Los ciclos económicos



 

Westley C. Mitchell

Texto alojado y servido gratuitamente en
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Publicado originalmente en 
Business Cycles and Unemployment
National Bureau of Economic Research
1923, pp. 5-18

Reeditado como capítulo en 
Gottfried Haberler, 1944, 
Readings in business cycle theory

Traducido al español y publicado en 
Ensayos sobre el ciclo económico, 
Fondo de Cultura Económica, México, 1944, 
bajo la dirección de Víctor L. Urquidi.

LOS CICLOS ECONÓMICOS *

Wesley C. Mitchell **

En períodos como el que impulsó al presidente Harding a convocar la Conferencia sobre Desocupación, la gran mayoría de los desocupados son trabajadores que han sido "despedidos" a causa de la depresión económica. La razón de que millones de hombres pierdan sus empleos en tales períodos se debe a que los patronos están perdiendo dinero. Por lo mismo, un examen de los medios de estabilizar la ocupación deberá principiar por analizar los procesos que periódicamente originan el caos en la economía.

1. NATURALEZA DE LOS CICLOS ECONÓMICOS

En los últimos 110 años, la economía norteamericana ha pasado quince veces por períodos de "crisis". La enumeración de los años de crisis (1812, 1818, 1825, 1837, 1847, 1857, 1873, 1884, 1890, 1893, 1903, 1907, 1910, 1913, 1920) muestra variaciones considerables en la magnitud de los períodos que mediaron entre las crisis sucesivas. Además, no existen dos períodos de crisis exactamente iguales y en algunos casos las diferencias entre algunas crisis son más notables que sus similitudes. Por lo tanto, no es extraño que muchos hombres de negocios hayan creído durante mucho tiempo que las crisis son acontecimientos "anormales" originados por errores cometidos tanto por el público como por el gobierno. Desde ese punto de vista se ha asignado una causa especial a cada crisis, que frecuentemente los periódicos norteamericanos resumieron en frases pintorescas como "el pánico de Jay Cooke" en 1783, "el pánico ferrocarrilero" en 1884, "el pánico de Cleveland" en 1893, "el pánico de los hombres acaudalados" en 1903 y "el pánico de Roosevelt" en 1907. Una mayor experiencia, el conocimiento más amplio de la economía de otros países y la disponibilidad de mejores estadísticas han desacreditado la opinión de que las crisis son acontecimientos "anormales", originadas por causas particulares a cada una de ellas. La opinión contemporánea considera que las crisis no son más que una característica de los "ciclos económicos" recurrentes. En vez de un estado "normal" de la economía interrumpida sólo por crisis ocasionales, ahora se acepta un estado de continua variación en la economía —variando continuamente con ritmo más o menos regular—. Se acepta que a una crisis siga una depresión, que a ésta siga la recuperación y a ésta la prosperidad, la que a su vez precede a una nueva crisis. Esta clase de ciclos se ha manifestado en Estados Unidos por lo menos desde hace un siglo, quizá desde hace dos en los Países Bajos, en Inglaterra y Francia, y en períodos más cortos en Austria, Alemania, Italia, España y Ios países escandinavos. Desde hace una o dos generaciones se han manifestado ciclos semejantes en Canadá y Australia, en América Latina, en Rusia, en la India y en el Japón.

En la actualidad, es menos probable que se exagere su regularidad y no se niegue la existencia de los ciclos económicos. En realidad, la sucesión de ciclos difiere no sólo en amplitud sino también en intensidad y en la prominencia relativa de sus diversas manifestaciones. A veces las crisis se manifiestan en contracciones ligeras de la actividad económica, como en 1910 y en 1913; a veces degeneran en un pánico como en 1873, 1893 y 1907. En otras ocasiones se interrumpe la depresión por una recuperación abortada, como sucedió en 1895, y otras veces se intensifica por la presión financiera, como sucedió en 1896 y en 1914. También ocurre que la depresión sea breve e intensa como en 1908, o breve y poco perceptible como aconteció en 1911, y en otras ocasiones es prolongada y severa como ocurrió de 1874 a 1878. Las fases de recuperación suelen convertirse en prosperidad total, aunque existen excepciones, como sucedió en 1895. La fase de prosperidad puede alcanzar una gran intensidad como en 1906-1907 y 1916-1917, o se manifiesta en forma moderada hasta convertirse en una crisis ligera como sucedió en 1913, o en un pánico severo como fue el caso de 1893.

Estas diferencias entre los ciclos económicos se deben a que la situación económica en un momento dado es la resultante neta de un complejo de fuerzas entre las que el ritmo de la actividad económica no es más que una de ellas. La situación de las cosechas, la política nacional, los cambios en Ios sistemas monetario y bancario, las relaciones internacionales, las guerras y la paz, el descubrimiento de nuevos recursos y métodos industriales y otros muchos factores afectan favorable o desfavorablemente la perspectiva de obtener ganancias y por lo mismo tienden a acelerar o retardar el nivel de la actividad. El hecho de que el ritmo de la actividad económica se revela entre las resultantes netas producidas por estos numerosos factores hace pensar que éste sea uno de los factores que operan constantemente, así como que sea uno de los más poderosos.

Para esbozar el ciclo económico que sea aplicable a casos futuros, es necesario hacer abstracción de los complicados efectos de las diversas condiciones especiales que influyen en las ganancias en un momento dado, y concentrar la atención sobre la tendencia del sistema económico contemporáneo a producir períodos alternos de actividad y contracción.

Aun aceptando esta simplificación, el problema es todavía muy complejo. Para no perderse en un laberinto de complicaciones es indispensable seguir constantemente la característica principal de las operaciones comerciales. Se supone que la finalidad primordial de todas las empresas comerciales es ganar dinero. Cuando mejoran las perspectivas de obtener utilidades, aumenta la actividad económica. Cuando las perspectivas son sombrías, el ritmo de los negocios sufre un letargo. Todo lo que afecta a la economía, desde la precipitación pluvial hasta la política, ejerce su influencia afectando al factor básico: la perspectiva de obtener ganancias. Este rasgo, el del lucro, no sólo impide extraviarse en razonamientos viciosos, sino que también servirá para desenmarañar lentamente la complejidad de la actividad económica, analizando todos Ios detalles si así se desea, o examinando rápidamente este laberinto tratando de encontrar sólo los rasgos característicos. Evidentemente, en esta sección tendremos que acelerar nuestro paso. (1)

II. PLAN DE EXPOSICIÓN

Dado que los ciclos económicos siguen un curso interminable, originándose cada ciclo en el anterior y fundiéndose en el siguiente, por lo mismo podemos iniciar nuestro análisis con cualquier fase del ciclo que escojamos. Cualquiera que sea la fase seleccionada, tendremos que iniciar nuestra investigación aceptando como dada la situación económica del momento. Pero una vez iniciado el análisis, el curso de nuestro examen estará determinado por la sucesión de fases por las que atraviesa el ciclo. Siguiendo este procedimiento en todas las fases del ciclo económico volveremos al punto de partida y terminaremos nuestro estudio explicando la situación económica que aceptamos como dada al principio.

Contando con una libre determinación, será conveniente principiar con la fase del ciclo por la que atraviesa actualmente la economía norteamericana: la fase de recuperación que siguió a la depresión. La primera tarea consistirá en examinar cómo esta recuperación toma impulso y origina la prosperidad. Consideraremos después cómo la prosperidad misma crea las condiciones que conducen a las crisis, cómo éstas se convierten en depresiones y, por último, cómo, con el transcurso del tiempo, las depresiones procrean condiciones que originan una nueva recuperación.

Este análisis será una explicación breve del ciclo económico. Sin embargo, es importante señalar que los ciclos económicos afectan a las distintas industrias de manera diferente. Por ejemplo, el ciclo afecta de una manera temprana y severa a algunas industrias, mientras que a otras sólo las toca muy ligeramente. Este aspecto del problema ha recibido hasta ahora poca atención por parte de los investigadores, y no podrá examinársele adecuadamente hasta que las distintas industrias dispongan de registros y expedientes más sistemáticos de sus cambios de fortuna de lo que actualmente se dispone, con excepción de algunos casos aislados. Pero mediante la cooperación de algunas asociaciones comerciales y de hombres de negocios disponemos de algunos datos que muestran cuán importantes y prometedoras serán en este aspecto las investigaciones posteriores. En la siguiente sección examinaremos el efecto del ciclo económico sobre industrias concretas, una vez considerado el ciclo económico en general.

Ill. LAS RECUPERACIONES Y LA ACUMULACIÓN DE LA PROSPERIDAD (2)

El período de depresión produce con el transcurso del tiempo determinadas condiciones que favorecen un aumento en la actividad económica. Entre estas condiciones pueden mencionarse un bajo nivel de precios en relación con los que prevalecen en períodos de prosperidad, una disminución drástica en el costo de producción, un margen reducido de ganancias, amplias reservas bancarias y una política conservadora en la capitalización de las empresas y en la concesión de créditos.

Esta situación va acompañada tarde o temprano por un aumento en el volumen físico de las compras. Cuando se inicia una depresión, la mayoría de las empresas disponen, ya sea en existencias, o en pedidos, de gran cantidad de mercancías. Durante los primeros meses de contracción llenan sus pedidos principalmente de los acervos disponibles y a su vez compran o producen cantidades reducidas de mercancías. De manera similar, tanto los consumidores como las empresas comerciales disponen al fin del período de prosperidad de cuantiosas existencias de ropa, artículos de hogar y equipo industrial, respectivamente. Durante algún tiempo sólo compran los bienes perecederos que consumen continuamente, como los alimentos y el servicio de transporte. Pero después de algunos meses de depresión, los bienes semiduraderos de consumo se deterioran y por lo mismo hay que reemplazarlos o repararlos. Cuando llega ese momento aumenta gradualmente el nivel de compras y, en tanto que los acervos de los vendedores disminuyen gradualmente, ocurre asimismo un aumento lento en la producción.

La experiencia demuestra que una vez iniciada una recuperación, ésta tiende a desarrollarse en forma acumulativa. Un aumento en el nivel de operaciones de un comerciante lo inclinará a renovar su equipo deteriorado y a adquirir mercancías con anticipación a sus necesidades inmediatas. Un aumento en el número de trabajadores ocupados por las fábricas provocará un aumenta en el nivel de compras de los consumidores y por lo mismo un nivel mayor de producción. La mejoría en los negocios producirá un mejor estado de ánimo en los empresarios y estas perspectivas optimistas darán un nuevo ímpetu a la mejoría en Ios negocios. Es sólo cuestión de tiempo que un aumento en el volumen de operaciones convierta el letargo en actividad. A veces se acelera este cambio porque surgen algunos acontecimientos propicios que no se originan en los negocios como, por ejemplo, las buenas cosechas, o se retardan por alguna influencia, como la incertidumbre política. Si ninguna influencia los perturba, la transformación ocurrirá lenta pero seguramente.

Aun cuando a veces el nivel de precios va a la zaga, moviéndose lentamente, cuando se inicia la recuperación la expansión acumulada en el volumen físico de operaciones comerciales detiene sin dilación la baja de precios y se inicia un alza; pues en tanto las empresas tengan en perspectiva todos Ios pedidos que puedan atender de acuerdo con su equipo disponible y trabajando a un nivel estándar de eficiencia, pedirán precios más altos para los nuevos pedidos. Esto sucede aun en las actividades donde priva la competencia perfecta, pues sólo es posible atender los nuevos pedidos ocupando nuevos trabajadores, empleando la maquinaria en desuso, adquiriendo nuevos bienes de producción o introduciendo algunos otros cambios que entrañan mayores gastos. La perspectiva de que esto ocurra acelerará el alza de precios. Los compradores se encuentran ansiosos de obtener o firmar contratos para la adquisición de grandes cantidades de mercancía en tanto que prevalezcan precios bajos, y las primeras señales ciertas de una tendencia al alza en los precios originará una avalancha de pedidos.

Al igual que el aumento en el volumen de operaciones, el aumento de precios se extiende rápidamente, pues cada aumento de precios presiona a los vendedores para que se recuperen fijando aumentos compensatorios en sus precios. Los cambios que se operan en éstos no son uniformes; el nivel existe no sólo entre mercancías diferentes sino también entre diferentes sectores del sistema de precios. En la mayoría de los casos los precios al mayoreo van a la zaga de los de menudeo, los precios de los bienes de consumo básicos van a la zaga de los de producción indispensables, y los precios de los productos acabados van a la zaga de los de materias primas. Entre éstas, los precios de Ios productos minerales reflejan con mayor regularidad las variaciones en la situación económica que los precios de las materias primas animales, vegetales o forestales. A veces los salarios aumentan con mayor rapidez, pero casi siempre en menor grado que

los precios al mayoreo; en ocasiones las tasas de descuento aumentan con mayor lentitud que los precios de las mercancías y a veces con mayor rapidez; las tasas de interés sobre préstamos a largo plazo se mueven lentamente en las primeras etapas de la recuperación en tanto que las cotizaciones de los valores, especialmente de acciones, generalmente preceden y exceden en el alza a los precios de las mercancías. Las causas de estas diferencias en la prontitud y energía con que las diferentes clases de precios reaccionan ante el estímulo de la actividad económica se encuentran en parte en las diferencias de organización de los distintos mercados de bienes, mano de obra, préstamos y valores; en parte en las circunstancias de carácter técnico que afectan a la demanda y oferta relativas de estas diversas clases de bienes, y en parte en que las empresas ajustan sus precios de venta a los cambios en el total de los precios de adquisición que pagan, en vez de ajustarlos a los cambios en los precios de los bienes concretos que adquieren para la reventa.

En la mayoría de las empresas, y como resultado de esas divergentes fluctuaciones de precios, junto con un mayor volumen de ventas se obtienen mayores ganancias, pues en tanto que los precios de las materias primas y de las mercancías adquiridas para la reventa, y a veces el interés bancario, aumentan generalmente con mayor rapidez que los precios de venta, los salarios se mueven con mucho retardo y los precios que constituyen Ios gastos generales se encuentran en su mayoría estabilizados por algún tiempo por convenios anteriores sobre salarios, alquileres y bonos.

Este aumento en las utilidades, combinado con las perspectivas optimistas reinantes, conduce a una marcada expansión en las inversiones. Naturalmente, el alto volumen de pedidos de maquinaria, de contratos para nuevas construcciones, etc., que resultan de esta situación, aumentan aún más el volumen de operaciones y refuerzan los factores que impulsan los precios al alza.

Es indudable que la característica más importante de esta fase del ciclo económico es la operación acumulativa de los diversos procesos que convierten ala recuperación de Ios negocios en una intensa prosperidad. No sólo cada aumento en el volumen de operaciones origina nuevos aumentos, y cada convertido al optimismo hace prosélitos, y cada aumento en los precios proporciona un aliciente a nuevos aumentos, sino que el acrecentamiento del volumen de operaciones comerciales ayuda a extender el optimismo y a aumentar los precios, en tanto que el optimismo y el alza de precios se sustentan mutuamente y estimulan el desarrollo de la actividad. Por último, como ya se acaba de decir, los cambios que se desarrollan en estos tres factores mencionados aumentan las ganancias y estimulan las inversiones, en tanto que las grandes utilidades y las inversiones considerables a su vez reaccionan aumentando la actividad, justificando el optimismo y acrecentando los precios.

IV. DE CÓMO LA PROSPERIDAD ORIGINA UNA CRISIS

Mientras que Ios procesos delineados arriba operan en forma acumulativa, durante algún tiempo, aumentando la prosperidad, también producen una lenta acumulación de características dentro del sistema económico en equilibrio, rasgos que en última instancia minan las bases en que se finca la prosperidad.

Entre estas características figura el aumento gradual en Ios costos de producción. La disminución en los gastos generales por unidad de producción termina en el momento en que las empresas han alcanzado su capacidad máxima con el equipo disponible, y el aumento lento de estos costos principia cuando expiran contratos anteriores y la renovación se hace a más altas tasas de interés, de alquileres y salarios de los que rigieron en la fase de prosperidad. Mientras tanto, los costos de operación suben en proporción relativamente acelerada. El equipo obsoleto y las instalaciones industriales que están mal situadas o que operan con desventaja se incorporan al proceso de producción. Aumenta el precio de la mano de obra no sólo porque suben las tasas corrientes de salarios, sino también porque se devengan mayores ingresos por el pago de tiempo extra. Un aspecto más serio de la situación consiste en que disminuye la eficacia de la mano de obra, tanto porque el tiempo extra trabajado produce fatiga, y por ocupar trabajadores "indeseables", como porque no se puede obtener mayor rendimiento de los trabajadores cuando la demanda de mano de obra es superior a la oferta. (3) Los precios de las materias primas continúan subiendo, en promedio, con mayor rapidez que los precios de venta. Por último, los pequeños desperdicios accesorios a la marcha de las empresas, principian a acumularse cuando los directores tienen que entregar los pedidos lo más rápidamente posible.

La segunda característica es la tensión acumulativa en los mercados de inversiones y monetario. La oferta de fondos disponibles, a las antiguas rasas de interés, para la compra de valores, para préstamos sobre hipotecas, etc., no puede mantener el mismo ritmo que la demanda acelerada. Tiende a dificultarse la emisión de nuevos valores, a menos que se haga en condiciones onerosas, y los hombres de negocios se quejan entonces "de escasez de capital". Tampoco la oferta de préstamos bancarios crece tan rápidamente como para satisfacer la demanda. La oferta se encuentra limitada por el monto de reservas que los bancos deben mantener contra el aumento de sus obligaciones. La ocupación plena y el alto volumen de operaciones de comercio al menudeo originan que una cantidad considerable de dinero permanezca en la corriente monetaria de tal manera que el efectivo en poder de los bancos crece lentamente, aun cuando las disponibilidades en aro aumenten con gran rapidez. Por otra parte, la demanda de préstamos bancarios no sólo aumenta con el volumen de operaciones comerciales, sino también con el aumento de precios y con la inclinación de los hombres de empresa a emplear sus propios fondos para controlar cuantas empresas les sea posible. Además, esta demanda es relativamente inelástica dado que numerosos prestatarios creen poder pagar tipos de descuento más altos durante algunos meses y aun así obtener utilidades en sus negocies, y dado que las sociedades mercantiles que no desean emitir bonos a largo plazo en las condiciones desfavorables que prevalecen, tratan, entonces, de obtener parte de los fondos que necesitan descontando documentos que vencen en pocos años.

La tensión en los mercados de valores y monetario se reina desfavorable a la continuación de la fase de prosperidad, no sólo porque las altas tasas de interés reducen Ios márgenes de utilidad en perspectiva, sino también porque detienen la expansión en el nivel de operaciones, donde se originó la prosperidad. Se aplazan o abandonan numerosos proyectos comerciales, ya sea porque Ios deudores piensan que los pagos de interés absorberían gran parte de sus utilidades o porque los acreedores se nieguen a prorrogar los préstamos concedidos.

La expansión del crédito, que es una de las concomitantes más regulares de un auge intenso, da una apariencia de mayor prosperidad a la economía. Pero es sólo apariencia, pues cuando las instalaciones industriales operan a toda capacidad Ios créditos ulteriores que solicitan los emprendedores que desean ampliar sus negociaciones no pueden acrecentar notablemente su producción total de bienes. Los prestatarios pujan los precios de los bienes y servicios y de esta manera originan una expansión ulterior en el volumen monetario de operaciones. Pero no producen un aumento correlativo en el volumen físico de la producción de bienes de consumo. Por lo contrario, los créditos concedidos acrecientan el monto de la deuda, muchas de ellas cubiertas por márgenes insuficientes, y a la primera señal de incertidumbre los acreedores demandan su liquidación, un aspecto interesante que examinaremos en seguida.

Las dificultades para financiar nuevos proyectos intensifican el letargo que ya había principiado a afectar a un grupo importante de industrias, debido a la acción de una causa que principió a operar con anterioridad. Las industrias en cuestión son las que producen bienes de capital —herramientas, maquinaria, instalaciones— así como las industrias que proporcionan esos bienes, desde la madera y el cemento hasta el cobre y el acero.

La demanda de equipo industrial es en parte demanda de reposición yen parte demanda de mejoras y ampliaciones. La demanda de reposición de equipo varía indudablemente con la demanda del volumen físico de productos ya que, en términos generales, mientras más trabaje la maquinaria y el equipo rodante más pronto se deteriorarán. La demanda de mejoras y ampliaciones, por otra parte, no varía con el volumen físico de Ios productos demandados, sino de acuerdo con las fluctuaciones en esa cantidad.

Para ilustrar los cambios peculiares a la demanda de equipo industrial que emerge de esta situación, supóngase que el volumen físico de la producción de un bien determinado varía en cinco años sucesivos de la siguiente manera:

Primer año ........................................... 100.000 toneladas
Segundo año ........................................... 95.000 toneladas
Tercer año ........................................... 100.000 toneladas
Cuarto año ........................................... 110.000 toneladas
Quinto año ........................................... 115.000 toneladas

Esta producción la elaboran máquinas que producen, cada una, 100 toneladas por año. Por lo mismo, el número de máquinas en operación en cada año fue:

Primer año ........................................... 1.000 máquinas
Segundo año ........................................... 950 máquinas
Tercer año ........................................... 1.000 máquinas
Cuarto año ........................................... 1.100 máquinas
Quinto año ........................................... 1.150 máquinas

Cada año el 10 % de la maquinaria se desgasta totalmente. Por lo mismo la demanda de reposición de maquinaria fue como sigue:

Primer año ........................................... 100 máquinas
Segundo año ........................................... 95 máquinas
Tercer año ........................................... 100 máquinas
Cuarto año ........................................... 110 máquinas
Quinto año ........................................... 115 máquinas

La demanda de maquinaria adicional fue mucho más variable. Haciendo abstracción del primer año, para el que nuestro ejemplo no proporciona datos, es evidente que no se necesitaron nuevas máquinas en el segundo año, cuando 50 máquinas permanecieron inactivas, ni tampoco en el tercero. Pero una vez que se emplearon todas las máquinas disponibles, tuvieron que adquirirse nuevas máquinas a razón de una por cada 100 toneladas adicionales de producción. Por lo tanto, la demanda de nuevo equipo, mostrada por el número de máquinas en operación, fue:

Primer año ........................................... No hay datos
Segundo año ........................................... Ninguna
Tercer año ........................................... Ninguna
Cuarto año ........................................... 100 máquinas
Quinto año ........................................... 50 máquinas

Sumando la demanda de reposición y la demanda de nuevo equipo, la demanda global de maquinaria industrial fue:

Primer año ........................................... No hay datos
Segundo año ...........................................

95

máquinas
Tercer año ........................................... 100 máquinas
Cuarto año ........................................... 210 máquinas
Quinto año ........................................... 165 máquinas

Claro que las cifras en este ejemplo no pasan de ser pura fantasía. Pero sí ilustran las características genuinas de la demanda de equipo industrial. Durante la depresión, y a principios de la recuperación, las industrias productoras de bienes de capital realizan pocas operaciones: sólo las que proporciona la demanda de reemplazos. Sin embargo, cuando la demanda de bienes se aproxima a la etapa en que pronto excederá la capacidad del equipo existente, las industrias dedicadas a la producción de bienes de capital experimentan un auge repentino e intenso. Pero su volumen de operaciones disminuye nuevamente antes de que la fase de prosperidad haya llegado a su punto máximo, y siempre que el aumento en el volumen físico de la producción sufra un letargo antes de que se paralice. De aquí las anomalías aparentes que señaló J. Maurice Clark:

Le demanda de equipo puede disminuir no obstante que la demanda del producto terminado aún esté creciendo. La demanda total (de bienes de producción) tiende a variar más violentamente que la de productos acabados... Los puntos máximo y mínimo de la demanda (de bienes de producción) tienden a preceder a los de la de bienes acabados; el efecto de esto es que puede parecer que el cambio sea anterior a su propia causa (4)

Cuando sumamos a la paralización de pedidos de nuevos bienes de producción, que se originan en cualquier letargo en el aumento de la demanda de mercancías, el freno ulterior que se origina por la astringencia en el mercado de valores y el alto costo de la construcción, no encontramos dificultad alguna en comprender por qué disminuye el volumen de esta clase de contratos cuando se aproxima la cúspide de la prosperidad. En este momento empiezan a reducirse los pedidos a empresas siderúrgicas, fundidoras, fábricas de maquinaria, beneficiadores de cobre, canteras, aserraderos, fábricas de cemento, compañías constructoras, contratistas, etc. En tanto que en ese momento pueden estar trabajando a toda capacidad cumpliendo contratos anteriores dentro del tiempo estipulado, se encuentran en el futuro inmediato frente a una contracción seria en el volumen de sus operaciones.

El imponente aparato de la prosperidad está fincado en una base de seguridad, pero cuanto más crezca la estructura se vuelven más severas estas presiones internas. Los únicos medios eficaces de impedir el desastre mientras continúa el crecimiento consisten en aumentar rápidamente los precios de venta en cantidad suficiente como para compensar la disminución de la ganancia por el aumento de los costos, frenar el alza continua de las tasas de interés y mantener a los productores en disposición de celebrar contratos sobre nuevos equipos industriales.

Pero resulta imposible mantener por tiempo indefinido el aumento en los precios de venta. A falta de otros frenos, lo insuficiente de las reservas en efectivo obligarían en último caso a los bancos a rehusar bajo cualesquiera condiciones una expansión mayor de sus préstamos. Pero antes de llegar a esta etapa puede detenerse el alza de precios par las inevitables consecuencias de sus propias desigualdades. Estas se hacen más aparentes en tanto que los precios alcanzan mayores niveles; después de algún tiempo amenazan con una disminución seria de las utilidades de ciertas empresas y las dificultades por las que pasan las víctimas de esta situación desvanecen esa confianza en la garantía de los créditos sobre la que se cimentó la imponente estructura de la prosperidad.

En estas condiciones, ¿Qué industrias son las que no pueden aumentar sus precios de venta lo necesario como para impedir una disminución en sus utilidades? Existen determinadas industrias en las que los precios de venta están fijados por ley, por los órganos públicos, por contratos a largo plazo, por la costumbre o por política comercial en las que no hay aumento de precios o éste es demasiado reducido. Existen otras industrias en las que los precios siempre están sujetos a las azarosas condiciones de las cosechas y en las que el precio de mercado de todas las existencias acumuladas de materiales y productos acabados fluctúa de acuerdo con las informes sobre el estado de las cosechas. Existen otras industrias en las que la construcción de nuevo equipo ha aumentado la capacidad de producción con mayor rapidez que la demanda de sus mercancías, bajo la influencia deprimente de los altos precios que deben fijarse para impedir una disminución en las ganancias. La poca disposición de las empresas productoras para firmar nuevos contratos amenaza con pérdidas no sólo a todas las empresas contratistas, sino también a aquellas a las que se compran materiales y equipo. Los altos tipos de interés no sólo frenan la demanda corriente de mercancías de diversas clases, sino que también obstaculizan el esfuerzo de sostener los precios retirando grandes existencias de bienes del mercado hasta que puedan venderse en mejores condiciones. Por último, el éxito mismo que obtienen otras empresas en aumentar los precios de venta tan rápidamente como sea necesario para defender sus utilidades agrava las condiciones de aquellas que se encuentran en dificultades; pues para éstas cualquier aumento ulterior en los precios de las mercancías que adquieren significa una presión más sobre sus recursos ya deprimidos.

Conforme la fase de prosperidad se aproxima a su punto máximo se desarrolla un contraste marcado entre las perspectivas comerciales de las distintas empresas. Muchas de ellas, quizá la mayoría, estén ganando más dinero que en cualquiera otra época del ciclo económico. Pero una minoría de empresas se encuentra ante la perspectiva de una disminución de sus ganancias. Cuanto más intensa sea la prosperidad más aumenta este grupo de industrias amenazadas. Es sólo cuestión de tiempo para que estas condiciones, gestadas en la prosperidad, obliguen a un reajuste radical.

Ahora bien, esta disminución de ganancias amenaza con peores consecuencias que la imposibilidad de obtener Ios dividendos esperados, puesto que origina sospechas sobre la seguridad de los créditos pendientes. La concesión de créditos mercantiles se basa principalmente en las perspectivas sobre las utilidades presentes y futuras, y el volumen de créditos pendiente cuando la fase de prosperidad alcanza el punto cumbre se ajusta a las perspectivas favorables que prevalecieron cuando era muy elevado el volumen de operaciones, cuando los precios eran altos y cuando los hombres de negocios se mostraban optimistas. El alza de las tasas de interés ha reducido ya los márgenes de garantía que amparan a los créditos, reduciendo el valor de capitalización de las ganancias. Cuando estas mismas principian a fluctuar, las cosas empeoran. Los acreedores precavidos temen que la disminución de las cotizaciones en la bolsa de las empresas que les adeudan dinero no les permitan disponer de margen suficiente para pagarles; por esto principian a rehusar la renovación de préstamos a las empresas que no pueden frenar la disminución de las ganancias, y tratan de fijar convenios para el pago de cuentas pendientes.

Así, pues, la prosperidad trae consigo en última instancia las condiciones que inician la liquidación de los grandes volúmenes de crédito que se han acumulado. En el curso de esa liquidación, la fase de la prosperidad se funde con la de crisis.

V. LAS CRISIS

Una vez iniciado, el proceso de liquidación se extiende rápidamente; esto se debe, en parte, a que la mayoría de las empresas que tienen que liquidar sus obligaciones ya maduras, a su vez presionan a sus propios deudores y, en parte, porque a pesar de los esfuerzos que se desarrollan para mantener en secreto lo que está pasando, esas noticias acaban por conocerse y cunde la alarma entre los acreedores.

Mientras se desenvuelve este proceso de reajuste financiero, el problema de obtener utilidades sobre operaciones corrientes se subordina a la cuestión más importante de mantener una situación solvente. Los emprendedores concentran sus esfuerzos en cumplir con sus obligaciones pendientes y en fomentar sus recursos financieros, en vez de tratar de aumentar sus ventas. En consecuencia, disminuye rápidamente el volumen de nuevos pedidos, es decir, los factores que ensombrecían las perspectivas de obtener ganancias en determinadas industrias se acentúan y amplían. Aun cuando la gran mayoría de las empresas cubran sus pagos con toda facilidad, el nivel de la actividad económica sufre un cambio. La expansión da lugar a la contracción, aunque sin un impulso violento. Las tasas de descuento aumentan más de lo ordinario, los valores y las mercancías bajan de precios, y en cuanto se terminan los contratos firmados con anterioridad se reduce el número de trabajadores; pero no se produce una epidemia de quiebras, ni hay pánico en los bancos ni se origina una interrupción convulsiva del proceso económico ordinario.

En el extremo opuesto de estas crisis ligeras se encuentran las que degeneran en pánico. Cuando el proceso de liquidación llega a un punto débil en la concatenación de créditos y la quiebra de alguna empresa de importancia provoca una alarma inusitada entre el público, entonces los bancos tienen que enfrentarse a una doble presión: una violenta alza en la demanda de créditos y un incremento intenso en la demanda de retiro de depósitos. Si pueden satisfacer ambas demandas sin titubeos, la alarma se desvanece. Pero si, por el contrario, como sucedió en 1873, 1893 y 1907, no se conceden créditos a personas solventes y no se les permite retirar sus fondos a los depositantes, la alarma se convierte en pánico. Si los bancos imponen restricciones a la devolución de fondos, originan una prima para el dinero, un atesoramiento de efectivo y el empleo de diversos sucedáneos ilegales del dinero. Los bancos, al rehusarse a ampliar sus préstamos o, lo que es peor aún, al seguir una política de contracción, impulsan a las tasas de interés hasta un nivel tres o cuatro veces superior a lo ordinario, originan quiebras y obligan a la suspensión de pagos. Los cobros se retrasan, se dislocan los tipos de cambio en el mercado nacional, se despide a los trabajadores, ya sea porque los patronos no pueden obtener fondos para cubrir las rayas o porque teman no poder cobrar cuando entreguen sus mercancías, los inventarios disminuyen a niveles muy bajos, aun los mejores bonos pierden algunos puntos, se desorganizan los mercados de bienes de consumo por las "baratas" y el nivel de actividad económica se contrae violentamente.

VI. LA DEPRESIÓN

Al período de severa presión financiera sigue a menudo una reapertura de numerosas empresas que cerraron temporalmente. Pero esta pronta recuperación en la actividad económica es sólo parcial y de corta duración. Se finca, principalmente, en la terminación de pedidos recibidos pero no acabados totalmente en la fase de la prosperidad anterior, o en los esfuerzos de agotar y lanzar al mercado grandes cantidades de mercancía en existencia o ya contratadas. Mas esa recuperación termina tan pronto como se agoten gradualmente estos pedidos, pues los nuevos no llegan en volumen suficiente como para mantener en operación a los talleres y las fábricas.

A continuación sigue un período en el que la depresión se extiende sobre toda la economía, al mismo tiempo que se vuelve más severa. La demanda de los consumidores disminuye como consecuencia de los despidos generales de trabajadores, del agotamiento de ahorros acumulados con anterioridad y de la reducción de otras fuentes de ingreso familiar. Con la baja en la demanda de los consumidores disminuye asimismo la demanda de materias primas, materiales y equipo que intervienen en la producción de bienes de consumo. Pero más severa aún es la contracción en la demanda de obras de construcción de toda clase de parte de los productores, pues pocas empresas o particulares desean invertir dinero en nuevos proyectos mercantiles en tanto que prive la depresión en los negocios y esté bajando el nivel de precios. La contracción en el volumen de operaciones que resulta de esas diversas reducciones en la demanda sigue un proceso de acumulación, dado que cada disminución en la ocupación causa una baja en la demanda de los consumidores y cada baja en ésta deprime la demanda corriente o desalienta la inversión, causando de esa manera mayores despidos de trabajadores y reduciendo una vez más la demanda de los consumidores.

Con la contracción en el nivel de actividad económica concurre una baja de precios; pues cuando los pedidos corrientes son insuficientes para ocupar el equipo industrial existente, se vuelve más intensa la competencia para conseguir los pocos pedidos que haya. Esta disminución se extiende a todos los sectores económicos tornándose acumulativa, dado que cada descenso en los precios facilita, si no es que fuerza, una baja de los precios de otros bienes y esta última a su vez reacciona provocando nuevas bajas en el punto de partida.

Al igual que el alza de precios que acompaña a la recuperación, la baja quo coincide con la depresión se caracteriza por una marcada diferencia de grado. Los precios al mayoreo descienden generalmente con mayor rapidez que los de menudeo, los de bienes de producción con mayor velocidad que los de consumo y los de materias primas disminuyen con mayor rapidez que los de bienes acabados. Los precios de las productos minerales siguen una trayectoria más regular que los de las materias primas animales, vegetales o forestales. En relación con los números índices de precios al mayoreo, los índices de salarios e intereses sobre deudas a largo plazo disminuyen en menor grado, en tanto que los números índices de tasas de descuento y de valores disminuyen con mayor intensidad. El único grupo importante cuyos precios aumentan en un período de depresión es el de los bonos de primera clase.

Es claro que la contracción en el volumen de operaciones comerciales, así como la baja de precios, reducen el margen de utilidades presentes y en perspectiva, hacen cundir el desaliento entre los hombres de negocios y frenan el espíritu de empresa. Pero al mismo tiempo se ponen en movimiento determinados procesos de reajuste mediante los cuales se vence gradualmente la depresión.

Los costos de operación disminuyen por la baja súbita de los precios de las materias primas y de los intereses sobre los préstamos bancarios, por el aumento en la eficacia de la mano de obra a causa de la escasez de empleos, puesto que los trabajadores están ansiosos de trabajar mejor para conservar sus empleos, por una mayor economía realizada por los directores y por la adopción de métodos más eficaces en la producción. También disminuyen los gastos generales en las empresas en proceso de reorganización que se han vuelto insolventes o pueden llegar a serlo, por la venta de empresas a precios bajos, por la reducción de alquileres y consolidación de deudas, por la disminución contable del monto de las cuentas dudosas, por el descenso en el valor contable de los bienes depreciados y porque se acepta que una recapitalización de empresas mercantiles —correspondiente a la baja de las cotizaciones de valores— se ha realizado de acuerdo con utilidades más reducidas. (5)

En tanto que continúa este proceso de reducción de costos, la contracción en la demanda de bienes cesa y aun principia a ampliarse lentamente —cambio que se opera después de un año o dos de sufrir la depresión—. Gradualmente se agotan las existencias acumuladas durante la prosperidad y la demanda corriente requiere asimismo una producción corriente. Tanta la ropa como los muebles de hogar, la maquinaria y otros bienes semiduraderos que se han usado lo más posible, por fin se desechan y reemplazan. La población continúa creciendo a un ritmo más bien uniforme, por lo que hay que alimentar y vestir a los nuevos miembros de la sociedad. Los consumidores expresan nuevos gustos y los productores introducen nuevos procedimientos, dando origen a la demanda de productos novedosos. Se recupera la demanda de inversión en bienes y equipo industrial, lo que es de la mayor importancia, pues aun cuando decae el ahorro, no cesa totalmente; y con la suspensión de remates judiciales de hipotecas y la reorganización de las sociedades mercantiles disminuyen las oportunidades de adquirir empresas a precios bajos, los capitalistas se tornan menos tímidos, y en tanto que la crisis se desvanece en el pasado, las bajas tasas de interés sobre bonos a largo plazo alientan a la solicitud de préstamos; pueden emplearse los conocimientos técnicos acumulados durante largos años y pueden cerrarse contratos en condiciones más favorables en cuanto a costo y rápida entrega.

Una vez que estos diversos factores han iniciado nuevamente la expansión en el volumen de los negocios, el incremento se vuelve acumulativo, aun cuando por algún tiempo el ritmo de desenvolvimiento sea lento debido a continuos retardos en el movimiento de los precios. Pero en tanto que este último factor mantenga una presión sobre los hombres de negocios e impida que el volumen acrecido de pedidos produzca un alza violenta en las utilidades, aun así las perspectivas de los negocios se vuelven más prometedoras. Se han cubierto las antiguas deudas, se han absorbido Ios acervos de existencias acumuladas, se han reorganizado las empresas débiles, Ios bancos se encuentran en posición más firme: han desaparecido todos los nubarrones en el horizonte financiero. Todo se encuentra listo para la recuperación de la actividad económica, que se iniciará tan pronto como alguna circunstancia favorable dé un impulso repentino a la demanda o, a falta de esta circunstancia, cuando el lento desenvolvimiento del volumen de operaciones haya cumplido con Ios pedidos firmados y se haya despejado la ruta de una nueva alza de precios.

Tal es la etapa del ciclo económico con la que principiamos nuestro análisis, y damos a éste por terminado al haber explicado cómo se inició.

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* Business Cycles and Unemployment, National Bureau of Economic Research, 1923, pp. 5 -18.

** Universidad de Columbia y Nacional Bureau of Economic Research.

1 La literatura sobre el ciclo económico es extensa y controvertida. Sin embargo, las diferencias entre los escritores contemporáneos son debidas principalmente a la importancia que dan a determinados factores. Entre los mejores libros sobre la materia se encuentran los siguientes: A. Aftalion, Les Crises Periodiques de Surproduction, 2 volúmenes, Paris, 1913; A. H. Hansen, Cycles o Prosperity and Depression, Madison, Wisconsin, 1921; R. G. Hawtrey, Good and Bad Trade, Londres, 1913; G. H. Hull, Industrial Depressions, New York, 1911; W. C. Mitchell, Business Cycles, Berkeley, California, 1913: H. L. Moore, Economic Cycles, New York, 1914: D. H. Robertson, A. Study of Industrial Fluctuation, Londres, 1915.

Tanto en ésta como en las tres secciones siguientes se ha empleado liberalmente el material publicado en el libro del autor, W. C. Mitchell, Business Cycles, publicado en 1913.

3 Compárese este examen con el de las fluctuaciones en la producción y en el número de trabajadores ocupados que aparece más adelante en la sección V del capítulo IV. Berridge muestra allí cómo el volumen físico de la producción aumenta más en el auge y disminuye más en la depresión que el número de trabajadores ocupados. Pera está de acuerdo con el punto de vista aquí expuesto sobre las variaciones en la eficacia de la mano de obra, considerando que estos cambios están más que compensados por otros factores, principalmente el trabajo de horas extras durante el auge y la disminución de la jornada de trabajo durante la fase de depresión. Sin embargo, como lo ha señalado George Soule, de The Labour Bureau Inc., quien gentilmente leyó el manuscrito, los cambios en la eficacia de la mano de obra aquí considerados nunca han quedado demostrados por las estadísticas de manera incontrovertible. Hay factores que tienden a disminuir la eficacia en períodos de letargo, como el deseo de prolongar lo más posible el trabajo obtenido en el periodo de contracción y la incapacidad para conservar la mano de obra calificada. Soule conoce personalmente algunos casos en que estos factores han provocado una disminución de la producción durante la depresión. Señala, asimismo, que si el nivel de producción muestra una disminución en relación con la jornada de trabajo durante el auge, "los directores o algún otro factor son los responsables parcialmente, y quizá totalmente". Véase mi libro Business Cicles, pp. 476-480, como prueba de lo dicho en el texto.

4 “La aceleración de la actividad y la ley de la demanda”, The Journal of Political Economy marzo de 1917 (vid. pp. 245-268 más adelante]. Véase también Industrial Depresions, 1911, de George H. Hull. En el capítulo II se presentan algunos datos sobre las diferentes fluctuaciones en la actividad de las industrias de bienes duraderos de producción.

5 Dice George Soule: "Quisiera ver una advertencia concreta contra la teoría —a la que con tanta frecuencia concurren los bancos y los patronos en sus esfuerzos por 'deflacionar' los salarios— de que la economía no puede recuperarse a menos que el nivel de salarios y precios mantenga mutuamente la misma relación que antes de la depresión, algo semejante a una relación equilibrada, “normal” o matemática. No creo que se haya demostrado la existencia normal de tal relación. Desde luego, no se ha demostrado que no puedan existir cambios permanentes en las relaciones entre los precios y los salarios."