América Latina Hoy
¿Y Hasta Cuándo?

Iván Ureta-Vaquero
César Calvo

 

“Una función importante de la vida académica es la enseñanza y esta actividad, más que ninguna otra, nos obliga a ser sinceramente modestos.” Darío Menanteau.

PROLOGO

Este libro nace como consecuencia la preparación y dictado de un curso de doctorado en economía titulado Análisis social y político de Perú y de América Latina, desarrollado durante el primer semestre del año 2006 en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú. Para un extranjero como yo el reto era grande, sin embargo, tenía la ventaja de haber vivido casi durante cuatro años en el país y de haber visitado otras zonas de la región. Además, gracias a mi trabajo, he tenido la oportunidad de convivir con sociedades rurales y urbanas. El encargo de desarrollar este curso, no fue por tanto algo fácil de asumir, pero sin embargo, el entusiasmo por compartir varias sesiones con alumnos muy bien formados, fue suficiente para llevarlo a cabo.

La temática bien podría prestarse a interpretaciones sesgadas e inundadas de ideologías desprovistas de la necesaria y madura reflexión racional. De este modo, y desde el principio quiero manifestar que los argumentos que se desarrollarán en adelante encajan perfectamente con la siguiente frase de Leonardo Polo cuando dijo en una de sus conferencias que “el análisis de cualquier realidad o de cualquier ideología requiere imparcialidad. El desacuerdo con ella debe ser mostrado de modo racional, no acudiendo a golpes retóricos más o menos efectistas”.

Estoy plenamente de acuerdo con esta declaración de principios, ya que, en la pérdida parcial de los mismos, estamos debilitando la posibilidad de ejercitar la práctica sana de la búsqueda de la verdad. La verdad, sin relativismos, es la piedra angular del trabajo científico, universitario. Es su fundamento. Para ello creo que sería interesante recuperar algunas de las palabras de José Pérez Adán en una conferencia para la Fundación Interamericana Ciencia y Vida y para la Universidad Libre Internacional de las Américas.

“Un científico comunica su saber con sus escritos y sus clases, por eso pensamos que la pretensión de no pocos colegas de establecer lazos de prioridad comunicativa con el poder político es, cuanto menos, sospechosa de falta de rectitud de intención. (…)Por otra parte, pensamos que el medio de acercamiento al prójimo, el cómo transmitimos el saber, no debe de estar condicionado por el planteamiento mercantil. El sabio no puede venderse ni a banderías ideológicas ni, sobretodo, al dinero. (…)Un científico solo puede comprometer su labor como tal en la lealtad a una opción política si esta está manifiestamente abierta a la vida y dignidad de todos sin exclusiones. El científico, repetimos, no está obligado a tener lealtades políticas, pero si quiere tenerlas y en ausencia en el panorama político de una opción que vele por todos, su obligación primera es la denuncia”.

Insisto en esta idea principal desde el inicio de este texto una, para manifestar mi posición y en segundo lugar, porque el factor educativo, en cuanto a su reforma, es uno de los más problemáticos e importantes que los países de América Latina deberían comenzar a planificar para enfrentar su futuro. La educación es un indicador de primer orden, el cual, permite evaluar la calidad de la sociedad presente y futura. América Latina tiene un problema grande sustentado por una gran ventaja que no presentan muchos países europeos: su población joven. Una población joven con ganas de formarse, pero que se encuentra en la boca de una bestia desorientada de muchas cabezas, que da zarpazos sin sentido y que trata de sacar provecho de la noble digna necesidad de querer formarse. De la necesidad se está haciendo negocio y eso es muy peligroso. No se está invirtiendo en futuro y ese será uno de los principales problemas que tendrá que enfrentar América Latina.

La vida universitaria es crecimiento. Optimismo. América Latina necesita formar docentes y alumnos que guiados por el principio de la aportación, donen, en virtud a la justicia que el trabajo humano requiere, las mejores bases para que el horizonte se aclare. La universidad no es un núcleo de luchas banderizas. La división provoca debilidad y la debilidad corrupción y con ella, la muerte de cualquier propósito digno. Desde la introducción de este libro, manifiesto que este problema, el universitario, el educativo en suma, es el problema fundamental que tendrá que resolver América Latina, si es que quiere seguir hablando de crecimiento económico, desarrollo sostenible, de emergencia, de libre mercado, o de cualquier otro concepto tan usado hoy, pero con un respaldo tan poco coherente.

Hay que alejarse de la cultura fetichista de ser un “pieidich” o PH.D. que significa ser Doctor in Philosophy. En América Latina se abusa con el título. Siempre se antepone el título al nombre y así se anuncia la supuesta calidad de la persona a quien representa, pero no nos dice nada en realidad de quien es la persona que nos habla. Filosofía ya sabemos que significa. Amor a la sabiduría. Un compromiso por la búsqueda de la verdad. No sirve de nada que hayamos sido el número uno del nido, del colegio, de la universidad y que tengamos uno o dos doctorados en cualquier universidad de prestigio internacional, si no amamos la verdad, si no somos justos, generosos, si somos impermeables a las injusticias que nos rodean o si nuestro único objeto en la vida es que saque yo el máximo beneficio posible aprovechándome del caos reinante. Humildad y trabajo ante todo. Quizá sería muy interesante hacer un posterior estudio sobre este problema que tan solo he incoado pero que tiene mucha trascendencia.

Comos podemos ver, la amplitud del tema a abordar sin duda exige la utilización a manos llenas de conceptos e ideas procedentes de varias ciencias. Lo que inicialmente puede considerarse como algo complejo, debido a la cantidad de variables que hay que tener en cuenta, al final, ofrece diferentes ángulos de análisis e interpretación que pueden ayudar a comprender de una forma más integral lo que afecta al individuo y lo que caracteriza a las sociedades latinoamericanas. Soy un absoluto convencido de la virtud del trabajo interdisciplinario y entiendo por interdisciplinariedad no a la capacidad individual de solventar los problemas presentados por varios ámbitos de estudio, sino a la tendencia aperturista al comentario y a la interacción con otros especialistas, lo que sin duda, conlleva a un diálogo próspero y a un esfuerzo por establecer esferas de entendimiento mutuo.

Por estas razones, en este curso, gracias a los alumnos asistentes, se ha podido desarrollar esta metodología interdisciplinar. En algunos casos, esta metodología, tan universitaria en el sentido clásico, tan natural, en muchas escuelas y universidades no fluye de forma espontánea, por ello, a pesar de su carácter, tenemos que forzarla. Nos damos cuenta que forzar el diálogo no es algo sencillo. Sin embargo, cuando las posturas se relajan y la mente busca la interacción y la búsqueda de respuestas, no hay nada más grato para el crecimiento y la creatividad intelectiva.

Desde el inicio, y como un acto totalmente premeditado, diseñé las sesiones de una forma bastante flexible. Pero la flexibilidad debe tener un punto de equilibrio a partir del cual, las fuerzas inclinan y balancean al objeto de estudio, pero este, siempre al final, regresa a su posición original. Creo que esta flexibilidad tiene que estar presente en toda manifestación del conocimiento. En la teoría y en la práctica. Esta flexibilidad tiene que ver con la humildad de quien se enfrenta con recursos limitados al análisis de un problema.

Esta asunción de la flexibilidad, exige, como dije anteriormente, la existencia de un eje gravitacional. Me refiero a cuestiones básicas o ideas aparentemente simples, pero que debido a su supuesta simplicidad, son extremadamente maleables y manipulables, perdiendo así su esencia. Me refiero a cuestiones básicas como saber quién es el hombre o que es la libertad. Es necesario por lo tanto aclarar un panorama intelectivo un tanto oscurecido por campañas publicitarias que en múltiples coyunturas se han servido de mecanismos irracionales para proponer nuevos paradigmas. Paradigmas que posteriormente son consumidos en masa.

El texto que se presenta a continuación, no es un texto exhaustivo por cuanto resume muchas de las ideas que han ido surgiendo en los debates mantenidos en el aula. De este modo, se ha restringido al máximo las citas bibliográficas para, en su lugar, exponer algunas de las ideas de los alumnos. Por mi parte, lo único que he hecho, ha sido exponer algunas ideas que me parecen básicas. Es decir, me he concentrado en fijar un punto de gravedad y el resto se refiere a la flexibilidad anteriormente citada.

De forma sintética, los capítulos que se presentan a continuación, no son más que el resumen de las sesiones que fueron llevadas a cabo. Así, si se quiere, este libro es como un diario de clase en el sentido original, pero mis reflexiones se ven acompañadas, no interrumpidas, permanentemente con el diálogo de mis alumnos. Digo no interrumpidas, porque todos los docentes tenemos que tener siempre presente que una pregunta en un aula no es una interrupción, es una oportunidad.

Desde el principio quise felicitar a los estudiantes por asumir el reto de realizar un doctorado en economía. Ellos fueron: Merici Huertas, Marco Antonio Corona, Lino Cruz, Edgar Flores, Pablo Rijalba, Edgar Saravia, Vicente Ticse, Palermo Vargas y Juan Manuel Vásquez.

Es muy posible que el alumno de doctorado latinoamericano (y que estudie sobre todo en Latinoamérica) sea, en bastantes casos, diferente al alumno europeo o norteamericano. El esfuerzo por estudiar e investigar de forma intensiva tiene a su vez que competir con la obligación de trabajar y de mantener a una familia. Por eso, su mérito es muy grande y desde aquí, mi aplauso y reconocimiento. En segundo lugar me interesó conocer los motivos por los cuáles estos estudiantes había decidido hacer un doctorado. Para mi sorpresa, en contra de lo que suele ocurrir en universidades europeas o norteamericanas, mis alumnos me explicaron desde la primera clase que temas habían estado investigando y que hipótesis estaban comenzando a manejar para hacer su investigación doctoral.

No eran investigadores ni profesionales que empezaban de cero, sino que, debido a las problemáticas que se habían ido encontrando en sus carreras profesionales, tenían más o menos claro lo que querían averiguar y resolver. Lejos de parecer presuntuosos, los temas que presentaron no fueron demasiado sofisticados. Ni desde su planteamiento ni desde la metodología a emplear, sin embargo, su sentido común y aplicabilidad, realzaba la importancia de los mismos. Es muy habitual hablar de crisis económicas. Pero en realidad, ¿qué es una crisis económica? De la forma que se trata este concepto, pareciera que la crisis tiene identidad, tiene voluntad, por tanto vida propia, y que las formas en las que actúa hace que todo lo subsiguiente se determine por ella.

Esta construcción cultural, impide diseccionar los distintos males que integran una crisis y por tanto, entre tanta abstracción, las soluciones a problemas particulares se pierden en la gran dispersión de energía que se libera ante un fenómeno de tan imperceptibles límites. Y además, parece que la crisis tiende a desarrollar una fuerza expansiva que termina llegando hasta límites impredecibles. Por eso la economía hace tantos esfuerzos por predecir, para de alguna manera, tratar de hacer manejable el problema y así darse cuenta de algunos problemas. Sin embargo, como los problemas no son solo económicos, la ciencia económica no se basta a sí misma para responder a estos retos y así es cuando se hace necesaria la intervención de otras disciplinas, las cuáles todavía tienden a hacer más difuso el problema, por cuanto los aparatos conceptuales que manejan en muchos casos no están unificados.

Por tanto, ¿quién, que, como y cuando se define un contexto de crisis? Ya lo veremos en el apartado oportuno. Lo que quería manifestar en el anterior párrafo es que esta visión caleidoscópica del problema, necesita, exige, el análisis de temas que aparentemente son sencillos pero que en su esencia se esconde el mecanismo de la resolución del conflicto. En ocasiones, nos resulta complicado ver lo sustantivo de las cosas y esta tendencia a la complejidad, es la que nos impide ser más prácticos, más resolutivos. La simplificación está de moda, en todos los ámbitos tecnológicos, pero no así en los hábitos de vida humana. Se simplifica la tecnología para complicar la vida.

Como he dicho anteriormente, mi propósito no es un análisis erudito, sino más bien, la proposición de ideas manadas de reflexiones, muchas de las cuáles no tienen por qué estar de acuerdo con lo habitual, y que en algunos casos, incluso, podrían parecer separadas del tema de estudio.

En realidad poco hay que saber de ciencias económicas, de política, de sociología o de matemática. Las cifras que evidencian el hambre y la enfermedad en el mundo, como referentes principales de la pobreza, se leen y se comprenden muy fácilmente, pero parece que su estadística queda relegada únicamente a una base de datos que resulta curiosa descubrir de vez en cuando, pero que los gobiernos de todos los países, pero sobre todo de los que se encuentran en vías de desarrollo, deberían tener delante todos los días, pero no como recurso político populista, sino para establecer políticas de mejora desde el convencimiento propio.

Insisto en esta idea, más que seguir pensando en que los países industrializados son los que deben proponer las líneas de ayuda y financiación, hay que cambiar la forma de pensar y establecer, que muy aparte de que haya factores que apunten a teorías de la dependencia, el fracaso de las políticas de los países periféricos se debe a la propia forma en que se organizan social, política, económica e institucionalmente. De esta debilidad institucional, las clases más altas y las más bajas –aunque esto suene paradójico, y luego lo explicaremos- son las más beneficiadas de forma directa, mientras que los grupos sociales ubicados entre ambos grupos, con todos sus matices, son los más afectados. Los problemas son graves. Según el informe de Pobreza infantil en el mundo en desarrollo (OIT, ONU, UNESCO, UNICEF, 2003):

1. Pobreza: Más de 1.000 millones de menores del mundo (más de la mitad), no tienen cubiertas sus necesidades básicas. La pobreza absoluta afecta a 674 millones de personas en todo el mundo.

2. Vivienda: Más de 500 millones (1 de cada 3) se hacinan en viviendas con más de 5 personas por habitación o que carecen de suelo.

3. Agua: 375 millones necesitan caminar más de un cuarto de hora (por término medio 2,5 kilómetros de ida y los mismos de vuelta) para conseguir agua, o usan fuentes inseguras.

4. Saneamiento: Casi 500 millones (31%) viven en lugares donde no existen estos servicios.

5. Inmunización: Más de 260 millones no han recibido vacuna alguna.

6. Sida: Los huérfanos del sida, superan a los 13,5 millones. Los seropositivos menores de 15 años sobrepasan los 3 millones.

7. Educación: 104 millones están al margen del sistema educativo.

8. Información: 450 millones no tienen teléfono ni acceso a la prensa, radio o televisión.

9. Alimentación: Entre los menores de 5 años, 275 millones sobreviven al borde el hambre.

10. Trabajo: Los niños trabajadores rondan los 250 millones. Casi 180 millones sufren la explotación extrema.

Con estos datos hablar sobre bienestar en países industrializados podría ser un sarcasmo. Las medidas que hay que tomar, en primer lugar se basa en un análisis causal, fundamental y sistémico. En muchas ocasiones, aún dentro del mundo científico se confunden las consecuencias con las causas. Estas por estar ubicadas en un lugar más profundo, inhóspito e inaccesible, suelen pasar desapercibidas, o se confunden, como dije antes, con las consecuencias. Esto se ve claramente en los análisis que suelen hacer, con muy buenas intenciones algunas organizaciones que con escaso bagaje científico establecen las supuestas “causas” de la pobreza y se comienzan a esgrimir ideas contra los grandes poderes capitalistas –usando la terminología propagandística, la cual es sumamente emotiva- o contra las multinacionales que parecen ser las culpables de todo, o a las fuerzas de un mercado capaz de dominarlo todo. Si esto es cierto, lo es en parte, pero muchas de las causas habrá que buscarlas dentro de nuestra propia casa.

En este intento por iluminar algunas de las causas que están presentes en el problema latinoamericano, he creído oportuno comenzar este libro con un primer capítulo que hace referencia al análisis del discurso económico y político, incidiendo en los aspectos que se vinculan directamente al pensamiento y a la acción, es decir, la racionalidad y la emotividad. El propósito de este capítulo inicial tiene que ver con la crítica de los conceptos que más suelen utilizarse como recursos políticos y que por su utilización desmedida, provocan desajustes entre las expectativas que generan con su publicidad y con las expectativas de los ciudadanos a quienes van dirigidas. Emisor y receptor por tanto no se sitúan en el mismo plano y por ello, se provocan distorsiones que difícilmente pueden superarse y que terminan por enquistar una estructura imaginativa cada vez más hipotecada por falta de claridad.

Estas ideas iniciales nos llevarán a plantear en el segundo capítulo las relaciones entre la economía y el hombre, habida cuenta que, las dimensiones de ambos conceptos parece que no están muy claras. Es importante destacar, aunque también se hará patente más adelante, que el objetivo fundamental de este libro es analizar causas que afectan a lo que hoy es América Latina, por eso, se desciende a aspectos esenciales que ponen de relieve las bases de las consecuencias que habitualmente se estudian y que suelen ser confundidas con las causas mencionadas anteriormente. Este es el principio que dificulta la toma de decisiones racionalmente maduradas.

Otro aspecto sobre el que me parece esencial reflexionar, es sobre el papel que ejerce el pensamiento en la economía. Para ello, en el tercer capítulo se establecen las diferencias entre el concepto de pensamiento económico y el de economicismo pensante. Esta antítesis no es una virtualidad. Más bien, se trata de un juego de palabras poco inocente sobre el papel que ejerce el pensamiento en la toma de decisiones y en el posterior plan de acción o, en caso contrario, las “acciones” ejercidas por una fuerza impersonal bajo la cual se “deciden” y se “piensan” las necesidades de los grupos sociales.

Habiendo establecido estas ideas conceptuales, en el cuarto capítulo se analizan factores relacionados con las herencias que la historia ha depositado sobre el presente de los países latinoamericanos, herencias que sin duda, hipotecan el futuro. Pero hay que decir, que en este caso, asociamos la historia a la teoría de la decisión, ya que esta es la clave que permite ver con mayor claridad, aunque no siempre se haga un esfuerzo por comprenderla, de cómo unos países o unos grupos sociales pueden progresar a un ritmo distinto. Tras un análisis interdisciplinar, puesto que esta es la metodología empleada en estos pensamientos, se puede concluir que los países de América Latina tienen una calidad media-baja en la calidad de ámbito decisional, factor fundamental que tiene muchas implicaciones de cara a proyectar marcos y políticas de futuro.

Siguiendo con el enfoque histórico, en el quinto capítulo realizo un breve análisis sobre el período al que he denominado pre-solidario. Entre 1900 y 1945. La falta de equilibrio internacional durante este onda cronológica, marcó episodios de violencia mundial. América Latina durante este período pudo haber aprovechado la situación para encontrar en un modelo de compromiso autogestionario las líneas maestras para trazar un camino mantenido hacia el desarrollo, sin caer en la obsesión desarrollista que se cayó, ya que la inflexibilidad de esa visión terminó por restringir aún con mayor contundencia, la posibilidad de imaginar, de querer y establecer “nuestro” hoy. Y sobre todo insisto en la idea de imaginar. Este libro se titula América Latina hoy ¿y hasta cuándo?, precisamente porque el hasta cuándo durará tanto tiempo como América Latina tarde en poder-y-en-querer-imaginar su futuro.

El período de la guerra fría marcó precisamente esta incapacidad de imaginar el futuro. Aunque sí es cierto que a nivel mundial se establecieron los mecanismos para lograr un cierto equilibrio, dicho equilibrio se mantuvo por ser un equilibrio dual, dentro de cuál la dialéctica de dos formas de concebir la economía y al hombre, distribuyó el mapa internacional bajo sus intereses. A pesar de esta cuestión que no puede obviarse fácilmente, surgió una idea de solidaridad basada en la no-repetición de los episodios violentos de la primera mitad del siglo veinte. Pero en un mundo absolutamente monetizado, la solidaridad que se desarrolla gracias a mecanismos extraeconómicos, fue igualmente “monetizada” así que, paradójicamente a su naturaleza, a la solidaridad se le puso precio. Y fue este precio marcado en el mercado de solidaridad internacional, lo que contribuyó a que existieran países de primera, de segunda, de tercera, y otros simplemente, inexistentes. Siendo una obsesión la del precio, los países de América Latina, como se mencionó anteriormente, basó su modelo de “desarrollo” si es que se le puede llamar así, en el capital y no en las capacidades de sus sociedades, y hacer esto o creerse esto, es creerse una gran mentira y la mentira no está implícita en la idea de desarrollo, aunque sí que puede estarlo en la idea de crecimiento, la cual, ha contribuido a distorsionar nuestro hoy y nuestro mañana. La acción social pasó a un segundo plano.

Consistente con estas ideas previas, para el séptimo capítulo invité al profesor César Calvo, a quien agradezco especialmente su colaboración. Profesor e investigador de la Universidad de Oxford y de la Universidad de Piura, el profesor Calvo realiza una visión dinámica y crítica sobre la teoría económica, desarrollo y acciones individuales. Esta visión, cuestiona algunas anclas de la teoría tradicional sobre el crecimiento y el desarrollo y diseña un marco flexible dentro del cual, las acciones individuales, nuevamente enmarcadas en el ámbito decisional son las pautas claves para superar el hasta cuándo. Esta dimensión temporal expresada en el título, no es ni mucho menos una visión pesimista, sino una apuesta que coloca sobre la mesa algo más que un diagnóstico. Pone sobre la mesa una intención, una actitud que debe poder marcar un cambio de ritmo basado en la toma de decisiones y en la actuación política, social y económicamente concertada. Por ello, en el octavo capítulo se continúa reflexionando sobre aspectos sociales que posibilitan entender algunos problemas que deben ser resueltos.

Creo y soy consciente de que América Latina puede emprender un gran cambio que busque e imagine su futuro para, sobre todo, reducir el lapso abstracto del hasta cuando para sustituirlo por el a-partir-de-hoy.

Iván Ureta Vaquero.

Lima, 14 de agosto 2006.


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