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Alfonso Klauer
Las grandes olas: centro y periferia
Hasta aquí hemos puesto nuestra atención en el proceso de evolución general
de las grandes olas de civilización en función del centro de cada una, esto
es, del pueblo o la nación hegemónica. Ciertamente el fenómeno no es similar
y ni siquiera equivalente al de los pueblos o naciones de la periferia. Y
por ésta habremos de entender, tanto a los pueblos o naciones que, al margen
del imperio hegemónico logran mantener una vida independiente, por lo menos
en los aspectos más sustantivos el económico, político y militar,
básicamente; como a aquellos que precisamente resultan conquistados y
sojuzgados por el poder imperial.
Independencia respecto del centro
En el período de la hegemonía de Grecia en el Mediterráneo, correspondió al
pueblo persa constituirse, desde el 549 aC, en su más importante rival.
Darío, Ciro, Jerjes y Artajerjes lideraron el denominado Imperio Aqueménida.
Con éste libró Grecia las llamadas Guerras Médicas guerras con los medos
(por proceder originariamente de Media, los griegos llamaban medos a los
persas). El Imperio persa Aqueménida, además de dominar el territorio persa
propiamente dicho, incorporó casi toda la Mesopotamia y Egipto. Arrebató a
Grecia el control de los territorios de Lidia y Caria (Turquía), terminando
de expulsar a la mayor parte de las poblaciones griegas de esa parte del mar
Egeo hacia la Grecia continental. E incluso conquistó también las colonias
griegas del sur del Mediterráneo (Cyrene y otras), así como las establecidas
en las fértiles riberas occidentales del mar Negro (Skudra). Alejandro
Magno, en el 330 aC puso fin al imperio persa, conquistándolo aunque por un
período efímero.
Durante el Imperio Romano una vez más el pueblo persa se mantuvo en la
periferia, fuera del alcance del poder hegemónico de aquél. Así, logrando
hacer prevalecer sus intereses, y hegemonizando imperialmente también sobre
aquellos de su propio entorno, a partir de Pabek I, que instauró la dinastía
Sasánida en el 208 dC, se dio forma en esta ocasión al Imperio persa
Sasánida. Ardashir lo sucedió. Y Shapur I, en el 256 dC, fue precisamente
aquel que con sus huestes arrebató al poder romano Antioquía, en el extremo
oriental del Mediterráneo (5) en el Gráfico Nº 43 (en la página
siguiente). Con el asesinato de Yezdegerd III, en el 651 dC, no sólo
concluyó la dinastía sino que además colapsó el imperio. Aunque su
desarrollo imperial no fue pues muy prolongado, pero sí vasto como puede
apreciarse en el Gráfico Nº 44, resulta inimaginable de haber sido el persa
uno de los pueblos sojuzgados por hegemonía romana.
Dependencia y sojuzgamiento
Durante el propio Imperio Romano, en cambio, tanto Francia como Egipto, para
ilustrar sólo estos dos casos, fueron parte de la periferia sojuzgada por el
poder hegemónico. El territorio francés, extenso y fértil, era sin embargo
típicamente pluriproductor. Virtualmente de ningún producto agropecuario
generaba cuantiosos excedentes que pudieran ser remitidos a Roma. Egipto, en
cambio, monoproductor por excelencia de trigo, fue no sólo el granero de
Roma sino de todo el imperio. Francia, pues, fue sojuzgada; pero Egipto, por
añadidura, sufrió un saqueo inmisericorde y devastador. ¿Cómo puede entonces
extrañar que aquélla alcanzara su liberación a mediados del siglo III, y
éste no sólo lo alcanzara varios siglos más tarde, sino que, todavía
exhausto, cayera fácilmente luego en el 640 dC bajo la dominación árabe?
A su turno, durante el Imperio Español, los pueblos germanos no obstante
que formaron parte del denominado Sacro Imperio Romano Germánico con
Carlos V a la cabeza, nunca constituyeron parte de la periferia sojuzgada
por aquél. Siguieron pues con independencia el propio curso de su proyecto
nacional. Así, a la debacle del Imperio Español, en las primeras décadas del
siglo XIX, Alemania era ya una potencia económica, militar y cultural.
Y por el contrario, para también en este caso citar sólo dos ejemplos,
Argentina y Perú formaron parte de la periferia hegemonizada durante el
Imperio Español. El inmenso territorio del extremo sureste de América no fue
durante la Colonia generador de una gran riqueza, y menos pues entonces
objeto de saqueo y gran violencia. En cambio, con menos de la mital de las
dimensiones de aquél, el Perú fue en el mismo período el más grande
repositorio de oro y junto con Bolivia el segundo más grande productor de
plata después de México.
Así, a fin de garantizar que llegara a España la ingente cantidad de riqueza
que reclamaron las costosísimas campañas militares y el enorme gasto
improductivo de Carlos V, Felipe II y quienes los siguieron, los pueblos del
Perú y Bolivia fueron virtualmente diezmados para que dieran sus frutos los
socavones a 4 000 y 5 000 m.s.n.m. Según nuestras propias estimaciones,
además de los 8 millones de personas que murieron a consecuencia de las
enfermedades y enfrentamientos, por lo menos un millón de nativos andinos
murieron en las minas de plata de Huancavelica y Potosí .
Pero por añadidura, para que la explotación minera fuera más eficiente, de
cara a los intereses del poder hegemónico por cierto, las reducciones de
indios preludio de los campos nazis de concentración, obligaron al
abandono de millones de hectáreas de andenes de producción agrícola, y
fueron dejados a su suerte, hasta la desaparición, todos los caminos y
puentes que no tenían significación alguna para extracción minera.
La Colonia significó el más monumental saqueo de riquezas y la destrucción
de una infraestructura vial y productiva que había costado milenios de
trabajo a cientos de generaciones de hombres y mujeres de los Andes. Pero,
por sobre todo, representó la muerte del 90 % de la población andina. ¿Cómo
puede extrañar entonces que, al cabo de liberar su propio territorio, fueran
tropas argentinas las que llegaron en auxilio del Perú para concretar su
independencia?
A la luz de esos datos de la realidad, el Gráfico Nº 46 no pretende sino
mostrar, de modo abstracto, genérico, todos y cada uno de los casos citados.
Así, la evolución de la riqueza acumulada por los poderes imperiales de Roma
y España, pero también de Persia cuando fue imperio, estaría representada
por la curva correspondiente a las naciones hegemónicas. La que resume la
evolución de la riqueza acumulada por los pueblos persa (en los períodos en
que no fue imperio) y germano, coetáneos pero ajenos a Roma y España,
respectivamente, es la de las naciones independientes. La historia
económica colonial de Francia (durante el Imperio Romano) y de Argentina
(durante el Imperio Español), estaría representada por la curva de naciones
sojuzgadas (tipo) B. Y la de los pueblos conquistados, destruidos y
saqueados, como Egipto y el Perú, durante los imperios Romano y Español,
respectivamente, por la curva de naciones sojuzgadas (tipo) A.