Pulse aquí para acceder al índice general del libro. Esta página carece de formato, gráficos, tablas y notas.Pulsando aquí puede acceder al texto completo del libro en formato DOC comprimido ZIP (295 páginas, 1,5 Mb) |
Alfonso Klauer
d) Ubicación geográfica
Consideremos otra de las importantes variables que permiten explicar por qué
unos pueblos alcanzan la cima de la ola: una coyunturalmente privilegiada
ubicación geográfica, que, como veremos, no necesariamente debe confundirse
con vecindad territorial. Por ubicación geográfica queremos expresar aquella
que, en particularísimas condiciones históricas, y sólo en ellas, e
independientemente de la riqueza natural que posea, otorga a un pueblo una
decisiva, excepcionalmente valiosa y desequilibrante ventaja con la que
compensa una o más de una desventaja de otro orden.
El caso más ilustrativo, sin duda alguna, ha sido el de Creta. Creta es sólo
una pequeña isla en el centro del área oriental del Mediterráneo. Quizá sus
primeros habitantes fueron náufragos que llegaron, hace más de 8 000 años,
de las riberas del sur y sureste del Mediterráneo, sea de Egipto o de Siria
y Palestina. Sus primeros asentamientos humanos datan del 6000 aC. Su
reducida extensión territorial (8 300 Km2 ) es 120 veces más pequeña que la
de Egipto; y su población hoy 100 veces más reducida que la de éste.
Creta, para erigirse en el centro de la Tercera Gran Ola de civilización de
Occidente en la denominada civilización Minoica, no contó, pues, como
bases objetivas, ni con una gran riqueza territorial ni con una población
numerosa. ¿Qué condiciones, entonces, se dieron para tan asombroso portento?
Básicamente una, que, sin duda, estuvo también al margen de la voluntad de
los propios cretenses: la ubicación geográfica de la isla que, en la época
y sólo en esa época adquirió importancia trascendental.
Creta como puede apreciarse claramente en el Gráfico Nº 10, está ubicada a
mitad de camino entre Egipto y Mesopotamia a un lado del Mediterráneo y
Grecia y Roma al frente.
Sin que los cretenses se lo propusieran, mientras en la orilla sur del
Mediterráneo se daba el esplendor de Egipto, en la orilla opuesta los
territorios de Grecia e Italia habían crecido bastante en población y
demandaban, entre otros productos, trigo, cebada, lino, marfil y cerámica de
Egipto; maderas de Siria; y muchas variedades de productos agrícolas,
artesanales y minerales de Mesopotamia. Pero el imperio faraónico, a su vez,
demandaba los productos de Grecia (en particular el olivo, la vid y las
frutas). Creta, sin proponérselo, y dadas las restricciones técnicas de la
navegación de la época, en la que, conociéndose, aún no se dominaba
totalmente la navegación en alta mar, se convirtió en inevitable punto
central e intermediario entre ambas orillas del Mediterráneo.
Fue, entonces, la primera gran civilización que tuvo como fuente de
acumulación de riqueza no la actividad productiva, la agricultura como
había correspondido a Mesopotamia y Egipto, sino el comercio; sólo y
precisamente por su ubicación geográfica. Creta era el centro de una gran
bisagra natural con la que se unían, de un lado, los grandes pueblos
protagonistas de los dos primeros grandes imperios de Occidente y, del otro,
dos grandes mercados en crecimiento. En ausencia de otra alternativa, en sus
todavía pequeñas naves, los comerciantes ocupaban la mayor parte de sus
bodegas con la mercadería a comerciar, llevando pocos bastimentos en la
seguridad de poder reabastecerse de ellos en Creta.
A diferencia de los pueblos cuya riqueza era necesario defender de la
ambición externa con murallas, el comercio ha sido y es una riqueza
intangible que no se puede amurallar. Esa es quizá la mejor explicación de
por qué la civilización cretense es una de las pocas en la historia de la
humanidad que no muestra vestigios de fortificaciones. No significa ello que
no hubiera conflictos ni rivalidades. Pinturas de combates navales,
recientemente descubiertas es una isla próxima, a sólo 130 kilómetros de
Creta, son un magnífico testimonio de ello. No se gastó pues en
fortificaciones, pero sí, en cambio, en palacios en los que se concentró
gastó y desperdició gran parte de la riqueza acumulada en la actividad
comercial.
Aunque con reservas, puede sostenerse que la civilización Minoica es quizá
una de las pocas en la historia de la humanidad que alcanzó la cima de la
ola sin llegar a constituirse en un imperio militarista, aunque no por ello
dejó de guerrear. No obstante, tuvo una gran influencia sobre sus vecinos.
La moda cretense dice Barraclough se extendió por las islas egeas... .
En el lenguaje de hoy, bien podemos decir que los vestidos de coloridos
diseños, que usaban tanto los hombres como las mujeres de Creta, se
impusieron en la moda de entonces, entre gran parte de los pueblos del
entorno de la isla. Y no está demás recordar que ayer como hoy
generalmente se imita e impone aquello que goza de gran prestigio y
valoración.
Los cretenses, sobre todo entre los pueblos del norte del Mediterráneo
griegos en particular, gozaban de enorme prestigio y valoración, no sólo
por su habilidad como navegantes y comerciantes. Sino también por haber
desarrollado una forma nueva y original de escritura, distinta de aquella
que muy probablemente habían observado en Egipto o Siria. En diversos
lugares de la isla han sido encontradas tablillas de arcilla que
representaban listas de provisiones o pagos... .
Pues bien, todo ese despliegue tecnológico navegación de altura,
sofisticación comercial, decoración del vestido y escritura fue catapultado
por la particular y privilegiada ubicación geográfica de la isla.
Corresponde precisar aquí, sin embargo, que no es la ubicación geográfica en
sí misma la variante decisiva. Si así fuera, Creta que sigue ocupando el
mismo emplazamiento en el Mediterráneo seguiría siendo una potencia de
primer orden. Mas ello ya no es así. ¿Por qué? Porque no hay como muchos
creen y muchas veces se ha dicho, posiciones geográficas estratégicas por
sí mismas, sino en función del contexto. Es decir, es el contexto histórico
el que define que una determinada posición geográfica tenga o deje de
tener importancia estratégica. En otros términos, la posición geográfica de
Creta resultó siendo una ventaja comparativa relativa, no absoluta.
Así, en el caso de Creta, al cabo de varios siglos de estar en
funcionamiento los vasos comunicantes, otros pueblos alcanzaron a igualar
y hasta superar el dominio de la navegación de altura de los cretenses. Qué
mejor testimonio de eso que las pinturas de combates navales a las que
acabamos de hacer referencia. Al lograr construir naves de igual o mayor
envergadura, con cien y hasta doscientos remeros, los comerciantes fenicios
del sureste del Mediterráneo y los griegos al norte del mismo, dirigían
directamente sus naves del centro de producción al centro de consumo, ya sin
la imperiosa necesidad de detenerse en Creta.
Es decir, las nuevas tecnologías de punta que Creta no podía impedir que
otros pueblos descubrieran por sí mismos y/o copiaran, hicieron que la isla
perdiera su ventaja comparativa, quizá con más rapidez que aquella con la
que su episódica ventaja los había llevado a la cima de la ola. Pareciera
que, en razón de ello, el esplendor de Creta apenas se prolongó entre el
2000 aC y el 1500 aC. La civilización cretense, pues, habría perdido
predominio tras un espectacular remezón tecnológico. Esta hipótesis nos
parece más verosímil y más coherente, que la de un destructivo terremoto o
los incendios que éste habría suscitado, o a la de una gigantesca ola
levantada tras la erupción volcánica que sepultó la isla en la que se ha
descubierto las pinturas a las que nos hemos referido, razones a las que
muchos autores aluden, y que, en todo caso, habría o habrían cumplido el
papel de golpes de gracia a una economía cuya declinación ya venía
manifestándose.
En otro orden de cosas, pero siempre refiriéndonos al factor ubicación
geográfica, obsérvese la siguiente constante que ha estado presente, sin
excepciones, desde la primera hasta la presente ola: todos sus protagonistas
han sido pueblos con frontera marítima: Mesopotamia, Egipto, Creta, Grecia,
Italia, Francia, España, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Mesopotamia,
sin embargo, ha sido la primera y única civilización casi exclusivamente
mediterránea de la historia de Occidente. Aparentemente por lo menos,
durante la hegemonía de Mesopotamia, su estrechísima frontera marítima en el
Golfo Pérsico no jugó ningún rol de importancia. No sólo porque el Golfo
Pérsico nunca ha sido pródigo de una gran riqueza ictiológica, sino porque
hace 5 000 años la navegación estaba en sus más incipientes rudimentos. Para
todas las demás olas, y probablemente durante muchísimo tiempo por delante,
las fronteras marítimas constituyen una importante ventaja para los pueblos
que las tienen. Así, los pueblos mediterráneos, inadvertidamente en la
antigüedad, y en conciencia aunque a pesar de su voluntad hoy, conceden un
importante handicap a los pueblos con acceso libre y directo a los grandes
océanos.
Pero hay otro matiz de ubicación geográfica al que nos hemos referido
casi en las primeras páginas de este libro que debe ser tenido en cuenta,
en particular, en el actual contexto internacional y su evolución más
reciente. Obsérvese el caso de Israel, Corea del Sur y la propia Alemania.
¿No está cada uno de esas estrellas del capitalismo mundial en la frontera
de mundos profundamente subdesarrollados? ¿No es digno de sospecha que, por
igual en los tres casos, se dé ese fulgor de éxito capitalista tan
promocionado casi en medio de un océano de pobreza: Israel rodeada del
Medio Oriente subdesarrollado; Corea del Sur frente a su homónima del Norte
y en las proximidades de China y el sudeste asiático subdesarrollados; y
Alemania rodeada de los exsatélites soviéticos todos subdesarrollados?
Todos ellos, pero mucho más Israel y Corea del Sur que Alemania, deben ese
fulgor a su providencial aunque pasajera estratégica posición
geopolítica. Israel, como Corea del Sur y Alemania, durante muchísimo tiempo
han sido hitos importantísimos en la frontera geopolítica entre
Occidente y el Mundo Socialista. Occidente, con Estados Unidos e
Inglaterra a la cabeza, siempre tuvo una clara conciencia de la tremenda
importancia que, en el contexto de la Guerra Fría, tenían las fronteras
vivas altamente desarrolladas y magníficamente bien apertrechadas, que
sirvieran, tanto de muro de contención a la expansión comunista, como de
vitrina con los mejores logros del capitalismo.
A diferencia de los pueblos subdesarrollados, que generalmente abandonan a
su suerte sus poblaciones fronterizas, Occidente y el mundo capitalista
desarrollado tuvieron una clarísima idea de la importancia de apuntalar el
desarrollo de esos tres importantísimos bastiones de contención en la
extensa frontera geopolítica con el mundo socialista. Nadie hasta ahora ha
podido mostrar a cuánto han ascendido las gigantescas transferencias de
capitales de Occidente a esos tres pequeñísimos rincones del planeta. Ése es
también un fantástico reto para la Economía. No es serio que se publicite
tanto los efectos escondiendo las causas más relevantes.