EL MUNDO PRE-INKA: Sobre el “estado de la cuestión” en Historia  

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Alfonso Klauer

Las grandes naciones andinas

En el norte, como herederos de los viejos agricultores de Chongoyape, el pueblo mochica lambayecano se hayaba posesionado y explotaba los valles de Zaña, Reque, Lambayeque, La Leche, Túcume, e incluso el actualmente casi seco valle de Olmos. Los núcleos más numerosos habrían de erigir Batan Grande, en las inmediaciones de Chongoyape, y las grandes pirámides de Túcume, ligeramente más al norte. Sicán, Sipán e Íllimo serían otros de muchos núcleos poblacionales menores.

Con la denominada Cultura Lambayeque, por ejemplo, el pueblo mochica alcanzó a dominar una tecnología hidráulica muy avanzada.

Y logró extraordinario virtuosismo y fama en la metalurgia del oro, que hábilmente combinaron con la plata y el cobre. Dominaron pues las aleaciones. Pero también la soldadura, el repujado, el burilado y el calado.

Son particularmente célebres los tumis y las máscaras ceremoniales. E igualmente notables son muchísimos de sus trabajos de joyería en los que incrustaron esmeraldas, turquesas, amatista, lapislázuli, cuarzo rosado y cristalino, cristal de roca y perlas blancas, rosadas y negras, muchas de las cuales eran obtenidas, a través de los tallanes, de pueblos norecuatoriales.

Inmediatamente al sur de aquéllos estaba el pueblo moche de La Libertad. Eran los sucesores y descendientes de los remotos hombres de Paiján, los aldeanos de Los Chinos, Huaca Prieta, Las Aldas, Cerro Prieto y Culebras, y de los grupos de Salinar y de Gallinazo.

Estaban ahora en posesión de los valles de Virú, Moche, Chicama y Jequetepeque.

Pero los centros organizativos y religiosos más importantes estuvieron en los valles de Moche y Chicama donde, entre otras, erigieron las huacas del Sol y de la Luna, y el complejo El Brujo, que recién ha empezado a conocerse, respectivamente. Los moches, pues, como tantos otros, se levantaron sobre los escombros de los viejos dominios chavín –como afirma Lumbreras–.

Como hemos postulado anteriormente, puede presumirse que tanto mochicas como moches albergaron en sus territorios y se mezclaron étnica y culturalmente con los sechín, al cabo de la huida de éstos tras su derrota por los chavín. Como bien se vio en la Ilustración N° 6, y como muy significativamente veremos más adelante, hay fundadas razones que avalan esa sospecha. Así, con el concurso y aporte de los sechín, mochicas y moches iban dando forma a lo que a la postre se reconocería como nación chimú.

En la costa central, los primitivos y pequeños grupos de Ancón, Chivateros, Oquendo y Arenal; los grupos aldeanos de Canario y Cucaracha; de El Encanto y Chilca; de las Colinas de Ancón y de Pedreros; de El Paraíso y Curayacu, así como los de Miramar y de Tablada de Lurín, habían precedido pues a quienes, contemporáneos con los moche, debemos considerar conformantes de la nación lima.

A la constitución de la nación ica, en la costa sur próxima a Lima, contribuyó –por ahora como la versión más remota– el hombre de San Nicolás. Más tarde los grupos que ocuparon las aldeas de Cabeza Larga, Otuma y Las Lomas. A ellos sucedieron los hombres que dieron origen a las culturas Paracas: Cavernas y Necrópolis. Y luego, coetáneos con los moche y los lima, los que crearon la cultura Nazca.

El remotísimo hombre de Pacaicasa y los hombres de Ayacucho, Huanta, Puente, Jaywa, Piki, Chihua y Cachi; los que después forjaron las culturas Chupas y Rancha y en esta etapa daban forma a la cultura Huarpa; todos ellos, fueron dando forma a la nación chanka. Y, como está dicho, en el extremo suroriental del territorio, alternaban las naciones inka y kolla.

Hacia los años 200 – 300 dC ésas eran las naciones más grandes del territorio andino.

Sin embargo, alternaban con ellas otras distintas colectividades humanas, en otras tantas porciones del territorio: los tallanes, dando forma a la cultura Vicús, en el extremo septentrional de la costa; los cajamarca, vecinos de aquéllos, pero en el área cordillerana; los casma, en la costa, los recuay –que en el Callejón de Huaylas adyacente habían desplazado en importancia a los huaraz– y los conchucos –en el callejón del mismo nombre – contribuían a la recomposición de la nación chavín–; los tarmas y huancas, en la zona central de la cordillera, en torno al valle del Mantaro. Pero además huancavilcas y cañaris, así como cañetes y yauyos, etc.

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