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PROTOPÍA

 

CREDIBILIDAD

PRINCIPIO DE GARANTÍA DE REPARACIÓN (ESTADO SUBSIDIARIO)

 

Los daños que las personas causan intencionadamente o por error, no solo deben ser castigados, sino que deben ser REPARADOS, y la reparación tiene tanta o más importancia que el castigo. Dependiendo del caso, la obligación de reparar el daño podría ser suficiente castigo.

El principio dice que el daño DEBE ser reparado. No dice por quién.

Está absolutamente claro que el daño, en primera instancia, debe ser reparado por quien cometió el delito. Ahora bien, el delito, en última instancia, siempre sucede porque el delincuente existe, porque la comunidad en el seno de la cual vive existe, porque la comunidad ha ofrecido la oportunidad de cometer ese delito, porque la comunidad no ha establecido suficientes medios para evitarlo, y porque nadie lo vigilaba en el momento de cometerse. Evidentemente, hacer que el delincuente repare el daño cometido es uno de los medios esenciales de animar a otro potencial delincuente a que no decida serlo. Mas aun así, la oportunidad la ofrece la comunidad. Y eso significa que por responsabilidad ascendente, el Estado mismo, la comunidad misma, tienen una responsabilidad subsidiaria, es decir, detrás de la del delincuente. Es la persona quien debe reparar lo que daña, pero no siempre está en sus posibilidades el hacerlo del todo. En este caso, es el Estado quien DEBE reparar el daño, porque el daño debe ser reparado, y si quien lo comete no tiene forma de repararlo, y no se le puede exigir que haga lo que no puede hacer, entonces solo queda el Estado para repararlo.

Existen otros argumentos, además de la responsabilidad ascendente.

El primero, de solidaridad, de reparto de riesgos. Ya dijimos que el reparto de riesgos es la mayor y mejor cualidad que una comunidad puede ofrecer. Es tan buena cualidad, que incluso si no existiese la especialización del trabajo, las comunidades deberían existir solo para hacer un reparto de riesgos, y que el individuo fuera arropado por sus congéneres frente a la adversidad del destino. Así fue durante decenas de miles de años. Toda persona, por el mero hecho de existir, y hacerlo en el seno de una comunidad, corre el riesgo de ser víctima de las acciones de otras personas. A un riesgo que se corre corresponde la obligación de repartir los riesgos (en una comunidad que se precie de ser constitucionalmente solidaria). Pero al tan general riesgo de ser víctima de alguien de cualquier manera, corresponde un pago necesario al que nos tenemos que obligar todos, pues todos lo corremos. De modo que TODOS debemos pagar el reparto de ese riesgo. Y si hablamos de todos, hablamos de la comunidad. Y si hablamos de la comunidad, puesto que todos participamos de ella, YA TENEMOS PAGADO ese reparto de riesgo. Solo es necesario que alguien empiece a reconocer que ya está pagado, y por consiguiente, corresponde, en su caso, cobrar la reparación. Ese riesgo de ser víctima de quien no puede repararnos es el que cubre el Estado por el hecho de existir, pues el Estado es quien recauda de todos, y por tanto, quien recibe el necesario pago del reparto de riesgos que nos afectan a todos. Por tanto, es el Estado quien debe responder en caso necesario.

El segundo es un argumento orgánico. Si la víctima de un delito no es rescatada por el círculo, lo menos que le puede ocurrir es que sienta menos simpatía por la comunidad que alimentó al malhechor, le permitió cometer su delito y la dejó en la estacada. Eso es una fuerza centrífuga de bastante importancia. Fuerza que debe ser compensada, según mantenemos.

Resulta bastante patético que todo lo que una víctima pueda pretender en nuestra sociedad, después de haberse hartado de trabajar en su beneficio, sea que encierren unos días a quien destruyó sus propiedades, las vidas de su familia, o su salud; y que nadie se haga cargo de esas propiedades perdidas, de los gastos médicos para cuidar esa salud maltrecha, etc.

No hacemos distinciones de delito ni delincuente. Si uno pretende ser más listo que nadie y saltarse todos los reglamentos sanitarios vendiendo comida envenenada, los daños que genere seguramente serán terribles. Quien haga tal cosa, debería despedirse de tener propiedades nunca más. Pero casi nunca la persona en cuestión será capaz de pagarlo todo. El Estado debe hacerlo. Para eso está. O para eso debería estar.

Los Estados que no responden de esta manera, no pueden pretender preocuparse lo más mínimo por la "justicia". ¿Como va a preocuparse si abandona a su suerte al individuo? ¿Como va a preocuparse si deja de hacer lo que la gente le paga por hacer?. ¿Cómo va a preocuparse si no le importan los daños causados?.  


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