Influencia del neoliberalismo en la dialéctica del campesinado

Irma Lorena Acosta Reveles

 

SEGUNDO CAPÍTULO

TRAYECTORIA DEL CAMPESINADO EN EL SUBDESARROLLO

FORMA DE CRECIMIENTO RELATIVO

Ubicados ya en la historia nacional, tenemos que hacia las primeras décadas del siglo veinte, se realiza la transfiguración de un estrato de la sobrepoblación consolidada en campesinos y subcampesinos 1, fue un proceso gradual y con altibajos, dictado también por la coyunturas políticas; los mecanismos legales a través de los cuales se consumó fueron el fraccionamiento de latifundios, y los procedimientos de restitución, dotación, y ampliación de tierras y aguas. Este proceso se acelera durante el periodo de entreguerras, cuando se comienza a promover la forma de crecimiento relativo.

Esta forma de crecimiento se propone el despegue industrial por la vía de estimular y proteger la producción para el mercado doméstico, lo cual no implicaba renunciar a sus vínculos con el mercado internacional; de hecho eran una condición para cumplir sus propósitos.

En un contexto internacional conmocionado todavía por la crisis del veintinueve, la relación de capital en México -como en otras regiones "atrasadas"-, busca abrirse camino adoptando, para la planta productiva, industrial en este caso, la composición orgánica de capital que le garantice mayor nivel de productividad; así, a través de la importación de bienes de capital que no es capaz de generar internamente, se somete a la lógica imperialista y aporta sistemáticamente recursos que además de beneficiar la acumulación trasnacional, retroalimentan el progreso técnico en los países más avanzados, y con ello va consolidando sus ventajas competitivas. 2

El Estado mexicano se erige, desde el despegue de este nuevo proyecto, y precisamente para ponerlo en marcha, en rector de la vida económica. Se dota a sí mismo de las más amplias facultades para intervenir en el mercado a través de mecanismos jurídicos y administrativos. Y se transforma, a partir de su acercamiento a las clases campesinas y trabajadoras, en órgano conciliador de los intereses de clase para el beneficio nacional.

La reforma agraria, que hasta entonces se apoyaba sólo en el reparto de predios se ensancha en tanto política pública, incorporando por ejemplo una mayor proporción de su presupuesto en financiamiento e infraestructura, para habilitar las explotaciones en el medio rural, a diferentes escalas.

El apoyo a la producción agropecuaria -que favoreció tanto a productores sociales como privados, minifundistas y grandes propietarios-, sumado a la entrega masiva de tierras, sientan las bases del esquema corporativo en el campo durante la década de los treintas. La promesa misma de una parcela a jornaleros y núcleos de población solicitantes sirvió a la causa de organizar al sector campesino en torno al Estado.

Para este momento la economía campesina, incluye por lo general las explotaciones sujetas jurídicamente al régimen ejidal y comunal pero no excluye necesariamente las explotaciones privadas, porque lo que define a esta unidad de producción, como quedó de manifiesto en líneas anteriores es la convergencia de determinados objetivos y una particular forma de organización del trabajo que descansa en condiciones objetivas de producción generalmente precarias. No define a la economía campesina el sistema de tenencia a que se encuentre adscrita.

Es excepcional que el campesinado sin mudar sus particulares relaciones de producción, participe de manera tan activa en la circulación mercantil desde los cuarentas, puesto que hemos considerado como regular su desempeño marginal. La explicación se encuentra, desde luego, en la forma de crecimiento que durante el periodo de posguerra se asume como idónea para favorecer la acumulación de capital.

Ocurre en efecto que una proporción importante del producto campesino se incorpora al ciclo del capital a través del mercado, pero el proceso productivo mismo no se realiza sobre la base de sus propios recursos, ni ello equivale a que internamente estas explotaciones operen bajo el criterio de la búsqueda del máximo beneficio. Sus resultados están en relación directa con la magnitud de la transferencia de valor que el sector público les provee a través de diferentes mecanismos, y de un entorno mercantil adulterado por el control de precios y el proteccionismo.

La política económica tuvo entre sus estrategias evitar que el concurso abierto de la oferta y la demanda actuaran en perjuicio de la producción campesina, tanto medidas administrativas como restricciones legales confluyen para contener las fuerzas del mercado libre. Destacan en este sentido las normas que hacen posible que permanezcan fuera de la circulación las tierras y otros bienes sujetos al régimen de propiedad social.

Los términos de intercambio también se ven favorecidos por intermediación del Estado, que se ocupa de fijar precios de garantía para los productos del campo y preferenciales tratándose de los insumos. Los precios de los productos de la canasta básica también son manipulados en el afán de articular convenientemente los sectores primario y secundario.

La función proveedora del campo resultaba vital para autoabasto alimentario y de materias primas en aras del crecimiento industrial y el desarrollo urbano. El Estado no reparó en hacer adelantos de capital constante y variable social 3 en lo que fuera necesario para el cumplimiento de sus objetivos. El subsidio que llegaba al campo como inversión pública, crédito, seguro, etc. estaba destinado en realidad a promover el sector de la transformación.

La producción agropecuaria eminentemente capitalista no contaba con la capacidad de ofrecer al mercado interno alimentos y materias primas en la cantidad y precio necesario, acondicionar a la economía campesina para que participe activamente en el mercado obedece a esta necesidad.

En suma, la producción campesina excedentaria se alimentaba artificiosamente con dotaciones adicionales de tierra, subsidios a la producción, créditos preferenciales, infraestructura en transporte y almacenamiento, seguros, apoyo técnico, etc., sólo en estas condiciones era posible renovar el ciclo productivo en condiciones constantes, y mejorar relativamente el consumo familiar.

Ante este panorama, se puede considerar que la economía campesina es excepcionalmente funcional en lo económico, porque el objetivo básico de la forma social dominante, que es el plusvalor, no se opone diametralmente al interés esencial del campesinado, que es su reproducción. Su eventual funcionalidad estriba en que sus productos son imprescindibles para impulsar el patrón de crecimiento orientado al mecado interno. Sólo en estas condiciones se puede comprender que las contradicciones de la economía campesina respecto al capital se distiendan temporalmente, y que su proceso de descomposición se relaje, sin interrumpirse.

Con sus excedentes participando en la esfera del capital, fungen en este periodo como pequeños productores subsidiarios, en oposición a su antigua condición de pequeños productores independientes con carácter marginal. En todo caso no dejaron en ningún momento de ser campesinos ni abstraerse de su proceso lógico de desgaste; llegan a ser proveedores complementarios en función de las necesidades de acumulación en ese periodo histórico y se lo deben al Estado, que no pierde la ocasión para estrechar sus lazos haciendo saber a sus beneficiarios una y otra vez lo que le debían antes –con la entrega de las tierras- y lo que le deben ahora, con la aparente bonanza.

Ahora bien, esa funcionalidad, sólo puede ser transitoria porque internamente se impone la dinámica que le es inherente y externamente subsisten las contradicciones propias de su articulación con su medio ambiente, contradicciones que apenas han sido atenuadas.

Primero, porque en un momento dado, su desempeño como productores de materia prima y bienes-salario baratos, susidiarios de la oferta proveniente de entidades capitalistas, tiende a obstaculizar la expansión de las fuerzas productivas en el sector, puesto que no son competencia, ni son aliciente para la introducción de innovaciones.

Y en segundo lugar porque representan una enorme carga para el erario público, que no puede subsidiar por tiempo indefinido a una cantidad creciente de productores deficitarios. Conforme se daba la reducción del apoyo estatal decayó también la participación que el sector campesino había logrado en el producto interno bruto y en el mercado, característica de las primeras décadas de la forma de crecimiento relativo. 4

Pero esta es sólo la apariencia. En esencia no se trata de que su participación decreciente en el mercado haya sido la causa de la pérdida de funcionalidad económica de la economía campesina, antes bien la ecuación es inversa: su peso decreciente en la producción y en los flujos mercantiles hacia los últimos años de los sesentas fue el resultado de haber perdido funcionalidad en la perspectiva de la acumulación de capital interno y trasnacional. El rol que se le asignó y que no hubiera podido desempeñar sin el apoyo del sector público perdió sentido de frente a las nuevas circunstancias económicas globales.

Los setentas son el lapso en que se redefinen las reglas del juego a nivel de la economía mundial como resultado de una nueva crisis de rentabilidad; se rediseña la estrategia que habría de dar un aliento renovado a la acumulación; se impone un modo técnico que precisa un ajuste de la relación de capital, en detrimento del salario y a favor de la ganancia, para contrarrestar su tendencia decreciente. La conmoción que experimenta la esfera de la producción del sistema involucra la división internacional del trabajo y la geografía política.

Internamente llegan a sus límites los desequilibrios propios de la forma de crecimiento relativo y se adopta en consecuencia un patrón de crecimiento diferente, asignando nuevas funciones al agro.

En lo que transcurre la década de los setentas, y se agudiza la crisis del sector, el segmento campesino vendrá a nutrirse también de la ruina de los productores capitalistas más vulnerables a la caída de la rentabilidad.


1. Es necesario aclarar que en las sucesivas transformaciones que el campesino soporta en su proceso de descomposición, nunca pierde su carácter de sobrepoblación.
2. Desde que se monopoliza el progreso, el desarrollo de la relación de capital internaliza en su propio movimiento a países con una constitución orgánica deficiente, para potenciar su propio crecimiento; por la vía del comercio y los flujos financieros internacionales, se retroalimenta el perfeccionamiento de las fuerzas productivas en el desarrollo al tiempo que se recrea el subdesarrollo. Así, la dependencia resulta de la subsunción a un proceso de acumulación que no es el suyo propio. Figueroa, 1986, Op. Cit.
3. Ib.
4. La crisis de funcionalidad económica trascendió al ámbito político en los setentas, al agudizarse la problemática rural los pequeños productores recurren masivamente a las mas variadas estrategias de sobrevivencia, destacando por su importancia los movimientos por la tierra y los flujos migratorios.


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