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Alfonso Klauer
LAS GRANDES OLAS DE LA HISTORIA
2) Intercambio comercial
Pues bien, como es obvio como nos lo ha mostrado el Gráfico Nº 6 y como nos
lo muestra el siguiente, todos los pueblos del globo están rodeados de
vecinos. Debemos entonces ahora resolver la pregunta ¿qué pueblo vecino toma
la posta que deja el centro de la ola que lo precedió? Pero también ¿por qué
la toma ese pueblo y no otro; o, si se prefiere, por qué la toma ese
vecino y no otro también vecino?
Los vecinos de Mesopotamia, como se ve en el Gráfico Nº 7 (en la página
siguiente), eran y son: Irán (A), Armenia (B), Turquía (C), Siria (D),
Chipre (E), Egipto (F) y Arabia Saudita (G).
La posta que dejaba Mesopotamia pudo, entonces, tomarla uno cualquiera de
esos siete pueblos. ¿Por qué, sin embargo, la tomó Egipto y no otro?
De los territorios vecinos a Mesopotamia, sin duda el más rico de todos era
el valle del Nilo. No debe extrañar entonces que, en relación con el resto
de los territorios nombrados, allí estuviera asentada la población más
numerosa. Pero, afianzando aún más esta ya objetiva ventaja, esa numerosa
población egipcia, magníficamente bien vertebrada, integrada y comunicada
por el Nilo, era pues entoces una población culturalmente bastante homogénea
o, en todo caso, internamente bastante más homogénea que cualquiera de los
otros vecinos de Mesopotamia.
Por el contrario, sin grandes ríos, la población persa se encontraba muy
esparcida en su amplio y más bien árido territorio. Los armenios, por su
parte, asentados sobre las montañas del Cáucaso, constituían pequeños grupos
dispersos en un quebrado y difícilmente comunicado territorio. Otro tanto
ocurría con los turcos, que ocupaban un territorio agrícolamente pobre y muy
quebrado, aunque de grandes dimensiones. Los fenicios, en Siria, ocupaban un
terreno quebrado en la parte alta del Éufrates y casi completamente
desértico en las llanuras colindantes con el Mediterráneo. Su ubicación
geográfica, no obstante, los impulsó a centrar su atención en las
actividades comerciales, tanto marítimas como terrestres. En Siria, en
efecto, confluían la demanda que provenía del este (Mesopotamia) y la que
provenía del sur (Egipto). La isla de Chipre, por su parte, sin ríos que
fertilicen la tierra, contaba por entonces con una población insignificante.
Y, finalmente, el desierto de Arabia, aunque inmenso, sólo era ocupado por
pequeñísimos y muy dispersos grupos de hombres en torno a los oasis.
A todas luces, pues, por la ostensible mayor riqueza de su territorio, y,
concomitantemente, por la mayor magnitud de su población, era el egipcio,
entre los vecinos de Mesopotamia, el pueblo objetivamente mejor dotado para
tomar la posta de ésta cuando de produjera su declinación. Esa, no obstante,
no era una condición suficiente.
La tecnología de punta de aquella época recordémoslo, era la agricultura.
¿Y cual de los vecinos de Mesopotamia era, en términos de potencialidad
agrícola, precisamente el más rico? Egipto, sin género de duda. La
extraordinaria producción agrícola del valle del Nilo permitió que fuera
creciendo incesantemente su población, de modo tal que, casi con seguridad,
Egipto era, en los inicios de su apogeo, un territorio tan poblado como
Mesopotamia . Mas, muy probablemente, la conocida estacionalidad de las
crecientes del Nilo, y las casi monótonas características del ecosistema del
valle, imponían importar un gran volumen de mercaderías, de muy diversa
índole, que se producían en ecosistemas distintos y complementarios al del
Nilo. Y, sin duda alguna, principalmente del centro hegemónico de entonces,
Mesopotamia.
Por lo demás, a pesar de que las sedes centrales de ambas sociedades
imperiales se encontraban muy distantes una de la otra, sus respectivas
conquistas los habían llevado a convertirse en vecinos que, disputándose la
posesión los territorios del Asia Menor, en diversas ocasiones se habían
enfrentado militarmente como las dos más grandes potencias de la época.
Así, pues, y por sorprendente que pueda resultarnos, hay que admitir que
Mesopotamia y Egipto estrenaron en la historia, hace más de tres mil años,
lo que hoy conocemos como bipolaridad.
En tal virtud, a partir de su conflictiva vecindad territorial, y de su
complementariedad productiva, se había tejido entre ambas sociedades una red
de relaciones vasta y densa, y de muy diverso género. Sin la más mínima
duda, las relaciones comerciales MesopotamiaEgipto alcanzaron magnitudes
inmensamente mayores a las que se dieron entre Mesopotamia e Irán, o las que
se dieron entre Mesopotamia y Chipre, y con cualquier otro de los vecinos de
Mesopotamia.
La numerosa, bien comunicada y homogénea población egipcia constituía pues
el más grande mercado para los productos de Mesopotamia. Y, en sentido
contrario, la producción del Nilo tuvo como su mejor mercado externo las
poblaciones del Éufrates y el Tigris. El comercio MesopotamiaEgipto, a
través de Siria, debió pues ser muy intenso. Sin duda el más importante del
mundo de entonces. Desde Mesopotamia se exportaba lana y muy probablemente
carne. Y desde Egipto lino, marfil y piedras preciosas.
En el contexto del florecimiento de la actividad comercial surgió la
escritura (3100 aC), uno de los mayores aportes de Mesopotamia a la
civilización Occidental. No menos importantes habían sido sus aportes en el
establecimiento de la primera agricultura (8000 aC), y en la formación de
las primeras ciudades del planeta (4000 aC). Y no menos trascendentales
fueron también sus contribuciones con la cría de ganado, la construcción de
diques y canales de riego, la fabricación de herramientas y armas de bronce,
así como la primera literatura del mundo. Y, una vez más en relación con el
comercio, los primeros sistemas de pesos y medidas.
La expansión de los primeros Imperios de Mesopotamia, hacia el oeste, y la
expansión del Imperio Egipcio, hacia el norte y tras conquistar a los
pueblos de Palestina, los hizo confluir en Siria y disputarse acre y
largamente ese territorio. Siria, pues, fue el punto de encuentro,
comercial, político y militar, de las das primeras potencias de Occidente,
o, si se prefiere, la primera manzana de la discordia en la historia de los
centros hegemónicos. De allí que no sea una simple coincidencia que en
Siria, en la ciudad de Mari, halla sido encontrada la más grande colección
de tablillas de arcilla: 17 500 piezas, en las que están escritos relatos de
actividades comerciales (entre ellas la recaudación de peaje por el tráfico
en el Éufrates), militares (como la persecución de esclavos de guerra
fugitivos), así como de actividades diplomáticas y domésticas.
Egipto, pues, además de densamente poblado y rico, tuvo el más amplio y
variado intercambio de experiencias comerciales, políticas y militares con
el centro de la primera ola de Occidente. Sin duda, insistimos, fue un
intercambio más vasto que el que Mesopotamia tuvo con cualquier otro de sus
vecinos.
En aquellos momentos, vale la pena hacerlo explícito, las mercancías, como
la tecnología y los conocimientos, circulaban, fundamentalmente, por tierra.
Resulta obvio por eso que los volúmenes más grandes de intercambio se
concretaban con los vecinos. No existían marinas mercantes ni aeronáutica,
que habrían permitido que el comercio más intenso se diera con un pueblo
lejano; ni la vía satélite, que habría permitido que la información y la
tecnología fluyeran a pueblos aún más distantes. Así, la vecindad
territorial jugaba un papel decisivo en la frecuencia y el volumen de los
intercambios comerciales.
Ese intercambio, como todos los que vendrían después, cumpliría el rol
trascendental de vaso comunicante, en el que, en uno y otro sentido y sin
que los protagonistas concientemente se lo propusieran cada uno traspasaba
al otro su más importante riqueza cultural, científica y tecnológica. Para
el mundo de hace más de dos mil años, cuenta Julio César:
Tienen los galos la costumbre de obligar a todo pasajero a que se detenga,
quiera o no quiera, y de preguntarle qué ha oído o sabe de nuevo; y a los
mercaderes en los pueblos, luego que llegan, los cerca el populacho,
importunándolos a que digan de dónde vienen, y qué han sabido por allá .
Difícilmente puede pensarse que esa práctica la inventaron los franceses.
Sin duda, esa costumbre así como la de espiar deliberadamente a los
vecinos, se remonta hasta los orígenes mismos de la humanidad. Por lo
demás, como resulta obvio, esos pasajeros y esos comerciantes, así como
respondían, también preguntaban. He ahí que tomaban forma los vasos
comunicantes entre los pueblos.
No siempre, sin embargo, el intercambio era equivalente. Muchas veces, por
el contrario, resultaba más bien desigual. En efecto, el pueblo que estaba
en el centro de la ola tenía muchísimo más que ofrecer a aquellos que
estaban en la periferia, que lo que éstos podían ofrecerle a él. El
intercambio, pues, beneficiaba a los pueblos de la periferia, pero, en
particular, a aquel con el cual se daba con mayor amplitud e intensidad. En
definitiva, Egipto estaba llamado, inexorablemente, y al margen de su
voluntad, a tomar la posta que en algún momento dejaría Mesopotamia. Y así
efectivamente ocurrió.
Ello no ha sido una excepción, sino, por el contrario, una constante a lo
largo de la historia de la humanidad. Creta fue la bisagra comercial entre
Egipto y Grecia; Roma prácticamente acaparó el intercambio mercantil y
cultural que exportaba Grecia. Otro tanto puede afirmarse de la relación
EuropaEstados Unidos. En los últimos doscientos años, con ningún otro
espacio del planeta mantuvo Europa una mayor relación de intercambio
comercial que con Estados Unidos, que fue precisamente el pueblo que le tomó
la posta. A principios del siglo XX, casi el 90% del comercio mundial se
concentraba en el flujo entre uno y otro territorio.
De entre los vecinos, pues, la posta siempre la ha tomado aquél con el
cual, el que la perdía, había mantenido mayores y más intensos vínculos:
políticos, militares y comerciales. Es decir, la tomaba aquel pueblo que, a
través del intercambio, había obtenido el mayor traspase de riquezas.
Tomando en cuenta este nuevo factor, revisemos entonces una vez más la
proyección hacia el futuro que hemos propuesto en el Gráfico Nº 6. A lo
largo del siglo XX, la importancia del eje comercial EEUUEuropa ha ido
decreciendo paulatinamente: del 90% del comercio mundial, a principios del
siglo, descendió hasta el 80%, a mediados del mismo. Y ya en los primeros
años de la década de los 90´s representaba solamente el 51% . Y actualmente,
sin duda, representa menos del 50%. Se trata, pues, inobjetablemente, de una
marcada tendencia decreciente. Entre tanto, América Meridional y África
concentran poco significativos 4 y 3% del comercio mundial. Y por el
contrario, el Extremo Oriente, que a principios del siglo pasado ninguna
significación tenía en el comercio mundial, hoy concentra más del 25%, con
el inobjetable liderazgo de Japón, y con insospechables perspectivas de
crecimiento a medida que China participe más crecientemente en el comercio
internacional.
No deja de ser curioso que, aun cuando la civilización humana ha dado saltos
tecnológicos portentosos a lo largo de miles de años, hoy, a pesar de la
existencia de las grandes flotas marítimas y aéreas, sigue siendo con los
vecinos Europa, al este, y Japón al Oeste con quienes la potencia
hegemónica de la actualidad mantiene las mayores relaciones de intercambio
comercial. Japón destina a Estados Unidos el 28% de sus exportaciones, casi
5 veces más que al segundo de los mercados de la isla. Y trae de Estados
Unidos el 22% de sus importaciones, esto es, 3 veces más que de su segundo
proveedor. Para Estados Unidos por su parte, Japón es su mercado
extracontinental más grande. A él llega el 10% de las exportaciones
norteamericanas. Y representa también su más importante proveedor
extracontinental. De él trae el 19% de sus importaciones. Hace 100 años el
comercio norteamericano con Japón era casi 0, ¿a qué porcentajes ascenderán
las exportaciones y las importaciones norteamericanas hacia y desde Japón y
China en los próximos 50 años?
No es difícil prever entonces que Europa y JapónChina se presentan como los
núcleos con los cuales Estados Unidos mantendrá, por muchos años, el mayor
intercambio. Es posible pues prever que a uno de esos dos polos
corresponderá el privilegio de ser el centro de la próxima y Décima gran Ola
de la historia de Occidente. Pero serán otros factores, sin embargo, los que
nos permitan el descarte final.