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Alfonso Klauer
¿Grupos transplantados por los romanos?
De lo que muestra el Gráfico Nº 22 resta pues hablar sobre los vándalos,
visigodos, avaros, alanos y suevos que, a decir de la Historia tradicional,
conjuntamente con todos los anteriores formarían ese complejo conjunto de
extranjeros que desde la periferia asolaron al imperio.
Vándalos
¿Cómo y de dónde aparecieron los vándalos, los más antiromanos de los
bárbaros? Diremos por lo pronto que como registra el gráfico aludido, la
Historia tradicional los ubica emplazados en la margen izquierda del Danubio,
casi al centro del recorrido del río. Y que quizá el más encumbrado de todos
ellos llegó a ser Estilicón, uno de los más célebres generales de las
postrimerías del imperio, que llegó a casarse nada menos que con una sobrina
del emperador romano Teodosio . ¿Podemos imaginar a un extranjero ignorante,
a un bárbaro, por lo demás asentado tan lejos de Roma y de Constantinopla,
adquiriendo sendos privilegios?
¿Cuándo partieron de su tierra para emprender el viaje a su punto de
destino? No está claro. Pero sí pues que, además de recorrer gran parte del
centro de Europa, y atravesar Francia, España, Marruecos y Argelia,
sorprendentemente se instalaron nada menos que en Cartago (hoy Túnez en
el Gráfico Nº 22) en torno al 435 dC. Con ello según Grimberg , quedó
fundada la nueva Cartago.
¿Cómo entender que un pueblo mediterráneo, intrínsecamente agrícola y
ganadero, distante cientos de kilómetros del mar, abandone las fértiles
riberas del Danubio y termine al cabo de un prolongado y penoso viaje de
casi 6 000 kilómetros instalándose en un territorio que, además de
agrícolamente pobre era intrínsecamente marino?
¿Y cómo entender ese sorpresivo calificativo de el más antiromano de los
pueblos bárbaros? La historiografía tradicional dice que los vándalos
saquearon Roma con brutal salvajismo en el año 455 dC. La ciudad sostiene
Grimberg sufrió un saqueo aún más horroroso que el que soportara con los
visigodos 45 años antes. Durante dos semanas se desmandaron las insaciables
hordas por la ciudad y se llevaron todo cuanto tenía algún valor.
La campaña fue liderada por Genserico, a la sazón rey de los vándalos, y al
que el historiador sueco reputa de origen germánico . A raíz de ese
terrible episodio de la historia, los vándalos, con su nombre, dieron pues
origen a la palabra vandalismo? La nueva Cartago vengaba a la antigua
dice al respecto sin inmutarse el mismo historiador. ¿Debemos admitir que
aquellos agricultores, los recién llegados habitantes de la nueva Cartago,
sólo con respirar el viejo aire de la ciudad adoptaron tan grande odio
contra Roma?
¿Y por qué después de la toma y saqueo no se instalaron en o en torno a Roma
como habría sido lo lógico, sino que más bien, cumplido su cometido,
volvieron a marcharse?
¿Y cómo llegaron y retornaron de Roma, acaso por tierra? No, Grimberg nos
los presenta a sólo veinte años de haber llegado a Cartago en una flota
surcando la desembocadura del Tíber en camino al saqueo de Roma . Así, sin
pudor ni empacho alguno, los expertos agricultores y ganaderos del Danubio,
resultan transformados por el gran historiador sueco, casi de la noche a
la mañana, en expertos navegantes. Aunque insólita y extraordinaria, esa
tremenda metamorfosis no ha asombrado ni llamado a sospecha a muchos
historiadores.
Pues bien, en función al destino al que arribaron, y en función a su
ostensible animosidad contra Roma, resulta inevitable que venga a la mente
la imagen de los 120 años que ocho siglos antes estuvieron cruentamente
enfrentados cartagineses y romanos. E inevitable asimismo que la mente
evoque que los romanos sellaron su triunfo destruyendo completamente la gran
ciudad de Cartago, lo que por cierto no implicó el exterminio de los
cartagineses. Cartago debe por lo demás recordarse, había sido fundada por
los fenicios, así, los habitantes de la ciudad tenían pues la sangre del
pueblo fundador.
¿No resulta entonces verosímil que tras esos dramáticos acontecimientos los
romanos hubieran obligado a los sobrevivientes de Cartago a desplazarse
hasta el Danubio, en la creencia ciertamente errónea, de que así borraban
del mapa y de la historia al pueblo cartaginés? ¿Y que aquellos que fueron
desplazados a la margen derecha del Danubio o sus descendientes como
muchos otros decidieron escapar del yugo imperial cruzando todos o gran
número de ellos a la otra orilla del caudaloso río, desde donde a la postre
partieron de retorno hacia la tierra de sus padres?
Ninguno de sus avatares, ni los siglos de distancia, habrían de borrar de
sus mentes la historia de sus antepasados, es decir su propia historia, que
había pasado de boca en boca, generación tras generación. Así, la memoria de
Aníbal les resultaba imperecedera; el recuerdo de sus glorias marítimas los
jalaba hacia el océano en el que habían protagonizado sus hazañas. A su
turno, el recuerdo de la destrucción de Cartago convertía a Roma en el más
anhelado objetivo de su venganza. Y la vengaron con procedimientos que es
propio admitirlo no fueron más bárbaros que los que habían empleado los
cultos romanos cuando arrasaron Cartago.
Por su parte, ¿quiénes eran y de dónde aparecen los visigodos, alanos,
avaros y suevos? ¿Y por qué, ellos también, al cabo de larguísimos
recorridos, pudiéndose quedar en cientos de distintos espacios de Europa,
por igual la atravesaron íntegramente para, cruzando los Pirineos,
establecerse precisa y finalmente en España? ¿Llegaron a España también por
accidente? ¿O era ése y no otro el destino que se habían prefijado? ¿Y por
qué habrían querido señalar a España como el fin de su marcha?
Para responder a estas interrogantes valdrá la pena volver a tener en mente
que los romanos, así como habrían erradicado de sus tierras del norte de
África a los cartagineses, definitivamente sí lo hicieron con muchos otros
pueblos. Ya vimos que el historiador español Altamira afirma que los
romanos (...) aplicaban procedimientos duros y crueles, desterrando a puntos
lejanos grupos enteros de población...
Así, entre otros, y durante la conquista de España, los romanos habrían
desterrado a remotos parajes del imperio a los fenicioespañoles, esto es, a
los herederos de los primeros fenicios que siglos atrás se habían instalado
en el sur de la península ibérica, especialmente en torno a Cádiz. Pero
también a los destacamentos feniciocartagineses que se encontraban en ella
en calidad de grupos de ocupación en nombre de Cartago. Y a los
griegocatalanes, esto es, a los descendientes de los griegos que también
desde siglos antes ocupaban diversos puntos de las costas ibéricas, pero en
particular las de Cataluña. Y, ciertamente, a grupos de diversos pueblos
cantábricos gallegos, astures, vascos del norte de la península Ibérica.