La dinámica de la inflación en Venezuela

Moisés Mata Aponte

 

 

EL PRECIO DE MONOPOLIO DEL MERCADO DE TRABAJO *



* Originalmente publicado en el Diario
Frontera, Mérida, sábado 22 de agosto
de 1992, P/5A.
La naturaleza del problema que subyace en el asunto de que la tasa nominal de la remuneración del trabajo no es una función de la demanda de empleo, tiene que ver con la argumentación según la cual la acción política de los trabajadores socialmente organizados es la de procurarse los máximos ingresos remunerativos como contrapartida natural de la prestación de sus servicios productivos. Más específicamente, la relación dialética que envuelve la negociación salarial se concibe, prima facie, entre las unidades empresariales y la organización laboral (1).
En tal sentido, la relación funcional que se acepta, entonces, viene dada por la tasa nominal de la remuneración del trabajo y la oferta de empleo. O lo que es igual, viene a ser un problema de aspiración del salario máximo en condiciones imperfectamente competitivas a su favor por parte de las instituciones sindicales.
En 1838, Antoine-Augustin Cournot publica una de las obras que en economía ha sido en buena medida influyente en el ejercicio académico de la profesión: Investigaciones Acerca de los Principios Matemáticos de la Teoría de las Riquezas. Del capítulo 5, tomamos, con las respectivas modificaciones a menester, y bajo la herencia analítica de Alfred Marshall, el enunciado analítico que nos permitirá dar perfecta cuenta de la resolución en cuestión.
Sea, pues, la cantidad ofrecida de la fuerza de trabajo, On, y la tasa nominal de la remuneración del trabajo, W/Y, las variables que nos denotan la siguiente relación funcional:
W/Y = F (On)
Sea, además, el total de la mano de obra, L, una variable determinada por factores demográficos. Sea válido acotar que L es independiente de On. Por consiguiente, bien podemos sugerir que L crece a una tasa exponencial constante.
La relación que nos permitirá enunciar cómo la presión sindical maximizaría sus tasas de ingresos nominales, es la que a continuación se nos hace permisible indicar:
OnF(On) - OnL = Máximo
Luego, la solución para las condiciones monopolísticas del mercado de trabajo consiste, simplemente, en hacer lo mayor posible la expresión recién apuntada.
Por lo antes expuesto, la última relación indicada bien puede considerarse explícitamente dependiente de la cantidad ofrecida de la fuerza de trabajo; mientras que, pari passu, bien podemos considerar que el total de la mano de obra es una función implícita de la tasa nominal de la remuneración del trabajo. En consecuencia, la cantidad de la fuerza de trabajo que la organización laboral estaría dispuesta a ofrecer vendría determinada de la siguiente forma:
d OnF(On) - OnL
--------------- = 0
d On

Esta oferta de empleo se entiende determinará, a su vez, la tasa de ingreso nominal que la fuerza de trabajo tendría que necesariamente maximizar. Esto bien puede ilustrarse a través de una representación gráfica un tanto modificada de J.E.King (véase la gráfica 1).
En dicha gráfica, Ds-Ds´nos denota la demanda salarial por parte de la organización laboral. En el eje de las abscisas se encuentra expresado el producto entre las cantidades ofrecidas de la fuerza de trabajo y el total de la mano de obra, y en el eje de las ordenadas se encuentra denotado el producto entre las cantidades ofrecidas de la fuerza de trabajo y su tasa nominal de compensación.

El área significada por la línea recta con ángulo g y la magnitud o-x nos acusa, así, la tasa de ingreso nominal obtenida por la fuerza de trabajo en un momento determinado. Esta área será máxima en el punto e´, es decir, el área conformada por la línea recta con ángulo g1 y la magnitud o-x1.
Ahora, bien, resulta ciertamente incompatible que el punto máximo e´se desplace hacia el eje de las ordenadas en forma indefinida, puesto que L se desplazaría hacia la derecha lo suficiente como para absorber tal desplazamiento. Análogamente, si este punto máximo se desplaza hacia el eje de las abscisas, la oferta de empleo, presuntamente, se movería en sentido opuesto hasta obligarle su retorno. Esto último, ciertamente, puede representarse en una gráfica más para su mayor comprensión (véase la gráfica 2).
El desplazamiento del punto e´hasta el punto e nos denota, entonces, una mayor disponibilidad de la fuerza de trabajo a los efectos de ofrecer sus servicios productivos. No obstante, si la organización laboral comprende bien su interés, ésta disminuirá la oferta de empleo incrementando, así, el ocio de mano de obra hasta lograr conformar la situación inicial e´. Empero, de la gráfica 2 se desprende una interrogante de suma importancia, y en verdad la más importante, que contiene la esencia del fenómeno en estudio, a saber: ¿acaso los trabajadores, considerados individualmente o en su conjunto, en razón de verdad, tienen posibilidades de elegir en el margen?. La respuesta a esta interrogante no ha dejado de ser responsablemente precisada en
la literatura.
Ya para 1776, encontramos una respuesta en verdad pertinente; como bien nos apunta Maurice Dobb al referirse a Adam Smith: en la Riqueza de las Naciones, capítulo VIII, “aparece la proposición general más clara referente a que los salarios dependen principalmente de la tasa de cambio de la demanda de trabajadores.” (2).
Joan Robinson, en una observación de toda suerte lacónica, nos asevera lo siguiente: “Así mismo, el concepto ortodoxo de los salarios, que tiende a igualar la desutilidad marginal del trabajo, que tiene su origen en el ranchero que se inclina sobre su azadón, al atardecer, y cavila acerca de si el producto de otra hora de trabajo le compensará por el dolor de espalda extra que sentirá, se proyecta sobre el mercado moderno del trabajo, en el que el obrero individual no tiene oportunidad alguna de decisión, excepto la de si es preferible trabajar o morirse de hambre.” (3).
Lawrence Klein, siempre tan perspicaz, nos dice también lo suyo: “La esencia del capitalismo es que hay un respeto legal absoluto por la propiedad privada de los medios de producción. Los propietarios de los medios de producción, los capitalistas, toman las decisiones últimas con respecto al uso de los medios de producción. Los obreros no tienen nada que decir sobre el volumen de ocupación futuro en ningún momento.” (4)
Finalmente, valga la pena acotar de nuestra parte lo siguiente: la férrea oposición que de cuando en cuando el sector empresarial suele protagonizar a los efectos de que la acción sindical no logre materializar las reivindicaciones salariales esperadas, no se debe a las motivaciones de tipo económico que comunmente se suele esgrimir en torno a esto, toda vez que, antes que otra cosa, unas mayores reivindicaciones salariales por parte de la organización laboral, como de ordinario suele ocurrir en la manera capitalista de organizarse económicamente la sociedad, tendrá un efecto inminente en los precios de los bienes y servicios producidos socialmente más que en los beneficios. Y aún cuando los beneficios esperados por cuenta de la clase capitalista se vieran de algún modo afectados, el desempleo de la mano de obra no se haría esperar en virtud de esa “voluntad de poder ” que le es característico al sector empresarial mismo y que ya Kalecki nos señalara como normal: “. . . los líderes del mundo de los negocios aprecian más la disciplina de las fábricas y la estabilidad política (se entiende de sus propias fábricas) que las ganancias mismas.” (5). ¿No acaso son estas mismas motivaciones las que efectivamente prevalecen en nuestro muy específico contexto organizativo de la realidad mercantil?.


NOTAS


(1) Cf. Robert W. Clower y John F. Due. Microeconomía. Madrid: Ed. Tecnos, 1978, especialmente el capítulo 12.
(2) M. Dobb. Teorías del valor y de la Distribución desde Adam Smith. México: Siglo XXI, 1975, p. 66.
(3) J. Robinson. Introducción a la Economía Marxista. México: Siglo XXI, 1968, cap. 1.
(4) L. Klein. Teorías de la Demanda Efectiva y la Ocupación, en Marx y la Economía Moderna. Edit. Laia, 1973, pp.193-232; David Horowitz comp.
(5) Michal Kalecki. Aspectos Políticos de la Ocupación Plena, en Ensayos Escogidos sobre Dinámica de la Economía Capitalista. México: FCE, 1977, pp. 159-66.


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