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PROTOPÍA

 

LA REDISTRIBUCIÓN OBLIGADA DE RIESGOS

 

Es una idea muy sencilla, y se relaciona con el principio de la imprevisión humana. Si las personas estuvieran siempre pensando en los riesgos que corren cuando trabajan, invierten, estudian o deciden cualquier cosa, entonces nunca se levantarían de la cama, y no habría círculos de ninguna clase.

Evidentemente, pues, las personas que actúan en los círculos corren riesgos continuamente. La mayoría de las personas los corren simplemente de una forma inconsciente. Pero el caso es que los corren, y a veces, como decía al exponer el principio de la imprevisión, se tropiezan. Esto es completamente inevitable. La idea detrás de la redistribución obligada de riesgos es la que exponíamos en el principio: no hay bastantes piedras para que tropiecen todos. Se trata, pues, de que aquellos que no tropiezan en las piedras, ayuden a levantarse a los que lo hacen. De lo contrario, alguien que tropieza es alguien que no actúa más. Corremos esos riesgos actuando y simplemente estando.

El concepto de "seguro" es el que estamos tratando aquí. El problema es que, salvo en casos excepcionales, el tener o no tener un seguro que cubra cierta clase de riesgos depende de la persona. Ahora bien, a lo largo de la Historia, el hombre se ha acostumbrado tanto a dar y recibir insolidaridad, que ha evolucionado para no pensar en los riesgos, en especial, si tomarlos en consideración les produce algún perjuicio (como el tener que pagar cuotas de seguros). De modo que es evidente que si la mayoría de la gente con pocos ingresos (que es precisamente la que más riesgos corre) es la más estimulada a no tomarlos en consideración, y por tanto, carecer de seguro para las actividades que realiza, la gente con menos capacidad de asimilar los tropiezos es precisamente la más expuesta a ellos, y ello significa que constantemente habrá un chorreo de personas que "caen" fuera del círculo accidentalmente, y no tienen un modo de volver a él. En este sentido, lo accidental actúa como fuerza centrífuga. La mayoría de las personas corren riesgos simplemente estando. Todas sus propiedades corren riesgo de ser atacadas por personas o elementos naturales, por averías impagables y por envejecimientos prematuros. Todas sus propiedades pueden generar daños y todas sus actividades, desde trabajar a pasear, también. Pero la mayoría de ellas, especialmente entre los menos favorecidos, carecen de garantías solidarias (un nombre más bonito que la palabra seguro). Pero si fuera obligatorio tenerlas, entonces las personas no se engañarían sobre los costes reales de las cosas, y las oportunidades que ofrecen. A veces se consiguen cosas baratas, pero si tuvieran que estar aseguradas obligatoriamente, alguien tendría que responder de ellas a cambio de una cantidad, y por la cuenta que les tuviera, tendrían que aumentar esos costes si estas cosas baratas fueran también peligrosas o fáciles de perder. Así, las cosas adquirirían un COSTE MAS AUTENTICO, y por la cuenta que les tendría a los fabricantes y/o aseguradores, serían a su vez, más de fiar, generarían más confianza y se evitaría que las personas corrieran riesgos absurdos e innecesarios.

Por tanto, ocurrirían las mismas catástrofes, pero tendrían menos consecuencias humanas; también menos consecuencias materiales. Todo lo cual mitiga la acción de lo accidental como fuerza centrífuga económica.  


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