¿Leyes de la historia?

 

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Alfonso Klauer

Avaros – Alanos

Pues bien –como se ha visto en el Gráfico Nº 22–, para las postrimerías del Imperio Romano, Barraclough ubica a los avaros físicamente cerca de los alanos, unos y otros a orillas del Mar Negro, colindantes con las dos más remotas y aisladas colonias del imperio.

Agréguese a la proximidad física entre ellos el hecho de que la similitud lingüística e incluso fonética de ambos nombres es indiscutible. Todo ello da pie para pensar que efectivamente correspondían a un mismo pueblo que, por añadidura fue también genéricamente denominado “godo”.

¿Qué significa “avaro”? Pues no otra cosa que tacaño y usurero, características que, por lo general, también han estado asociados con el “rico y poderoso”, es decir, con el “godo”. Por lo demás, es milenaria la asociación que se ha hecho entre “avaro” y “fenicio”. ¿Se tratará de una simple coincidencia?

¿Y en qué fecha ubica la historiografía a estos avaros / alanos asentados en Escitia –al noreste del Mar Negro y en las riberas del Dniéper–, es decir, en los límites del extremo nororiental del imperio, y a tiro de piedra de los persas –(D) y (E) en el Gráfico Nº 22–? Pues en el siglo II aC. ¿En qué fecha los romanos invadieron España en su lucha contra Cartago, y empezaron a desterrar a los fenicios –o fenicio–españoles como los hemos denominado antes– radicados en el sur de la península ibérica? Pues también en el siglo II aC. ¿Tenemos que admitir que se trata también de una simple coincidencia? ¿No serían entonces estos avaros que desde Escitia llegaron a España los descendientes de los fenicios que los romanos derrotaron, conquistaron, esclavizaron y desterraron precisamente de España?

Podría objetarse que no, argumentándose que los avaros de Escitia eran un pueblo libre y vecino y, en consecuencia, ajeno al imperio? Pero serán los propios protagonistas quienes nos aclaren las cosas. Así, Sinesio, romano de la época, escribió:

En toda familia acomodada hay un esclavo escita... .

Los avaros de Escita, pues, no eran extraños al imperio, sino parte de los pueblos conquistados y esclavisados por el poder hegemónico romano.

Pues bien, a la caída del imperio, a la mayor parte de los avaros o alanos, tras su larguísima caminata, no les interesó tanto llegar a España, sino a un rincón muy especial de ella. Así, una vez en la península, la atravesaron íntegra y terminaron refugiándose en el extremo sur, en general, en las proximidades de Gibraltar, el territorio que los romanos denominaron Bética o Baética ; y, en particular, en torno a Cádiz.

Es decir, exactamente al territorio de donde habían sido desterrados los fenicio–españoles. ¿Debemos admitir que esta es sólo una nueva, aunque ya exagerada coincidencia, pero que contribuiría a dar mayor verosimilitud a nuestra hipótesis?

¿No es verosímil –como proponemos–, que estos avaros o alanos del Mar Negro fueron descendientes de los fenicio–españoles que habían sido esclavizados y desterrados de Cádiz por los conquistadores romanos? ¿No habría sido esa una razón absolutamente suficiente para que, llegado el momento, quisieran precisamente regresar a España y dentro de ella a Cádiz, en vez de asentarse en cualquier otro lugar de Europa?

¿Por qué a estos avaros o alanos, genéricamente se les denominó también “godos”? ¿Eran acaso también ricos y poderosos? Sin duda, así como había esclavos pobres entre ellos, había también hombres que habían alcanzado a ser libres, primero, y ricos y poderosos, después.

Muchos de estos avaros o alanos –por cuyas venas corría casi impoluta la sangre fenicia–, en el transcurso de los siglos de exilio habían conseguido hacerse ricos controlando el comercio, como bien les enseñaron sus abuelos, pero esta vez entre los pueblos persas y los del extremo oriental del Imperio Romano, tanto en el Mar Negro como remontando el Danubio.

Coincidentemente, Sinesio habla además de la existencia de escitas “corruptores de la [burocracia]” . ¿Quiénes sino los ricos y poderosos podían corromper a la burocracia romana?

Los romanos que tomaron la decisión de originalmente recluirlos tan lejos, nunca supieron que, además, esas colonias se contarían entre las primeras en enterarse, siglos después, de la presencia de los hunos que, en interminables oleadas de migración, pero también de asalto, llegarían desde el centro del Asia, desde miles de kilómetros de distancia.

Puede presumirse que las familias ricas de escitas –avaros o alanos–, para no ver reeditado en ellos el drama de sus antepasados, salieron en estampida de las tierras que ocupaban, tan rápido como divisaron y soportaron las primeras y multitudinarias avanzadas de hunos. La fuga y tránsito de aquéllos por Europa, que en los siglos de mayor poderío del poder imperial era inimaginable, resultaba en las nuevas circunstancias posible pues el imperio sufría ya los extertores de la muerte, el descontrol sobre el territorio era casi absoluto.

Habiendo partido casi simultáneamente con los visigodos, aunque desde muchísimo más lejos, llegaron a España cinco años antes que éstos, pero casi simultáneamente con el primer contingente de vándalos. No obstante, la conducta de la gran y final oleada de vándalos marcaría la real diferencia con los avaros o alanos que sólo buscaron salvar el pellejo.

La historiografía española afirma que, veinte años después del arribo de los avaros o alanos a España, fueron expulsados de ella por los visigodos en el año 429. Vale la pena tratar de entender esa violenta conducta de los visigodos o, si se prefiere, tamaña animosidad. Pero lo veremos algo más adelante.

De otro lado, ¿no es digna de sospecha la coincidencia de que los vándalos –que presumimos herederos tanto de los cartagineses, o, si se prefiere, de los fenicio–cartagineses de Cartago; como de los fenicio–cartagineses del sur de España–, y los avaros –que a su vez presumimos herederos de los fenicio–españoles del sur de la península ibérica–, llegaran simultáneamente a sus respectivos destinos?

Bien puede suponerse que su común extirpe fenicia hubiera sido la que motivara una buena y fluida comunicación entre ellos, facilitada por el Mar Negro y el Danubio –como claramente se aprecia en el Gráfico Nº 24–.



Debe por último recordarse que los fenicio–españoles, en Cádiz, como los fenicio–cartagineses, en Málaga y Cartagena, compartieron en España un mismo territorio: Andalucía.
¿No resulta sorprendente que, al retornar siglos después, “su nombre (vándalos) –como lo afirma el propio y erudito Grimberg–, parece hallarse en la etilomogía de la voz “Andalucía” (Vandalucía)...” .

¿No resulta absolutamente sugerente que llegaron precisamente con el nombre del territorio al que arribaron? ¿No habría sido más lógico que llegaran con el nombre del territorio de donde venían? ¿Puede todo ello tratarse, también, sólo de simples casualidades? Deja por el contrario de ser una simple casualidad si asumimos que llegaron a Andalucía (Vandalucía) los herederos de muchos de los que habían sido precisamente desterrados de Andalucía.
 

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