La transición de mercados a sociedades emergentes

Iván Ureta-Vaquero

 

Un ejemplo de asimetría comunicacional: La firma de tratados de libre comercio.

Los tratados de libre comercio no son en ningún caso consecuencias del actual modelo de economía neoliberal. La historia de la economía nos enseña que los tratados de libre comercio son consustanciales a la misma evolución del comercio internacional. En este sentido es propio hablar de un concepto más amplio de globalización, que en el caso de Aldo Ferré lo extiende hasta la misma fecha en la cual las grandes potencias descubridoras instalaron un modelo económico basado en el colonialismo. Esta concepción nos permite relativizar las tendencias actuales que defienden con excesivo entusiasmo Tratados de Libre Comercio. Tradicionalmente se ha observado que los Tratados de Libre Comercio, son diseñados, impulsados y controlados por las potencias económicas más poderosas. De este modo se vuelve a estructurar un nuevo sistema colonial dentro de un marco llamado democrático y de libertad económica. Algunos avances sobre el papel del estado y de los mercados los podemos encontrar en los libros de Fisichella, donde se establecen las divergencias entre un concepto etimológico y seminal de democracia y su interactuación con el dinero, lo cual genera un concepto fundamentalmente oligárquico.

Para comenzar a analizar los aspectos positivos y negativos de la firma de un tratado de libre comercio, en primer lugar hay que observar la naturaleza económica, social, política y cultural que existe en un país. En este sentido las economías de los países se conceptualizan en función a un criterio de industrialización, nueva industrialización, potencial industrial y no industrial – es decir, primer mundo, segundo mundo – aparentemente desaparecido tras la caída del muro de Berlín-, tercer mundo y NIC (New Industrialized Countries). Al analizar las economías nacionales en función a este criterio de industrialización podemos concluir que: un país industrializado exige una diversificación de las actividades económicas, unos hábitos consumistas y una división del trabajo conseguida gracias a la utilización intensiva. Sin embargo los países en vías de desarrollo o no industrializados presentan una escasa diversificación de actividades económicas y una reducida división del trabajo. Ello se debe a una economía fundamentalmente basada en la agricultura, minería y pesca, como es el caso de Perú y tantas otras repúblicas sudamericana.

Adam Smith introdujo el concepto de rendimientos crecientes. En definitiva un concepto fundamentalmente optimista en comparación con el concepto de rendimientos decrecientes de unos pesimistas como Ricardo y Malthus. A pesar de su aparente contradicción ambos se complementan y nos ayudan a comprender las disimetrías de los sistemas económicos a los cuales se refieren. Rendimientos crecientes significa básicamente un crecimiento del trabajo y del ingreso per cápita y una ausencia teórica de los límites del empleo descansando sobre el salario como dice Thirlwall de subsistencia. Obviamente la teoría de los rendimientos crecientes van a favorecer las actitudes de capitalistas y sus esfuerzos por controlar unas, también, utilidades crecientes, contempladas en un ámbito de reducción de los costos de producción más evidentes como son los salarios. Esto nos indica que los países industrializados en general presentan esta tendencia a los rendimientos crecientes.

Desde un lado menos optimista y más apegados a una tradición económica, Malthus y Ricardo nos presentaron una conceptualización opuesta. Los rendimientos decrecientes. En esencia significa lo contrario a la aportación de Smith. Por ello, las actividades relacionadas con la agricultura y la minería son fundamentalmente factores tendentes al decrecimiento. En esencia, estos pesimistas a los cuales se les podría unir Marx, redujeron o minimizaron el papel de la tecnología, factor que en algunos casos revierte la teoría clásica. Obviamente, los países industrializados presentan la adhesión a la teoría de los rendimientos crecientes y los no industrializados a la de los rendimientos decrecientes. Eso explica las iniciales dificultades estructurales que subyacen a las firmas de los tratados de libre comercio y que no pueden obviarse.

Estos dos conceptos han coexistido a lo largo de la mayor parte de la historia del pensamiento económico. Para explicar estos desequilibrios entre las partes firmantes de un tratado de libre comercio, el modelo de crecimiento de Harrod-Domar nos ofrece algunas pautas de análisis crítico. Harrod observó tres conceptos asociados al crecimiento diferencial: tasa de crecimiento observada (ga), la tasa de crecimiento garantizada (gw) y la tasa de crecimiento natural (gn). Como dice Thirlwall (1) al analizar el modelo de Harrod-Domar, el problema en el corto plazo es la relación entre la tasa de crecimiento natural y la tasa de crecimiento observada, mientras que en el largo plazo la relación fundamental se establece entre la tasa de crecimiento natural y la tasa de crecimiento garantizada. Una economía como la peruana supone una ecuación de este tipo gn > gw mientras que en economías industrializadas la relación entre gn y gw está más equilibrada aunque con tendencia a colapsar en la medida en la que el incremento de población económicamente activa pueda pasar a representar un esquema de subempleo que finalmente repercuta en una reducción de la tasa de gw. Por tanto la ecuación podría ser similar a esta: gn<gw. Esta inversión de características dificulta todavía más la igualdad a la que se debería aspirar con la firma de un tratado de libre comercio.

A mis alumnos siempre procuro hacerles reflexionar sobre el significado de las palabras y de los conceptos. No sólo desde el punto de vista etimológico, sino también desde su dimensión práctica y convencionalmente aceptada como una verdad sin fisuras. En este sentido cuando hablamos de democracia siempre surgen algunas ideas interesantes, sobre todo cuando llegamos a la conclusión de que el concepto democrático es tan distante de su origen como desde su aplicación cotidiana. Se supone que Perú disfruta de un sistema parlamentario presidencial y democrático. Eso supone ni más ni menos que el derecho y deber de los ciudadanos a votar para escoger a sus mandatarios. Sin embargo, observamos que los comicios están condicionados por unas medidas punitivas que le impiden al votante actuar con libertad. Dicho en palabras simples; si no votas serás penalizado de diversas formas. Se supone que en un clima democrático pleno, los votantes disfrutan de un clima de libertad, no de coerción. Aquí observamos una de las debilidades del sistema democrático peruano y la misma me sirve para introducir la siguiente idea. Alejandro Toledo, defensor de la firma del TLC con Estados Unidos se adelantó a las posibles críticas suscitadas desde el seno de la oposición y de otros sectores política y económicamente contrarios, diciendo explícitamente que el TLC se firmaría “sí o sí”. Sí o sí no es una actitud democrática y menos en boca de un presidente que vende su país como democrático. El TLC tiene unas implicaciones políticas de primer orden y las tendrá en las esferas económicas y sociales. En algún momento hablamos de repercusión negativa que tendría el TLC sobre las rentas más débiles del país. De lo que no hablamos fue del ¿por qué? Y el ¿ahora? De la firma del TLC. Perú fue el primer interesado en la firma de un tratado comercial con los Estados Unidos, pero el país del norte nunca atendió a las ofertas del país andino.

Sin embargo entre 2.004 y 2.005, Estados Unidos demostrando una “generosidad” a prueba de toda duda abre los brazos a Perú como socio comercial. La alegría inicial puede ensombrecerse rápidamente si hacemos un análisis breve sobre la intencionalidad de los Estados Unidos. Desde que se instauró el Euro, su valor nominal ha ido creciendo paulatinamente hasta superar ampliamente la paridad con el dólar. En este sentido Estados Unidos tiene que protegerse. ¿Cómo? Si Perú y el resto de países latinoamericanos firmaran un Tratado de Libre Comercio con Europa, las exportaciones procedentes del hemisferio occidental comenzarían a contabilizarse en euros. De este modo las repúblicas latinoamericanas dispondrían de unas divisas con un mayor poder adquisitivo lo que podría provocar un incremento en los precios de las materias primas latinoamericanas y en su índice de salarios, así como una mayor capacidad de compra sobre bienes y servicios norteamericanos. Esto provocaría un incremento del poder económico de Europa frente a los Estados Unidos y un mayor dinamismo de las finanzas latinoamericanas con relación a las de Norteamérica. De este modo Estados Unidos tiene que blindar su situación económica actual (un grave problema en los presupuestos públicos y la mayor deuda externa del mundo) y una de las formas de hacerlo (guerras aparte) es controlando los mercados de los vecinos latinoamericanos.

Por otro lado existen razones geoestratégicas que pueden resultarles interesantes a los Estados Unidos. Sabido es que el calentamiento global que se está operando en el mundo provoca una reducción de los glaciares y consiguientemente la paulatina desaparición de los acuíferos. Esta situación provocará a mediano plazo una crisis mundial. Pero hay que tener en cuenta que la Amazonía representa la principal reserva mundial de agua dulce del mundo. Obviamente los Estados Unidos tratarán de apropiarse de estos recursos para el futuro.

Otro de los problemas descollantes del TLC es su práctica. Los comerciales que publicitan las bondades de la firma de un acuerdo comercial son tan didácticas como falsas. Un TLC no se puede presentar simplemente como una ampliación del mercado. Como una posibilidad de exportar a lo loco. En primer lugar hay que pensar ¿quién tiene posibilidad de exportar en Perú? ¿cuál es la capacidad productiva del Perú? En primer lugar hay que pensar que para poder abastecer a una demanda potencialmente alta debe existir una capacidad productiva determinada. Si esta no existe quedan dos opciones: a) promover la inversión nacional en nuevas industrias o b) promover las inversiones extranjeras para crear las nuevas industrias. En ambos casos la segunda opción sería tendría más rápidos resultados, sin embargo su rentabilidad social a largo plazo sería relativa o incluso perniciosa. Además se tiene que tener mucho cuidado al hablar de exportaciones. Más que hablar de cuánto se exporta hay que hablar de qué se exporta.

En todo caso, esta relación comunicacional entre el gobierno peruano y el norteamericano habría que analizarlo según del modelo dinámico que relaciona a los agentes activos y reactivos. Como podemos recordar en una relación sana se da una interacción simétrica donde priman los niveles de contenido sobre los de relación. En caso de descompensarse la simetría se tiende a la escalada simétrica que devuelve el equilibrio a la relación. Sin embargo en relaciones complementarias, o como aclaramos más arriba, asimétricas, las posibilidades de desarrollar sistemas de intercambio comunicacional sanos es muy complicado, por lo que, en función a las características de los agentes y su potencia, los agentes dependientes pueden resultar finalmente absorbidos por el sistema cultural dominante.

Pero para poder establecer sistemas de diálogo simétricos entre esferas asimétricas o complementarias es necesario repensar la filosofía de crecimiento y desarrollo propio de cada realidad y en este caso hay que pensar en la Teoría de la Optimización de Recursos Internos. La historia decimonónica nos lleva a épocas de prosperidad económica sin precedentes en los anales del pasado peruano. Hablamos de la prosperidad económica alcanzada a través de la extracción y exportación de guano de isla como principal fertilizante agrícola. Durante aproximadamente 40 años gracias a este comercio de exportación Perú ingresó en divisas el equivalente a 800.000 millones de dólares. Hay que tener en cuenta que el presupuesto nacional y anual del Perú ronda actualmente los 11.000 millones de dólares y que el total de la deuda externa de los países latinoamericanos se sitúa en un aproximado de 400.000 millones de dólares corrientes. A esta “prosperidad” económica con buen criterio dos italoperuanos publicaron en 1876 un opúsculo titulado: “Estudios sobre la independencia económica del Perú”. Sus autores, Juan Copello y Luis Petriconi no se dejaron persuadir por las bondades aparentes de un producto tan lucrativo y denominaron a esta época: la prosperidad falaz. (2) Las cantidades económicas comentadas sin embargo no tuvieron un efecto positivo en la economía peruana. Al revés. Fue nocivo. Los capitanes industriales que aprovecharon esta demanda inelástica existente no se preocuparon por invertir de forma productiva las ganancias sino que las emplearon para incrementar las fortunas personales y también para adquirir costosas importaciones que desequilibraban la balanza comercial. Sin embargo esta actitud no fue privativa de estas elites locales sino que a lo largo de la geografía podemos encontrarnos fenómenos similares, incluso cronológicamente.

En la España finisecular del siglo XIX la industria minera comenzó a dinamizar la economía de una ciudad como Bilbao. Un motor económico nacional de primer orden. La existencia de minas de hierro no fosfórico alimentaron los hornos de los centros siderúrgicos de Gran Bretaña. Bilbao exportó grandes cantidades de mineral y los beneficios comenzaron a dispararse. Obviamente al existir una escasez de capacidad productiva autóctona los capitales ingleses observaron en Bilbao una oportunidad única de inversión con promesas de retorno a corto y mediano plazo. De este modo las minas más importantes pasaron a estar controladas por capital alóctono, pero aún así, los industriales vascos se beneficiaron de este crecimiento económico polarizado. Obviamente las reservas de mineral se fueron agotando y los monopolizadores locales del rubro no diversificaron sus inversiones sino que siguieron alimentando las fauces de una peligrosa demanda inelástica. Cuando el comercio del mineral colapsó y la demanda inelástica se quebró no se pudieron ofrecer alternativas económicas que permitieran reconvertir la situación.

¿Qué enseñanzas podemos obtener de la historia? Tendríamos que hacer referencia al adagio que tristemente el historiador John Lynch acuño cuando estudió la historia de los Austrias: “La historia de España es la historia de las grandes oportunidades perdidas”. En cierta forma este epitafio podría caracterizar también la trayectoria de las historias latinoamericanas y de tantos gobiernos que se tratan de autoengañar creyendo que la denominación extranjera de mercado o país emergente, les va a solucionar el futuro.


 

1. Un buen resumen de la explicación del modelo mixto Harrod-Domar puede consultarse en: THIRLWALL, Anthony.P. 2003: La naturaleza del crecimiento económico. FCE. México. Págs 50 y siguientes.

2. COPELLO, J, y PETRICONI, L. 1876: Estudios sobre la independencia económica del Perú.


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