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Estrategias alternativas frente a la globalización y al mercado: la experiencia socialista
Mario González Arencibia
 

PARTE I: ESTRATEGIAS ALTERNATIVAS FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN

 

Alternativas en el plano regional y mundial

 

También es importante en el planteamiento de estrategias alternativas frente a la globalización la dimensión que supone el entralazamiento de las estrategias nacionales, regionales y mundiales de desarrollo,[1] a partir del hecho de que la globalización involucra la expansión mundial de las relaciones sociales de producción a lo largo y ancho de todo el mundo, las cuales a distinguen de las del siglo XIX, por su forma de operar, ahora cuentan con bases jurídicas, normas e instituciones que han obtenido su aprobación a través de acuerdos intergubernamentales. Lo específico es que estas medidas superan el marco del Estado-nación, en un contexto en que interactúan actores con capacidad de acción global, como las agrupaciones regionales de Estados y actores transnacionales.

Una de las especificidades de estos actores, especialmente, las fuerzas con que cuenta el regionalismo, es que están estimuladas por reformas nacionales que son partidarias del libre aperturismo, con la particularidad, de que la relación entre las disciplinas que se establecieron mediante acuerdos, a niveles regionales menos extensos se han globalizado y ampliado a los miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC), donde los requisitos de nivel mundial de los grupos de “cooperación” de carácter restringido acabaron por dominarlos.

De otra parte, las normas de ámbito mundial de la OMC tienden cada vez más a resultar un cimiento que se modifica y se intensifica en los planos subregional, regional e interregional. Al punto que los acuerdos comerciales de inversión y financieros resultantes de las combinaciones de grupos de países se denominan “OMC más regionalismo”.[2] Con ello se corre el riesgo de que los asociados en los acuerdos regionales, negocien disciplinas y asuman una visión en el contexto regional, que puedan ser contrarias a las prácticas que siguen otras regiones o contrarias con un posible acuerdo mundial sobre dichas cuestiones.

Estos desafíos desde la óptica de los países subdesarrollados requieren ser enfrentados mediante un profundo y continuo proceso de integración y cooperación en que se aprovechen los beneficios, de manera que ello contribuya a un adecuado funcionamiento del sistema internacional del comercio y las finanzas. Las interacciones entre el regionalismo y las disciplinas internacionales es un fenómeno reciente que supone revisar las nociones pasadas del desarrollo en el ámbito de lo económico, lo político y lo ecológico. Las nuevas formas de relacionamiento económico externo son interactivas y compatibles con la globalización, lo que no excluye la existencia de heterogeneidades, las mismas superan las fronteras nacionales, abarcando múltiples sectores.

En este ámbito la tendencia es hacia la preferencia por los sistemas de producción subregionales/regionales, los intercambios mutuos de resultados entre países subdesarrollados, e incluye asistencia técnica con el concurso de países desarrollados. Las nuevas tendencias indican mayores niveles de complementación hacia el interior de las fronteras de los países implicados, por ejemplo, la “armonización de normas”, en el caso de la Unión Europea y MERCOSUR, donde se tiende a ampliar la coordinación de políticas nacionales entre sus miembros.

Estas medidas en el ángulo de alternativas deberán convertirse en medio y fin que permita desarrollar la capacidad de producción necesaria para el comercio, ampliar el espacio necesario para las inversiones, y movilizar funcionalmente los recursos financieros regionales. Ello podría modificar la configuración existente entre el sistema regional y mundial, a medida que los países subdesarrollados profundicen sus vínculos ampliándolos a múltiples sectores; por lo que la sumatoria podría ser, un mejoramiento de su capacidad para participar en los mercados mundiales. Esto podría ir acompañado de la creación de empresas productivas y comerciales transfronterizas, lo que requiere su combinación con la localización de producciones globales.

Ello implicaría además, la concesión de derechos a la formación de empresas de carácter transnacional al interior del país promulgando leyes que incentiven la práctica, en el plano de inversiones en recursos humanos, así como, la libre circulación de estos, favoreciendo el manejo de normas comunes y beneficiosas para las distintas partes, viabilizando que las normas asuman niveles internacionales. También crearía oportunidades para establecer alianzas en el plano comercial, tecnológico y productivo, que pueden ser sometidas a pruebas en el nivel regional y global. Para los países subdesarrollados esto podría constituir una alternativa competitiva frente al sistema multilateral, creando mayores niveles fortalezas y oportunidades que permitirían enfrentar los efectos negativos de la globalización.

Los acuerdos para integrar políticas económicas y de acercamiento científico y tecnológico permitirían fortalecer las empresas, renovando la tradicional planta productiva para emprender con fuerza la conquista del mercado mundial. Con ello se podría reformular una regionalización defensiva dinámica que posibilite proteger las economías nacionales del contexto mundial, como respuesta a la apertura indiscriminada que la ideología neoliberal ofrece para lograr un acceso rápido a la globalización.

En este contexto las alternativas de desarrollo frente a la globalización requerirán de una gestión no solo económica sino política, cultural y social, cuyos mecanismos claves podrían basarse en acciones de integración regionales que permitan una inserción activa y dinámica en la economía mundial. La nueva gestión económica y política global deberá tomar como restricción que ello no signifique un debilitamiento de lo nacional, sino una nueva soberanía colectiva que promueva la fijación de criterios, programas, y acciones conjuntas, que se reviertan en beneficios hacia el interior de las naciones y que tengan repercusiones económicas y sociales de naturaleza global, permitiendo contrarrestar los efectos negativos de la globalización, de manera que esta sea compatible con los acuerdos en formación.

La sinergia de las alternativas de cooperación económica y técnica con la globalización radica en que permiten moderar los obstáculos que se oponen al comercio, las inversiones y las finanzas. Esto podría quedar reforzado con reformas que de manera selectiva y cuidadosa apliquen políticas de apertura, en las que se combine la acción del Estado y el mercado. Una participación dinámica, flexible y justa entre las partes permitiría la conjugación de intereses ayudando a contrarrestar las bases negativas sobre las que se asienta el proceso actual de globalización y posibilitando a los países subdesarrollados participar en dicho proceso a un costo mínimo.

La integración del mundo subdesarrollado tendría diversas implicaciones para el desarrollo dado que su dinámica en el marco multisectorial aportaría resultados que generarían mayores niveles de crecimiento y complementariedad que pueden ser colocados en beneficios de la población. Esto significaría además una mayor eficiencia que reduzca el costo del sistema empresarial, y por consiguiente, una reducción de los niveles de precios con lo que se pondría en duda la teoría de que el sistema mundial es superior a una cooperación submundial.[3]

Otro de los posibles efectos de la integración regional del mundo subdesarrollado radica en que podría disminuir las asimetrías de poder en los acuerdos internacionales, debido a que las diferencias entre los miembros del proceso de regionalización serían menores y su capacidad de acción en términos de una política coherente tiende a ser homogénea, debido a que cuando participen en la negociación de acuerdos de carácter global, contarían con una base común. Ello permitiría consolidar alianzas en el plano político entre los miembros, y por consiguiente, una reducción del poder económico y político en las negociaciones que se desarrollan en el contexto de la globalización.

Desde el punto de vista jurídico la nueva gestión internacional y las nuevas instituciones o las reformas a las ya existentes, deberían privilegiar los mecanismos que conduzcan a tratar los asuntos globales en un marco de negociaciones multilaterales, estas permitirían tomar en cuenta un nuevo aspecto de la democracia que es, hasta cierto punto, la institucionalización de los derechos que los individuos, pueblos y Estados tienen para lograr las mejores alternativas para una vida mejor.

Lo planteado podría traducirse en la propuesta de una política de globalización sostenible, la cual consiste en dos cosas, la primera es la existencia de una visión del mundo de manera tal, que el pueblo pueda entender donde se encuentra ubicado, y la segunda, el establecimiento de una red política de seguridad de integración social (Integrationist Social-Safety-Netter) que permita interactuar con el entorno; este último aspecto está referido la democratización de la globalización, en el marco educacional, financiero, y en lo político en que se vean favorecidos todos los países. La globalización sólo será sostenible, si es democratizada en lo económico y en lo político, en lo económico esto significa la designación de una red de seguridad social que no sólo amortigüe los desbalances, sino que brinde al sistema los instrumentos y recursos, políticamente significa incitar la democratización en los países subdesarrollados.[4]

En suma una gestión social, tecno-económica, política y democrática, para asegurar un desarrollo adecuado frente al globalismo neoliberal, donde todos sean participantes activos, implica necesariamente disminuir, modificar o cambiar las normas internacionales que reproducen desigualdades, para asegurar que los Estados participantes tengan el derecho y, las posibilidades reales de incidir en todos los procesos de toma de decisiones que los afecten de modo positivo o negativo. Esto significa articular una nueva visión política que se apoye en una globalización sostenible para una renovación del sistema de economía mundial globalizado en lo que la noción de desarrollo socialista a partir de sus avances y retrocesos  podría hacer una importante contribución.

Como colofón se puede plantear que resulta además, conveniente para el desarrollo de una globalización sostenible poner en práctica, políticas de acercamiento y colaboración con otros contextos culturales. Esto tiene su base en el argumento de que "la cultura del desarrollo parte del desarrollo de la cultura y para que perdure el modelo de desarrollo tiene que afirmarse en la identidad y en los valores autóctonos".[5] Cuando se plantean nuevas formas de organización, la cultura se dibuja como mapa para orientar la tarea de reconstruir los acontecimientos del mundo, lo que indica ir hacia los significados que guían la acción racional que coloca como centro al hombre.

Un proyecto alternativo a los problemas que confronta el mundo de hoy no puede ser viable si no se apoya en nuevas maneras de hacer política cultural. Para construir una nueva sociedad es necesario sustentarlas en nuevas formas de participación democrática, donde el trabajo comunitario debe ocupar un lugar privilegiado, creando los mecanismos que puedan hacer reales y efectivos los derechos individuales y sociales. Esto exige crear una integración social que comienza por la organización social de los consumidores de los habitantes de una región, donde el hombre y sus organizaciones se transformen en protagonistas; asegurando la existencia y reproducción de una diversidad de circuitos culturales con sus variadas formas de operación es decir, con participación de diversos agentes sociales organizados según sus instancias institucionales.


 

[1] Un interesante análisis sobre las perspectivas de lo regional y lo global en el ámbito de la globalización puede encontrarse en Michael Sakbani. Los países “bisagra” en un mundo de vía doble: regionalización & mundialización. Cooperación Sur No. 1, PNUD Washington 1998.

[2] Michael Sakbani Op. cit. p. 9.

[3] Michael Sakbani op. cit. pp. 11-12

[4] Ver: Tomas L. Friedman. The LEXUS and the OLIVE TREE. Farrar Straus Giroux, New York 1999 pps. 353-357.

[5] José Luis Rodríguez. Ministro de Finanzas y Economía de Cuba. En inauguración  del I Encuentro Iberoamericano "Cultura y Desarrollo: retos y estrategias" convocado por el Centro de Superación para la Cultura del Ministerio de Cultura de Cuba. La Habana, noviembre de 1995.


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