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Alfonso Klauer
Transferencia de riquezas
Las distintas curvas del Gráfico Nº 46 constituyen asimismo, cada una de
ellas, una expresión abstracta y genérica de la evolución de los intereses
de los pueblos de que se trate: naciones hegemónicas, pueblos
independientes, pueblos sojuzgados y pueblos saqueados.
Son pues una sumatoria y síntesis del incremento / decremento del conjunto
de sus intereses: patrimoniales (territorio y riquezas naturales,
infraestructura de diverso género, atesoramiento en diversas modalidades,
etc.); poblacionales (en términos demográficos y de salud física y mental);
culturales (variedad y calidad nutricional, variedad y calidad del vestido,
desarrollo del idioma, nivel educativo, destrezas y especialización,
acumulación de conocimientos, técnicas y experiencia, etc.); defensivos
(tanto respecto de la naturaleza como de enemigos reales y potenciales);
etc.
Es decir, expresados todos y cada uno de esos intereses en una misma unidad
de medida (dracmas, pesetas, libras esterlinas, dólares o soles), la línea
representa la evolución de la magnitud que alcanza el valor total a lo largo
de su historia o de un período de la misma.
La Historia tradicional hasta ahora no ha enfrentado la evolución de la
historia económica de los pueblos en dichos términos. Ella viene enfrentando
la historia económica, demográfica y social, en los mismos términos
cualitativos con que enfrenta la historia política, religiosa, estética e
incluso militar. La abstracción matemática es un recurso de agregación, de
análisis y de interpretación que se ha negado ella a sí misma. Pero a ese
respecto y en adición a muchas otras causas, con mucho más daño para los
propios pueblos que para sí: a éstos les ofrece una versión pobre,
eufemística e incluso alienante de su historia; y a sí misma se confiere la
calidad de inasible, aburrida y superflua.
La Economía por su parte, desde hace 150 años, y con Adam Smith a la cabeza,
inició, entre otros temas, el estudio de las causas de la riqueza de las
naciones, y dejó definido como un axioma que el trabajo es fuente de
riqueza. Pero también adelantó conceptos en torno a la importancia suprema
de la libertad y la competencia económicas, y del valor de los bienes y
servicios en función de la oferta y la demanda.
Pues bien, en nuestro Gráfico Nº 1 habíamos visto que en 1993 el ingreso per
capita anual en Norteamérica (EEUU y Canadá) fue 24 400 dólares, y en los
tres países andinos centrales de apenas 1 600 dólares. ¿Habrá algún
despistado que crea que, en función al axioma de Adam Smith, y en razón de
la proporción resultante entre ambas cifras, mientras los norteamericanos
trabajan 48 horas por semana, en Ecuador, Perú y Bolivia sólo se trabaja 3,
cuando en verdad se trabaja 60? Si nuestra comparación no invalida el axioma
de Smith, cuando menos insinúa claramente que el trabajo no es la única
fuente de creación de riqueza.
Si nuestros padres fundadores, George Washington y Túpac Amaru, coetáneos
ellos, hubiesen tenido un ingreso anual de 0,4 dólares cada uno en 1777, que
es casi el año de sus correspondientes gestas, al cabo de los 227 años
transcurridos, aquél ganaría hoy los 24 400 dólares por año que ganan sus
herederos, y éste los 1 600 que perciben los suyos, si sus incrementos
anuales de ingresos hubieran sido de 5,00 y 3,75 %, respectivamente. Esa
diferencia de 33 % entre la tasa de incremento anual de los ingresos, no
está relacionada ni con la cantidad de trabajo ni con la calidad del mismo,
sino con una mayor demanda de empleo. Y esta a su vez se explica, o se debe,
a una mayor inversión en la tierra de George que en la de Túpac.
Este es pues el quid de la cuestión: inversión. A mayor inversión en el
país, más riqueza en el país. Y, en consecuencia, mayor desarrollo. Lo saben
los economistas. ¿Pero lo saben también los historiadores? En todo caso no
lo parece, pues las palabras inversión y su correspondiente, desarrollo,
casi no figuran cuando aparecen, en los libros de Historia, por lo menos
en aquellos con los cuales se educa a nuestros hijos, esto es, a los
pueblos.
Extrañamente, sin embargo, para la mayor parte de los economistas lo opuesto
al acerto del párrafo anterior es: a menor inversión, menor riqueza; y, por
consiguiente, menor desarrollo. Resulta así que lo que los historiadores
desconocen de Economía, es proporcional a lo que los economistas desconocen
de Lógica. Porque la antinomia del axioma precedente es: a mayor
desinversión en un país, más pobreza en ese país. Y, en consecuencia, no
subdesarrollo (pues tampoco es el opuesto de desarrollo), sino, en todo
caso, mayor deterioro, mayor regresión, o, si se prefiere, involución
económicomaterial.
No deja de ser sorprendente que muchos y laureados economistas hayan
dedicado gran esfuerzo y talento al estudio de la inversión, como razón del
desarrollo económico y social. Pero ninguno que se sepa, ha centrado su
atención en el fenómeno contrario: el de la desinversión como causa de la
pobreza, el atraso y la involución económica y material. No obstante como
veremos algo más adelante, por sus magnitudes y significación histórica,
debería merecer cuando menos tanta atención y estudio como el que se dedica
al fenómeno opuesto. Constituiría una grandiosa contribución al conocimiento
y comprensión de la historia. Y, en particular, la de todos aquellos pueblos
a los que la jerga que imponen las instituciones más representativas,
eufemísticamente, denominan subdesarrollados, del Tercer y Cuarto
Mundos, y, hoy muy de moda, emergentes como si recién estuvieran
apareciendo en el escenario mundial, o en la superficie de los océanos del
planeta.
Bien puede sostenerse que, así como la Historia tradicional ha sido
fundamentalmente escrita en función de los intereses de los poderes
hegemónicos de turno, la Economía la más difundida por lo menos, y que
también llamaremos tradicional, viene haciendo casi otro tanto. Obviar el
estudio de la desinversión en la historia (y en el presente), es una forma
harto eficiente de evadir temas incómodos, comprometedores. Sí pues,
comprometedores para los poderes hegemónicos de hoy. Pero también para los
de ayer, casi todos incluidos en el famoso G8, el grupo de países más
poderosos del mundo.
¿Cuándo un ser humano o una familia experimentan desinversión? Pues cuando
no reponen el desgaste de sus activos, de su vivienda o de su automóvil, por
ejemplo. Pero también cuando un siniestro, un terremoto o un huracán,
también por ejemplo, los priva de ésos u otros activos.
Pero también por cierto cuando son afectados por un robo o un saqueo y no
tienen un seguro que les reponga los bienes perdidos. En tal caso, deben
nuevamente invertir, los mismos (o mayores) montos, para volver a tener los
mismos bienes. Es decir, deben invertir dos veces para tener el mismo activo
que tenían antes del siniestro, o, en su defecto, antes del saqueo.
¿No corresponde aplicar la misma lógica y los mismos conceptos para el caso
de los pueblos, las naciones, los países? ¿El saqueo de que fueron víctimas
algunos o muchos de ellos, en particular cuando fueron sojuzgados por
poderes hegemónicos extranjeros, no es una forma de desinversión, y su
consecuencia no es otra que el empobrecimiento?
Bastante se ha estudiado en Economía la diferencia de resultados que
obtienen los países cuando realizan mayor o menor inversión. El Gráfico Nº
47 apenas si pretende mostrar al nivel más primario esos conceptos. El Caso
1 ejemplifica a un país que en un segundo período invierte más que en el
precedente. Tiene pues un proceso de inversiones crecientes, sin duda cada
vez con mejores resultados. En el Caso 2, sin que se dé un proceso de
desinversión, se da en cambio un fenómeno de inversiones decrecientes. No
obstante, el activo total sigue creciendo, en tanto pasa de 25 a 40 al cabo
del segundo período.
El Caso 3 es uno de extrema desinversión. Como consecuencia de pérdidas y
siniestros se pierde en el segundo período todo cuanto se tenía en el
primero y por añadidura se adquiere deudas. El activo total pasa entonces a
ser negativo.
Y a continuación se ilustra el que sería un caso de robo o saqueo. En él,
dos pueblos, A y B, tienen en un período inicial la misma cantidad de
activos: 30. Mas, a consecuencia del robo o saqueo de que es víctima B de
manos de A, éste resulta en el segundo período con activos reducidos a 15,
en tanto que el otro ve elevar los suyos a 45, sin necesidad de haber
invertido, sino simplemente en razón del hurto. Y tal como se pone énfasis
en la ilustración, aun cuando la transferencia de riquezas es sólo de 15, la
diferencia resultante de activos al finalizar el segundo período es 30. El
daño proporcional es pues el doble. Que es, como se expresó en un párrafo
anterior, exactamente el caso de cuando una persona o entidad es objeto de
un siniestro sin contar con un seguro que le reponga el bien perdido. El
robo o saqueo, cuando no hay seguro de por medio, es, sin duda alguna, un
caso típico de desinversión. Y, en consecuencia de daño. Y distancia la
riqueza relativa de los protagonistas en exactamente el doble del monto del
robo o saqueo.
No tenemos ni remota idea de a cuánto se elevó el saqueo romano a Egipto. Es
en todo caso un reto para los economistas. Pero para el caso del territorio
PerúBolivia, habiendo sido el segundo mayor productor de plata, y el más
importante abastecedor de oro durante el Imperio Español, algunas cifras
alcanzan un valor escalofriante. Del total conservadoramente estimado de la
riqueza minera que fluyó a Europa, pero fundamentalmente a España, entre
1493 y 1800, cuando menos 700 000 millones de dólares de hoy habrían sido
llevados de PerúBolivia . Al doble de esa monumental cifra pasó a ser
entonces la diferencia de riqueza que por el saqueo quedó concretada entre
el territorio victimado y el del victimario. No es pues, desde ningún punto
de vista, una cifra despreciable, ni un dato que tan olímpicamente pueda ser
obviado, como hasta hoy vienen haciendo la Historia y la Economía
tradicionales.
Sólo en el fallido rescate del Inka Atahualpa los conquistadores se alzaron
con 5,99 toneladas de oro . Asumiendo que sólo un tercio de esa cantidad fue
remitida a España, y a través de ella a Europa, ese día el continente
recibió 14 veces más de cuanto en promedio venía obteniendo cada año de
África, principalmente de Sudán, Guinea y Senegal .
Las magnitudes, qué duda cabe, son de extrema importancia y significación
para dar cuenta del empobrecimiento de los pueblos de Perú y Bolivia. No se
puede en modo alguno seguirlas soslayando. Y menos todavía si a ellas se
agrega el difícilmente estimable valor de tanto como 30 mil kilómetros de
vías y 2 millones de hectáreas de andenes que quedaron destruidos y
abandonados a consecuencia de la gigantesca mortandad y de la nefasta
política de reducciones que, por encargo por poder hegemónico, puso en
práctica el virrey Toledo que, al decir de la Historia tradicional, vino a
organizar el Perú, cuando sin ambages debería admitirse que llegó a
destrozarlo. ¿Cómo no sostener eso cuando además se trae a consideración
que, entre ambos territorios, la inversión dejada de realizar como
consecuencia de la tributación dejada de generar en razón de los 9 millones
de personas que murieron, conservadoramente puede estimarse en algo más de
180 000 millones de dólares adicionales .
Sin considerar las implicancias sicológicas de todo orden a que todo ello
dio lugar, los casi tres siglos de la Colonia representaron pues para los
pueblos de Perú y Bolivia un daño monumental. Un conservador y parcial
recuento nos permite mostrar entonces lo siguiente:
Riqueza mineral extraída 700 000
Inversión dejada de realizar 186 000
Destrucción de vías y andenes 103 000
Total (millones de dólares) 989 000
Los casos de los pueblos más nefastamente explotados y más arruinados por
los poderes hegemónicos de turno, son sin duda las experiencias más
dramáticas de la historia de la civilización. No obstante, y no por una
simple casualidad, son los menos estudiados, los menos comprendidos, los más
eufemísticamente tratados e intencionalmente más disimulados y
distorsionados.
En el caso del Imperio Egipcio fue posiblemente el pueblo nubio, productor
minero del Alto Nilo (al sur de Egipto y norte de Sudán). Pero mal podría
desestimarse el daño que el mismo imperio infirió a los pueblos del extremo
oriental del Mediterráneo, en particular sirios, hebreos y palestinos, que
aportaron con miles y miles de esclavos durante centurias. En el caso de
Creta habrían sido los pueblos agrícolas de las llanuras de Tesalia. Durante
la hegemonía de Grecia lo habrían sido los pueblos de las riberas del Mar
Negro, productores de granos. Bajo el Imperio Romano sin duda lo fueron las
áreas mineras de la península Ibérica, pero por sobre todo Egipto, el
granero del imperio. Para el caso del Imperio Español, como se ha mostrado,
lo fueron Perú y Bolivia , que sin duda volvieron a serlo durante la
hegemonía del Imperio Inglés, que también saqueó la India y otros espacios
del globo. Y no disponemos del número de esclavos que los colonizadores
extrajeron de África subsahariana durante siglos, ni de las riquezas de
otro género que de allí también se expoliaron, todo lo cual significó una
muy cuantiosa descapitalización para los numerosos pueblos de esa parte del
mundo.
Por todas las consideraciones hasta aquí anotadas, ¿no resulta lógico y
razonable expresar que, en términos estrictamente económicos, las curvas de
evolución de la riqueza de los pueblos hegemónicos y de los pueblos
sojuzgados pueden ser presentadas como mostramos en el Gráfico Nº 48 (en la
página siguiente)?
¿No es evidente que esa transferencia de riquezas, al propio tiempo da
cuenta del empobrecimiento de los pueblos sojuzgados y de la capitalización
de los pueblos hegemónicos? ¿Tienen la Historia y la Economía tradicionales
algo sustantivo que objetar a este razonamiento?
Sería sin embargo una necedad antihistórica desconocer que en la América
nativa, siglos antes de que se produjera el encuentro de los dos mundos,
ya era harto conocido ese fenómeno de transferencia de riquezas de la
periferia dominada en beneficio del centro hegemónico.
Explícitamente y sin ambages, aún se resiste a admitirlo la historiografía
tradicional. Pero lo sufrieron los pueblos de los Andes Meridionales que
solventaron el desarrollo pétreo de Chavín de Huántar, hacia el siglo x aC;
y el de la ciudad Wari, en las inmediaciones de Ayacucho, que en torno al
siglo x dC se cree que alcanzó a albergar a 50 mil personas; y por cierto el
del Cusco Imperial, en el siglo XV. La capital imperial expresa con
relación a esta última el historiador peruano Luis Lumbreras se convirtió
en un lugar de leyenda increíble (...). Lleno de palacios suntuosos, templos
relucientes con paredes de oro y plata y pedrerías.... ¿Acaso sólo con la
riqueza generada en los 30 000 kilómetros cuadrados del valle del Urubamba?
Otro tanto se dio en Mesoamérica. Ni las pirámides del Antiguo Imperio Maya,
en la península de Yucatán, de los siglos IV a X dC; ni las de Teotihuacán,
del Antiguo Imperio Azteca, en México, de los siglos IV a VII dC, podrían
explicarse sin una enorme transferencia de riquezas desde los pueblos
tributarios sometidos.