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Alfonso Klauer
Hegemonías sucesivas: el caso del Perú
Pues bien, a contrapelo de esa feliz historia, hay pues la de otros
pueblos que, como los de los Andes, vienen más bien sufriendo una tras otra
nefastas hegemonías desde distintos centros de poder en la geografía
mundial. Quizá el caso del Perú es uno de los más graves y perjudiciales de
todos. A la brutal hegemonía del Imperio Español se sucedió, sin
interrupción alguna, la del Imperio Inglés. Y a éste, la del Imperio
Estadounidense.
El Perú, teniendo en cuenta las dimensiones de su territorio, ha sido sin
duda el país que en términos relativos ha generado mayor riqueza entre los
pueblos del mundo. De él han sido extraídas ingentes cantidades de oro,
plata, cobre, plomo, zinc y hierro. Pero también cantidades significativas
de petróleo. Durante varias décadas fue prácticamente el monoproductor
mundial del riquísimo guano de las islas costeras que fertilizó en el siglo
XIX los campos de Europa y Estados Unidos. Más de 15 millones de toneladas
de ese producto fueron llevadas lejos de las áridas tierras de la costa
peruana, o de las poco fértiles de la cordillera, que tanto o más la
necesitaban que los campos a donde fueron a parar. Su amazonía produjo
caucho en grandes cantidades, y hoy produce petróleo. Y el área
inmediatamente cercana, en el sur del territorio, está a punto de producir
enormes cantidades de gas natural. Del mar ha sido extraída la mayor
cantidad de riqueza ictiológica de todo el globo, que en su inmensa mayoría
ha sido destinada a la producción de harina de pescado. Sus estrechos y
cortos valles costeños han generado sin embargo azúcar y algodón en
abundancia. Y, para terminar, aunque incompleto el recuento, la ganadería
cordillerana nativa ha producido una gran riqueza de lana.
Los excedentes generados por esa riqueza son inestimables, de magnitudes que
rebasan la imaginación más fértil. De haberse tenido un desarrollo autónomo
como el de Japón, Alemania o Estados Unidos, los pueblos del Perú tendrían
largamente una prosperidad tan grande como aquella de la cual hoy disfrutan
los pueblos de los países citados.
Sin embargo, la pobreza y el atraso del Perú van también más allá de donde
pueda llegar la imaginación más desmesurada. En nuestro texto
Descentralización y Economía damos larga y detallada, aunque tampoco
completa, cuenta de ello.
Mal haríamos, sin embargo, en dejar de destacar aquí el también nefasto rol
que el poder hegemónico interno ha cumplido en desmedro de los intereses de
la inmensa mayoría de los peruanos. En efecto, a diferencia por ejemplo de
los virtuosos primeros colonos y revolucionarios estadounidenses, la
República Peruana ha sido dirigida desde sus primeros días por herederos de
los conquistadores españoles, y en general europeos, que lucían todos sus
defectos pero ninguna de sus virtudes. Y quizá la más grande y grave de las
diferencias con Washington y sus pares, ha sido el carácter ostensiblemente
no nacional e incluso antinacional de la aristocracia peruana que gobernó
durante todo el primer siglo de la república. Pero por desgracia la posta la
tomaron oligarcas hasta con más defectos y menos virtudes que sus
predecesores. Y varias décadas hace que a su turno la posta la sido asumida
por tecnócratas que de ello sólo tienen el nombre. Si conocer algo de
Economía o de otra profesión liberal les concede ese título, su desempeño
revela sin atenuentes que, en todo caso, desconocen lo más importante que se
requiere para gobernar en beneficio del país: conocer al propio país e
identificarse plenamente con su población. Porque no basta parecer peruano
para ser auténticamente peruano. Como no basta parecer japonés para ser
japonés, o gringo para ser norteamericano.
Si pues, a las gravísimas consecuencias de la hegemonía externa asumida sin
tregua por España, Inglaterra y Estados Unidos, ha de sumarse entonces, sin
ambages, la hegemonía interna asumida, también en posta y también sin
tregua, por la aristocracia, la oligarquía y la tecnocracia de hoy.
Con ligereza e irresponsablemente, con profundo desconocimiento de las
leyes de la historia, que también son de la política, muchas veces de
arguye que todo ello ha sido posible porque la población lo ha permitido,
porque la población se ha dejado dominar. Pero no, ya se vio hasta el
hartazgo que la dominación no es asunto de querer o no, sino el resultado de
una correlación de fuerzas objetiva, en la que inexorable e invariablemente
cae derrotado o sojuzgado aquel sector con menos fuerzas. Los pueblos del
Perú, pues, llevan cinco siglos dominados por fuerzas mucho mayores que las
suyas.
Para el caso de los pueblos del Perú, entonces pero quizá también para
otros en distintas latitudes, es posible expresar la evolución de su
historia económica en términos como los que ponemos de manifiesto en el
Gráfico Nº 50. Se trata por cierto de cifras gruesas. Lo que en ellas
interesa es el orden de magnitud que expresan. La única que ha sido estimada
con cálculos actuariales es la que corresponde a la transferencia de
riquezas mineras hacia España. Las otras no son sino cifras proporcionales
al período de tiempo correspondiente a cada uno de los otros procesos de
hegemonía externa. Mas allí están. El reto de demostrar que todavía nos
hemos quedado cortos, de lo cual estamos absolutamente seguros, está en
manos de los economistas. Tienen la palabra.
Y, como puede apreciarse, incluimos en el grueso recuento una cifra
importante aunque irrisoria si le le compara con las magnitudes con las que
se evalúan las cosas en los países desarrollados, en relación a la riqueza
con la que directamente los pueblos del Perú han solventado el nefasto y
macromegálico crecimiento de Lima en desmedro de todas y cada una de sus
regiones, provincias y distritos. El Perú, sin género alguno de duda y allí
están para demostrarlo nuestros textos al respecto , es el país más
centralizado del mundo: infame y vergonzoso récor. Y ése no es sino otro
resultado de la hegemonía tanto externa como interna sobre los pueblos del
Perú. De la manera más burda se les ha descapitalizado material, económica y
demográficamente.
¿Cómo, pues, no ha de evidenciar el atraso y la pobreza tan clamorosos que
ostenta, si lleva quinientos años continuos de descapitalización en
beneficio de terceros?