La transición de mercados a sociedades emergentes

Iván Ureta-Vaquero

 

Antes de preparar recetas de desarrollo hay que pensar en la historia.

Como hizo Husserl en 1935 al hablar en Praga y Viena sobre la crisis de la humanidad europea y la filosofía, es interesante que nosotros nos preguntemos una y otra vez sobre estas cuestiones en la actualidad. Hay que detectar cual es la función actual de la política para evaluar su impacto en la gobernabilidad local, nacional y global. Y puestos a reconsiderar algunos temas políticos, es interesante abordar algunas ideas clásicas y reflexionar, sobre la responsabilidad del gobernante, como servidor de la sociedad y consiguientemente, las diferencias conceptuales, que a veces se solapan y confunden entre el poder político y el poder real. En esencia, el poder real será aquel que se refiera a una cuestión personal, mientras que el poder político es aquel en el que el sujeto es alternativamente gobernante y gobernado, conforme a las normas de la ciencia política.(1) Puede ser este uno de los principales problemas que podemos encontrar al analizar las características de la actual política, que ha dejado de ser una concepción teórica prima facie, para seguir siendo un elemento de pura gestión empresarial. Pero uno de los principales retos, tal y como propone Carl Schmitt, es que el campo de las relaciones de lo político se modifica incesantemente, conforme las fuerzas y poderes se unen o separan con el fin de afirmarse (2). Efectivamente, el principal reto de la política es tratar de adaptarse a condiciones cambiantes (3) y saber escoger los caminos del bien común desarrollando un poder político y no terminar desarrollando un poder real, al estilo unipersonal, o desvinculado de los agentes sociales y económicos de la comunidad (4), que son en definitiva la propia comunidad.

Una de las tentaciones más habituales de los partidos políticos que quieren arribar al poder, es incurrir en el populismo. Con ello no solo se evidencia una notable irresponsabilidad social sobre el principio básico del poder político - el beneficio de la colectividad - sino que se acostumbra a la población a pensar que la solución de graves problemas estructurales puede gestarse en el corto plazo. Como consecuencia de esta forma de actuar político-empresarial -marketing político-, pronto se evidenciarán las diferencias entre el pueblo y el gobierno. En pocas palabras, resulta imposible pensar en la estabilización de una situación económica y de unos graves problemas sociales que afectan a la estructura del edificio civil. Las comunidades y regiones con problemas de dinamismo económico siguen viéndose afectadas, pues, por los ciclos políticos, que tal y como dijo Schumpeter (5), evidencian una tendencia dinámica de la economía en los plazos preelectorales, que posteriormente se paraliza debido a la imposibilidad de cumplir las promesas realizadas, con lo que no se consigue emprender un despegue hacia el círculo virtuoso, que integre todos los recursos de una sociedad que permitan el desarrollo integral de la misma. Es decir, se manifiestan actitudes que se despegan de la responsabilidad y del compromiso político entendido como medio, no como fin.

Por eso la estrategia de actuación debería pensar en soluciones de largo plazo, que permitan superar problemas estructurales, sin los cuales las medidas coyunturales no serán más que paños calientes que alivien un dolor local, pero que no erradicarán la enfermedad. A la hora de hacer un programa de estabilización y reforma habría que analizar con mucho detenimiento las instituciones políticas, históricas, sociales y económicas de la colectividad en la cual se pretendan implementar las medidas. Una mirada atrás no nos va a hacer perder el tiempo, antes bien, nos puede ofrecer una perspectiva mucho más enriquecedora y sobre todo, nos puede aportar pistas y soluciones que podremos emplear sin que la comunidad receptora de las medidas, tenga que asumir recetas que han funcionado en otras realidades, y que, como se ha demostrado, han fracasado en las que se ha pretendido injertar. Y es que estas recetas han sido siempre creadas en los países económicamente dinámicos y por técnicos escasamente pegados a la realidad del país al cual se pretende ayudar. O, cuando menos, “ayudar” a que integren la nómina de países abastecedores de un sistema de libre mercado, que necesita cada vez mayores despensas. Cuando hablamos de analizar la historia y la cultura, pretendemos hacer un llamamiento a la comprensión más profunda de la realidad muda de estas culturas y para ello utilizaré el siguiente diálogo escrito por Julio Verne:

“-Me asombrais de tal modo, señor Clawbonny, que no podría creeros, porque éste es un triste país.

-Es verdad; pero, por triste que sea, ofrece un albergue suficiente a algunos habitantes, y hasta algunos europeos civilizados.

-Sin duda. En Disko, en Uppernawik, encontraremos hombres que consienten en vivir en tan crueles climas; pero yo siempre he creído que permanecen en ellos por fuerza y no voluntariamente.

-Es muy posible. Sin embargo, el hombre se acostumbra a todo, y esos groenlandeses no me parecen tan dignos de lástima como los trabajadores de nuestras grandes ciudades. Podrán ser desgraciados, pero a buen seguro no son miserables. Y digo desgraciados, sin que esta palabra exprese con toda exactitud mi pensamiento. En efecto, si no gozan ellos del bienestar de los países templados, acostumbrados a este rudo clima, encuentran en él, evidentemente goces que nosotros ni siquiera concebimos”. (6)

Retornando a nuestro caso particular, en el mundo andino nos encontramos instituciones políticas, sociales y económicas sumamente atractivas sobre las que habría que reflexionar. El imperio Inca estaba integrado por diferentes ayllus, que consistía en una familia que agrupaba a familias nucleares. Dentro de esta institución que puede ser traducida como “parentesco” (Aylluchakuy), las relaciones comunitarias estaban regidas por otras dos instituciones: El ayni y la minga. Ayni hace referencia a la reciprocidad y minga al colectivismo. Estos dos sistemas integrados en el ayllu permiten a la comunidad desarrollarse con autosuficiencia y sin tener que recibir ayuda externa para autosostenerse y desarrollarse. Con el ayni desaparecen los problemas de mano de obra, ya que no hay necesidad de pagar dinero para obtener trabajo. Mediante la minga, se construían las infraestructuras al servicio de la comunidad. Sin embargo, uno de los puntos críticos de este sistema de producción es la preeminencia de la colectividad sobre el individuo, de la colectividad sobre la individualidad, lo que implicaba la no propiedad individual de la tierra.(7) A continuación exponemos las principales características del ayllu como sistema de gestión comunitaria (8):

• La reciprocidad o principio del don en todas las esferas de la vida social.

• La unidad de los hombres y mujeres con la pachamama (madre-tierra) y los Apus, Dioses Montaña, en una relación de solidaridad, de hermandad y de amor. En definitiva, la vinculación del hombre con la naturaleza, ecuación indispensable para el sostenimiento del medioambiente.

• La competencia entre ayllus o parcialidades dentro de los propios ayllus y dentro de las comunidades a partir de la ubicación arriba-abajo, que multiplica la potencialidad del trabajo, de la cooperación y de la diversión en las fiestas.

• La obligatoriedad de pasar los cargos políticos dentro del ayllu para todos los varones y sus respectivas esposas de modo periódico.

Este sistema socioeconómico se sustentaba por los principios morales del incanato que se resumen en estos tres preceptos: Ama Qella, Ama Sua, Ama Llulla (No serás ocioso, no serás ladrón, no serás mentiroso). El primer principio moral, hace clara referencia a la sostenibilidad del trabajo comunitario, sin el cual, el equilibrio socioeconómico se desintegraría. Igual de interesantes son los otros dos conceptos en los que se hace alusión directa a la ecuación confianza/desonfianza, que son los ingredientes cualitativos que componen el Capital Social, el cual permite alcanzar un grado de desarrollo integral y sostenido. Por lo tanto, nosotros queremos defender con esta argumentación, que, en la mayor parte de los países que actualmente se engloban dentro de la denominación de “emergentes”, existen instituciones socioeconómicas que tradicionalmente han posibilitado un equilibrio entre el hombre y sus recursos. Estas instituciones han perdido vigencia en la medida que desde un punto de vista macroeconómico, el país en cuestión ha hipotecado su futuro como servidor y abastecedor de materias primas a los países industrializados. De este modo, no solo se han quebrado las relaciones hombre/territorio, las tradiciones de organización comunitaria, sino que incluso se han modificado los hábitos gastronómicos, asumiendo nuevas dietas que no ofrecen el potencial nutricional de los productos autóctonos que componían la dieta tradicional.

En definitiva estamos esgrimiendo una idea que pudiera resultar aberrante, pero pensamos que el desarrollo económico de países emergentes, o de comunidades en situación de pobreza, no está exclusivamente relacionado con las inversiones y con el acceso a mercados externos. La historia económica nos indica como desde principios del siglo XIX, se experimentó una emigración masiva de personas que abandonaban las zonas superpobladas y se insertaban en zonas subpobladas. Zonas deprimidas económicamente, poco monetizadas y con dificultades estructurales fuertes por la inexistencia de unas instituciones gubernamentales capaces de regular su economía, el comercio, la administración de justicia, etc. Sin embargo, el principal capital que se desplazó a las zonas despobladas fue el humano, y sobre todo, el capital social. Esto nos indica una tendencia contraria a la que se vive en un país como Perú, o cualquier otro denominado emergente. Las áreas rurales se despueblan y se masifican las ciudades. Por tanto las zonas rurales se están descapitalizando socialmente. ¿Por qué? Porque no se cree en las posibilidades endógenas de desarrollo.

Se piensa o existe la tendencia impuesta por los mercados más avanzados, que el desarrollo económico sólo es posible a través de un crecimiento abierto. Pero tenemos ejemplos como los de Japón, que representa un caso exitoso de crecimiento cerrado, un crecimiento en el que no intervino -de forma exclusiva- la ayuda extranjera en forma de capitales. ¿Cuál fue la diferencia?. La gestión del capital social, la canalización de la creatividad, la abolición por parte del Estado de los sistemas restrictivos que regían las actividades económicas, el desarrollo de la industria y el desarrollo de la empresa privada. El financiamiento de este desarrollo se pudo hacer efectivo sin la “ayuda” extranjera. En el siguiente cuadro se reproduce la evolución de la deuda nacional japonesa entre 1872 y 1919 (millones de yenes). (9)

Año Total Deuda interior Deuda exterior

1872 33 23 10

1877 240 213 27

1885 239 223 16

1894 234 230 4

1903 539 441 98

1907 2244 1078 1166

1914 2561 1036 1525

1919 3326 1995 1331

A pesar de defender la hipótesis de un crecimiento aparentemente cerrado que base sus planteamientos en la observación de la historia del lugar en cuestión, somos conscientes de que el éxito en la aplicación de esas medidas reguladoras, digamos “históricas”, pasan por una correcta reinterpretación para adaptarlas a una situación y un momento diferente. Así, cuando hablamos de las posibilidades de crecimiento cerrado mencionando el caso japonés, queremos demostrar que, integrando las capacidades productivas e institucionales de una región, de un país, se pueden alcanzar nuevos techos de desarrollo integral que permitan una optimización de los recursos internos, colocando a la región, una vez cumplida esta renovación, en un momento óptimo para recurrir a una posible ayuda externa -vía C.I., inversiones públicas o privadas, etc- con mayores garantías de sostenibilidad. En el caso japonés, se observó un éxodo rural, merced al cual las florecientes industrias pudieron contar con mano de obra. Sin embargo, en el caso peruano la situación debería revertirse y el marco de la descentralización debería coadyuvar para que las regiones alcanzaran un atractivo merced al cual, los emigrantes provinciales, que descapitalizaron el campo por diversos motivos, vuelvan a sus zonas de origen para integrar un proyecto comunitario.


1. ARISTÓTELES (1998): Política. Versión de Antonio Gómez Robledo. 17ª Edición. Editorial Porrúa. México.1998. Libro primero. P. 157.

2. SCHMITT, Carl (2002): El concepto de lo político. Alianza editorial. Barcelona. Pág 39.

3. Parafraseando a Braudel, “en una sociedad polimorfa, ¿cuáles son las reservas que perduran en nuestros cambios? ¿Cuáles son su biología profunda, sus condiciones de base, sus apremios, su ritmo respiratorio?…Y creo que esa búsqueda debería ser, paradójicamente, la preocupación mayor de cualquier política del cambio” Creo que esta visión de Braudel, puede dar una nueva visión a los estudios económicos a los que estamos haciendo referencia, y en los que prevalecen los aspectos relativos al cambio, mientras que el propone lo opuesto, una reflexión pausada y paciente sobre las cosas que permanecen a pesar de todo y de cómo estas pueden modificarse o evolucionar a través de un largo período de tiempo. BRAUDEL, Fernand (1990) “Escritos sobre la historia”. Alianza. Barcelona. Págs 131-136.

4. En palabras de Aristóteles: “Es la comunidad que ha llegado al extremo de bastarse en todo virtualmente a si misma, y que si ha nacido de la necesidad de vivir, subsiste porque puede proveer una vida cumplida”. Op Cit ARISTÓTELES (1998). Págs 158 y siguientes.

5. SCHUMPETER, Joseph (1944): La teoría del crecimiento económico. FCE. México.

6. VERNE, Julio (1987) “Los ingleses en el polo norte”. Orbis, Barcelona, 2ª Edición. Pág 54. Subrayado del autor.

7. SPINOZA, Waldemar: “El fundamento territorial del Ayllu serrano. Siglo XVI.”. En VVAA (1981): Etnohistoria y antropología andina. MNH. Lima. Págs 98 y siguientes.

8. COCK, Guillermo: “El Ayllu en las sociedad andina: Alcances y perspectivas”. En Op cit. (1981): Págs 231 y siguientes.

9. ALLEN, A (1946): Economic History of Modern Japan. Londres. Pág 147. Sin embargo este crecimiento endógeno fue favorecido a costa de implementar algunas medidas que serían inaplicables en el caso peruano como son: favorecer la expansión de las explotaciones, eliminando a los pequeños cultivadores que no podían justificar su derecho de propiedad ni pagar el impuesto en dinero sobre la tierra o provocar un éxodo rural necesario para el desarrollo del sector industrial. Más bien en el caso peruano debería revertirse este segundo factor, y este éxito vendría determinado por la eficacia de las políticas descentralizadoras del estado. Vid. Op cit. BARRE, R (1962). Pág 111.


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