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CAPÍTULO SEGUNDO

Aportes Metodológicos Y Teóricos

En este capítulo, analizo los aportes del maestro Antonio García, tanto en los aspectos metodológicos como en los teóricos. En la parte de los aportes metodológicos, particularmente, llevo a cabo un paralelo con Carlos Marx, por las razones expuestas en el capítulo precedente.

Antonio García, desde los años treinta, tomó el camino del pensamiento independiente hacia la elaboración de una teoría propia, para América Latina, esto lo obligó a una reconstrucción teórica radical, desde la propuesta de un método, pasando por la creación de nuevas categorías, hasta la elaboración de una nueva teoría social. Como él afirma, se hacía necesario empezar por:

...una recreación de nombres, ya que estos deben corresponder racionalmente a unas realidades sociales y no ser meros residuos, palabras que afloran por vagas y equívocas 'voces vacías'1.

Los nombres nuevos en América eran y siguen siendo tan necesarios en las ciencias sociales como en la poesía. Sobre ésta dice el poeta William Ospina:

Quien se propusiera en la poesía atrapar a América en su turbulencia, su complejidad y su rotunda extrañeza, necesitaría un lenguaje nuevo, un tono muy alejado de las costumbres de su época, una rudeza y unas audacias que lo harían irreconocible a los ojos de sus contemporáneos ... para ello un poeta tendría que dejar de ser solo español: tendría que hacerse también americano2.

Esa era, y sigue siendo, la tarea de las ciencias sociales latinoamericanas, reconstruirse de nuevo hasta en sus partículas elementales, como única alternativa para que puedan enfrentar una realidad absolutamente extraña a los fundadores de las ciencias sociales europeas.

Aboquemos los distintos frentes integrantes del pensamiento de García. En primer lugar, analizaré su propuesta metodológica, que podemos definir como visión orgánica. El mismo autor le atribuye varias características:

El método, nos dice, debe integrar partes interrelacionadas, en procesos dinámicos:

...utilizando instrumentos dialécticos, se basa en el estudio de la interrelación dinámica de los hechos sociales y tiene como fin la comprensión unitaria de todos los elementos que integran un fenómeno, sin eliminar su carácter contradictorio ni pretender reducirlos a valores abstractos.

Se habla de interrelación dinámica de los hechos sociales, por cuanto importa precisar el concepto de que ni hay hechos fuera de este juego de influencias, ni hechos que son absolutamente activos o absolutamente pasivos, primarios o adjetivos por esencia. Todos los hechos sociales se influyen entre sí, con una intensidad que no puede fijarse a priori: este es el principio más importante de una teoría orgánica: el de que la interinfluencia de los hechos tiene una tal naturaleza, que convierte en una pura manía metafísica la de fijar a priori un factor esencialmente dominante, que juegue un papel de centro de gravedad de los hechos sociales. No es que se niegue la existencia de 'hechos dominantes' -como son los de carácter económico dentro de la vida social- sino que se niega su naturaleza inmutable, su condición de 'causa de las causas'. De ahí que expresiones como 'estructura' y 'super' o infraestructura, para referirse a factores económicos y a factores religiosos, jurídicos, políticos, etc., pueden tomarse como medio de explicar gráficamente las diferencias entre los factores directamente relacionados con el régimen de vida y de trabajo y los restantes, pero no como expresiones que deban interpretarse en un sentido neto y estricto. (...) En términos científicos, la clasificación de estructura y super o infraestructura no ha servido sino para propiciar los conceptos más infantiles y vulgares, siempre que se la usa sin una adecuada formación crítica3.

El método debe anteponer el concepto de la totalidad al de la parte:

Aún a riesgo de incurrir en esquematismo, debe evitarse la inmersión en las cuestiones parciales, el sacrificio de la noción del todo por el conocimiento -así sea exhaustivo- de la parte4.

El alcance de las ciencias sociales es histórico y espacialmente limitado:

Uno de los más difundidos y peligrosos mitos de las Ciencias Sociales consiste en la creencia de que la teoría científico-social es absolutamente universal y de que su validez desborda el marco de los espacios culturales y de los procesos históricos5.

Diferenciación entre método y resultados en una ciencia social:

En última instancia, la ciencia social está constituida por dos elementos: un método y unos resultados de la aplicación del método. Uno de los más grandes errores... ha consistido en no ver y comprender estos elementos como expresiones de una realidad histórica, asignándoles unos valores absolutos. El método aparece, así, como un recetario artificial y abstracto acerca de las formas del conocimiento social y los resultados de su aplicación como una dogmática6.

En la anterior síntesis se encuentra lo que podríamos llamar la propuesta filosófico-metodológica de García. Si intentamos, con fines explicativos, descomponer la propuesta en sus elementos esenciales, podemos decir que este método se propone ver los fenómenos socioeconómicos con el siguiente enfoque: la realidad socioeconómica está compuesta de múltiples hechos interrelacionados y contradictorios entre sí; las interrelaciones de los hechos sociales y sus contradicciones, no son estáticas y permanentes sino dinámicas y cambiantes; el carácter determinante de un hecho sobre otro u otros no es permanente y, por lo tanto, no puede ser definido de antemano; la abstracción o separación de un hecho social para su estudio en particular solamente proporciona un conocimiento parcial del todo, el conocimiento acabado solo lo proporciona la visión totalizadora, sin olvidar las partes ni sus interrelaciones y contradicciones; las leyes sociales son solo relativamente universales, las mismas cambian en diferentes tiempos y en diferentes espacios; los elementos constituyentes de una ciencia social son un método y unos resultados.

Para los latinoamericanos es de suma importancia la diferenciación entre método y resultados en las ciencias sociales, una cosa es el camino y otra el punto de llegada. Cuando tomamos una ciencia europea, la economía política marxista, pongamos por caso, una cosa es seguir el camino que siguió el autor en su tiempo a través de la historia y de la realidad, particularmente inglesas, y otra cosa, totalmente distinta, aceptar las conclusiones a que él llegó como válidas para las condiciones de América Latina.

Un científico social latinoamericano puede asimilar, siguiendo los pasos de los manuscritos de 1857-1858 (los Grundrisse), el método, el camino seguido por el investigador en el proceso investigativo, así como su concepción de la realidad. Pero de allí no se sigue que deba aceptar las conclusiones a que ese científico europeo llegó finalmente. Por ejemplo, Marx concluyó que la categoría esencial del sistema que estaba investigando era la plusvalía. El científico latinoamericano puede llegar a conclusiones distintas. Puede decirse que seguir a Carlos Marx, a través de los Grundrisse, no lleva obligatoriamente a aceptar el contenido de El Capital.

Al buscar las raíces de lo que yo voy a llamar la metodología garciista, nos encontramos con que esta nace, en lo fundamental, por influencia de dos pensadores alemanes del siglo XIX y, a la vez, en controversia con ellos, como era siempre el estilo de García; son ellos Carlos Marx y Gustavo Schmoller.

El carácter contradictorio de las relaciones entre los componentes del todo social que plantea García es de indudable estirpe marxista. Igualmente en Marx podemos encontrar el planteamiento según el cual las interrelaciones sociales tienen un carácter orgánico y no mecánico. A su vez en la organicidad del cuerpo social está presente también la influencia schmolleriana. Esto lleva a García, al igual que Marx, a tener una visión múltiple de la sociedad que incluye la economía, la historia, la sociología, la política, etc. En Carlos Marx no solamente encontramos obras filosóficas y políticas, sino que las obras económicas como El Capital conllevan fuertes componentes históricos y sociológicos. Igual sucede con Antonio García, algunas de las obras de este autor son de historia o de sociología, pero igualmente sus obras económicas están cargadas de análisis propios de estas disciplinas sociales.

García acepta que los factores sociales, en sus interrelaciones, pueden ser algunos determinantes y otros determinados, pero rechaza el carácter permanente de tales determinaciones. Critica, por lo tanto, la posición de Marx, quien define ex ante la preeminencia de lo económico sobre lo político, cultural, etc. Es muy conocida la afirmación de Carlos Marx, frecuentemente citada, según la cual:

En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general7.

Esta definición, de antemano, de una base económica que determina todos los otros factores y de una superestructura irremediablemente determinada, es considerada por García como metafísica, emparentada con el principio aristotélico de la causa incausada. El factor determinante, en el conjunto de la multiplicidad de un proceso social, no puede ser determinado de una vez y para siempre, sino en cada momento histórico concreto.

Otro aspecto del método garciista tiene que ver con el conocimiento de la totalidad. El pensamiento racionalista en general, y particularmente a partir de René Descartes, ha hecho énfasis en el análisis y la abstracción como el camino expedito para llegar al conocimiento de la realidad. También Marx desarrolló su pensamiento bajo una fuerte influencia de los procesos de abstracción, esta posición es explícita en un párrafo del prólogo al tomo I de El Capital:

En el análisis de las formas económicas de nada sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que disponemos, en este terreno, es la capacidad de abstracción8.

La abstracción conduce al conocimiento de la parte, pero este conocimiento es considerado insuficiente, por parte de García. Es necesario abarcar la totalidad como una unidad, teniendo en cuenta, por supuesto, las partes que integran ese todo, sus interrelaciones y sus contradicciones. En otras palabras, el análisis y la abstracción son necesarios, pero insuficientes para llegar al conocimiento de la realidad social; el acercamiento hacia un conocimiento acabado se logra cuando se tiende a abarcar la totalidad, es decir, cuando se alcanza una visión orgánica del todo.

El materialismo histórico de Carlos Marx implica también un proceso ascendente de desarrollo, necesario para todos los países, cada país debe recorrer las etapas que antes han transitado los países que ya se encuentran más adelantados. En el citado prologo, el autor afirma, al respecto: Los países industrialmente más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos progresivos el espejo de su propio porvenir9.

Esta formulación teórica marxista es crucial para los países periféricos. Les implicaría situarse históricamente en el siglo XVIII de Inglaterra, esperando que les llegue su propia revolución industrial y su propio capitalismo desarrollado. Tal formulación era inaceptable para García, a pesar de que, como veremos más adelante, él se hizo algunas ilusiones con la revolución industrial a la latinoamericana. Pero, en todo caso, ese rígido camino histórico, válido para todos los países del mundo, contradecía la visión de García sobre la relatividad de las ciencias sociales. Es verdad que Carlos Marx modificó al final de su vida estas rigideces, cuando el centro del auge revolucionario se trasladó, en cierto sentido, a Rusia y él empezó a discutir con los revolucionarios de este país nuevas alternativas y a vislumbrar las posibilidades de una marcha revolucionaria entre la comuna rural rusa y la propiedad social comunista, sin que tal economía agotara las posibilidades de la propiedad privada capitalista. Pero todo indica que estos materiales, poco difundidos, no llegaron a ser conocidos por García en la primera época de su producción teórica.

Antonio García, al enfrentarse a la necesidad de pensar con cabeza propia la realidad social de Colombia y de América Latina, en su búsqueda de puntos de apoyo, se encuentra además de Marx con el líder de la Escuela Histórica Alemana, Gustavo Schmoller. Los economistas alemanes del siglo XIX, desde Federico List, emprendieron la tarea de negar la validez universal del pensamiento clásico inglés, especialmente la teoría smithiana*.

Dado que Alemania ingresa tarde, en relación con Inglaterra, al mercado mundial no podía sentirse favorecida con la libertad de comercio que predicaba la teoría inglesa. El camino teórico que tomaron los alemanes consistió en negar la universalidad de la teoría de Adam Smith y David Ricardo, que proponía el laissez faire, el libre mercado, tanto en el intercambio comercial al interior de cada país como en el comercio exterior, y plantear en cambio una nueva Economía Política que abarcara solo el ámbito nacional; esto puede verse claramente en el título de la principal obra de Federico List, Sistema Nacional de Economía Política. Esta nueva forma de enfocar el pensamiento económico, es muy importante para García, porque ella enfrenta al economista con realidades particulares que está obligado a pensar por cuenta propia. Pone al economista frente a la realidad económica de su Nación. Este mensaje, de los economistas históricos alemanes, básicamente a través de Gustavo Schmoller, fue muy bien recibido por García, porque respaldaba su idea de crear una teoría económica con alcance espacio-temporal.

En Schmoller se encuentra también la concepción orgánica de los fenómenos sociales. He aquí sus palabras:

Todas las tentativas para asignar al hombre su lugar en el mundo y en la historia, para comprender el Estado y la sociedad, para conocer la acción de conjunto de las fuerzas psíquicas, para comprender la evolución de la moral, del derecho y de las instituciones, deben, como todas las tentativas hechas para abarcar en su conjunto el desenvolvimiento de la naturaleza, ir más allá del conocimiento particular al que se ha llegado, y formarse una representación del todo, indagar de dónde venimos y a dónde vamos, y reducir todo lo conocido a la unidad... Aquí es donde se engendra un ideal de la vida práctica y todas sus ideas generales, que, como garfios, retienen sus conocimientos particulares y hacen con todo una acabada construcción...10.

Aquí encontramos más claramente que en Marx la organicidad de la investigación social. Se trata de unir los conocimientos particulares mediante los garfios de las ideas generales, para integrar un todo unitario que involucre la totalidad de los aspectos de una sociedad particular. Ya no se trata de las categorías esenciales y generales que se descubren en una sociedad y en un momento dados para luego ser extrapoladas a otras realidades y a otros momentos de la historia; se trata, en cambio, de armar todos complejos cuyo conocimiento no pretende sobrepasar el alcance de sus linderos temporales y espaciales.

De estas dos fuentes, toma el maestro García los materiales para construir una herramienta metodológica propia que le permitiría abocar la tarea del conocimiento de la realidad social e histórica de América Latina; un subcontinente diferenciado histórica y socialmente del resto del mundo e interrelacionado con este, a partir de su propia personalidad. Las dos características fundamentales del método garciista son en síntesis: la organicidad y la universalidad relativa.

Debo agregar, en honor a la verdad, que la comprensión que Antonio García llegó a tener de Carlos Marx tuvo sus limitaciones. Lo cual no obsta para que haya asimilado lo fundamental de la enseñanza de este pensador y que sea este precisamente, a mi modo de ver, quien jugó el papel más decisivo en la formación de su pensamiento.

Veamos algunos de los aspectos del pensamiento de Marx que, a mi entender, García no entendió suficientemente. Veo necesario plantear también este aspecto, porque no me interesa ver a García como un hombre omnisciente, que jamás se equivoca, sino como un científico sometido a todas las vicisitudes propias de la brega con la ciencia. Esta manera de plantear el problema, no solamente es más adecuado para tratar con un pensador como García, sino también más útil para las nuevas generaciones de economistas y profesionales de las ciencias sociales, sobre todo para invitarlos a repensar las ciencias y no a ver connotaciones religiosas en sus maestros.

García no entendió en profundidad la teoría marxista del valor, como se muestra en la siguiente afirmación:

Si Smith y Ricardo no pudieron resolver problemas como el del "valor trabajo" -en desarrollo de su propia teoría del valor- fue a causa de que no sistematizaron la técnica de diferenciación de lo cuantitativo y lo cualitativo, empleada en la clasificación del valor. (...) Eso fue, concretamente, lo que hizo Marx para resolver el problema: diferenciar el trabajo abstracto (cualitativo) del trabajo concreto (específico, mensurable cuantitativamente)11.

Hay aquí una incomprensión palpable de lo cualitativo y lo cuantitativo en el problema la teoría del valor. Leamos a Marx en El Capital:

Los trabajos del sastre y el tejedor son elementos integrantes de los valores de uso levita y lienzo gracias precisamente a sus diversas cualidades; en cambio, solo son sustancia y base de los valores lienzo y levita en cuanto en ellos se hace abstracción de sus cualidades específicas, para reducirlos a la misma cualidad: la del trabajo humano12.

Al contrario de lo que afirma García, es el trabajo abstracto el que permite medir o cuantificar el valor, precisamente porque es una cualidad única cuantificable. El trabajo abstracto es la cantidad, mientras que el trabajo concreto, que se materializa en valores de uso diferentes, expresa una cualidad distinta en cada trabajo específico. La división del trabajo separa precisamente los trabajos concretos con cualidades específicas. Exactamente al contrario de como lo entendió García. Además, reducir, como lo hace García en el párrafo citado, el aporte de Marx a la teoría del valor a un problema de técnica de medición, significa dejar de lado su aporte esencial y, además, contradice otra afirmación del propio García cuando dice que Marx dio una explicación social y de unos alcances políticos a la teoría del valor13. La significación social y política de la teoría del valor no puede ser una simple contribución de Marx a la teoría del valor, en términos de mediciones, sino una consecuencia del nuevo significado histórico de la teoría marxista del valor. El valor, que en Ricardo era una cantidad de trabajo, pasa a ser con Marx una relación social. No se trata de una simple diferenciación entre lo cuantitativo y lo cualitativo, sino que en la nueva teoría el valor pasa de ser una cantidad a ser una cualidad. Lo cuantitativo que, en Ricardo es el todo, es relegado por Marx a un simple atributo del valor: la magnitud del valor. La nueva definición del valor como la relación entre productores independientes de mercancías, transforma el valor en una categoría histórica. El valor ya no es un atributo de todos los productos del trabajo, sino solo de aquellos producidos para el cambio, lo que es igual, producidos en condiciones en las cuales los productores se han individualizado e independizado, en otras palabras, son productores de mercancías. El valor solo toma cuerpo en una forma particular de producción históricamente determinada: este es, a mi entender, el verdadero aporte de Marx a la teoría del valor. García tiene razón en el sentido de que la teoría del valor trabajo es anterior a Marx, pero no llegó a comprender el verdadero aporte del economista alemán a dicha teoría.

Otro aspecto de la teoría de Marx que García no llegó a comprender suficientemente es el relativo al método dialéctico. Este método utilizado por Marx, heredado de Hegel, tiene dos componentes, consta de dos fases. Por un lado está el proceso de análisis, de abstracción, pero por otro está el proceso de síntesis, de construcción del todo, de elevación a lo concreto. Del lado de la abstracción, el procedimiento de Marx queda claro desde las primeras páginas de su obra El Capital, como anotamos más arriba.

La abstracción, como se sabe, no es otra cosa que el aislamiento de una parte del todo con el fin de conocerla por separado. En la propuesta de Marx, ese es el camino para llegar a la esencia de los fenómenos: en el caso de la sociedad burguesa para llegar a su célula que es la mercancía, en el caso de la mercancía para llegar al valor, en el capital para llegar a la plusvalía, etc. El camino de Marx fue considerado por García como insuficiente, porque se detiene en la parte; lo cual no es estrictamente cierto. Marx no se quedó allí. Podemos encontrar muchos casos en la obra de este pensador, en los cuales él explica el camino opuesto, el de la elevación a lo concreto. Veamos un ejemplo tomado de los Grundrisse o Manuscritos de 1857-1858:

De lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples. Llegado a este punto, habría que reemprender el viaje de retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no tendría una representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones. (...) Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida...14.

Podemos suponer que esta obra no llegó a ser conocida por García, al menos en los años en que empezó a plantear sus principios teóricos, puesto que la misma se publicó por primera vez en ruso en 1939, en alemán en 1953 y fue traducida al español y publicada en este idioma solamente a principios de la década de los años setenta. El método dialéctico utilizado por Marx permite la comprensión de la multiplicidad y de las contradicciones entre las partes de un todo. El capítulo I del primer tomo de su obra maestra, El Capital, es una muestra, si se quiere paradigmática, del uso de dicho método. La síntesis se presenta en el epígrafe VI de ese capítulo titulado El fetichismo de la mercancía y su secreto, aquí se presenta la mercancía como un todo con sus partes diversas, sus interrelaciones y contradicciones.

Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados solo resalte dentro de este intercambio. También podríamos decir que los trabajos privados solo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso, ante estos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas15.

Aquí el fenómeno, la mercancía, se presenta en toda su complejidad, como unidad de componentes diversos y contradictorios. Este mensaje no fue percibido por García.

Es necesario agregar también, que ya en la obra de El Capital, tomada en su totalidad, la síntesis de lo diverso no aparece tan clara. Como es sabido por todos, Marx no alcanzó a preparar el tomo tercero para la publicación y la redacción de esta parte fue abordada por su amigo Federico Engels. El hecho es que muchos de quienes estaban a la expectativa de la presentación del todo en su conjunto, con las contradicciones entre valor y precio y entre plusvalía y ganancia, no quedaron muy convencidos con la presentación de dicha síntesis y desde muy temprano empezaron a manifestar su insatisfacción con la solución lograda a través de la ganancia media y el llamado problema de la transformación del valor en precios de producción. Es decir, que la imagen de lo concreto del capital, expresada en la obra conjunta, no corrió con la misma suerte que lo concreto de la mercancía, expresado en el capítulo primero.

Los seguidores de Marx, por su parte, han mostrado mucha más preocupación por el proceso de abstracción que por la presentación de la realidad concreta, como unidad de lo diverso. Uno de los alumnos sin duda más aprovechados de Marx, que fue V. I. Lenin, presentó posiciones relativamente diversas, dependiendo del problema político que tuviera entre manos, en cada momento particular. Cuando escribió su obra El Desarrollo del Capitalismo en Rusia, en 1898, polemizaba con los Populistas rusos quienes negaban la existencia del capitalismo en ese país, argumentando el nivel de atraso económico respecto al occidente europeo. En este libro, Lenin se detiene a demostrar que el capitalismo no es necesariamente idéntico en todas partes del mundo, y que Rusia sí es un país capitalista pero su capitalismo no es formalmente idéntico al capitalismo inglés, en el cual se basó Marx para escribir su obra, El Capital. En otras palabras, Lenin en esta obra, estudia una realidad concreta en su complejidad, como unidad de lo diverso, y, de esa manera, demuestra las particularidades del capitalismo ruso y la naturaleza de sus propias contradicciones. Pero hubo otras obras, en las cuales este autor se dedicó a plantear generalidades, a veces un poco mecánicas, como es el caso de Materialismo y Empiriocriticismo. Infortunadamente, los múltiples manuales publicados en la era soviética, que se difundieron con cierta profusión en América Latina, solo se dedicaron a las generalidades abstractas, sin mayor preocupación por el conocimiento de lo concreto y sus contradicciones particulares. Es sabido que muchos componentes de la dialéctica expuesta en los manuales, derivaba precisamente de la última obra mencionada de Lenin. Este último parece haber sido el mensaje recibido por Antonio García del marxismo, en materia metodológica. Sin embargo, podemos decir, a favor de García, que las líneas maestras de su metodología no se ven afectadas por la debilidad en la comprensión de algunas particularidades de la teoría de Marx.

Otro aspecto del método de García, sumamente importante para los pensadores de América Latina, es su planteamiento de que las ciencias sociales solo descubren leyes relativamente universales. Las ciencias sociales europeas del siglo XIX tienen la pretensión de universalidad, esto es válido para todas ellas, bien sea la sociología positivista, la economía política neoclásica o la marxista. Esas son las ciencias que normalmente se enseñan en todos los colegios y las universidades de América Latina, lo cual le deja a los estudiantes, futuros profesionales, el mensaje de que su tarea científica consiste en comprender de la mejor manera las ciencias creadas por los europeos y, tal vez, tratar de verificar su validez frente a la realidad. La comprensión de la relatividad de las ciencias sociales es, por lo tanto, un punto de partida indispensable para emprender la tarea de crear ciencias propias de América Latina.

Veamos con algún detalle los aportes de Antonio García en la construcción de una teoría del desarrollo para América Latina. En esta tarea, él es consecuente con su propuesta metodológica, cuyas características son la organicidad y la universalidad relativa. El conocimiento de la realidad es complejo, abarcando la historia, las relaciones económicas, los aspectos sociales, etc. y, al abarcar la realidad latinoamericana, se deben tener presentes las particularidades, que diferencian esta parte del mundo de su contraparte europea.

La tarea de los economistas latinoamericanos, según García, consiste en poner al descubierto el valor relativo de las ciencias sociales heredadas de los colonizadores y construir ciencias nuevas. Estas ciencias deben propender por la comprensión de las realidades particulares y, a la vez, deben ser ciencias revolucionarias. Estas son sus palabras:

A la desmitificación de las ciencias sociales articuladas a procesos de dominación social y dependencia externa sigue la elaboración de unas ciencias sociales comprometidas con procesos de liberación social y desarrollo independiente16.

Las categorías no son otra cosa que abstracciones de la realidad y, por lo tanto, responden a esta, de allí que las categorías elaboradas en las teorías liberal y marxista pertenezcan a realidades económicas y sociales de Europa, mas no latinoamericanas. Además, las ciencias sociales tienen determinados fines. Las ciencias sociales de los países dominantes tienen el propósito de crear dominación y dependencia externas, mientras que las ciencias elaboradas para las condiciones particulares latinoamericanas deben ser liberadoras, para poder iluminar los procesos de desarrollo independiente. En conclusión, la teoría económica que se propone elaborar el maestro tiene estas características: es original, compleja y liberadora.

Queda claro, que la realidad de América Latina no puede ser verdaderamente conocida y, por supuesto, transformada a partir de las teorías europeas. De esta manera, el autoconocimiento, la independencia y el desarrollo se constituyen en tres procesos mutuamente interdependientes. Al respecto dice García:

América solo puede abocar su conocimiento científico de los fenómenos de su historia o de su naturaleza cuando posea efectivamente una doble independencia: la de la economía y la del pensamiento17.

El propósito de Antonio García de construir una teoría del desarrollo propia para América Latina, además de evidenciarse a lo largo de toda su obra, fue expresado por él taxativamente en varias oportunidades, por ejemplo, en 1957 cuando dice:

A través de la obra teórica que he venido adelantando desde hace quince años... he insistido en la necesidad impostergable y vital de que los países débiles y atrasados... elaboren su propia teoría, su propia versión de la historia, su propia filosofía de los hechos, con el objeto práctico de que fijen su posición y sus normas autónomas de desarrollo18.

La elaboración que lleva a cabo García de una teoría del desarrollo, tiene como punto de partida la crítica de las teorías existentes. Es el mismo camino recorrido por Carlos Marx, quien llevó a cabo toda una historia de la Economía Política al tiempo que formulaba su propia Economía Política; de esto dan fe sus obras, publicadas después de su muerte, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858 e Historia Crítica de la Teoría de la Plusvalía. En el caso de García, su crítica se centra fundamentalmente en los siguientes teóricos de la economía: la Escuela Clásica inglesa, Adam Smith y David Ricardo; el Marxismo, Carlos Marx y también V. I. Lenin; la Escuela Histórica Alemana, Federico List, Gustavo Schmoller y su seguidor Wageman.

La crítica de las teorías europeas se adelanta no tanto con la idea de demostrar alguna falsedad en su contenido, sino con el propósito de demostrar la incapacidad de ellas para explicar la realidad histórica y socioeconómica de América Latina.

El economista clásico Adam Smith vivió entre los años 1723 y 1790, su obra fundamental, La Riqueza de las Naciones, fue publicada en 1776; antes de esta, en 1759, había publicado una obra filosófica con el nombre de Teoría de los Sentimientos Morales. Smith se puede considerar el primer profesor de Economía, en el sentido moderno, y muchos teóricos de la economía coinciden en que él es el padre de la Ciencia Económica. Este economista considera que el sistema económico está integrado por un conjunto de individuos libres e iguales, que compiten respondiendo a sus intereses egoístas, buscando el máximo de satisfacción con el menor esfuerzo posible, es el homo economicus, y sus esfuerzos, independientemente de su voluntad, redundan en beneficio de la sociedad en su conjunto. Veamos la opinión, al respecto, de este autor:

El hombre se halla siempre constituido, según la ordinaria providencia, en la necesidad de ayuda de su semejante, (...) y aún aquella ayuda del hombre en vano la esperaría siempre de la pura benevolencia de su prójimo, por lo que la conseguirá con más seguridad interesando a favor suyo el amor propio de los otros, en cuanto a manifestarles que por utilidad de ellos también les pide lo que desea obtener. (...) No de la benevolencia del carnicero, del vinatero, del panadero, sino de sus miras al interés propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento. No imploramos su humanidad, sino acudimos a su amor propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas19.

En el supuesto de García, el anterior pensamiento teórico expresa el funcionamiento de determinada realidad económica. Smith habla de productores mercantiles individuales que compiten en condiciones de relativa equidad. Recordemos que la obra fundamental de este autor fue publicada en 1776, esto significa que la economía por él estudiada es la de mediados del siglo XVIII. Smith, por lo tanto, es el economista de la época de la manufactura, anterior a la existencia del modo de producción capitalista en sentido estricto.

Lo anterior es expresamente afirmado por Marx:

A. Smith no sienta ni una sola tesis nueva acerca de la división del trabajo. Lo que lo caracteriza como el economista en que se resume todo el período de la manufactura es el hincapié que hace en aquel principio. El papel secundario que A. Smith atribuye a la maquinaria provocó, en los comienzos de la gran industria, la polémica entablada contra él por Lauderdale, y posteriormente por Ure20.

El carácter de que los productores de aquella época eran pequeños propietarios lo reafirman historiadores de la economía, por ejemplo Labini dice al respecto, hablando de Smith:

...su análisis se centra (...) en el período del capitalismo mercantil, puesto que por entonces el capitalismo industrial ni siquiera estaba en ciernes21.

No tenían lugar en su momento la gran industria ni, mucho menos, los monopolios, los cuales surgen cien años más tarde. La conclusión de García es que el sistema construido por este pensador inglés, denominado por los franceses más tarde laissez faire, establecía las mejores condiciones posibles para una sociedad de pequeños productores, compitiendo en igualdad de condiciones. La libre movilidad de las personas, al igual que los otros factores de la producción, que constituían un mercado interno unificado, proporcionaba las condiciones para desarrollar una teoría de la división del trabajo, condición indispensable para su teoría del valor. La primera conclusión que podía sacarse, a la luz del método de García, según el cual la teoría económica tiene solo validez en un momento histórico, era que el pensamiento de Smith carecía de vigencia en el siglo XX, más aún, para América Latina.

Se podría pensar, en segundo lugar, que si bien las formulaciones teóricas para unas condiciones de desarrollo manufacturero pierden validez en una economía de gran industria monopolista, las mismas podrían ser válidas en una región de escaso desarrollo como lo era la economía latinoamericana, al menos en su primera etapa. A esta suposición, García respondía que el sustento filosófico del modelo smithiano era impropio para las condiciones de esta parte del mundo, puesto que la concepción individualista que subyace a las formulaciones económicas implica la existencia previa de la empresa individual:

...el grado de madurez técnico-económica de la empresa... se expresa en la ideología individualista y anti-estatal, concepción teórica del mundo desde el punto de vista de la una economía de productores soberanos22.

No se trata, por supuesto, de una crítica al principio filosófico per se, sino de su inaplicabilidad a las condiciones latinoamericanas, donde no llegó a existir condiciones de libre concurrencia. El pensamiento del economista de la manufactura no puede ser trasladado a un continente de manufactura inexistente.

Estamos hablando de manufactura en el sentido marxista, es decir, como una relación social de producción. La manufactura en este sentido es una fase previa al nacimiento de la gran industria, cuya característica fundamental es la división del trabajo. En palabras de Marx:

¿Qué caracteriza a la división manufacturera del trabajo? El hecho de que el obrero parcial no produce mercancías. Lo que se convierte en mercancía es el producto común de todos ellos23.

Tal producción manufacturera, con división del trabajo en condiciones de laissez faire, como la conoció e investigó Smith en Inglaterra, no tuvo lugar en América Latina, según García, porque:

La realidad latinoamericana, en la que la manufactura nunca encuentra un ambiente propicio de desarrollo: en la época colonial, porque la política mercantilista española excluye toda posibilidad de que los obrajes lleguen a adquirir vida orgánica; en la época de las economías bárbaras del siglo XIX, porque el "localismo", la ausencia del Estado nacional, el sentido acapitalista de la cultura y el ínfimo poder de compra, son del todo impropicios al desarrollo manufacturero; y en la época contemporánea, porque la presión del mundo industrial sólo hace posible la existencia de una precaria manufactura colonial24.

No perdía de vista García que para los clásicos ingleses las leyes económicas tenían una validez universal absoluta, por estar basados en la corriente filosófica naturalista inglesa. Como bien se sabe, uno de los principales representantes de esta escuela fue el filósofo inglés John Locke (1632-1704). Veamos una cita que muestra la forma en que los naturalistas entendían la sociedad:

Aunque la tierra y todos los seres inferiores pertenecen en común a todos los hombres, cada persona posee, sin embargo, en su propia persona, una propiedad sobre la cual tiene derechos exclusivos. Podemos afirmar sin ningún género de duda que el trabajo de su cuerpo y las obras de sus manos le pertenecen en toda justicia. Al transformar un producto cualquiera de la naturaleza, pone en él su trabajo, algo de que él es dueño, convirtiéndolo así en propiedad suya25.

La propiedad es, según esta visión de la sociedad, un fenómeno natural y con ese significado fue tratada en el pensamiento económico clásico. La sociedad estudiada por Smith, que es la sociedad burguesa, no recibe por este autor el tratamiento de formación histórica particular sino el de un sistema económico natural; por esa razón, Smith habla de precio natural, salario natural, renta natural, ganancia natural, etc. Con esa connotación está planteada toda la teoría clásica. Puesto que la economía es natural, se espera que las leyes descubiertas para las condiciones inglesas del siglo XVIII tengan el mismo grado de universalidad que las leyes naturales. Es como equiparar los descubrimientos de Smith con los de Newton. Tal grado de universalidad fue precisamente el que negó Antonio García en su propuesta metodológica. Es bueno aclarar que para los clásicos lo natural son las relaciones económicas de tipo burgués, a esto se refirió Carlos Marx:

Los economistas razonan de singular manera. Para ellos no hay más que dos clases de instituciones: unas artificiales y las de la burguesía son naturales. Las instituciones del feudalismo son artificiales y las de la burguesía son naturales. Aquí los economistas se parecen a los teólogos, que a su vez establecen dos clases de religiones. Toda religión extraña es pura invención humana, mientras que su propia religión es una emanación de Dios. (...) De modo que hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay26.

Las condiciones adecuadas al sistema smithiano, que son las existentes en la Inglaterra de su época, son sintetizadas por García, con el nombre de elementos plásticos de la economía mercantil, en las siguientes: el sistema monetario, el sistema aduanero, el sistema de pesas y medidas; como sistemas generales. Y a renglón seguido afirma que tales sistemas no tuvieron lugar en las colonias españolas.

Como se constata en la investigación histórica de la economía colonial... la organización estatal unitaria es neutralizada por el localismo económico: no solo existen diferencias reales entre los pesos fuertes y otra clase de monedas de la nueva Granada o del Virreinato de la Plata, sino aun entre monedas de idéntico valor legal, circulantes en territorios de un mismo virreinato: por ejemplo en el Socorro y el Chocó en la Nueva Granada27.

En conclusión, la teoría económica de Adam Smith no debe ser trasladada mecánicamente ni a la economía mundial del siglo XX, ni a la latinoamericana de ninguna época. De una parte, como herramienta de análisis no es funcional, por las razones que se han venido exponiendo y, en segundo lugar, los intentos por crear en América Latina condiciones de libre cambio, a imagen de la teoría smithiana, han tenido resultados nefastos, al someter la industria naciente de esta parte del mundo a la competencia desigual con las grandes industrias de los países desarrollados. El mismo principio que es beneficioso para la competencia entre iguales, deja de funcionar cuando se trata de competencia entre desiguales; en este caso es favorable al fuerte y dañina para el débil.

La otra escuela a que García dedicó especial interés, como quedó dicho, fue la marxista. Además de las discrepancias de García con Marx, desde el punto de vista metodológico, anotadas al principio de esta capítulo, hay otros aspectos del análisis que explicaré seguidamente.

La Economía Política de Carlos Marx es elaborada básicamente en el mismo laboratorio de la economía inglesa, un siglo después de la de Smith. Carlos Marx fue un pensador nacido en Alemania en 1818, su obra económica fundamental, El Capital, fue escrita en Inglaterra y empezó a publicarse en 1867, noventa y un años después de la obra de Smith. El autor alemán da a su obra el carácter fundamental de crítica al pensamiento de los clásicos, especialmente contra su carácter naturalista. Para Marx el sistema económico burgués es una etapa particular en el desarrollo histórico de la humanidad, él elabora el concepto de modo de producción para determinar etapas definidas de la historia con características específicas. El capitalismo es un modo de producción que sigue a otro anterior y, a su vez, debe ser reemplazado por el subsiguiente. El pensamiento de Marx, al igual que el de todos los economistas, según García, también nace en unas condiciones objetivas particulares. Veamos lo que nos dice al respecto:

La teoría de Marx ¿podría comprenderse (ya que las creaciones puras o abstractas de la inteligencia, carecen de sentido histórico) sin una economía capitalista evolucionada, con clases de estructura muy definida y con elevada presión de intereses contrarios, para explicar la diferenciación de valores de uso y valores de cambio, valor y plusvalor?28.

Esta idea de García de contextualizar las teorías sociales, la toma sin duda del marxismo. De la misma manera que los modos de producción son históricos, las ideas sobre el capitalismo, también lo son. Por lo anterior, es un contrasentido la aplicación mecánica de los aportes teóricos de Marx a las condiciones propias de América Latina.

Como anotamos al principio de este capítulo, para García es inaceptable el determinismo histórico del pensador alemán. Otro aspecto de la teoría marxista en que se detiene García es el de la formación histórica del modo de producción capitalista, particularmente del tránsito entre la producción mercantil simple y la mercantil capitalista; lo que es igual, entre el taller artesanal y la fábrica. Para entender el planteamiento y la crítica respectiva, es necesario detenerse un poco en la teoría del economista alemán al respecto. Carlos Marx plantea que entre la producción artesanal y la capitalista se dan tres pasos históricos y lógicos: la cooperación capitalista simple, la división manufacturera del trabajo y la gran industria.

La cooperación entre productores es posible, aún antes de la división técnica del trabajo, si estos productores están bajo las órdenes de un propietario, tal cooperación produce un incremento en la productividad del trabajo que hace posible la existencia de un plusvalor o plusvalía. El ejemplo más sencillo de cooperación simple, sin división del trabajo, es la que puede existir en una cadena humana para trasladar ladrillo de un sitio a otro, el paso de cada ladrillo de mano en mano se considera cooperación, sin que cada uno de los participantes adelante una tarea diferente a otro. Si los productores son contratados por un propietario de dinero, éste se apropia del excedente producido por el incremento en la productividad del trabajo.

Más tarde, la división del trabajo, o manufactura, crea condiciones para un aumento en la cooperación y, por lo tanto, en la productividad del trabajo; es decir, la manufactura es un paso más en la producción de plusvalor. La manufactura puede ser de dos formas: heterogénea y orgánica. La heterogénea es la que se da entre productores de determinados productos cuyas partes están separadas en forma puramente mecánica y la producción de cada parte puede estar separada también espacialmente, pongamos por ejemplo un reloj: cada una de sus piezas puede ser producida en un lugar distinto y un productor cumple la función de unirlas y obtener el producto final.

La otra forma de manufactura es la orgánica, en la cual la división del trabajo asigna actividades inseparables del conjunto y, por lo tanto, no pueden ser disgregadas en el espacio. Tomemos el ejemplo que trae Smith en La Riqueza de las Naciones que es la producción de alfileres. En esta manufactura un operario tira el metal o alambre, otro lo endereza, otro lo corta, el cuarto lo afila, el quinto lo prepara para ponerle la cabeza, etc. En esta forma, los distintos operarios están obligados a ocupar un mismo lugar y, por lo tanto, la manufactura orgánica crea las condiciones necesarias para el surgimiento de la fábrica, que es, a su vez, la síntesis del modo de producción capitalista. Se podría decir que el taller de manufactura orgánica prepara el terreno para que, con la aparición de la máquina, nazca la fabrica, o sea, el modo de producción capitalista. Hablando especialmente de la manufactura orgánica, dice Marx:

...la manufactura no se limita a recoger y continuar las condiciones de la cooperación tal y como la encuentra, sino que en parte las crea desglosando el trabajo artesanal. Por otra parte, si consigue esta organización social del proceso de trabajo, es a costa de encadenar siempre al mismo obrero a la ejecución del mismo detalle29.

La manufactura implica la división del trabajo y, por supuesto, la especialización del operario. Ese proceso, del taller del artesano a la fábrica, fue conocido por Carlos Marx en su investigación de las condiciones de Inglaterra. Pero Antonio García pone en duda la validez universal de tal planteamiento y dice que este esquema teórico, solo puede aplicarse ... a la manufactura europea... y que el mismo nada tiene que ver con las condiciones de producción de América Latina, como se sustenta en una cita páginas más arriba. La pregunta que surge es esta: ¿Si en América Latina no tuvo lugar la manufactura orgánica, como en Europa, cuál es la génesis del capitalismo en esta parte del mundo? Esta es una pregunta crucial que se desprende de la lectura crítica, hecha por el economista colombiano de su maestro alemán y cuya respuesta queda en manos de los pensadores latinoamericanos.

Hay un punto débil del maestro García en su lectura de la teoría de Marx y se encuentra en su interpretación de la diferencia entre producción mercantil simple y mercantil capitalista. Veamos algunas afirmaciones que ilustran lo que me propongo argumentar:

Donde se elabora una economía monetaria, se empieza a estar sujeto a unas leyes capitalistas... En el subsuelo del sistema esclavista se han puesto en acción los principios y leyes del capitalismo30.

Esta idea supone que economía dineraria equivale a economía capitalista, con lo cual se establece una identidad entre producción mercantil y capitalismo. Si bien en la producción de mercancías se crean condiciones para el nacimiento del capital, en tanto se crea el valor y su consecuencia que es la alienación del ser humano al mercado, es decir el fetichismo de la mercancía, sin embargo la simple producción de mercancías no es en sí misma capitalista ni las leyes del capitalismo son las mismas de una sociedad mercantil. La producción mercantil que tuvo lugar en el esclavismo no era capitalista. En la producción mercantil simple, el productor es propietario de los medios de producción y vende su trabajo materializado en mercancías. En la producción capitalista, en cambio, el productor es un proletario que vende su fuerza de trabajo y no es propietario ni de productos, salvo los que compra para su consumo individual, ni de medios de producción; aquí el propietario tanto de los medios como de los productos es un capitalista, quien contrata asalariados y obtiene plusvalía. Una diferencia esencial entre producción mercantil simple y producción capitalista es la existencia de la fuerza de trabajo en forma de mercancía en la segunda y su ausencia en la primera; es precisamente la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía lo que da origen a la producción de plusvalía. Como puede verse, las diferencias de las dos formas, en Marx, son muy importantes. A mi modo de ver, García identifica economía monetaria con economía capitalista, lo cual desde el punto de vista de Marx es un error.

Esta debilidad en la comprensión de García se complementa cuando se propone aclarar la confusión que existe respecto a la remuneración del trabajo. Al respecto dice lo siguiente:

¿Podría confundirse el salario como justa participación en el producto fijo de la empresa artesana (régimen plenamente subordinado a la autoridad corporativa), con el salario como precio de la mercancía trabajo (lo que llama Marx 'fuerza de trabajo' o 'trabajo concreto') o con el salario como participación de la renta nacional o prorrata de los rendimientos del trabajo? No, absolutamente no31.

La aclaración que se propone hacer, por lo demás muy de acuerdo con Marx, es que no toda remuneración al trabajo toma la forma de salario. Dicha remuneración solamente es salario cuando el obrero es independiente en doble sentido: es libre de vender su capacidad para trabajar y no es propietario de ningún medio de producción, diferente a su propia persona, es decir, cuando la fuerza de trabajo es una mercancía y su propietario, un obrero asalariado. Lo anterior equivale a decir que el salario es una categoría propia del sistema capitalista de producción.

Sin embargo, en medio de la correcta diferenciación que se propone hacer, García cae en otra confusión: fuerza de trabajo o trabajo concreto. Existe, en esa afirmación, una identidad entre fuerza de trabajo y trabajo, que era propia de los clásicos, y sin cuya diferenciación la teoría marxista sería imposible; es la diferenciación entre fuerza de trabajo y trabajo precisamente lo que le permite a Marx explicar el origen de la plusvalía. La fuerza de trabajo es la capacidad del hombre para trabajar, es el hombre mismo, que en el capitalismo toma la forma de mercancía. El trabajo, en cambio, es la actividad viva creadora del hombre. El trabajo concreto se materializa en valores de uso y el trabajo abstracto en valores.

El pensamiento de Marx puede tener una validez relativa para la interpretación de la realidad socioeconómica e histórica de América Latina. El estudio histórico de Marx, como quedó dicho, está basado en la realidad europea, fundamentalmente inglesa. No hay evidencias de que las contradicciones esenciales de América Latina sean las mismas de Europa ni que el proceso histórico de aquella deba recorrer el mismo camino de esta. Las formas económicas latinoamericanas son mucho más variadas y complejas que las europeas y si se pretende trasladar al nuevo mundo la contradicción esencial del viejo, que según Marx es la relación de plusvalía, tal traslado no debe ser mecánico.

En la teoría marxista, hay aportes muy importantes para la interpretación de las realidades del nuevo mundo, especialmente en relación con su método. Por ejemplo, la teoría del fetichismo que nos enseña a buscar las realidades esenciales más allá de las formas aparentes de la sociedad; detrás de las relaciones de igualdad entre los países pueden esconderse relaciones de dominio o dependencia o detrás de la igualdad de oportunidades de todos los miembros de una comunidad se pueden esconder desigualdades por la situación de determinados grupos.

Otra tendencia del pensamiento europeo que ocupó el interés de García, como sabemos, es la Escuela Histórica Alemana. Él los sitúa históricamente en la época en que el capitalismo había dejado atrás el periodo de acumulación espontánea o mecánica y surgía la necesidad de influir conscientemente en los procesos acumulativos. Fue esa la razón objetiva para que los alemanes no compartieran el liberalismo clásico inglés y propusieran alternativas de política económica tendientes a favorecer la acumulación de capital.

De los alemanes, García toma el carácter orgánico de su visión teórica y su rechazo a la universalidad absoluta del liberalismo inglés, como quedó dicho con anterioridad en este capítulo. El autor, al igual que con Marx, acepta determinadas posiciones de los alemanes al tiempo que critica otras. Él dirige su crítica contra List, al decir que se trata de otro liberal, pero en las condiciones de Alemania. Esta apreciación podemos verla en párrafos como el siguiente:

Este problema de los países débiles -llegados con retardo al mercado internacional y a la cultura capitalista- no fue entendido ni aún por economistas de 'países insatisfechos' europeos como Federico List: el Sistema Nacional de Economía Política no es realmente un 'sistema político', sino pura y simplemente una posición alemana frente al poder del Estado inglés, expresado ideológicamente en la tesis librecambistas de Adam Smith32.

Con esta crítica, García fija los límites de su posición proteccionista de los países débiles, frente a la posición de los alemanes.

De Schmoller y su seguidor Wagemann, García toma especialmente su concepción orgánica, descrita de la siguiente manera:

Basa la concepción orgánica en el principio de que la economía nacional no puede estudiarse como una simple suma de economías privadas, ya que el todo es una entidad viva distinta de las partes: el elemento que le da unidad "se manifiesta en la estructura jerárquica de los órganos, y sobre todo en el hecho de que el todo subsiste cuando la parte perece".

Esta concepción se opone a la concepción formalista y mecánica del liberalismo clásico que "no ve en la sociedad humana, en la nación, nada más que una suma de individuos"33.

Identifica las limitaciones de esta escuela en que no tiene posibilidades más allá del capitalismo, y considera que para superar tal limitación requiere de una verdadera visión científica. Considera que:

La política orgánica solo puede tener pleno desarrollo en donde se cumplan tres condiciones: el predominio de un objetivo socialista o de bienestar común, la estructuración racional del Estado (en busca de una correcta división del trabajo y de una eficacia mínima en la prestación del servicio) y el uso de la técnica de la planificación34.

De esta manera, acepta el contenido de la organicidad de la Escuela Alemana, pero considera que debe ser enriquecida con un método que, en su opinión, no es otro que la dialéctica y, así enriquecida tendría una verdadera significación en un desarrollo en beneficio de las mayorías.

Antonio García, a la vez que lleva a cabo una lectura crítica de los autores europeos, enfila también sus baterías contra los latinoamericanos que adoptan las teorías de los países desarrollados mecánicamente sin someterlas a ningún análisis. Entre los teórico burgueses latinoamericanos existe una doble equivocación: en primer lugar, aceptan la universalidad absoluta de las teorías europeas y, en segundo lugar, desconocen la historia de Europa y en su ignorancia invierten en nuestro medio los procesos europeos, empiezan por el final. En Europa, a diferencia de lo que muchos economistas y sociólogos criollos piensan, el libre cambio no es el origen de las empresas, sino una consecuencia:

Cuando la empresa capitalista europea adquiere una definida personalidad económica, una individualidad, se enfrenta al Estado, con el objeto de dirigirse autónomamente, orientada por su propio y exclusivo interés35.

Las empresas europeas se formaron y se fortalecieron con la ayuda del Estado, solamente cuando se sintieron suficientemente fuertes empezaron a reclamar libertad, para competir por su cuenta y riesgo; sobre esto volveremos en el capítulo IV. Pero, los europeos nos impusieron el laissez faire, con el argumento de que por esa vía se formaban y desarrollaban las empresas capitalistas. Cuando el comerciante Legendre, ante la pregunta de Colbert de qué podemos hacer por ustedes, respondió: laissez-nous faire, dejadnos hacer (dadnos libertad) ya estaban hablando a finales del siglo XVII de empresas constituidas, capaces de valerse por sí mismas.

No hay que olvidar que antes de la época clásica tuvo lugar la mercantilista. En esta las empresas alcanzan cierto nivel de desarrollo con el apoyo del Estado y solo entonces dichas empresas empiezan a reclamar espacio para funcionar en forma independiente, solo en ese momento el capitalista reclama la libertad individual.

Sin Estado no hubiese sido posible la elaboración inicial del moderno capitalismo, pues éste habría carecido de fuerzas para enfrentarse a una rígida economía disgregada y localista, encerrada dentro del más intolerante sistema autoritario (feudos, ciudades, corporaciones)36.

En la etapa clásica tiene lugar el periodo que García denomina de la acumulación espontánea, que es el tiempo al que corresponde el pensamiento clásico en su etapa más desarrollada, la de David Ricardo. El periodo clásico, como todas las etapas de la historia, también se agota y con él su correspondiente teoría: el libre cambismo. Esto hablando básicamente de Inglaterra, pero, los países latinoamericanos no conocieron la etapa clásica y, en consecuencia, en estos países nunca ha tenido vigencia la teoría librecambista.

A partir de la concepción histórica de García, era evidente que al igual que murió para siempre la era clásica del capitalismo, tendría que morir también su interpretación teórica: el liberalismo clásico. Esta teoría solo sobrevive artificialmente gracias a los teóricos que mantienen el mito de que las ciencias sociales son absolutamente universales.

De la crítica de las teorías generales, fundamentalmente las europeas, Antonio García, a la vez que propone su metodología, elabora los principios, que le servirán de base a una teoría latinoamericana del desarrollo. Él considera, como anotamos más arriba, que la crítica y la desmitificación de las teorías de los países desarrollados era solo el primer paso, pero de ahí se debía pasar al paso siguiente que consistía en la elaboración de las ciencias sociales independientes.

Toda ciencia social, en forma explícita o inconsciente, responde a determinados intereses. Como ya se dijo, anteriormente, de la misma manera que las ciencias sociales de los países centrales tienen el propósito de crear dominación y dependencia externas, las ciencias elaboradas para las condiciones particulares latinoamericanas deben ser liberadoras y buscar el desarrollo independiente. La teoría económica que se propone elaborar el maestro, es necesario repetirlo, tiene estas características: originalidad y fuerza liberadora.

La Teoría Latinoamericana del Desarrollo de García se puede ver, metafóricamente, como un plano con tres puntos de apoyo: el Marxismo, la Escuela Histórica Alemana y sus elaboraciones teóricas personales

El legado de Marx se refleja en su enfoque de las formaciones sociales y, en cierta manera, del materialismo histórico. La concepción marxista de la historia de la sociedad humana a través de sistemas que se van sustituyendo unos por otros en un proceso ascendente, es aceptada por García, en principio, pero sin calcar los modos de producción europeos en las condiciones latinoamericanas. De la escuela histórica, fundamentalmente de Schmoller, toma el papel de las particularidades históricas y culturales en el pensamiento económico, así como la misión del Estado en calidad de generador enérgico de desarrollo. Con la integración de los tres componentes, García sienta las bases para una Teoría del Desarrollo Propia para América Latina.

La categoría de modo de producción en Marx es abstracta y dialéctica, la interpretación histórica de Schmoller es más concreta, los dos componentes le permiten a García llegar a una formulación concreta y dialéctica. García no desprecia la categoría marxista de sistema económico, pero en lugar de trasladarla como un todo de Europa, se propone identificar y describir en concreto las relaciones de producción latinoamericanas. El conocimiento de las formas económicas latinoamericanas en sí mismas es el núcleo de la teoría del desarrollo de García.

Las relaciones económicas de América Latina tienen su propia complejidad y, como tales, deben ser conocidas en concreto, dando razón de cada uno de sus componentes, las funciones de cada uno de ellos así como sus interrelaciones, interinfluencias y contradicciones. Dado que la influencia de un factor sobre otro, u otros, es cambiante en el tiempo, se debe hacer una evaluación sociológica permanente y dinámica de las interinfluencias de los hechos sociales. Por lo tanto, la simple clasificación de una economía en uno de los sistemas posibles no tiene mayor significado. Con afirmar que determinada economía pertenece al sistema capitalista, no se está aportando mayor cosa al conocimiento de su realidad. El conocimiento y la clasificación de una economía en particular:

depende de mis conceptos geoculturales, los que tienen que ver, específicamente, con las relaciones vivas del medio espacial y las posibilidades culturales de los pueblos en un cierto grado de evolución37.

Los componentes sociales que forman una ecuación de factores, variables e interdependientes, en un sistema son enumerados por García en la siguiente lista parcial: los puramente económicos, los de orden natural o geográfico, los de orden político, los de orden demográfico, los de orden estrictamente cultural, los de orden psicológico.

Antonio García mantenía la posición de estudiar la realidad de América Latina en el contexto del mundo y, al mismo tiempo, sin olvidar su historia. Inicia su estudio histórico con una apreciación teórica fundamental: con el estudio de los sistemas, entendiendo por sistema un complejo móvil de relaciones técnicas, políticas y sociales. Al interior de un sistema encontramos tres conjuntos de relaciones: relaciones de producción, relaciones de distribución del producto y formas de satisfacción de las necesidades. Estos tres conjuntos de relaciones, a su vez, se influyen mutuamente sin que se pueda determinar de antemano el sentido de la causalidad: en un momento dado pueden ser determinantes las relaciones de producción, pero en otro momento éstas pueden ser determinadas.

Con este estudio el maestro se proponía dilucidar el problema de la identificación de las formas económicas existentes en América Latina en su particularidad concreta. Nuestra historia ha sido estudiada solo en comparación con la historia europea. Por esa razón, siempre discutimos la existencia, en esta parte del mundo, de feudalismo, esclavismo, etc. Pero no ha tenido lugar una indagación con profundidad de las características particulares de nuestra historia. Lo más fácil ante la presencia de formas económicas inéditas, es buscar en la historia otras formas similares para validar las desconocidas. En este caso es aplicable el planteamiento de Carlos Marx, cuando hablando de la Comuna de París escribió:

Generalmente, las creaciones históricas completamente nuevas están destinadas a que se las tome por una reproducción de formas viejas e incluso difuntas de la vida social, con las cuales pueden presentar cierta semejanza. Así, esta nueva Comuna, que viene a destruir el poder estatal moderno, se ha confundido con una reproducción de las comunas medievales, que primero precedieron a ese mismo Estado y luego le sirvieron de base38.

Ese es el caso. Las formas latinoamericanas son nuevas, pero solamente se ha buscado en ellas los puntos comunes con formas viejas. Una preocupación fundamental de Antonio García fue, en cambio, encontrar lo nuevo que existe en las formas sociales de América Latina. Frente a la necesidad del conocimiento de la historia y la realidad de esta parte del mundo, las teorías tradicionales se han revelado impotentes. Estas son sus palabras:

Hasta ahora, la falta de claridad sobre este punto, ha hecho que el estudio de esas instituciones en América adolezca de grandes confusiones y escaso valor científico, presentándolas como una simple prolongación -a través del Atlántico- de las arraigadas socialmente en la vida peninsular. Una de las causas que explican la incapacidad para ver el hecho social americano, como hecho independiente de la matriz europea de sus instituciones básicas, es la de que ni se ha estudiado directamente nuestra constitución social, ni la historia de América se ha considerado como otra cosa (para detractores y apologistas de la política colonial española) que como un apéndice de la historia de España. (...) sobre la americanización de las instituciones coloniales y la elaboración de un sistema propio de relaciones económico-políticas, nada se ha intentado en firme. Los grandes analistas americanos de la historia de América han tenido una formación colonial... Estas confusiones tienen su origen en la ausencia de un estudio orgánico de la sociedad americana y en el formalismo histórico-social39.

Para estudiar las formas económicas de América latina, hay que tener en cuenta, especialmente, que España trajo al nuevo mundo una economía en transición del feudalismo al capitalismo; el nuevo mundo aportó un sistema particular de colectivismo primitivo, mercantilismo y esclavismo: el resultado fue un sistema de relaciones sociales mestizadas. Pero, no se trata del traslado de las formas económicas europeas, ni de la continuación de las relaciones americanas transformadas, sino de la constitución de formas económicas nuevas y diferenciables, en las cuales no pueden distinguirse las formas que les dieron origen.

Veamos con algún detalle el estudio de García sobre los sistemas sociales, cuyo fin es desembocar en el conocimiento de las particularidades de las formas económicas latinoamericanas.

Detengámonos en los principios fundamentales de los sistemas. En primer lugar, se sitúa la interrelación dinámica de los factores económicos y sociales. Esto, como se explicó al hablar del método, implica que no existen unos hechos determinantes y otros determinados, ni unos hechos pasivos y otros activos. El determinismo económico, la última instancia de la economía, propia del marxismo, es refutado en este principio de García. El carácter determinante de ciertos factores en el sistema, respecto a otros, solo puede ser definido en concreto, porque el carácter dinámico implica que los papeles que se dan en la relación entre dos hechos en un momento dado pueden cambiar en otro.

La concepción del sistema como una ecuación de factores variables e interdependientes, nos lleva a definirlo como una suma orgánica de fenómenos sujetos a ciclos o periodos de evolución y con una coyuntura originada dentro del sistema en su propio funcionamiento40.

Luego está el principio de la sucesión y coexistencia de los sistemas. En cuanto a la existencia de rezagos de formas económicas anteriores, el papel del científico no consiste simplemente en constatar su presencia, sino en identificar el nuevo papel que desempeñan. En el caso de América Latina, conviven, por ejemplo, capitalismo y feudalismo, a veces inclusive sin formar relaciones mestizadas sino cada forma social en un espacio geográfico diferente, sin llegar a tocarse mutuamente, en este caso el investigador debe precisar el papel exacto que desempeñan las formas feudales sobrevivientes.

Lo realmente difícil no es la identificación de esas formas supérstites (o intrusiones sociológicas de un sistema en otro), sino su diferenciación funcional. Pero esta es la tarea que ha de corresponder a la ciencia económica del futuro, entendida como ciencia fundamentalmente política y que ha de estar realizando su construcción teórica sobre supuestos sociológicos continuamente revisables41.

Un sistema no es reemplazado por otro en forma mecánica, sino que la aparición de un sistema nuevo implica la supervivencia en él de aspectos importantes del sistema desaparecido. Esto no se refiere solamente a algún aspecto abstracto común a varios sistemas, como la permanencia de la propiedad privada desde el esclavismo hasta el capitalismo, sino también a la supervivencia de características propias de un sistema anterior.

También constituye un principio de los sistemas las particularidades históricas de los países en ellos, no es igual el feudalismo de un país europeo que el de un país americano. La situación de un país en un sistema determinado tiene mucho que ver con el momento histórico en que dicho país ingresa al mismo. Por ejemplo, tanto Inglaterra como Alemania eran países pertenecientes al sistema capitalista en el siglo XIX, pero el hecho de que Alemania hubiera ingresado más tarde a dicho sistema ponía a este país en condiciones diferentes en las relaciones internacionales y su actitud política debía, por lo tanto, ser también diferente. Para el caso de los países de América Latina, este principio tiene la mayor importancia. Esa es la razón para que la teoría del libre cambio, que fue válida para Inglaterra y Estados unidos, vale la pena recalcarlo, no lo fuera para Alemania y menos aún para los países de América Latina.

Habiéndose cerrado el ciclo de acumulación espontánea de capitales, el liberalismo económico carece de función nacional en Latinoamérica, porque su instrumental teórico y práctico supone: a) o una semejante debilidad de las naciones, o b) un semejante grado de consistencia de las economías nacionales, o c) una alta necesidad expansiva acompañada de un coherente sistema nacional de defensas42.

Cuando se habla de ingreso tardío a un sistema, se tiene en cuenta no solamente el tiempo sino otra serie de condiciones. A simple vista se podría pensar que tanto América Latina como América del norte pertenecen al nuevo mundo y, por lo tanto, están en igualdad de condiciones respecto al sistema mundial. Pero no es ese el caso. Dado que este es un tema muy cercano y discutido, que tiene que ver con los sistemas, veamos a manera de ilustración la opinión del economista norteamericano Paul Baran al respecto:

Debe hacerse una estricta distinción entre el impacto que tuvo la entrada de Europa Occidental en Norteamérica (y Austria y Nueva Zelanda), por una parte, y la penetración del capitalismo occidental en Asia, Africa o Europa Oriental. En el primer caso, los europeos occidentales entraron a un vacío social más o menos completo y se establecieron en esas regiones, convirtiéndose ellos mismos en sus residentes permanentes... Ellos vinieron a las nuevas tierras con el "capitalismo en sus huesos" y no encontraron una resistencia digna de ese nombre...43. La diferencia crucial reside en lo que encontraron a su llegada a Asia y a Africa. Aquél era un mundo totalmente distinto del que habían encontrado en América o en Australia... se enfrentaron a sociedades ya establecidas con ricas y antiguas culturas en un estadio precapitalista o en un estado de gestación del desarrollo capitalista. Donde las organizaciones sociales existentes eran primitivas y tribales, las condiciones generales y en particular el clima, eran tales que impedían cualquier colonización masiva... en ambos casos, los visitantes de Europa Occidental decidieron extraer rápidamente las mayores ganancias posibles de los países huéspedes, y llevarse el botín a su país de origen44.

El segundo caso es similar al de América Latina, en esta parte del continente americano existían civilizaciones milenarias que se resistían fuertemente a su destrucción, a lo cual hay que agregar que los europeos que colonizaron esta parte del mundo no traían el capitalismo en sus huesos, como los ingleses. Los colonizadores españoles se preocuparon fundamentalmente por transportar hacia la metrópoli la mayor cantidad posible de metales preciosos. Como dice García:

La corona avalúa las Colonias por su riqueza en metales preciosos: esta es la base de la "jerarquía indiana". Por eso la organización político-administrativa de las colonias responde a esa jerarquía: primero los virreinatos mineros de México, Perú y Nueva Granada...45.

El resultado, como se ha venido sosteniendo, fue una débil influencia de la metrópoli en la formación de relaciones económicas en las colonias y, en consecuencia, la formación autónoma de relaciones económicas que, si bien tenían algunos aspectos comunes con las formas históricas de Europa, mostraban importantes particularidades. Es por eso que García afirma que hubo una especie de esclavismo, pero no igual al greco-latino; una especie de feudalismo, pero no igual al europeo y, por último, las relaciones de producción de tipo capitalista no son similares a las de Europa Occidental.

Veamos a continuación los planteamientos de García sobre las particularidades de los sistemas en América Latina, cuyo propósito no era simplemente hallar las diferencias o semejanzas formales, sino analizar el fenómeno como un conjunto orgánico de relaciones, con una definida especificidad46.

De una parte, el proceso histórico que tenía lugar en el nuevo mundo, en el momento de la conquista, influyó necesariamente en el tipo de relaciones sociales que se constituyeron en la colonia, pero, de otra parte, los intereses económicos específicos de la metrópoli no exigían demasiado esfuerzo por el traslado e implantación de sus propias instituciones. El principal interés de España en las Indias estaba relacionado con la existencia de metales preciosos, esto por las razones aportadas por Baran. Al anterior interés respondieron todas las instituciones político-adminsitrativas coloniales y no a la consolidación de determinado tipo de desarrollo económico. García incluso piensa que:

El oro y la plata impidieron la formación de una economía orgánica en el nuevo Mundo... pero fueron la más alta contribución americana en la acumulación originaria sobre la que se asienta el capitalismo europeo47.

Todas las instituciones administrativas coloniales cumplen la función, casi exclusiva, de facilitar el traslado de riqueza a la metrópoli y, a la vez, constituir en las colonias un mercado complementario, monopolio absoluto de los comerciantes de la metrópoli. Lo anterior es extensivo a todo tipo de instituciones, entre ellas la iglesia católica, y la legislación indiana en general. La hipótesis que se desprende del anterior razonamiento es la de que el poco interés de España por implantar en las Indias su propio modo de producción, creó un ambiente tal que las formas económicas nuevas fueron surgiendo con características inéditas.

En las colonias españolas hubo esclavismo. Pero una cosa es el esclavismo en su forma clásica, como existió en Grecia y en Roma, y otra muy distinta el que hizo presencia en el sur de América. En el primer caso, la esclavitud es el resultado natural del desarrollo de los medios de producción y del cambio posterior a la descomposición de las relaciones económicas de tipo gentilicio. La posibilidad de la producción de mercancías en mayor escala llevó a que un número creciente de prisioneros de guerra fueran usados como productores de mercancías y el mismo productor tomara la forma de mercancía.

En cambio, el traslado de africanos por parte de los colonizadores españoles al sur de América, para usar la mano de obra en la extracción de metales preciosos de las minas, tiene otras causas y otras formas de funcionamiento. No interesa aquí la discusión con los entendidos en el tema sobre las causas y las formas de las relaciones de tipo esclavista, solo me propongo plantear la forma como García entendía la diferencia entre el significado de los esclavos en lo que hoy es América Latina y la esclavitud en la antigua Europa. Él resume su planteamiento de la manera siguiente:

Desde el punto de vista orgánico, cuatro son -por lo menos- los caracteres fundamentales del sistema esclavista, entendido como sistema en el que empiezan a realizarse las premisas del capitalismo: la conformación sociológica del derecho de propiedad, la definición de la economía mercantil, la reestructuración del Estado y la apropiación del hombre como un instrumento de producción. Es obvio que no se habla aquí de la esclavitud como fenómeno irregular o adjetivo dentro del orden económico, sino como institución modeladora del sistema, aunque guiada -a la postre- por los principios capitalistas del mercado48.

Cuando García dice la esclavitud como un fenómeno irregular o adjetivo dentro del orden económico, se refiere al esclavismo en América Latina. La última parte del párrafo de García se debe a que él identifica capitalismo con mercado, aspecto ya discutido.

Antonio García lleva a cabo algunas reflexiones sobre el feudalismo en términos generales, es decir el feudalismo europeo. Considera que este régimen constituye un paso atrás en el desarrollo histórico, puesto que la producción mercantil, que alcanzó niveles considerables en el esclavismo, hubiera llevado a la producción capitalista, sino hubiera sido interferida por fuerzas políticas y militares poderosas. La organización feudal debió atrincherarse en una fuerte institución militar y política para poderse mantener en condiciones de encerramiento y resistir el empuje universalizador de las relaciones mercantiles dinerarias. Por esa razón las dos características generales que identifican este régimen son las siguientes:

  1. Señoríos territoriales y servidumbre, de carácter civil o monástico, con intrusiones de comunidades aldeanas, en la órbita política del campo.

  2. Reglamentaciones inflexibles de las profesiones por autoridades corporativas, como régimen urbano49.

Luego se pasa a analizar las particularidades del feudalismo colonial, derivadas de las condiciones históricas indianas, las cuales pueden ser mucho más significativas que lo que dicho feudalismo pueda tener de español. Veamos un largo párrafo en el cual García hace este planteamiento:

Las instituciones básicas del feudalismo que toman cuerpo social en América, son de importación española pero de modalidades específicamente americanas. De la misma manera que no puede verse en la servidumbre medieval europea una simple continuación de la esclavitud -a pesar de sus nexos y relaciones naturales- tampoco es posible estudiar la servidumbre americana (en las diversas formas de encomienda, concertaje, peonaje, etc.) como una prolongación de la existente en la Europa feudal: no pretendemos hallar las diferencias o semejanzas formales, sino analizar el fenómeno como un conjunto orgánico de relaciones, con una definida especificidad (lo que tampoco equivale a la absoluta especificidad, ya que ningún sistema es independiente ni aislado del todo). Ni el municipio, ni la encomienda, ni la comunidad, ni el cabildo, ni la real Audiencia o el Virreinato, ni la mesta, ni la manufactura, etc., pueden estudiarse con criterio de medievalista europeo, porque la procedencia es solo una característica formal50.

Las instituciones fundamentales del feudalismo americano son: la encomienda, las reducciones y las haciendas. La más representativa de estas formas es la encomienda, hasta el punto de que podemos, según García, identificarla con el feudalismo americano.

La encomienda consistía en el derecho que el soberano daba a los beneméritos de las Indias para explotar económicamente a un número determinado de familias indias, encomendados, en beneficio del encomendero, a cambio de lo cual debía protegerlos y cristianizarlos. Esta institución nació con carácter temporal, limitándose a una vida, pero la costumbre y lo beneficiosa que mostró ser para los encomenderos hizo que luego se prolongara hasta cuatro vidas y finalmente terminó por ser permanente.

A diferencia del feudalismo clásico europeo, donde los siervos son explotados económicamente y protegidos militarmente, los encomendados no reciben tal protección y el sometimiento lo reciben básicamente a través de la cristianización. Las diferencias son resumidas por García, como sigue:

  1. La protección del encomendero no tiene carácter militar ni la encomienda se basa sobre un poder militar; su poder coactivo no se orienta hacia fuera sino hacia adentro.

  2. La encomienda carece de "sistemas materiales de aislamiento" y de jurisdicción señorial, pero mantiene un amplio poder coactivo sobre la población adscrita.

  3. La población que se da en encomienda no es para que sobre ella se ejerza una protección tutelar defensiva, sino para que se le imponga coactivamente una organización social y política nueva.

  4. El objetivo de cristianización sirve para encubrir una técnica de asimilación pura y medularmente represiva.

  5. Las limitaciones de poder establecidas legalmente sólo hubieran tenido realidad si en vez de agencias del Estado español hubiese existido en América un Estado propio: la influencia política de los encomenderos hace nula la acción controladora de los funcionarios, máxime cuando se apoderan de instrumentos de gobierno local como los Cabildos.

  6. Lo que da a la encomienda una modalidad señorial, es la facultad de percibir tributos, de ordenar la vida social (descuartizando la organización indígena de clanes y tribus para reemplazarla por una individualista de familias, con el sistema anexo de parentescos y obligaciones) y de transmisión hereditaria (que vincula un territorio y una población indígena a una familia encomendera)51.

Por su parte las reducciones o pueblos de indios, funcionaban sobre tres bases:

  1. Exacción del tributo personal sobre el indio.

  2. Inmovilidad obligatoria del indio.

  3. Acción tutelar de un Corregidor de Pueblos Indios.

Las haciendas tuvieron diferentes expresiones en distintos lugares del nuevo mundo, como las siguientes: forma de colonato, yanaconazgo peruano; forma de aparcería: peonaje mexicano, terraje colombiano, concertaje ecuatoriano, inquilinaje chileno.

Pero, mientras en Europa, la esclavitud primero y el feudalismo más tarde evolucionaron hacia formas económicas más desarrolladas, con mayor productividad del trabajo, hasta desembocar en el capitalismo europeo, el esclavismo tardío y el feudalismo colonial de las Indias no tuvieron esa capacidad creativa. García nos dice que:

A un feudalismo negativo se añade una esclavitud negativa, sin fines de construcción económica: así se produjo un verdadero mestizaje de rasgos culturales, sin capacidad de crear lo que el esclavismo y el feudalismo crearon en Asia y Europa52.

El mestizaje de la esclavitud, la servidumbre y el salariado, se produjo en el sentido de encajar con un orden colonial parasitario, constituido para succionar, no para construir53.

Es decir, las formas económicas americanas, constituidas a partir de la herencia española, son hibridadas con las particularidades de las colonias y deben ser entendidas como formas nuevas, cuya característica fundamental es su carácter mestizo. Su conclusión es siempre la misma, si se trata de formas nuevas, deben ser conocidas en sí mismas y su estudio no es posible a la luz de teorías elaboradas para realidades históricas y espaciales diferentes. Y remata el maestro diciendo que para nuestras condiciones no es válido ni el planteamiento liberal de que el equilibrio se restituye automáticamente, ni el marxista de que la incapacidad de autorreconstruirse del sistema lo va a llevar a su fin. En general, las explicaciones científicas de las realidades sociales tienen la dificultad de que las ciencias evolucionan con mucha mayor lentitud que los hechos.

Las concepciones teóricas no se han modificado tan rápidamente o profundamente como esas transformaciones. Como ciencia política, la economía está mucho más atrás que los hechos económicos... aunque los grandes economistas políticos del siglo XIX no han sido superados -aún como constructores de sistemas de ideas, en el liberalismo o en el socialismo- sus esquemas de economía capitalista resultan casi del todo inadecuados, como es natural, por la sobreestimación optimista de las cualidades y la subestimación de los defectos...54.

Este otro argumento respecto a la teoría clásica, refuerza la necesidad de una teoría particular para América Latina. Dicha teoría debe ser no solo para interpretar la realidad, sino para transformarla, es decir, debe ser una teoría del desarrollo. Entendido éste como un proceso complejo causado por cambios profundos en la estructura económica y social internas de una sociedad, no como un simple resultado de la aplicación de fórmulas; no se obtiene el desarrollo por medio de políticas económicas.

El desarrollo no es una noción en sí, convencional y formalista, sino el resultado global de una amplísima operación estratégica y revolucionaria. Ningún país del mundo se ha desarrollado siguiendo las normas de racionalización formal que los teóricos e ideólogos sociales de los países desarrollados... han expuesto en sus manuales de desarrollo. En un sentido más estrictamente histórico, el desarrollo ha sido un proceso dinámico resultante de una gran revolución interior55 .

A la categoría de subdesarrollo, propuesta por los teóricos de los países desarrollados y sus seguidores latinoamericanos, entendida como un paso necesario en el camino hacia el desarrollo, García opone la categoría de atraso. La diferencia fundamental entre esas dos categorías radica en que mientras aquella es un estadio, una etapa, de tránsito hacia el desarrollo, esta es un estado, una situación estructural que no conduce a lugar alguno. Veamos sus palabras:

Atraso es una noción estructural y subdesarrollo es una noción formal y mecanicista: la primera exige un conocimiento dialéctico de las sociedades atrasadas como un todo, la segunda se fundamenta en mediciones convencionales de crecimiento56.

El concepto de subdesarrollo es externo, es una mirada comparativa desde el exterior, mientras que atraso es una apreciación orgánica al interior del objeto mismo. La mirada desde fuera muestra que los países latinoamericanos están subdesarrollados, de camino al desarrollo, el conocimiento integral de los países latinoamericanos indicaría que estos países son atrasados, no van de camino a ningún punto predeterminado. De otra parte, los países latinoamericanos no tienen en los desarrollados un modelo de futuro, sino que han establecido con ellos unas relaciones de dependencia, las cuales a su vez les imposibilitan el desarrollo. Tal dependencia no se limita a lo económico, es mucho más compleja y multilateral.

El atraso y la dependencia no solo existen en la órbita de lo económico o de lo político, sino también en el plano de la cultura y de la conciencia social y, de otra parte, todavía dominan en las llamadas élites intelectuales de tipo tradicional, las formas escolásticas o prerracionalistas del pensamiento social y filosófico57.

El atraso es una estructura que articula y comprende todas las esferas de la vida social en los países latinoamericanos y que, en consecuencia, funciona y se regula por su propia dinámica.

Un aspecto de la problemática económica del atraso se refiere a la naturaleza desequilibrada de las estructuras internas, y a las relaciones de interdependencia que las articulan como piezas maestras de un sistema de vida social.

Por lo general esas estructuras han sido estudiadas separadamente -como entes en sí- y desde una 'óptica sectorizada' del conocimiento social (economía, sociología, antropología, etcétera)58.

Se plantea aquí un problema de dos caras. Por una parte, no existe en la realidad social de América Latina una estructura compacta, en la cual todos sus componentes estén igualmente consolidados y presenten similares niveles de desarrollo. En una misma unidad social, en determinada región, se pueden encontrar componentes económicos similares a los europeos en manos de grupos sociales recién trasladados de estructuras tradicionales, correspondientes a formas económicas muy diferentes. Por otra parte, el problema anterior de la realidad se complementa con el problema teórico. El análisis de los problemas sociales se lleva a cabo por medio de ciencias especializadas: economía pura, sociología funcionalista, etc., las cuales no permiten entender la mencionada realidad en su complejidad concreta. Una realidad social y económica compleja, requiere de una teoría de la complejidad.

El atraso alcanza también el nivel mental de la población y, por supuesto, el modo de pensar de sus intelectuales. Estos conservan una visión del mundo de tipo premoderno, por lo tanto, los intelectuales del atraso estarían imposibilitados para dirigir procesos modernos de desarrollo. Solo podrán proponer alternativas de desarrollo quienes rompan con el pensamiento del medio y alcancen niveles superiores revolucionarios. A principios del siglo XXI quizá ha sido superada la premodernidad, o sea la escolástica, en el pensamiento de los técnicos, pero ahora surge otro problema distinto, es que los nuevos intelectuales son técnicos especializados que han adquirido su formación en las universidades de los países desarrollados y por ello su formación no es pertinente. Tales técnicos continúan viendo a los países latinoamericanos en una etapa de subdesarrollo, tal como los clasificó Rostow en su tiempo, y continúan ofreciendo como alternativa la alineación en el camino que recorrieron los países hoy desarrollados, en espera de la etapa superior, pretendiendo trasladar a los países atrasados el ejemplo de los desarrollados. En la práctica, lo que terminan trasladando, de los países centrales a los atrasados, es la parte formal de aquellos, los ritos, porque el traslado de su esencia es históricamente imposible. Esa es la razón para que los esfuerzos de modernización produzcan algunos sectores modernos que permanecen yuxtapuestos en la estructura atrasada. La esencia del sistema, como lo sostiene García, debe ser interpretada a la luz de una ciencia propia, solo así la nueva formulación será auténtica.

Liberales o comunistas europeos no pueden comprender este fenómeno de la 'transmutación' de las ideologías y valores al ser trasplantados a los contextos sociales e históricos de Asia, Africa o América Latina. El no comprenderlo -en Estados Unidos, en Europa o en América Latina- explica esa absoluta falta de autenticidad y ese vacío ritualismo que acompaña a las formulaciones hechas por liberales y comunistas en América Latina en relación con los problemas de su integración y desarrollo59.

La historia ha demostrado que tanto liberales como marxistas se encuentran repitiendo discursos más bien rituales, que ni reflejan la realidad de nuestros países ni tienen la posibilidad de contribuir a transformarla.

La condición de atraso no deja ninguna alternativa a los países puesto que se trata de:

Un proceso que anula, frena o disloca las posibilidades de un crecimiento integrado, coherente, dinámico y conducido desde adentro, mientras las fuerzas sociales identificadas en un propósito de cambio y de construcción de una nueva sociedad no ganen la conciencia, la facultad organizativa y el poder de decisión para romper ese proceso y salvar esos obstáculos estructurales. De acuerdo con este enfoque dialéctico, el atraso es una estructura y un proceso...60.

La salida a esta situación requiere, de una parte, la elaboración de un diagnóstico correcto que solo puede ser posible, valga la insistencia, a la luz de una teoría auténticamente latinoamericana, elaborada por pensadores latinoamericanos, y, de otra parte, que los latinoamericanos, cuyos intereses se beneficien con la salida de la situación de atraso, tomen como suyos el diagnóstico y las estrategias de desarrollo y lleven éstas a la práctica. Puesto que el atraso es una situación estructural y múltiple, su diagnóstico debe tener las mismas características, por lo que no puede ser tarea de especialistas: economistas o sociólogos o historiadores; debe ser un esfuerzo intelectual complejo que incluya múltiples disciplinas. Esta fue la razón para que García tratara de incluir en su pensamiento las diferentes ciencias sociales.

Especial atención dedicó el maestro al estudio de la historia colombiana y latinoamericana. Los últimos años de su vida estuvieron dedicados, como dijimos más arriba, al estudio de esta disciplina, entendida no como la descripción de hechos en el tiempo, sino como análisis de procesos sociales complejos. Al respecto afirmaba:

Dialécticamente, la historia ha de servir para relacionar lo que ha pasado con lo que está ocurriendo, ya que no existe pasado que pase del todo y cuyas leyes y raíces no condicionen la vida histórica de los pueblos61.

La historia debe ser estudiada, según el criterio de García, con el propósito de encontrar las tendencias permanentes que puedan hacer presencia en el hoy y probablemente mantenerse hacia el futuro. La transformación de la realidad debía pensarse, no a partir de supuestas leyes históricas abstractas, sino del conocimiento de tendencias concretas de una historia propia.

La visión que García tenía de la historia se diferenciaba, como en los otros aspectos, tanto de los marxista ortodoxos como de los analistas burgueses. Los marxistas han mantenido en América su visión europea de la historia y en consecuencia siguen viendo la sociedad en blanco y negro, dividida en burgueses y proletarios. Ellos no han entendido que:

...las clases sociales no funcionan como bloques de cemento armado y (de) que -en la historia de los conflictos sociales- es fundamental la diferenciación de las clases en las capas y estratos, en élites perspicaces de vanguardia y en retaguardias pasivas, reaccionarias o conservadoras62.

Según García, existe un hilo conductor que se mantiene a través de los grandes hechos históricos de transformación social, de nuestro país, a partir de la participación social en la lucha por el poder. Ese hilo se puede identificar en tres hitos revolucionarios: la Insurrección de los Comuneros, en 1781; la guerra de Independencia contra España, entre 1810 y 1819; la revolución popular de los artesanos que llevó al General Melo al poder, en 1854. Dos lecciones significativas se debían sacar del estudio de los tres hechos históricos transformadores mencionados: la primera, que a pesar del carácter revolucionario de esos procesos la transformación revolucionaria definitiva de Colombia estaba inconclusa y, la segunda, que la verdadera revolución en el país debía pensarse como continuación de dichos procesos.

Quizá el movimiento más importante de los tres mencionados fue el primero por ser auténticamente popular y significar una ruptura en la historia del subcontinente. Con la revolución de los Comuneros, junto con varios movimientos similares en las colonias hispanoamericanas, hace presencia en el panorama histórico la conciencia de americanos, es el primer paso de la historia americana. La historia de la Colonia era una prolongación de la historia española en esta parte del mundo, mientras que, con los movimientos comuneros, el espíritu americano hace presencia en la historia universal con identidad propia. El movimiento revolucionario tenía un contenido de autenticidad, no solo por su contenido auténticamente popular, sino porque no podía recibir influencia de revoluciones de otras partes del mundo, como las europeas, porque estas no habían tenido lugar.

La revolución de los Comuneros ha sido la única revolución colombiana surgida al impulso de una dinámica propia e interna: sus resortes hay que buscarlos, en última instancia, en esa fuerza oscura que transita entre el instinto y la conciencia ingenua del pueblo63.

Las revoluciones del viejo continente fueron posteriores, por ejemplo, la revolución burguesa de Francia tiene lugar ocho años más tarde. Los contenidos de las diferentes revoluciones de la época eran variados, la revolución que tuvo lugar en Europa era una guerra proletaria iluminada por los intelectuales, en el caso francés por los enciclopedistas; la revolución americana no era de clase, sino que representaba los intereses de todas las capas sociales americanas frente a la metrópoli.

El movimiento de independencia de 1810 ya no tenía la esencia popular del de 1781, porque en ella hacía presencia la influencia ideológica de los revolucionarios franceses. Al respecto, García nos dice que:

En última instancia, la diferencia esencial entre la insurrección de 1781 y la revolución de 1810, consistió en que en la primera el pueblo raso tomó la iniciativa y obtuvo el apoyo -desde luego condicionado- de la élite latifundista burguesa; y en la segunda, fue la aristocracia latifundista y la burguesía de comerciantes criollos la que tomó la iniciativa del alzamiento revolucionario -a partir del escenario de Cabildos- y solo posteriormente obtuvo el apoyo y alistamiento del pueblo raso, al modificarse el esquema político de la Independencia y al transformarse la guerra del patriciado en una guerra popular64.

Diferente a las revoluciones europeas y la norteamericana del siglo XVIII fue la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, en el siglo XIX, esta fue una guerra civil que transformó las relaciones de producción de la sociedad, para dar origen a una verdadera economía industrial capitalista. En otras palabras, la Guerra de Secesión fue una verdadera revolución. Al respecto, nos dice García:

Mientras las guerras civiles latinoamericanas ahogaron sus economías en papel moneda sin lograr ninguna transformación en el orden político de la organización del Estado, ni en el orden económico de la organización de la empresa productora o de distribución mercantil, la Guerra de Secesión es una guerra revolucionaria, por cuanto de ella surge un poder de unificación enérgica de la economía nacional, un mercado sin fronteras internas, una nueva población compradora y una segunda revolución industrial65.

Es un enorme error histórico el suponer que las guerras de independencia tuvieron el rango de una revolución social consumada y que por medio de ellas la América Latina empezó a vivir como las sociedades nacionales de Europa Occidental... la República no aportó nada nuevo a la América Latina, desde el punto de vista de la constitución social...66.

El movimiento que provocó el ascenso a la Presidencia del general José María Melo, en 1854, tenía un importante significado para García, sin que este dejara de tener un carácter de inacabado, desde el punto de vista revolucionario. Esta es su apreciación del hecho histórico:

El golpe de Estado del general José M. Melo -iniciado como una rebelión cuartelaria, el 17 de abril de 1854, siendo comandante general de las tropas- es la válvula de escape de ese estado de compresión revolucionaria, que no encontraba salidas por las vías de un sufragio lleno de trabas y limitaciones. El golpe de Melo fue un salto al vacío -ya que no logró convertirse en una revolución social, adquiriendo su entera dimensión histórica- por la concurrencia de varios factores adversos: la fuga de los intelectuales revolucionarios, quienes inflamaron las Sociedades Democráticas y hurtaron el cuerpo en el momento decisivo; la deserción del general José M. Obando...; la incapacidad política y militar del general Melo... Este fue el proceso de un Golpe de Estado que estuvo a punto de transformarse en la revolución social de la Nueva Granada y que, por desborde de sus causes -o por no encontrarlos- limitó su carácter histórico al de una aventura de cuartel67.

El movimiento de Melo tenía la oportunidad histórica de concluir un proceso iniciado en 1781, con los Comuneros, continuado entre 1810 y 1819, por los patriotas, pero no lo hizo. De otra parte, a diferencia de los intelectuales franceses que le dieron el componente ideológico a los proletarios y finalmente los acompañaron en la toma del poder político, en la Nueva Granada los liberales radicales que animaron ideológicamente al artesanado y sus organizaciones populares, las Sociedades Democráticas, no supieron mantenerse en el momento político decisivo. Melo, por su parte, no tenía la talla histórica para liderar por su cuenta el movimiento, él solo pudo ejercer un liderazgo circunstancial.

Solo a manera de ejemplo, es bueno contrastar el análisis dialéctico que García hace de los hechos de 1854, con la apreciación de un historiador formalista sobre el mismo episodio histórico:

En cierta ocasión, a principios de 1854, Melo regresaba de madrugada a su cuartel... La orden que había impartido a la tropa era permanecer en los edificios de la misma. De pronto, en plena calle y a esas horas, se encuentra con el cabo Pedro Ramón Quirós, quien había desobedecido la instrucción del superior. Este le increpa acremente tal conducta, a lo que el sorprendido suboficial le responde también con violencia verbal. Melo no resiste esa reacción del subalterno y saca su espada al haberse ido a las manos, con tan mala suerte para ambos que Quirós recibe una estocada mortal y fallece poco después.

El suceso, como era de suponer, conmovió a la asustada capital y sería de suficiente envergadura para Melo, que más tarde, se comenta, le estimularía a derrocar al presidente constitucional, general Obando68.

Nótese la diferencia esencial entre un historiador, como García, que se preocupa por la constitución orgánica de la sociedad y el autor del párrafo anterior, que solo se preocupa por la descripción formal de aspectos que para el primero serían totalmente insignificantes. Como queda claro, Antonio García aborda la historia de Colombia con los criterios de su propuesta estructural y orgánica.

Además de estos cambios fundamentales, relativamente revolucionarios -lo relativo hace relación a que no llegaron a concluir en una verdadera revolución- García divide la historia de Colombia en una serie de ciclos, caracterizados por los sectores de las clases que se apropiaban del poder.

Un primer ciclo está constituido por todo el periodo colonial, caracterizado, como es obvio por las condiciones determinadas por España para sus colonias. No se habla de la historia anterior a la llegada de los colonizadores porque García seguramente no tuvo tiempo para dedicarlo al estudio de los periodos precolombinos.

A partir de la independencia se constituye la Primera República, que es un segundo ciclo. Hasta la llegada de los liberales radicales al poder, con José Hilario López, las instituciones, al menos las económicas continuaron siendo las mismas de la Colonia. Luego se forma un movimiento deseoso de transformaciones económicas y sociales, bajo la influencia fundamentalmente de la Revolución Francesa de 1848, cuyos ecos fueron acogidos con gran entusiasmo por los intelectuales criollos de la época. Como dice García:

En este clima político se desarrolla el explosivo movimiento de las Sociedades Democráticas -formadas por artesanos, estudiantes, profesionistas liberales y militares revolucionarios, identificados en ciertas líneas ideológicas del socialismo blanquista que tan singular importancia tuvo en la Revolución Francesa de 1848-...69.

Toda esta época es caracterizada por el papel de los liberales radicales que se esfuerzan por introducir costumbres modernas en lo económico y en lo político. Y, al mismo tiempo, influidos por el pensamiento liberal librecambista europeo, ahogan los intentos del artesanado de consolidar los rudimentos de la producción industrial nacional.

Viene luego el ciclo de la contra-reforma, caracterizado por la llegada al poder de los sectores de la derecha, representados entonces por el partido conservador y la Iglesia Católica. Según García:

La contra-reforma es un movimiento que se articula a partir de la sexta y séptima década del siglo XIX y que tiene como vértebras nacionales -en un país en proceso de desintegración- a la Iglesia Católica, a la antigua y nueva aristocracia latifundista y a un renovado partido conservador70.

Este ciclo histórico tiene continuidad, con el partido conservador en el poder, hasta el regreso de la burguesía liberal al poder en 1930.

El ciclo de la segunda República Liberal tiene lugar con el regreso al poder del partido liberal. Es el tiempo del avance considerable de la economía capitalista en el país, que ya se había iniciado en los años veinte, con la creación de algunas instituciones necesarias al capital asesoradas por las primeras misiones norteamericanas. Simultáneamente los liberales llevan a la práctica una serie de medidas que conllevaban cierta reestructuración de clases, permitiendo el ascenso de nuevos segmentos de la sociedad, tanto en el sector urbano como en el rural. García enumera tales cambios como:

...el de crear mecanismos institucionales de negociación en los agudizados conflictos de clases; el de eliminar las relaciones señoriales en el campo; el de mejorar las condiciones de distribución social del ingreso; el de estimular la expansión y ascenso de las clases medias, por medio de la universidad, las instituciones de intermediación política y la burocracia71.

El ciclo de la contrarrevolución y desmantelamiento de la reforma liberal. En la década de los años cuarenta, regresa al poder el partido conservador y se lleva a cabo lo que podemos llamar una contrarrevolución sin revolución. Si se tiene en cuenta que los cambios conocidos en la Segunda República Liberal, si bien fueron de avanzada, no se pueden considerar revolucionarios, hay que decir que la reacción de los conservadores para desmontar dichos cambios fue desproporcionada. Hay que anotar que la reacción estaba encaminada contra las modificaciones de tipo social, mas no así en los procesos económicos de desarrollo capitalista, estos continuaron consolidándose.

Luego viene el ciclo de desarrollismo dependiente, que se inicia en la década de los años sesenta. Se caracteriza por la fuerte presencia del capital extranjero y la consecuente dependencia de la economía colombiana respecto al capital foráneo. Se imponen a la economía nacional las condiciones propias del capital financiero internacional; se instala en la economía colombiana un capitalismo monopolista, sin que el desarrollo histórico haya llegado a superar la etapa propia del capitalismo de libre competencia. Dice García que el país de ninguna manera estaba preparado para entrar en la etapa de desarrollo que se le imponía y, por lo tanto, lo que se podía configurar era una economía totalmente dependiente. Lo que tuvo lugar fue la penetración de...las transnacionales en esta nueva economía de mercado y la implantación de las modernas formas del capitalismo monopolista, antes de que el país hubiese podido articular una política científica y tecnológica y antes de que hubiese podido experimentar algún periodo de libre concurrencia72.

La anterior es solo una enumeración de la división que hace Antonio García de la historia de nuestro país en ciclos, definidos por el partido que detentaba el poder y, en consecuencia, por el tipo de medidas y de cambios que llevaba a cabo en la economía y en la sociedad.

Especial atención dio García, en los campos sociológico y político, al problema de la democracia. En este, como en otros temas, aplica su método orgánico en el análisis. El planteamiento inicial es que la democracia es una totalidad, compuesta de múltiples elementos interrelacionados, ninguno de los cuales puede dejarse de lado, ni en la teoría ni en la práctica.

El problema de la democracia no puede ser teóricamente retaceado, ni resuelto por partes: es un problema de todo o nada. En esto consiste la parcialización de las tesis expuestas del lado capitalista o del lado comunista: en que confunden una parte del problema con el problema total73.

El tema, según García, no ha sido tratado por nadie de manera integral, todas las teorías de la democracia son parciales, bien sea del lado democrático-burgués: Rousseau, Montesquieu, Locke, o del lado democrático-proletario: Marx, Engels, Lasalle, Kautski. Los primeros hacen énfasis exclusivamente en la democracia política y los segundos en la democracia económica, pero tanto un enfoque como el otro son parciales, mutilan la democracia.

Pero lo verdaderamente útil es llegar a una filosofía de integración, que no descomponga y separe los problemas económicos de los políticos o los políticos de los culturales, los problemas de medios o los de fines, sino que tome unos y otros para integrarlos en un sistema de pensamiento74.

La alternativa que encuentra el maestro consiste, en primer lugar, en aplicar el método orgánico al análisis de la democracia y, en segundo lugar, partir del supuesto de que no existen en la práctica social verdades obvias, verdades que no necesitan demostrarse. Se debe integrar por una parte: lo económico, lo político y lo cultural, y por otra: los medios con los fines. La democracia es, en última instancia, un sistema de vida.

Un sistema de vida no solo cosiste en una suma aritmética de formas, sino en unos hábitos, una psicología, un espíritu, una teoría y una práctica75.

Comprende no solo las relaciones económicas, políticas, jurídicas o culturales, sino la manera de existir esas relaciones, el espíritu que crean y los efectos sobre la conducta social76.

No es posible determinar de una vez y para siempre, en abstracto, los factores componentes de la democracia; pero una enumeración aproximada, solo para dar una idea del problema, podría ser la siguiente:

La unidad entre los medios y los fines, que propone la concepción orgánica, no puede aceptar la ausencia de democracia como el caso de la dictadura del proletariado que sacrifica la democracia como medio, a cambio de un fin supuesto que llegará después.

El problema de la democracia no ha sido trabajado con especial atención en el marxismo. Carlos Marx habla de que en el periodo de tránsito al comunismo la forma de gobierno será la dictadura del proletariado, pero no se detiene especialmente en la explicación del tema, se trata solo de una afirmación escueta en la Crítica al Programa de Gotha:

Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado77.

Pero la anterior afirmación es hecha casi como al desgaire, sin que fuera el tema central de la exposición. Por su parte, Federico Engels después de la muerte de Marx recordaba la participación de los dos en la constitución de la Liga de los Comunistas en 1847 y el carácter democrático que le dieron a dicha organización:

En cuanto a la organización, esta era absolutamente democrática, con comités elegidos y revocables en todo momento, con lo cual se cerraba la puerta a todas las veleidades conspirativas que exigen siempre un régimen de dictadura, y la Liga se convertía -por lo menos para los tiempos normales de paz- en una sociedad exclusivamente de propaganda78.

Hay dos conceptos aquí que debemos recordar, para confrontarlos con los marxistas del siglo XX, estos conceptos son: elegidos y revocables en todo momento y las veleidades conspirativas que exigen siempre un régimen de dictadura. Con Lenin y los bolcheviques las cosas cambian radicalmente. Aparecen dos principios leninistas relacionados con la democracia que son centrales en todo este problema: el centralismo democrático y luego la dictadura del proletariado. Esta, consideraba Lenin, era la democracia proletaria que superaba a la democracia burguesa; el poder soviético -afirma el líder comunista- es el primero del mundo... que incorpora al gobierno a las masas, precisamente a las masas explotadas79. El centralismo democrático es un principio apropiado para la conspiración, cuando, como decía Engels, se exige un régimen de dictadura. Para los bolcheviques era un principio necesario en su condición de conspiradores. Pero tal principio se extendió a las épocas de paz y siguió rigiendo en los países socialistas, hasta que dejaron de existir como tales. La dictadura del proletariado, que podía haber sido necesaria en los primeros años posteriores a la toma del poder, se convirtió en la forma normal de gobierno y terminó en la práctica convertida en la dictadura del Partido y, finalmente, en la dictadura de los burócratas comunistas, en lo que dio en llamarse el aparato del partido. Por supuesto, aquello de elegidos y revocables en todo momento, de los que hablara Engels, jamás tuvo lugar. Los comunistas, en los países socialistas, se preocuparon exclusivamente por la democracia económica y en ella tuvieron relativos éxitos, pero en todo caso se trataba de una parte de la democracia y, por lo tanto, en la visión de García, no era ninguna democracia.

De otra parte, los liberales, cuya concepción de la democracia solo se refiere a lo político, la han convertido en un proceso puramente formal. Al no contar con la democracia económica, las personas pueden tener derechos, pero al no tener condiciones para ejercerlos es como si no los tuvieran. Igualmente la democracia parcial de los liberales se convierte en ausencia de democracia. Antonio García propone una síntesis entre liberalismo y marxismo, como la propuesta del socialismo moderno o tercera vía, su propuesta orgánica es:

Tercera posición solo puede ser la que represente una superación de capitalismo y comunismo. (...) La única Tercera Posición -desde el punto de vista filosófico, económico, político, cultural- es la del Nuevo Socialismo, en cuanto no sólo significa una superación del comunismo sino de todas las viejas formulaciones socialistas. El socialismo se constituye en Tercera Posición, al afirmar la tesis de que los problemas del hombre y de la democracia no pueden resolverse sino como una totalidad indivisible80.

Ninguna democracia parcial es verdadera democracia. No lo es la propuesta liberal que no proporciona las condiciones económicas para ejercer los derechos democráticos ni lo es la democracia proletaria que no proporciona libertad al individuo, para que este ejerza libremente tales derechos.

Es muy importante el hecho de que algunos de los planteamientos formulados por Antonio García, a mediados del siglo XX, adquirieron importancia al final del siglo. Muchos pensadores han venido en las últimas décadas planteando la necesidad de reconocer la complejidad de la realidad social y pensarla como tal, es decir, complejizar también el pensamiento. En la teoría se pueden abstraer aspectos parciales de lo social como los económicos, históricos o sociológicos, pero el error consiste en creer que en la realidad existe tal separación, en la sociedad todos los aspectos se encuentran fundidos en una sola unidad. García lo expresa de la siguiente manera:

La tesis de la indivisibilidad es la de que la vida social puede descomponerse en muchos aspectos y problemas, pero no constituye sino un ente continuo. En eso consiste su característica más desconcertante, su mayor simplicidad y su mayor complejidad81.

Algo muy similar afirma el padre del Pensamiento Complejo, Edgar Morin, varias décadas más tarde:

Existe, pues, la necesidad de contextualizar todo conocimiento particular y, si es posible, introducirlo en el conjunto o sistema global del que es un momento o una parte82.

Otro aspecto que afronta García, en relación con la democracia, es el que tiene que ver con la Nación y con el Estado. Aquí nuevamente se enfrenta a las dos posiciones contrapuestas de marxistas y liberales. Los marxistas desde un principio tomaron la posición radical de que los proletarios no tienen patria y que ellos se proponen la construcción de un mundo sin fronteras nacionales. Desde la consigna de ¡proletarios de todos los países uníos! con la cual remata el Manifiesto del Partido Comunista, publicado en 1848 por Marx y Engels, hasta los planteamientos de Lenin al invitar a los soldados rusos a volver sus armas contra el Gobierno del Zar, en la primera guerra mundial, siempre el pensamiento proletario a tendido a minimizar el valor de las fronteras nacionales. Por encima de estas se encuentran los intereses de clase. La siguiente cita, tomada del padre de la revolución bolchevique, resume la posición de los teóricos del proletariado:

El francés, alemán o italiano que dice: "el socialismo condena la violencia ejercida contra las naciones, y por eso yo me defiendo contra el enemigo que invade mi país", traiciona al socialismo y al internacionalismo. Ese hombre no ve más que su "país", coloca por encima de todo a "su" burguesía... El socialista, el proletario revolucionario, razona de otra manera: ...No debo razonar desde el punto de vista de "mi" país, sino desde el punto de vista de mi participación en la preparación, propaganda y acercamiento de la revolución proletaria mundial83.

Por su parte, el pensamiento liberal tiene de la Nación un concepto puramente abstracto, simplemente como un ordenamiento político asentado sobre un territorio. El nuevo socialismo de Antonio García, por supuesto, propone la síntesis en los siguientes términos:

Frente a esos conceptos polares y excluyentes -afirmación y negación- el socialismo elabora una Tercera Posición, un concepto síntesis: el de que la Nación es una comunidad que debe y puede realizar solidariamente su destino y emplear conjuntamente los factores que le sirven de patrimonio, con el objeto de superar las condiciones de su existencia, especialmente en la órbita de los países débiles y subdesarrollados84.

En el problema del Estado también se diferencian las posiciones marxista y liberal. Sin embargo, en este tema las posiciones no son contrapuestas: los liberales disminuyen al máximo el papel del Estado, dejando toda la responsabilidad de los procesos económicos al mercado y a los agentes individuales. Al menos así se plantea en la teoría. Los marxistas, por su parte, vislumbran la desaparición del Estado en una sociedad comunista futura. En palabras de Lenin:

El Estado es producto y manifestación de la inconciliabilidad de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en la medida en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse85.

Y, por consiguiente, en el Comunismo con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado. García critica la posición de los marxistas sobre el Estado, principalmente situando las opiniones de Marx y Engels en su contexto histórico. El Estado que conocieron estos dos pensadores, tanto el prusiano que reprimía todo movimiento social como el francés que fue implacable en su violencia contra la Comuna de París, se trataba de un Estado eminentemente represivo, puesto que otras funciones del Estado moderno aún no tenían lugar. La posición de los fundadores del pensamiento comunista se relacionaba con el Estado de su tiempo, del siglo XIX. Por su parte, Lenin solo teóricamente se proponía acabar con el Estado, mientras que en la práctica no hizo otra cosa que fortalecer el Estado soviético, como instrumento indispensable de la dictadura del proletariado y de la planificación de la economía revolucionaria. El hecho es que ni Marx ni Lenin conocieron el Estado que empieza a existir después de la primera guerra mundial.

El Estado como órgano de servicio, como mecanismo de gestión económica, es fenómeno social del siglo XX: surge de las guerras totales y las crisis de la revolución rusa, de la insurgencia revolucionaria de los países atrasados y de la socialización democrática de Inglaterra86.

La opinión de García, sobre este tema y sobre otros similares, es que Carlos Marx a veces generaliza fenómenos no generalizables. Dado que el pensador alemán esperaba que la crisis económica diera al traste muy pronto con el sistema capitalista, incluso temía que no alcanzara a terminar su obra fundamental antes de que se hundiera el sistema, como le dice a Engels en una carta de septiembre de 1857, se esforzaba para al menos tener claros los esquemas antes del déluge. Por lo anterior, convertía en universales el comportamiento del Estado propio del siglo XIX.

En la década de los años treinta del siglo XX, tenía mucho éxito la economía planificada del modelo socialista, esto unido a la profundidad de la crisis cíclica de dichos años puso en entredicho el pensamiento liberal, todo lo cual llevó a dar mucha importancia al papel indiscutible del Estado. Esta experiencia histórica fue comprendida por García. Su opinión era que los países de América Latina necesitaban un Estado fuerte, capaz de proteger las economías americanas, frente a la competencia de los países desarrollados, y de planificar los procesos sociales y económicos. Por esa razón, su gran obra Bases de Economía Contemporánea lleva el subtítulo de Elementos para una economía de la defensa. También esta es una razón para que García le diera gran importancia al alemán Schmoller, defensor de un Estado activo en los procesos económicos.

Tenemos entonces el fenómeno paradójico -pero desde luego perfectamente explicable- de que justamente en donde, como en los países latinoamericanos o correspondientes a esferas coloniales, es más vitalmente necesaria la actividad social del Estado, este no existe como construcción enérgica y nacional, con capacidad de rehacer una sociedad, de modificar unos sistemas de trabajo y de vida y de recuperar biológicamente una población en estado regresivo87.

No sobra decir que una de las causas fundamentales de que la América Latina no haya conquistado un mínimum de independencia económica, ni superado su localismo, ni sus formas tradicionales de existencia política, es la carencia de una eficaz y verdadera organización estatal88.

Al lado de la debilidad de las estructuras de la economía se encuentra también la debilidad en la estructura de la sociedad, lo cual se constituye en un inconveniente para el funcionamiento de una verdadera democracia. La democracia orgánica requiere, de una parte, la presencia de una clase social capaz de liderar los procesos sociales, ese papel lo jugó en Europa la clase burguesa, y, de otra parte, el pueblo debe tener presencia a través de sus organizaciones propias. En América Latina se ha carecido de lo uno y de lo otro.

Históricamente no se puede hablar de una clase burguesa latinoamericana en sentido estricto. Tampoco, en la comprensión de García, los grupos dirigentes tenían la formación intelectual para dar presencia universal a estos países. En el siglo XIX se solía hablar del humanismo en la formación de los intelectuales, pero se creyó equivocadamente que humanismo significaba el simple conocimiento formal de lo grecolatino, de la gramática, la retórica y la filosofía escolástica89. Mientras en Europa el humanismo tuvo el significado de un renacimiento de las culturas griega y latina, conjugadas con el avance científico que llevó aparejado el nacimiento del capitalismo, donde el término tenía el significado de la recuperación de la inteligencia humana en la explicación del mundo, que durante toda la edad media tuvo una explicación divina, en nuestro medio se creía que el humanismo consistía en el conocimiento de las lenguas griega y latina para leer a los filósofos escolásticos. El humanismo en América Latina, si hubiera sido verdadero, hubiera implicado que los gramáticos como Miguel Antonio Caro o José Rufino Cuervo estudiaran simultáneamente las lenguas aborígenes del continente, para poderse comparar realmente con los europeos del Renacimiento: penetrar la cultura clásica desde lo propio. El humanismo, en nuestro medio, fue más bien una pose sin mayor contenido. El poder, en todo caso, no estuvo nunca en manos de clases sociales cuyos intereses estuvieran unidos al desarrollo y al fortalecimiento de la democracia, sino en familias poderosas cuyos intereses no estaban claramente definidos, desde el punto de vista de las formaciones económicas o las clases sociales.

Desde las Guerras de Independencia, la República había descansado sobre este pacto implícito: las grandes familias, que se han transmitido hereditariamente el poder público, de generación en generación han tenido bajo su responsabilidad el funcionamiento de la democracia...90.

En el otro extremo, tampoco el pueblo ha estado representado por las organizaciones que deben representarlo: los partidos y los sindicatos. En el caso de los partidos, en nuestros países, los que hacen las veces de líderes de los procesos políticos o bien copian la forma externa de las organizaciones políticas europeas o bien imitan las frases, las posturas, las maneras externas de Bolívar y Santander: pero en cambio, nadie ha entendido la 'lección histórica' de Bolívar y Santander91.

Y las veces que han surgido grupos de jóvenes intelectuales capaces de liderar verdaderos procesos revolucionarios, como aquellos de la década de 1850, Murillo Toro, Rafael Núñez, Julio Arboleda o Florentino González, que hubieran podido culminar la revolución inconclusa iniciada con la guerra de independencia, terminan en una frustración como el golpe de Melo, después de lo cual vuelven a integrarse a la corriente normal.

Para terminar este capítulo, veamos la teoría de García sobre el futuro, lo que es igual, sobre los cambios de la sociedad.

El problema del 'futuro histórico' no debe confundirse con el de ese 'futuro remoto' que siempre ha de estar desdibujado por la niebla y que no es materia del análisis sino de la profecía92.

En este punto, García una vez más entra en discusión con los liberales y con los marxistas, además de los profetas. Los liberales clásicos tomaron el sistema capitalista como algo dado, como natural, a lo cual nos referimos al inicio del presente capítulo. La propuesta socialista de García era revolucionaria, por lo cual no podía aceptar el carácter inmutable del sistema. Tampoco aceptaba las predicciones inmutables del marxismo, ya nos referimos al caso de la extinción del Estado. Por el contrario si este le presta un servicio a la mayoría de la población en la construcción de una sociedad diferente al capitalismo, es de elemental propósito su fortalecimiento. Incluso fue lo que Lenin hizo en la práctica en la época revolucionaria de Rusia: fortalecer el Estado para garantizar las medidas revolucionarias que favorecían a los sectores populares. Lenin creador del Estado soviético, fue el mejor rectificador de Lenin teórico de El Estado y la Revolución93. No tiene el menor sentido que los líderes de una futura sociedad socialista traten de recordar y repetir lo que Marx o Lenin dijeron sobre el Estado, cuando aquellos tendrán, o deberían tener, un conocimiento superior sobre la institución del Estado y sobre la sociedad que están transformando, que el que pudieron tener todos los pensadores del siglo XIX o principios del XX. La historia real de la sociedad no se somete ni al eterno retorno de Nietzsche ni a la línea recta de Comte ni al espiral ascendente de Marx. En la historia real juega un papel la casualidad, mucho mayor que lo que esos pensadores creyeron.

La noción de la historia como círculo es tan falsa como la que representa el proceso histórico en la forma comteana de línea recta o de parábola ascendente. La historia no puede encerrarse en esta lógica de prefiguraciones racionalistas94.

El futuro de la sociedad, según García, será el socialismo y este funcionará mediante una democracia orgánica, entendida como:

Un sistema de órganos y de relaciones: un sistema de representación total, a través de órganos responsables y por intermedio de mandatarios responsables; una economía sujeta a planificación, socializada en sus sectores vitales y con fines de servicio y bienestar; un Estado que encarna la unidad del pueblo y que es órgano de regulación y de servicio; un régimen de responsabilidades que ordena la vida política y protege el ejercicio de la libertad. La democracia orgánica es el modo de realización de la democracia como todo: en ella están integrados... los diversos medios y los diversos fines95.

Los objetivos de tal democracia, en el socialismo, serán, entre otros: libertad, bienestar y seguridad. Tendrán lugar las libertades sociales para el funcionamiento de partidos, sindicatos, cooperativas, iglesias, órganos culturales, etc.; libertades para que cada individuo piense y exprese su pensamiento, escoja su profesión según sus aptitudes y deseos, etc.; bienestar para la persona y el grupo, garantizado por los ingresos del trabajo y los servicios socializados; seguridad para los individuos y las familias, financiada por el Estado y por las empresas.

Medio siglo después de que Antonio García hiciera los anteriores planteamientos, tendientes a combinar la democracia económica, es decir la garantía del bienestar, con la libertad de los individuos, el fracaso del Socialismo Real terminaría por darle la razón al pensador colombiano.

Lo que he planteado en este capítulo recoge los principales aportes de Antonio García al pensamiento latinoamericano, tanto en el aspecto metodológico como en el teórico. Los aportes relacionados con las estrategias, se desarrollarán en el capítulo siguiente.


1 GARCÍA, Antonio. Bases de Economía Contemporánea, en ANTOLOGÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO Y SOCIAL DE AMÉRICA LATINA, tomo 4, Plaza y Janés, Bogotá, 1984, p. 72.
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2 OSPINA, William. Las Auroras de Sangre, Norma, Bogotá, 1998, p. 18.
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3 GARCÍA, Antonio. Bases..., p. 42.
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4 Idem., p. 35.
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5 GARCÍA, Antonio. Atraso y dependencia en América Latina, "El Ateneo" editorial, Buenos Aires, 1972, p. 1.
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6 Idem. P. 5.
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7 MARX, Carlos. Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política, en OBRAS ESCOGIDAS DE MARX Y ENGELS, Progreso, Moscú, 1969, p. 187.
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8 MARX, Carlos. El Capital, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1976, p. XIII.
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9 Idem. p. XIV.
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10 SCHMOLLER, Gustavo. Política Social y Economía Política, Imprenta de Henrich y Comp., Barcelona, 1905, tomo II, p. 60-61.
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11 GARCÍA, Antonio. Bases..., p. 38.
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12 MARX, Carlos. El Capital, tomo 1, p. 13.
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13 GARCÍA, Antonio. Bases..., p. 37.
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14 MARX, Carlos. Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858, Siglo XXI, México D.F., 1978, tomo 1, p. 21.
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15 MARX, Carlos. El Capital, tomo 1, p. 38.
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16 GARCÍA, Antonio. Atraso y Dependencia, p. 10.
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17 Idem., p. 105
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18 GARCÍA, Antonio. De la rebelión a la organización de los pueblos débiles, editado por Humanismo y Sociedad Ltda., Santafé de Bogotá, 1995, p. 63.
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19 SMITH, Adam. La Riqueza de las Naciones, en BIBLIOTECA DE ECONOMÍA, Ediciones Orbis S.A., Barcelona, 1985, tomo 8, p. 58.
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20 MARX, Carlos. El Capital, tomo 1, p. 283, nota Nº 19.
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21 LABINI, Paolo Sylos. Subdesarrollo y Economía Contemporánea, en BIBLIOTECA DE ECONOMIA, Folio, Barcelona, 1997, p. 21.
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22 GARCÍA, Antonio. Bases..., p. 154.
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23 MARX, Carlos. El Capital, tomo 1, p. 289.
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24 GARCÍA, Antonio. Bases..., p. 153.
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25 Citado por Carlos Marx en Historia Crítica de la Teoría de la Plusvalía, Ediciones Venceremos, La Habana, 1965, tomo I, p. 16.
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26 MARX, Carlos. Miseria de la Filosofía, Ediciones Signos, Buenos Aires, 1970, p. 104.
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27 GARCÍA, Antonio. Bases de Economía Contemporánea, p. 167.
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28 Idem. p. 37.
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29 MARX, Carlos. El capital, tomo 1 p. 279-280.
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30 GARCÍA, Antonio. Bases de Economía Contemporánea, p. 98.
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31 Idem. p. 71.
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32 Idem. p. 54.
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33 Idem. p. 41.
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34 Idem. p. 55.
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35 Idem. P. 158.
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36 Idem. P. 172.
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37 Idem. p. 75-76.
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38 MARX, Carlos. La guerra civil en Francia, en OBRAS ESCOGIDAS DE MARX Y ENGELS, Progreso, Moscú, 1969, p. 306.
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39 GARCÍA, Antonio. Bases de Economía Contemporánea, p. 104-105.
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40 Idem. p. 67.
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41 Idem. P. 69.
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42 Idem. P. 51.
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43 BARAN, Paul. La Economía política del Crecimiento, Instituto cubano del libro, La Habana, 1971, p. 165.
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44 Idem. p. 166.
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45 GARCÍA, Bases de Economía Contemporánea, p. 106.
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46 Idem. p. 104.
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47 Idem. p. 106.
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48 Idem. p. 95-96.
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49 Idem. p. 99-100.
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50 Idem. p. 104.
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51 Idem. p. 142, nota Nº 27.
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52 Idem. p. 118.
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53 Idem. p. 119.
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54 Idem. p. 217-218.
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55 GARCÍA, Antonio. Atraso y Dependencia en América Latina, p. 15-16.
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56 Idem. p. 16.
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57 Idem. P. 13-14.
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58 Idem. p. 149.
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59 Idem. p. 18.
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60 Idem. p. 110.
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61 GARCÍA, Antonio. Los Comuneros, Plaza & Janés, Bogotá, 1986, p. 15.
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62 Idem. p. 12.
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63 Idem. p. 30.
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64 Idem. p. 12.
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65 GARCÍA, Antonio. Bases de Economía Contemporánea, p. 223.
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66 GARCÍA, Antonio. Atraso y Dependencia en América Latina, p. 327.
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67 GARCÍA, Antonio. La Democracia en la Teoría y en la Práctica, Editorial ARGRA, Bogotá, 1957, p. 81.
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68 ARIZMENDI POSADA, Ignacio. Presidentes de Colombia 1810-1990, Planeta, Bogotá, 1989, p. 98.
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69 GARCÍA, Antonio. La crisis de la Universidad, Plaza & Janés, Bogotá, 1985, p. 54.
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70 Idem. p. 59.
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71 Idem. p. 71.
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72 Idem. p. 92.
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73 GARCÍA, Antonio. La Democracia en la Teoría y en la Práctica, p. 1.
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74 Idem. p. 1.
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75 Idem. p. 2.
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76 Idem. p. 4.
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77 MARX, Carlos. Crítica del Programa de Gotha, en OBRAS ESCOGIDAS, Progreso, Moscú, 1969, p. 349.
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78 ENGELS, Federico. Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas, en OBRAS ESCOGIDAS, Progreso, Moscú, 1969, p. 472.
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79 LENIN, V.I. La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky, en OBRAS ESCOGIDAS en doce tomos, Progreso, Moscú, 1977, tomo IX, p. 19.
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80 GARCÍA, Antonio. La democracia en la Teoría y en la Práctica, p. 201.
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81 Idem. p. 205.
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82 MORIN, Edgar. Mis Demonios, Kairós, Barcelona, 1995, p. 213.
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83 LENIN, V.I. op. cit., p. 59-60.
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84 GARCÍA, Antonio. La Democracia en la Teoría y en la Práctica, p. 105.
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85 LENIN, V.I. El Estado y la Revolución, ed. cit., tomo VII, p. 5 .
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86 GARCÍA, Antonio. La Democracia en la Teoría y el la Práctica, p. 297-298.
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87 GARCÍA, Antonio. Bases de Economía Contemporánea, p. 275.
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88 Idem. p. 276.
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89 GARCÍA, Antonio. La Democracia en la Teoría y en la Práctica, p. 17.
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90 Idem. p. 13-14.
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91 Idem. p. 20.
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92 Idem. p. 108.
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93 GARCÍA, Antonio. Bases de Economía Contemporánea, p. 248.
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94 GARCÍA, Antonio. Atraso y Dependencia en América Latina, p. 123-124.
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95 GARCÍA, Antonio. La Democracia en la Teoría y en la Práctica, p. 243.
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