América Latina Hoy
¿Y Hasta Cuándo?

Iván Ureta-Vaquero
César Calvo

 

El Capitalismo.

El capitalismo es…Así comienzan muchas clases de historia, de economía, e innumerables libros. Y quizá esta reducción ya tan tradicional es la que genera un desconocimiento de las dimensiones complejas del fenómeno, provocando así la instauración de una falsa doctrina ortodoxa en cuanto a sus características teóricas y sus procedimientos aplicativos. Definir el capitalismo no es tarea sencilla. Ejemplos de dificultad y grandes polémicas al respecto de la definición de sistemas económicos los podemos encontrar en las célebres disputas sobre el feudalismo que sostuvieron en la década de los cincuenta Maurice Dobb y Paul Sweezy. Otros ejemplos del desacuerdo en la denominación del feudalismo los podemos encontrar andando el tiempo en otros autores como Witold Kula, Perry Anderson o Guy Bois. Es esta falta de univocidad lo que hace atractivas estos esfuerzos.

En términos generales podría denominarse al capitalismo como un sistema económico basado en la propiedad privada, la libertad de empresa, el interés propio como motor que incita al capitalista a arriesgarse, la competencia, la observación de los precios y del mercado o la predominancia del capital sobre el trabajo, siendo posible que dicho capital esté concentrado en pocas manos. La puesta en marcha de este sistema sumamente dinámico afecta y es afectado por un mercado regido por las cuasi míticas fuerzas de la oferta y la demanda, la cual, tiene la “potestad” de fijar precios. Así, desde una perspectiva clásica, el capitalista tratará de maximizar sus beneficios y para que esto se produzca el estado debería estar lo más relegado posible dentro de sus múltiples campos de acción. Sin embargo estas características un tanto frías en definitiva contornean el problema pero no terminan por definirlo de forma precisa y sobre todo da la impresión de ser, a priori, una forma impuesta de explicar un fenómeno económico que determina las relaciones sociales.

Para empezar observamos algunos problemas. Dobb indica que la supuesta abstracción de un término como el capitalismo, ha provocado también, a su vez, diferentes corrientes de opinión sobre su naturaleza. Incluso podría sugerirse que este concepto nace de las entrañas de un espíritu crítico que lo inventa y le dota de rasgos diferenciadores para posteriormente usarlo como testaferro de denuncias políticas. Es decir, como mero recurso político. Si suponemos que esto es cierto, es decir, aceptando que el capitalismo no es un fenómeno histórico, estaríamos criticando y reflexionando sobre una alegoría imprecisa. En este punto estamos de acuerdo con la visión de Wallerstein (1988:1)quien indica que el capitalismo es, ante todo y sobre todo, un sistema social histórico. Indicamos y reiteramos la idea de sistema social. Sin embargo de acuerdo con Tawney, citado por Dobb, “si los especialistas han reconocido al capitalismo como categoría histórica, esto no garantiza que quienes pretenden estudiar este sistema se refieran a la misma cosa”.

Esta falta de univocidad en el criterio de definir comúnmente la naturaleza y el alcance de un concepto como el capitalismo, exige algunas precisiones. Parece innecesario decir que capitalismo procede del concepto de capital. Pero, ¿qué es el capital? Podría parecer que simplemente es riqueza acumulada, sin embargo, como indica Dobb, el concepto de capitalismo puesto en circulación por los representantes de la escuela austriaca, poco tiene que ver con la idea del capitalismo como una interpretación histórica, ya que su intención es puramente técnica desde el punto de vista de describir a unos determinados métodos de producción que permiten una mayor eficacia dentro del proceso productivo. (1)

Otra de las características asociadas al capitalismo es la idea del individualismo, de una supuesta libertad, donde también cabe la libertad de empresa enmarcada en la filosofía del laissez-faire, laissez-passe. Esta idea defendida con fuerza desde las tesis de Smith, basándose en la mano invisible, tienen sin embargo algunas restricciones que no se han anotado y que tienen mucha importancia, de cara despejar algunos paradigmas de base comúnmente aceptados. Si bien aunque más atrás en el tiempo el mercantilismo presentaba características dinámicas, la fisiocracia comenzó a esbozarse en función a unos criterios estáticos. Dicho estatismo está muy relacionado con el pensamiento físico que comenzaba a desarrollarse en el siglo XVII. Generalmente no suele relacionarse el pensamiento económico con la evolución del pensamiento científico y sobre todo físico pero sus relaciones son más que notorias y no se producen por casualidad como ya dijimos más arriba.

El estatismo fisiocrático será posteriormente heredado por Smith al desarrollar la teoría de la mano invisible. Para los fisiócratas existían una especie de fuerzas que de forma armónica permitían estructurar de forma natural a la economía, lo que representa el mecanismo impuesto naturalmente por la mano invisible. Desde este punto de vista, tanto Smith como Marx se darían la mano, puesto que para el primero existe imposibilidad de escapar de esas fuerzas que natural y armónicamente dirigen los roles de las relaciones socioeconómicas basadas en el interés particular, mientras que cuando Marx habla de la estructura está indicando que todo está sujeto a ella y por lo tanto determinado. Este determinismo es lo que todavía ocasiona que se interprete al capitalismo como ese ente abstracto que organiza de una forma potente y caprichosa, la aparentemente única forma de organizar económicamente a una sociedad. Pero el fracaso del mismo puede observarse y ya lo hemos dicho varias veces anteriormente, no se debe a su propuesta, sino al supuesto antropológico que subyace al modelo capitalista.

Si suponemos que el fracaso del modelo capitalista que actualmente está desarrollándose dentro de un nuevo momento histórico se basa en la incapacidad de haber adaptado dicha evolución a un concepto antropológico adecuado podemos decir que dicho modelo inversamente desarrollado –digo inversamente porque de haber sido directamente desarrollado, hubiera manado naturalmente de una concepción antropológica capaz de reconocer sus necesidades y como consecuencia de ello, imaginar el modelo adecuado para la satisfacción de las mismas- imagina las necesidades del hombre que a su vez construye una falsa creencia cultural que satisface a las necesidades de perpetuación de un sistema injusto. De aquí se derivan las dificultades de superar el modelo. ¿Cómo podría superarse este esquema aparentemente circular? Pienso que el capitalismo como cualquier modelo que debería adaptarse a las necesidades del hombre en realidad es una construcción cultural y que por serlo representa intrínsecamente un dinamismo que debería permitir adaptarlo a los diferentes momentos históricos.

Por esta razón, quizá, todos los males que aquejan a las sociedades se deban a una estructura cultural invertida respecto a su capacidad natural de diseñar propuestas. Siendo consistente con este planteamiento diría que el capitalismo, como se entendería vulgarmente, sería una construcción cultural basada en unas prácticas disociadas del conocimiento intrínseco de la naturaleza de las necesidades humanas. De este modo, el capitalismo, al tratarse de una construcción cultural que termina por imaginar y construir la forma en la que la sociedad se autoobserva y se gestiona, la imaginación de la actividad humana vital es dependiente de la abstracción que la piensa y por ello la estructura de las relaciones sociales y políticas son una alegoría del modelo cultural “pensante” que como tal, en su origen no tiene una identidad propia. Por tanto quizá lo importante del capitalismo no sea su significado conceptual sino su lo que representa.

Y por esto, reniego de la idea que dota al capitalismo de una cierta naturaleza perversa, porque hacerlo sí que representa la utilización de un recurso político que no se desarrolla de una forma objetiva ni racional. Lo perverso en todo caso será la forma en la cual el hombre se adapta a un supuesto sistema objetivo que se pliega a las exigencias de su egoísmo natural. Por tanto, el capitalismo, desde este punto de vista puede atacarse por ser el generador de las “desgracias de la humanidad” y consecuentemente, para minimizar las desgracias individuales, este marco garantiza la justificación de actuar del modo que sea para lograr un objetivo. Así el capitalismo no se convierte el por si mismo en un fin. El capitalismo no tiene la capacidad de hacerlo, porque no puede actuar, no piensa. El capitalismo es un medio y posteriormente, debido a esa presión de la modificación cultural, el hombre lo convierte en un fin. Así es el propio hombre quien se sitúa en una posición de medio y el resultado es la búsqueda de culpables conceptuales sobre los cuáles verter y canalizar las bilis de su frustración.

Como dice Sachs (1999) Marx y Engels predijeron en 1848 la expansión global del capitalismo y efectivamente esto se ha cumplido. Se ha cumplido, como argumenta el autor, solo, después de un tortuoso y violento curso de cambios institucionales en muchas partes del mundo. Su ensalzamiento ha exigido ese violento cambio institucional. Pero siendo consistentes con nuestro planteamiento no podemos estar de acuerdo con esta idea tan ampliamente admitida. El capitalismo no ha exigido un violento cambio institucional porque no tiene la capacidad de pensar, de decidir, ni de actuar ni de evaluar las consecuencias de sus acciones, sino que los responsables son los hombres que han plegado, que han promocionado un cambio cultural basado en una racionalidad antinatural.

Algunos autores como Werner Sombart sugieren también esta idea ya que no busca la esencia del capitalismo en la anatomía económica, sino que como se puede observar en sus escritos sobre la burguesía, pone un especial acento en el geist, en el espíritu que caracteriza a una época. Debido a esto, la evolución de capitalismo histórico se debe a una evolución de la construcción cultural inversa y artificialmente diseñada como se ha sugerido más arriba. Más adelante observaremos que entre el capitalismo y el marxismo en esencia hay muchas similitudes y dichas similitudes se basan fundamentalmente en la recreación de sistemas de creencias, de construcciones culturales, que diseñan las necesidades humanas en la proposición de sistemas antinaturales que terminan por generar convenciones.

Esta postura que estamos sosteniendo está completamente reñida con una supuesta visión de la economía que defiende, asociado al capitalismo, un misterioso concepto de racionalidad. Racionalidad que por supuesto, no se disocia de la idea del individualismo, ni del interés propio. La posición que defiende esta supuesta racionalidad es uno de los principales indicadores que evidencian un desconocimiento particular de la economía y obviamente del hombre. Suponiéndola, es así posible encontrar que algunos autores de libros muy vendidos como El mito del desarrollo de Oswaldo de Rivero, muestren una actitud negativa ante la posibilidad del desarrollo. En este caso, Rivero indica que la supervivencia económico-social y no el desarrollo se ha convertido en una prioridad para casi el 80% de los Estados-Nación en el mundo actual.

Particularmente estoy absolutamente de acuerdo con Rivero al indicar que el desarrollo es un mito, pero no porque sea imposible, sino porque el concepto de desarrollo ad intra se utiliza mal. ¿Por qué? Porque se observa conceptualmente al desarrollo de igual forma que al concepto de capitalismo. Se los observa como dos entes abstractos con la suficiente capacidad de sobreponerse a la capacidad de decidir de forma racional y libre del hombre, en vez de observarlos como dos productos del hombre. Es decir, se trata de darles una dimensión subjetiva, no objetiva. En caso contrario, supondría que el hombre sería el producto del sistema capitalista o del desarrollo. De este modo aceptar la tesis de Rivero, significa colocar al hombre dentro de un sistema ultraestable y asumir el estatismo más atroz. Este estatismo es lo que provoca que el triunfo de una mal entendida idea de capitalismo se haya convertido en la dinámica que como un torbellino arrastra y elimina la capacidad crítica y de acción del hombre paralizado. Por eso echamos la culpa al capitalismo, porque debido a una equivocada interpretación antropológica, el hombre y la cultura occidental se ha convertido en algo absolutamente estático donde somos vulnerables por una fuerza económica incomprensible. Así, este tipo de tesis que descansan sobre la clásica idea que indicábamos más arriba al traer a colación ese significado insustancial e inconsistente de lo racional es el principal ingrediente de nuestro modelo cultural artificialmente creado a partir de factores extrínsecos.

¿Se puede pensar que la racionalidad pueda ser amoral? Si hablamos de una racionalidad que no contempla la moralidad, esto no puede llamarse entonces racionalidad y por consiguiente tampoco acción humana y si no lo es tampoco existe pensamiento y al no existir pensamiento tampoco existiría ni la economía, ni el desarrollo ni el concepto de capitalismo. De este modo de acuerdo con Alfons Auer, “ el hombre alcanza cierto conocimiento de su ser y así también del orden moral a través de su razón... La racionalidad de la moral surge de la naturaleza racional del hombre... La racionalidad de la moral implica su autonomía”.

En este punto, Dunning (2005) en un paper titulado ¿es el capitalismo moralmente defendible? muestra que todavía parece que hace falta la existencia de títulos como ese. Para Dunning, los grandes retos del capitalismo son la integración de la responsabilidad social corporativa, con los retos de desarrollo del milenio y la apertura de las economías de planificación central a un contexto de mercado abierto. Como se puede ver, estos retos tienen mucho que ver con la reflexión racional de lo que está bien y lo que está mal. Es decir, de tratar de buscar en el radical humanista que hemos expuesto anteriormente, el protagonista que releve y de por zanjado el estatismo cultural provocado por la obsesión perseguidora del principio de resultado consecuencia del radical moderno o productor.

Quizá sea interesante observar como Amartya Sen atacó hace treinta años, esta supuesta visión conductista al titular una conferencia Tontos Racionales. Como dice Hahnel (2002: 181), en esta conferencia Sen refutó las asunciones de que la gente siempre se comporta por interés. Es decir, se supone entonces que la racionalidad también aplicada a lo económico estaría regida por fundamentos morales. Y como consecuencia, también se debería entender al altruismo como algo que pertenece a la economía y porqué no, al capitalismo. Así es como Nagel defiende racionalmente al altruismo diciendo que “la visión que se presenta aquí se opone no sólo al relativismo ético, sino a toda pretensión de que los postulados éticos apelan a nuestros intereses: tanto el interés propio como el interés que podamos tener en otras cosas u otras personas. El altruismo, que a mi modo de ver subyace a la ética, no debe confundirse con un apego generalizado por la raza humana. No es un sentimiento.” (2004:15) y continúa diciendo que “la base de la ética en la motivación humana es algo distinto del deseo.” (2004:17). Lo más interesante del caso es que algunos lectores podrían decir que este planteamiento puede tener una determinada inclinación religiosa, pero baste decir que en el caso de Nagel, estamos ante un autor autoproclamado como ateo. Con estas ideas tampoco estamos diciendo que los moralistas sean capaces de resolver los problemas económicos. Esta idea la defiende Millán Puelles (1985:88-89) en el siguiente extracto:

“Los moralistas carecen de competencia para la solución de los problemas económicos, incluyendo entre estos los que atañen a la realización del quehacer económico de una manera moralmente conveniente. De ahí que el uso complementario de la ética en la ordenación de este quehacer sea sólo el correspondiente a una pura norma negativa cuyo papel se expresa de este modo: nada que contravenga los preceptos morales debe ser realizado, por muy conveniente que resulte desde el punto de vista de la economía. O, dicho con otros términos y habida cuenta de la dimensión social que ésta posee: nada es contradictorio con la mutua ayuda que los hombres se han de prestar entre sí para conseguir humanizarse debe llevarse a cabo en el quehacer económico, ni aún cuando pudiera ser correcto según la mera técnica económica. De esta suerte, la moral no nos dice cómo hay que proceder económicamente, sino más bien cómo no hay que proceder (de ahí su oficio de norma negativa), y en virtud solamente de la carga inmoral que una conducta, por ser perfecta que fuere desde un punto de vista técnico, pueda llevar consigo. Aquí está el núcleo mismo del problema”

¿Qué es entonces el capitalismo? Siguiendo con estas ideas, después de haber revisado mucha bibliografía, no solo de economistas, sino también de filósofos y sociólogos creo que una definición muy adecuada para este fenómeno es la que indica Weber (1954) cuando dice que el capitalismo “debería considerarse precisamente como el freno o por lo menos, como la moderación racional de este impulso (la ambición) irracional lucrativo”. En esta visión no se excluyen los motivos intrínsecos ni los trascendentes y por tanto, tampoco las posibilidades de que dentro del capitalismo también entren conceptos como la solidaridad y el altruismo.


1. No decimos eficiencia puesto que para nosotros tiene un significado diferente asociado a la responsabilidad de la acción basada en un toma de decisiones libre.


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