundo se coca-coliza y se McDonaliza como símbolos de una civilización ubicua que define, estandariza y marca comportamientos, hábitos, costumbres, símbolos e imágenes, etc. Con los procesos de globalización económica también se mundializan las variables culturales y sociales. Así, todas las fuerzas que ha creado el consumismo se multiplican en todo el globo.

En la nueva economía capitalista posmoderna (Barbera, 1998), los productores crean las necesidades para satisfacer su propia oferta, apuntando “...al blanco de la mente y el espíritu tratando de trasformar como piensan los seres humanos...” La economía capitalista del mercado tiene un carácter social. Sin embargo, los mercados no atienden a todas las necesidades humanas. Los mercados constituyen la arena primaria para las empresas económicas y para la innovación técnica.

Los mercados consideran a los individuos como productores y consumidores que buscan sus propios beneficios privados, el lucro o la satisfacción y no como ciudadanos que con una orientación más social, buscan la satisfacción de los intereses públicos. Los mercados no instruyen a las personas con grandes ingresos a consumir solamente la parte proporcional de los recursos naturales que les corresponden. El mercado adquiere el rol protagónico para otorgar las oportunidades de desarrollo a los individuos en función de su capacidad adquisitiva.

Por ejemplo, la Nueva Macroeconomía Clásica que tiene como premisas fundamentales los mercados libres y la optimización de los agentes que actúan de acuerdo con la hipótesis de las expectativas racionales, enfatizando la naturaleza racional de las expectativas y el problema de la inconsistencia del tiempo en la implementación de políticas, describe un sistema económico estable. Si bien este sistema económico se conforma de agentes racionales que tienen o actúan como si tuvieran, un entendimiento claro de la economía, pero no hay una mención explícita a los factores institucionales que tengan la implicación de que estos están cambiando. El mercado real opera en función de las decisiones de los agentes económicos, y éstas decisiones a su vez dependen de la información que esté disponible a los agentes.

Las implicaciones son claras: si los mercados se están clarificando y los agentes están optimando, entonces la intervención del gobierno debe limitarse lo más posible porque solamente reducen la eficiencia del sistema completo (Gilberto ad MICIP, 1997) La economía política de Buchanan da el soporte ético a estos planteamientos al sostener que la intervención gubernamental motivada políticamente por los políticos interesados y por la naturaleza coercitiva de cualquier forma de intervención. La Nueva Macroeconomía clásica clama por reglas para controlar las políticas emanadas de la intervención del Estado en gran escala, contribuyendo a la efectividad de las políticas y a limitar la extensión de la interferencia gubernamental en la economía, rechazando por lo tanto todo tipo de intervencionismo del Estado en las actividades económicas.

Ciertamente, existen criticas serias al enfoque de la Nueva Macroeconomía Clásica sobre la clarificación del mercado, el cual se sale del terreno realista para caer en el campo nominalista, mientras que las hipótesis sobre las expectativas racionales tienen que ser consistentes con el modelo económico que cargan los individuos en sus mentes. Las expectativas racionales y monetaristas son una versión de la economía neoclásica la cual pone en conflicto a las políticas sociales con las políticas económicas. Sólo que los individuos mejor informados con el modelo económico correcto son los que obtienen los mejores beneficios a expensas de otros que quedan fuera de los negocios, en un esquema de "Darwinismo social" en donde sólo sobrevive el más competente. En este sentido, la premisa de los mercados libres no funciona correctamente y más de la mitad de esos mercados no son tan libres porque siguen siendo mercados administrados.

En lo que respecta al uso de las hipótesis de las expectativas racionales, estas se consideran como un modelo que todos los agentes representativos tienen en sus mentes, en donde no existen posibilidades de error sistemáticos, a menos que el modelo no sea verdadero cuya existencia implica una distribución objetiva de eventos futuros. Si la estructura del modelo no es independiente de las expectativas, entonces el modelo verdadero no existe y por lo mismo, si las expectativas son auto cumplen, entonces no existe una distribución objetiva que pueda ser explotada por agentes racionales. En la modelación económica por ejemplo, la cultura no es relevante porque no es tan obviamente racional. Por lo mismo, no encaja muy bien en la metodología del agente racional de la economía neoclásica (Hermalin, 1999) Por naturaleza, la economía neoclásica es exclusionaria porque se enfoca limitadamente sobre variables de tipo financiero con una proposición de cómo los agentes reaccionan a estas variables.

Gilbert y Michie (1997) concluyen al respecto que los supuestos de clarificación del mercado y de las hipótesis de las expectativas racionales de una economía no pueden desviarse sistemáticamente de su centro de gravedad o el correspondiente nivel de tasa natural de desempleo de los monetaristas. Es decir, sólo existen un único conjunto equilibrado de precios y por lo tanto de un nivel correspondiente de empleo y producto.

Las elecciones privadas de los consumidores pueden ser más modeladas y manipuladas, no son autónomas e independientes y son totalmente diferentes a las elecciones cívicas que hacen los ciudadanos. A pesar de estas consideraciones, la “lógica de las ganancias privadas” se ha impuesto sobre la “lógica de los bienes públicos” en donde entran los mecanismos de competencia a generar y proveer los bienes públicos como bienes privados, derivando en situaciones similares a las mostradas en el Dilema del Prisionero, como la peor solución. A tal grado, que la teoría de la elección pública considera que el supuesto de la maximización de la utilidad racional debe de extenderse a todas las instituciones incluyendo el mismo gobierno, ya que está compuesto de individuos que también observan conductas e búsqueda de la maximización de los beneficios.

Sin embargo, se invalida el soporte que la teoría de elección pública hace para la Nueva Macroeconomía Clásica la cual tiene un fuerte componente basado en el supuesto de las expectativas racionales, supuesto que ha universalizado. Las instituciones y el gobierno ofrecen sus propios incentivos, implícitos o explícitos para la motivación de la conducta de los empleados. La carencia de incentivos institucionales limita la negociación de acuerdos y compromisos entre los diferentes actores, incluyendo al gobierno, el cual necesita de una estructura institucional.