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¿Por qué los ricos son más ricos en los países pobres?


José María Franquet Bernis

 

 

El rol pasado y presente de estas instituciones

 

Nunca antes los diferentes medios de comunicación se habían interesado tanto como ahora por las principales instituciones económicas internacionales, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio. Sólo la prensa especializada y las secciones de economía de la prensa diaria se referían a ellas con motivo de la publicación de sus principales informes o cuando los ministros de finanzas, los presidentes de los bancos centrales o las máximas autoridades de los países miembros eran convocados a sus reuniones anuales. Pero difícilmente eran objetivo de titular en la primera página de los periódicos o noticia de apertura de los telediarios, salvo en muy contadas ocasiones.

En 1947, dos años después de acabada la Segunda Guerra Mundial, los países aliados, con Estados Unidos a la cabeza, decidieron sentar las bases de un sistema multilateral de comercio que superara el desastroso deterioro que experimentaron las relaciones comerciales internacionales en el período de entreguerras, y que probablemente fue uno de los factores que más contribuyeron a dicho conflicto bélico. El resultado fue la firma del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), cuyo objetivo era liberalizar progresivamente el comercio mundial, eliminando las trabas establecidas por los estados nacionales y sustituyéndolas por la cooperación entre ellos. El GATT formaba parte de un proyecto de ordenamiento de las relaciones internacionales que se ponía en marcha casi al mismo tiempo que el Fondo Monetario Internacional, dedicado a sentar el orden en el sistema monetario, y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial), destinado complementariamente a canalizar el ahorro a largo plazo.

Los principios básicos que inspiraron el GATT fueron los siguientes:

 

Ø             No-discriminación, esto es, que cualquier ventaja que un país contratante conceda a otro, se extiende automáticamente a todos los demás, a excepción de en los siguientes casos: 1) Los sistemas de preferencias existentes en el momento de la suscripción del acuerdo, 2) Las zonas de libre cambio y las uniones aduaneras (procesos de integración), y 3) Sistema de Preferencias Generalizadas, que es una serie de preferencias arancelarias que los países más desarrollados concederán a los menos desarrollados para un conjunto de mercancías, en especial las manufacturas.

Ø             Reciprocidad, el país beneficiario de una serie de reducciones arancelarias debe ofrecer concesiones similares, ya que, de lo contrario, los países llevarían a los gobiernos a ofrecer menos contrapartidas que las ventajas recibidas, quebrando el principio de igualdad de oportunidades.

Ø             Transparencia, consistente en permitir que sean los precios los que regulen el funcionamiento de los mercados. Esto no excluye la posibilidad de utilizar controles directos para resolver los desequilibrios temporales que se puedan presentar en la balanza de pagos. Las sucesivas “Rondas”, en fin, constituyen el mecanismo en el cual se llevan a cabo las reducciones arancelarias y los compromisos de liberación de los mercados.

 

El GATT fue un acuerdo de carácter provisional, puesto que la intención inicial era la de crear una organización internacional de comercio, pero al no ser ello posible subsistió bajo esta forma durante muchos años, contribuyendo directamente a la apertura y expansión del comercio entre los países que lo suscribieron. Hasta 1995 no se alcanzó el consenso necesario para que el GATT se convirtiera en una auténtica institución, creándose entonces la actual Organización Mundial de Comercio (OMC).

Tal como hemos explicado en el apartado anterior de nuestro libro, y sobre lo que volveremos a incidir en capítulos sucesivos del mismo, la Organización Mundial del Comercio (OMC) alcanzó un protagonismo inusitado en noviembre-diciembre de 1999 en la ciudad norteamericana de Seattle, en donde tuvo lugar su III Conferencia Ministerial, convocada para iniciar la nueva ronda de negociaciones comerciales internacionales, conocida como la “Ronda del Milenio”.

Repasando un poco la historia aquí relacionada, veamos que en la Conferencia de Bretton Woods de julio de 1944 nacieron dos instituciones: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, más comúnmente conocido como Banco Mundial). El FMI, con el mandato de velar por la estabilidad de los tipos de cambio de las monedas, de promover y supervisar el compromiso de los países miembros, de liberalizar las restricciones en los pagos por operaciones contabilizadas en la balanza por cuenta corriente (exportaciones, importaciones y balanza de servicios) y de proveer de recursos financieros temporales a los países con problemas en su balanza de pagos. El Banco Mundial, con el mandato expreso de proveer de recursos financieros, tanto para la reconstrucción como para el desarrollo económico. Estas dos instituciones, pues, se encargarían de la cooperación económica internacional en dos de los tres ejes fundamentales de las relaciones económicas internacionales: el monetario y el financiero.

Sin embargo, quedó pendiente la creación de una institución encargada de regular específicamente las relaciones comerciales internacionales, tal como se expresó en la propia Conferencia de Bretton Woods. Los trabajos preparatorios fueron realizados por las delegaciones americana e inglesa, inspirándose en los acuerdos recíprocos que había firmado Estados Unidos con numerosos países en el período comprendido entre 1934 y 1945. Sin embargo, ambas delegaciones mostraron algunas discrepancias de enfoque. Mientras los americanos defendían un enfoque básicamente liberal, los ingleses supeditaban esta liberalización a la prioridad de la política de pleno empleo. Esta discrepancia afectaba a los límites que se podían establecer en los compromisos de liberalización comercial y su supeditación al logro del pleno empleo.

Los países recurrieron al uso de las denominadas barreras no arancelarias y, también, a la utilización de subvenciones para la promoción de sus exportaciones. Estas prácticas recibieron respectivamente, la denominación de neoproteccionismo y neomercantilismo [1]. Las más utilizadas fueron: las reglamentaciones técnicas, los métodos de valoración de aduanas, las licencias de importación, la aplicación incorrecta de derechos antidumping y derechos compensatorios y la concesión indebida de subvenciones.

            La creación de amplios aparatos de vigilancia supranacionales y (no tanto) de los procesos económicos y financieros (y también de los políticos), por un tiempo pareció dar con la garantía necesaria para sostener el empuje de la Globalización. Sin embargo, hoy ve sus límites. Estos aparatos fueron simples adaptaciones de las organizaciones creadas, con fines más inocentes, en los referidos acuerdos de Bretton Woods. Se trata, como ya se ha dicho, del FMI y del Banco Mundial. Pero luego se agregó toda una extensa plétora de Instituciones que obedecían a diversas dificultades en el desarrollo capitalista que precisaba de foros de solución para exponer y debatir sus innumerables controversias. Por ejemplo, en la época más reciente han destacado la OMC, el Grupo de los 7 (ahora ya G-8, con el añadido de Rusia) y el foro de Davos, para no mencionar a otros de rango inferior.

            Todas estas instituciones, e incluso algunas otras, podrían agruparse esquemáticamente, por su finalidad y recursos, del siguiente modo:

 

 

Principales Organismos Internacionales

Función Principal

Recursos del Organismo

- Fondo Monetario Internacional

Financiar desequilibrios de la balanza de pagos

Cuotas de los países miembros

Grupo del Banco Mundial

 

 

- Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo ( BIRF o BM)

Financiar proyectos y programas de desarrollo

Recursos propios y emisión de bonos en los mercados internacionales

- Asociación Internacional de Fomento

Financiar proyectos y programas de desarrollo en los países más pobres

Aportaciones de los países miembros

- Corporación Financiera Internacional

Potenciar el crecimiento del sector privado en los países en desarrollo

Recursos propios y emisión de bonos en los mercados internacionales

- Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones

Cubrir riesgos de la inversión extranjera en países en desarrollo

Recursos propios y primas de las pólizas de seguros

Grupo de Bancos Regionales de Desarrollo

 

 

- Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

Financiar proyectos y programas de desarrollo en su zona

Recursos propios y empréstitos en mercados internacionales

- Banco Asiático de Desarrollo

Financiar proyectos y programas de desarrollo en su zona

Recursos propios y empréstitos en mercados internacionales

- Banco Africano de Desarrollo

Financiar proyectos y programas de desarrollo en su zona

Recursos propios y empréstitos en mercados internacionales

- Banco Europeo de Desarrollo (BED)

Recomposición de la economía del Este y la URSS

Recursos propios

 

 

El factor de vigilancia ha tenido, sin embargo, dos niveles bien diferenciados: uno financiero y otro político y militar. Este último, casi siempre, a cargo del gigante norteamericano. En el ámbito financiero, últimamente, han sobresalido el FMI y el Banco Mundial en sus afanes muy extensos de contenedores de la crisis, hasta que demostraron su ineficiencia en la ejecución de dicha labor. Ahora mismo, el juego en ese campo está en el privilegiado lugar que, como Presidente de la Reserva Federal USA, ocupa Mr. Greenspan. Para aquellas instituciones, que en algún momento histórico pusieron las bases para la entrada en vigor de la Globalización económica con la liberación de los mercados, que llegaron a todas partes con su recetario de remoción de subsidios a la agricultura, a los alimentos, a las medicinas, etc., que prohijaron las privatizaciones, el libre comercio y el pago de las deudas, que propiciaron la especulación financiera, hoy su función práctica se reduce a la de operar como simples mecanismos anti-crisis, con un restringido recetario de austeridades, reformas fiscales y recortes salariales. La limitación de su operación es obvia. Después de un período en que estas instituciones trataban sólo con los Gobiernos proclives, ahora tienen que vérselas con una montante oposición de masas. Mientras, al trasladarse la crisis hacia el interior de las mayores economías, tanto el FMI como el Banco Mundial se desvanecen progresivamente.

Hay que reconocer, al respecto, que el gran auge económico que se ha producido en los EE. UU. en los últimos tiempos tiene mucho que ver con las políticas diseñadas por el gobierno del Presidente Clinton y, particularmente, por Mr. Greenspan. En este sentido, la Reserva Federal no se limitó a mantener la estabilidad de los precios como el Banco Central Europeo con el holandés Wim Duisenberg a la cabeza, al cual parece que sólo le preocupe combatir la inflación (por cierto que en febrero de 2002 ya ha anunciado su cese voluntario anticipado del importante cargo que ocupa). Greenspan también se siente responsable del crecimiento de la economía y del mantenimiento y la creación de nuevos puestos de trabajo. En el año 1994 constituía una ley sagrada, para el banco emisor, que la inflación amenazaba gravemente la economía si la tasa de desempleo bajaba del 6%; pero cuando se alcanzó este valor considerado “límite” y la inflación siguió comportándose razonablemente bien, Greenspan resistió las presiones y no intervino reduciendo la cantidad de dinero, lo que demuestra su escaso apego a las teorías monetaristas. Se llegó a bajar hasta un 4% de tasa de desempleo y, sin embargo, la inflación no subió, en buena medida porque Alan Greenspan tuvo el coraje de enfrentarse a las doctrinas y terapias tradicionales.

Las instituciones financieras internacionales antedichas gustan de pavonear su contribución a la prosperidad global, que es condición necesaria para garantizar la estabilidad del sistema financiero. Sin embargo, la frecuencia, profundidad y larga duración de las sucesivas crisis financieras, económicas y cambiarias acaecidas en las últimas décadas en el Sudeste asiático, en Rusia o en la América Latina, han puesto de manifiesto las disfunciones de la globalización, que son consecuencia de la debilidad de dichas instituciones para asegurar el cumplimiento de sendos objetivos fundamentales: a) garantizar la estabilidad financiera internacional, contribuyendo a solucionar los problemas más acuciantes de los países más colapsados financieramente y b) avanzar en la erradicación de la pobreza en los países más necesitados del orbe.

Recientemente, las políticas del FMI y del Gobierno estadounidense contribuyeron a la crisis financiera asiática que transmitióse a todo el mundo, al forzar a la desregulación de los capitales financieros (en países que no tenían precisamente escasez de capitales, como eran los del Sudeste asiático) al objeto de proporcionar salida al capital financiero USA. Tal desregulación, como bien señala el antiguo director económico del BM Joseph Stiglitz en un brillante artículo publicado en la revista estadounidense The New Republic, constituyó una de las causas fundamentales de aquella crisis. Y por si ello fuera poco, cuando se desató la crisis, sus mencionados responsables presionaron a aquellos países para que llevaran a cabo una larga serie de políticas de austeridad (con importantes recortes del  gasto público y social), desregulación de sus mercados laborales y privatizaciones de servicios y empresas públicas que todavía empeoraron más la situación de las clases populares, al afectar negativamente a su nivel de vida [2] y a la redistribución de la renta y de la riqueza. 

Y no obstante, aún hoy, machacona e imperturbablemente, una economía global modelada en los libres mercados angloamericanos sigue siendo el objetivo declarado del Fondo Monetario Internacional y de las otras organizaciones transnacionales similares. Pero los mercados globales son máquinas de destrucción creativa. Como los mercados del pasado, no avanzan en olas lisas, armónicas y graduales. Progresan a través de ciclos erráticos de auges y quiebras, tormentas monetarias, manías especulativas y crisis financieras. Como sucediera con el capitalismo en el pasado, el capitalismo global logra hoy su prodigiosa productividad destruyendo viejas industrias, oficios tradicionales y modos de vida en armonía con la Naturaleza. Pero, eso sí, en una escala mundial.


 

[1] El término neomercantilista se utiliza en recuerdo de los economistas de la escuela mercantilista de los siglos XVII y XVIII que defendían la intervención gubernamental en el comercio internacional para favorecer las exportaciones y limitar las importaciones, tal como hemos descrito en otros apartados de nuestro libro.

 

[2] Vide V. NAVARRO “Globalización y desigualdades”, en diario La Vanguardia. Barcelona, 29 de mayo de 2001.


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