EL MUNDO PRE-INKA: Sobre el “estado de la cuestión” en Historia  

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Alfonso Klauer

Nuestras hipótesis de trabajo

Hace diez años, conociendo suficientemente bien la geografía del país, acometimos la tarea de estudiar en conciencia la Historia del Perú.

Por todo lo que como aficionados habíamos leído, teníamos la convicción de que ella no había explícitamente formulado explicaciones coherentes y consistentes, y, mucho menos, válidas, sobre la terrible pobreza y subdesarrollo del Perú, habida cuenta de la enorme riqueza que se había extraído de su territorio.

Sin formación académica en Historia, pero con una multidisciplinaria formación técnica y humanista, iniciamos la lectura y fichaje provistos de las tres siguientes hipótesis generales:

A) La historia –”H”– (el pasado) , necesaria e invariablemente, tiene que explicar el presente –”P”–.

Así, P = f (H) , nos dijimos en términos matemáticos.

B) Tiene que estar en la Historia, refundida, mimetizada, diluida y hasta disfrazada, la información que permita efectivamente dar cuenta del presente. Y,

C) Siendo que la Historia es, por analogía, un complejísimo rompecabezas, del que nadie tiene el “modelo” para armar; y que la “versión tradicional” es sólo una, y no precisamente buena, entre muchas posibilidades de ensamble, debe haber otras formas de reunir las piezas encontradas en (B) para satisfacer la exigencia de (A) .

Y a su turno, la búsqueda de la información estuvo también provista de las siguientes hipótesis específicas que había que responder; y/o probar; mantener provisoriamente en pie, si fuera necesario ante la falta de pruebas concluyentes; o descartar:

1) Los pueblos, como los individuos, se mueven en función de intereses y objetivos.

2) La conducta social, como la conducta individual, es eminentemente racional. Es coherente y consistente. No es puramente azarosa y, menos, espontaneísta y errática.

3) Los pueblos se comportan como fuerzas en la prosecusión de sus objetivos. En cada circunstancia histórica, lo relevante ante los obstáculos y oposiciones es la correlación final de las fuerzas en juego.

A más fuerza –material, económica, demográfica y militar–, más posibilidades de alcanzar los objetivos. Y otro tanto a mejor estrategia de acumulación de fuerzas, y a mayor habilidad en el uso de los recursos disponibles.

4) En ausencia de fuentes escritas originales de la historia antigua, las realizaciones materiales, y en particular la iconografía, deben ofrecer información valiosa que no ha sido suficiente ni adecuadamente interpretada y/o no ha sido “descubierta”.

5) La ocupación inicial del territorio andino ha estado signada por el azar. Unos pueblos se asentaron en territorios objetivamente ricos, en tanto que otros, con prescindencia de su voluntad, en áreas muy pobres. Aquéllos, pues, tenían objetivamente mayores posibilidades de desarrollo que éstos.

6) Allí donde se generó excedentes de riqueza, éste sólo podía tener dos usos: gasto o inversión. ¿Cuál fue la proclividad a uno y otro destino en los pueblos del Perú antiguo?

7) La presencia de élites de poder, con intereses distintos a los de la masa del pueblo, necesariamente sesga el uso de los excedentes hacia el gasto o consumo y, necesariamente, en su propio beneficio, y no el del pueblo.

8) El centralismo –político, económico y demográfico– es una consecuencia de la existencia de élites excluyentes y de imperios.

9) Las conquistas imperiales son, necesariamente, una agresión –política, económica, demográfica, étnica y cultural– contra los pueblos sojuzgados. Las supuestas “legitimaciones históricas” sólo son un pretexto.

10) Toda agresión genera o incuba el rechazo correspondiente y proporcional. A mayor intensidad y duración de la agresión, mayor intensidad y persistencia del rechazo.

La dispersión de la agresión genera identidad de intereses y solidaridad entre los agredidos. Los imperios, entonces, incuban y desatan las fuerzas de su propia destrucción.

11) Las conquistas imperiales implican enriquecimiento fácil. Y éste, a su turno, impulsa al gasto con muchísima más proclividad que a la inversión. La tendencia a presupuestos cada vez más desfinanciados resulta altísima. Los imperios, entonces, incuban su autodebilitamiento y destrucción económica.

12) El comercio –o trueque– libre es la forma más directa, persistente y pacífica, y, en consecuencia, más efectiva y duradera, de la influencia cultural recíproca.

13) Con ningún pueblo se realiza tanto comercio como con los vecinos. De éstos, comercia más y resulta más influido aquel con más población y más fluidas líneas de comunicación.

14) En general, el crecimiento y despegue económico y cultural de un pueblo no se explica dentro de sus propios límites sino dentro del contexto geopolítico en el que se encuentra.

15) La capacidad de agresión natural del territorio andino es enorme. Frente a él, tenía que ser infinitesimal la capacidad de respuesta y neutralización que podían ejercer los pueblos de la antigüedad.

16) Los valles del Perú –único gran sustento económico de los pueblos en la antigüedad –, eran minúsculos en relación con el área del territorio. La proporción era muy probablemente de 1 a 100. Así, los espacios poblacionalmente ocupados eran entonces notablemente reducidos.

Las agresiones normales de la naturaleza andina –huaicos y terremotos, principalmente – resultan, pues, desproporcionadamente grandes y, en consecuencia, demoledoras.

17) Las primitivas y poco eficientes técnicas de construcción de la antigüedad, imposibilitaban hacer frente a eventos de gigantesca envergadura de impacto como el fenómeno del Niño. Los pueblos estaban absolutamente a expensas de él, virtualmente inertes.

Hoy, diez años después, nuestra hipótesis a este respecto es: el Fenómeno océanoatmosférico del Pacífico Sur, tanto en su versión de lluvias e inundaciones, como en su versión de sequías, ha jugado un papel absolutamente decisivo en la historia de los pueblos e imperios andinos.

18) Las primitivas y poco eficientes técnicas hidráulicas de la antigüedad, y las primitivas técnicas de preservación de alimentos, imposibilitaban hacer frente con total eficiencia a las grandes sequías.

19) Aunque débilmente, conjeturábamos por entonces que, con mucho más gravitación que ningún otro fenómeno natural, los fenómenos climáticos habrían jugado un rol importantísimo en la historia del mundo andino. Y,

20) La forma más eficiente de protección pasiva contra los impactos de la naturaleza –huaicos, terremotos, inundaciones y sequías – era la dispersión de la población.

Pero a más dispersión demográfica, correspondía mayor debilidad políticosocial, menor integración económica y cultural, mayor dificultad de difusión idiomática y menores posibilidades de intercambio comercial.

Por añadidura, provistos de muchas de esas mismas hipótesis y de otras pertinentes, en los últimos años hemos acometido el estudio del proceso histórico del “descubrimiento y conquista de América”. Los sorprendentes resultados se muestran en los dos tomos de En las garras del imperio.

A su turno, y más recientemente, provistos del mismo instrumental teórico y de hipótesis, nos hemos embarcado en la tarea de reformular la “historia de Grecia”. El desenlace, como se verá en su oportunidad, es simple y llanamente sorprendente. Y igualmente habrá de sorprendernos a todos la “historia del Imperio Romano”.

Hoy no pasan de ser simples anécdotas personales. Mas para quienes quieran embarcarse con nosotros en la árdua y titánica tarea de reformular la Historia, bien vale la pena recordarlas. La primera –como quedará en evidencia en la lectura del cuerpo de la obra que presentamos–, es que, efectivamente, está en los textos de la Historia tradicional la información importante y relevante que se requiere para reformular su contenido. Mimetizada, encubierta y escondida, pero está.

Y la segunda, es que, en una infinidad de casos, la información relevante es precisamente aquélla que la Historia tradicional ha sistemáticamente considerado como la accesoria, de escasa importancia. Al extremo que muchísimos valiosos datos apenas aparecen en las notas de pie de página.

Tal parece pues que la Historia tradicional en verdad encierra “dos historias”. La explícita y obvia, la eminentemente tradicional, a partir de lo que ella ha considerado importante, pero que no es sino lo accesorio.

Y la implícita y encubierta, la “nueva Historia”, a partir de lo que ella ha considerado accesorio, pero que es efectivamente relevante.

Con esas, y muchísimas otras más hipótesis de detalle, emprendimos la realización de Los abismos del cóndor –período pre–inkaico – y Tahuantinsuyo: el cóndor herido de muerte –Imperio Inka–.

He aquí este nuevo esfuerzo. Entregamos aquí la primera versión corregida y aumentada de Los abismos del cóndor. Tan corregida y tan aumentada que ha resultado en más del doble que el original. Pero como se verá, y de cara al debate científico, sobre todo por el hecho de que nos hemos visto precisados a incluir innumerables digresiones explicativas y sustentatorias (presentadas generalmente en tipografía más pequeña y con títulos en color rojo) .

Éstas, con el riesgo de desorientar al lector, muchas veces avanzan en el tiempo y hasta saltan de escenario, para luego retornar al tiempo y al espacio originales. Agradecemos desde ya su tolerencia.

Concédasenosla –con el corazón y con la mente–, para que algún día, superadas las polémicas y las discrepancias, construida la Historia como ciencia, nuestros hijos o quizá sólo nuestros bisnietos dispongan de una versión que sin ser extensa, sea útil y amena.

Las siguientes aclaraciones son válidas para el primer y segundo tomos de esta obra.

1) Sistemáticamente haremos la distinción entre historia (con “h” minúscula) e Historia (con “H” mayúscula) . Cuando usamos “historia” nos estamos refiriendo al “pasado”; y con “Historia” nos estaremos refiriendo a la o las “versiones escritas de ese pasado”. Y cada vez que hacemos referencia a una ciencia, en general procedemos con igual criterio.

2) Aprovechando los recursos gráficos disponibles, en cada párrafo nos hemos permitido destacar en color azul la idea central del mismo. Se puede tener una primera y panorámica idea del texto leyendo sólo esos destacados.

3) El cuerpo del texto está compuesto en tipografía de 12 puntos. Y digresiones, que hemos considerado muy importante hacer –dirigidas fundamentalmente al lector más interesado en temas de Historia–, en tipografía de 10 puntos.

Los títulos y subtítulos de cuerpo han sido destacados en verde. Y los de las digresiones en rojo.

4) Para enfatizar cuán étnico–culturalmente rica ha sido la historia andina, siempre ponemos en cursiva los gentilicios de los distintos pueblos y naciones –incluso los de otros continentes–.

5) Con bastante frecuencia hacemos uso de las “ “ (comillas) . No sólo para reproducir citas textuales. Sino también para destacar algunos conceptos. Y como se verá en más de una ocasión, también para poner en tela de juicio el valor de algún concepto.

6) Salvo algunas excepciones, en las que aparecen comentarios o críticas del autor, todas las Notas–que en su inmensa mayoría son bibliográficas–, aparecen el final de los correspondientes tomos.

7) Cada tomo tiene su propio Índice de Mapas, Gráficos, Cuadros, Ilustraciones y Anexos.

8) La bibliografía citada en todo el texto aparece sólo al final del segundo tomo.

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