Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE SEGUNDA. - De la circulación de la riqueza.

CAPÍTULO IX. - De los bancos de circulacion.

Observando el movimiento de los bancos de depósito se percibió que los poseedores de certificados no se daban prisa á solicitar el reembolso, sino que los trocaban á su voluntad por especies monetarias, y los empleaban, como si fuesen oro y plata, en varias operaciones de comercio. Seguros de la buena fé y solvencia del banco, tomaban el signo por la riqueza significada. Entónces ocurrió el pensamiento de aprovechar esta general confianza emitiendo billetes por un valor superior á la cantidad de moneda ó barras existentes en caja, y así se llegó paso á paso á constituir el banco de circulacion.

Por otra parte, desarrollándose el comercio, parecieron cortos los servicios de un banco de depósito reclinado sobre su capital durmiente. Las letras de cambio y los billetes á la órden representaban créditos dificiles de negociar, porque convenian á pocas personas, no eran exigibles hasta el dia del vencimiento y se transmitian con lentitud á causa de las formalidades que acompañan al endoso. Los mismos certificados del banco, además de los inconvenientes comunes á la negociacion de todos los efectos de comercio, adolecian de otros particulares, á saber, trabas y molestias, gastos y algunas veces pérdidas del ágio ó beneficio de que gozaban en la plaza. Así pues, se echaba de ménos una institucion de crédito que facilitase las operaciones del descuento.

Todos estos obstáculos se allanaron con la invencion del banco de circulacion y descuento que emite billetes reembolsables al portador y á la vista y transmisibles sin informalidad alguna. Son signos representativos de moneda, tanto más estimables, cuanto es más rapida y cómoda su circulacion que la del oro y plata. Su valor no se funda en ninguna propiedad intrínseca, sino en la seguridad de su inmediata conversion en moneda corriente. No es una persona determinada quien les otorga su confianza, sino el público que sabe que no

responde del reembolso un particular desconocido ó de recursos limitados, sino una poderosa compañía cuyo nombre, extensas relaciones, considerable capital y crédito arraigado ofrecen sólidas garantías. El billete sustituye á un deudor desconocido un deudor que todo el mundo conoce y acepta, porque es fiel y solvente.

El billete de banco es una promesa ú obligacion como el billete á Ia órden ó la letra de cambio, sólo que pasa de mano en mano sin necesidad del endoso y no lleva fecha del vencimiento, puesto que vence el plazo del reembolso á voluntad del portador. Estas dos circunstancias aumentan el grado de su estimación en el comercio. El poseedor de un billete compra, presta y hace de cualquier modo uso de su capital con entera libertad, y su billete corre por el mundo con sucesion indefinida. Quien paga satisface con una promesa en lugar de satisfacer con dinero: quien cobra se contenta con aquella obligacion y acaso la prefiere á moneda contante, porque está seguro de hacerla, cuando quiera, efectiva. No se extingue el crédito que dá principio á una serie de contratos: se transmite de una á otra persona hasta que la última acude á realizar el billete y cobra su importe en el banco.

Así, pues, los billetes de banco no son verdadera moneda, ántes entre aquéllos y ésta media la misma diferencia que entre la promesa y el pago, entre el signo y la riqueza. Sin embargo, ambas cosas suelen confundirse en la circulacion; de modo que el público, mirando sólo á los efectos, dá y toma los billetes como si fuesen moneda real.

La emision de billetes al portador constituye la esencia del banco de circulacion: todas las demás operaciones pertenecen al comercio ordinario.

Por lo comun, miéntras subsiste la confianza, no se apuran los portadores de billetes á trocarlos por dinero, sino cuando necesitan cantidades pequeñas, ó es preciso verificar pagos en lugares donde no circulan, ó se quiere fundir la moneda ó exportarla. Y todavía en muchos casos de estos suelen preferir reducirlos á moneda corriente en el mercado, allanándose los particulares á pasar por agentes voluntarios y desinteresados del banco mismo: de forma que los billetes son un suplemento del capital circulante, y deben reputarse siempre lo accesorio, y la moneda lo principal.

Las operaciones del banco consisten en descontar letras con buenas garantias, es decir, que anticipa su pago, las retira del mercado, las guarda en su cartera hasta la fecha del vencimiento y las reemplaza con billetes propios, sustituyendo un papel ó título de crédito con otro de mejores condiciones. De esta manera gana el banco el premio del descuento, y gana además el interés de un capital que retiene en su caja, porque no paga la letra en dinero, sino en billetes que entran pronto en circulacion y salen Larde. Los efectos de comercio que tiene en cartera forman una serie de créditos exigibles en épocas diversas, y establecen una corriente contínua de ingresos con la cual, y con las reservas ordinarias ó existencias en metálico que hay en caja, responde el banco al movimiento regular y periódico de la presentacion de sus billetes al reembolso.

Asimismo el banco presta fondos con buenas garantías, tales como barras de oro ó plata, créditos seguros, efectos públicos, acciones estimadas ó firmas respetables. Por esta puerta entran en caja ó en cartera valores más que equivalentes á los que salen, y se guarda la proporcion debida entre el flujo y el reflujo de los billetes en circulacion. Pero es preciso que los valores dados al banco en garantía sean de tal naturaleza que puedan realizarse pronto y fácilmente y sin ningun quebranto, porque un establecimiento que se constituye en depositario de tantas fortunas y se rige por administradores responsables, no debe exponerse á riesgos y fracasos que pueden turbar el comercio en general. Por eso no es buen consejo prestar con hipoteca de fincas rústicas ó urbanas, ni admitir como prenda, hasta la concurrencia de todo su valor, alhajas ú otras cosas cuyo precio se halla expuesto á frecuentes alteraciones.

Lleva además cuentas corrientes, admite depósitos voluntarios y judiciales, desempeña varias comisiones del gobierno ó de los particulares, por ejemplo, negociar empréstitos, trasladar fondos, cobrar y pagar intereses, etc., todo lo cual procura un beneficio al banco á titulo de comision, y algunas veces le permite utilizarse del capital ajeno.

Dice Proudhon que miéntras las operaciones de un banco no exceden de los fondos que tiene en reserva, presta y procede el interés; mas cuando excede no dá, sino que recibe prestado, y entónces todo interés debe reputarse ilegítimo. No es exacto, pues aun en este último caso, ya que el banco no preste dinero, presta crédito cambiando un papel ajeno por un papel propio de mas fácil circulacion y pronto y seguro reembolso.

Los dos mayores servicios que prestan los bancos, ó sus dos principales atribuciones consisten en atraer á si una gran parte de la fortuna social que se estanca en forma de numerario, y ponerla en movimiento y aplicarla á la produccion. Primeramente atraen las sumas en metálico que poséen sus fundadores y les comunican vida y actividad convirtiéndolas en capital del banco. Luego admitiendo depósitos y abriendo cuentas corrientes facilitan los negocios, porque se cobran y pagan gruesas cantidades y se liquidan por compensacion infinidad de créditos y deudas con maravillosa presteza y grande economía de numerario.

La traslacion de fondos de una á otra plaza de comercio, los préstamos y demás operaciones análogas, aumentan sin duda el capital circulante, avivan el trabajo y contribuyen al progreso de la riqueza; pero nada es tan útil bajo esto aspecto como el descuento de letras. El papel de un banco vale dinero y lo reemplaza con ventaja. Descontar una letra es alzar el embargo de un capital secuestrado hasta el dia del vencimiento, y poner inmediatamente en circulacion multitud de valores comerciales que corren bajo la fé del billete. Así participan de los beneficios del crédito el pagador de la letra que no la satisface miéntras no espira el plazo convenido; el tenedor de ella que la cobra á su presentacion en el banco; los endosantes que la emplearon en diversas transacciones mercantiles; el banco que la paga en billetes y el público que los acepta, porque responden de su reembolso los efectos en cartera.

La teoría de las operaciones de un banco de circulacion y descuento se puede remitir á tres puntos principales, á saber, su capital, su reserva en metálico y la emisión de sus billetes.

El capital del banco debe ser proporcionado á los negocios, y por eso, conforme lo soliciten las necesidades del comercio, habrá de ir en aumento ó en disminucion. Un capital más grande de lo justo permaneceria ocioso, ó se emplearia en negocios arriesgados ó impropios del banco; y un capital insuficiente enceraria sus operaciones en límites muy angostos y no permitiria gozar con holgura los beneficios del crédito. Este era uno de los vicios que los economistas solian imputar al Banco de Francia ántes de la revolucion de Febrero.

Fórmase el capital de los bancos por acciones como se acostumbra en toda sociedad mercantil de importancia. Es un medio indirecto de combatir la mala costumbre de encerrar el dinero en los cofres ó esconderlo debajo de la tierra, de la cual no están extentos los franceses, y mucho ménos nosotros los españoles que en esto imitamos más á los pueblos incultos de Oriente que á la industriosa y hábil Inglaterra. El ejemplo de los accionistas no es perdido para los demás que acaban por familiarizarse con la idea fecunda de confiar al banco la mayor parte de sus especies monetarias y aceptar un sistema más perfecto de circulacion.

Las acciones son transmisibles, y así se cotizan en las bolsas de comercio como los efectos públicos, las letras de cambio, libranzas, pagarés y cualesquiera valores de esta especie procedentes de particulares. La fácil negociacion de las acciones del banco contribuye á tenerlas en mayor estima y á favorecer las transacciones mercantiles. Tambien proporciona la ventaja de tomar dinero á préstamo ya de los particulares, ya del banco mismo que las reciben como buena garantía.

La cotizacion alta ó baja se determina por las circunstancias generales del mercado, y sobre todo por los dividendos que el banco reparte á los accionistas. Cuando se mantiene constantemente alta respecto á los demás valores comerciales, es prueba de que los dividendos son muy crecidos y exceden mucho al interés regular del capital. Esto pasaba con el Banco de Francia ántes de 1848, cuyas acciones se negociaban con una prima de 200 por 100, motivo para acusarle, como le acusaron, de monopolio. Otro tanto pudiéramos nosotros decir del Banco de España que poco hace cotizaba las suyas á 224 por 100; bien que debe tomarse en cuenta la frecuente renovacion y empleo contínuo del capital en el plazo de un año.

Los bancos jamás deben atentar contra la integridad de su capital, base firme de sus operaciones. Si alguna vez incurren en semejante falta, deben apresurarse á repararla, no sea que se altere el curso sosegado y tranquilo de los negocios, y le cojan desprevenido las sacudidas de la industria y del comercio.

Los billetes de banco, segun hemos dicho, no tienen valor propio ó intrínseco, sino que circulan como dinero contante, porque se apoyan en valores reales y efectivos que existen en caja. Si la emision de billetes fuese equivalente á la reserva en numerario, las operaciones del banco quedarian encerradas en un círculo muy estrecho; pero habiendo acreditado la experiencia que cuando reina el espíritu de confianza son pocos los billetes que se presentan al reembolso, se vino á concluir que un banco podia emitir dos ó tres veces más billetes que importa la reserva.

Parece á primera vista que la prudencia aconseja lo primero, y que es una temeridad lo segundo. Sin embargo, la historia nos muestra lo contrario y la ciencia explica los hechos. Cuando Sir Roberto Peel, cediendo al deseo de reformar el Banco de Inglaterra con ánimo de conjurar las crísis futuras, hizo pasar el bill de 1844, el cual, entre otras cosas, limitaba rigorosamente la emision de billetes al importe de la reserva en metálico, preparó de léjos la crísis de 1847. Mejor advertido el primer ministro de la Gran Bretaña, restituyo al Banco su libertad de emision, y usando discretamente de ella dominó la tempestad que amenazaba descargar sobre la industria y el comercio del Reino Unido. El crédito suple el dinero; y como el público retiraba su dinero al mismo tiempo que el Banco recogia sus billetes, faltaba todo medio de circulación.

Si todos los billetes le fuesen presentados al banco en un mismo dia para que los trocase en moneda, cierto que la conversion total é inmediata seria imposible, no guardando exacta proporcion y perfecto equilibrio los billetes en circulacion y la reserva en numerario. Mas afortunadamente este caso, en el órden moral, es imaginario. Lo que si puede acontecer es que las demandas de reembolso se acrecienten en virtud de una crisis general del comercio ó de algun grave suceso que haga estremecer el crédito del banco. Entónces acuden las gentes en tropel, ya solicitando el cambio de los billetes, ya pidiendo la devolucion de los depósitos, y esta agitacion de los ánimos dura miéntras la confianza no se restablece. Para que renazca la calma, debe el banco emplear todos sus esfuerzos y recursos, valiéndose de las reservas ordinarias y de los ingresos que produzca el vencimiento sucesivo de los efectos en cartera. Si responde desde el principio á las esperanzas y deseos del público, y al terror pánico de la muchedumbre opone la serenidad y firmeza, el peligro pasará pronto, y el crédito del banco se consolidará tanto más récia hubiere sido la tormenta.

La proporcion que debe guardar la cantidad representada por los billetes en circulacion y las reservas del banco ó sus existencias en oro y plata, no se puede fijar por punto general, sino que depende de los hábitos del comercio y de las circunstancias del mercado. El banco debe cuidar siempre de que sus billetes sean reembolsables al portador y á la vista, y precaverse contra las perturbaciones que suelen producir la exportacion de las especies monetarias, las retiradas de los depósitos y las demandas de reembolso. Una plaza de comercio muy sensible al pánico exige que el banco sacrifique un poco la extension á la seguridad de los negocios. Por lo mismo que son ó pueden ser más frecuentes los casos de fuerza mayor, conviene moderar el uso de las emisiones. Ambos extremos adolecen de inconvenientes, porque la timidez conduce á sepultar un capital cuyo fruto es perdido, y la temeridad llega á comprometer el crédito del banco y engendra crísis peligrosas.

En Inglaterra y Francia se acostumbra tener en caja el 33 por 100 de la suma representada por los billetes en circulacion; y aunque en aquella nacion ha pretendido el Banco regular sus emisiones por el curso de los cambios, aumentando su reserva cuando es desfavorable, y cuando es favorable su cartera, apénas ha traspasado este principio los confines de la teoría. Autores hay que asientan como una verdad comprobada con la experiencia, que en general basta á los bancos conservar en caja la cuarta parte del valor significado por sus billetes, sobre todo si no descuentan efectos de comercio de largo vencimiento. En realidad la proporcion entre los billetes y la reserva depende en gran parte del plazo en que vencen los efectos en cartera.

Hemos dicho que los billetes de banco es una obligación ó un efecto comercial como una buena letra de cambio al portador y á la vista. Fúndase su valor en la promesa de convertirlo á voluntad en moneda corriente. Sin embargo no falta quien diga que el banco, al hacer una emision de billetes, ejerce acto de soberanía, porque en cierto modo acuña moneda. Esta metáfora dista mucho de ser inofensiva, pues pone en las manos del gobierno armas poderosas á reprimir con sus reglamentos el vuelo del crédito.

Los billetes de banco no reemplazan el uso del oro y plata, aunque economizan el empleo del numerario. Reemplazan, sí, los efectos de comercio con los cuales guardan perfecta analogía. Si no hubiera billetes de banco, habria más billetes á la órden, más letras de cambio, más pagarés, y en fin más valores de esta especie en la plaza. El banco los recoge y sustituye con un papel de crédito más conocido, seguro y uniforme. Si los billetes de banco fuesen moneda ó una cosa parecida á la moneda, no habria peligro en aumentar su emision.

Es muy comun la opinion que los billetes de banco, cuando circulan con demasía, contribuyen al aumento de los precios, como si en realidad se aumentase la moneda corriente, y preparan de léjos las crísis dolorosas que suelen afligir al comercio. Autores de nota, y principalmente Mr. Tooke en su Historia de los precios, despues de profundas investigaciones, han llegado á descubrir esta verdad, « que en todos los casos de alza y baja de los precios, el alza ó la baja precedieron al aumento ó disminucion de la emision de los billetes, y de consiguiente no deben ser habidas por efectos de estas causas». Corregida, pues, en esta parte la teoría de la circulacion hasta entónces admitida por los economistas, prevaleció la doctrina que pues las emisiones de billetes no pueden crecer sino en vista del acrecentamiento de la demanda, carecen de eficacia para elevar los precios, alentar la especulacion y producir una crísis comercial; y que los reglamentos encaminados á moderar las emisiones, sin conseguir el objeto que la autoridad se propone, suelen engendrar mayores males.

Mr. Mill distingue la situacion ordinaria de un mercado ó su estado de reposo, del estado anormal en que con razon ó sin ella, pretende el comercio dar ensanche á sus operaciones. En el primer caso acepta por entero la teoría precedente; mas en el segundo la corrige observando que si la especulacion se aviva y tal vez se desborda, y los billetes de banco no sólo pasan de mano en mano entre comerciantes, pero descienden á las de los fabricantes y todavía bajan á las de los obreros en pago de salarios, pueden contribuir á mantener los precios elevados á causa de una especulacion extraordinaria, y á prolongar y aumentar la exportacion de los metales preciosos, exponiéndose el banco al riesgo de carecer de las especies monetarias que necesita para pagar los billetes á su presentación.

Por estas y otras consideraciones, así Mr. Mill como un gran número de economistas desean que los billetes de banco no representen sumas tan cortas que caigan en poder de gentes menesterosas, poco habituadas al crédito y cuyos gastos menores se ajustan más al uso de la moneda. Recelan asimismo que el papel tanto y tanto llegue á economizar el empleo del numerario, que casi lo destierre del mercado, que todos los valores descansen en una circulacion fiduciaria por desgracia llegára á interrumpirse, haria verdadero lo que la fábula cuenta de Ícaro causando un inmenso trastorno y la ruina general. Los billetes grandes apénas auxilian al comercio: los medianos son de mucha utilidad: los pequeños no están exentos de peligro.

El crédito equivale á un capital, y por eso no sólo importa al pobre y al rico gozar de crédito, pero tambien disfrutar de sus beneficios á leve costa. Siendo variable segun la doble ley de la oferta y la demanda el interés de los capitales, es natural y aun necesario que varíe el descuento al tomar el banco valores de comercio y emitir sus billetes en cambio.

Subir el descuento ó mantenerlo alto significa la contraccion del crédito, origen de graves perturbaciones y aun calamidades, sobre todo si viene en seguida de una época de expansion. Bajar el descuento y conservarlo bajo es facilitar la circulacion y dar impulso á la produccion de la riqueza.

Los bancos no son dueños de subir ó bajar el descuento á su albedrío, ántes deben mostrar en esto una exquisita prudencia. En tiempos de bonanza lo bajan, porque les sobran los medios de hacer rostro á la presentacion de billetes. En dias de borrasca lo suben, porque no pueden sin grave riesgo disminuir su reserva metálica. Cuando los bancos tienen libertad de accion, proceden segun les dicta su interés; de modo que ó abunda el numerario y prestan barato, ó escasea y prestan caro. Subir el descuento y ponerlo más alto en la plaza, seria apartarse de los negocios y renunciar á toda ganancia. Así, pues, los bancos no influyen gran cosa en este movimiento de alza y baja, sino que lo acompañan y lo siguen.

Muévese la controversia, á propósito de los bancos, de si el crédito debe ser libre ó estar reglamentado. Dicen los partidarios de la libertad de establecer bancos, que con ella se multiplicarian hasta colmar la medida de las necesidades del comercio y se percibirian los frutos de la concurrencia. Cada banco, siendo varios ó muchos, no emitiria billetes sino para el servicio de un territorio de corta extensión y estarian sus operaciones más vigiladas. Rivalizando todos por granjearse la confianza del público, procuraria cada uno aventajar á los demás en circunspeccion y prudencia; y si alguno llegaba al extremo de padecer bancarota, el mal se extenderia á un radio muy corto, miéntras que esta desgracia tomaria las proporciones de una catástrofe, recayendo sobre el único banco de la nación.

Reponen los del bando contrario que la pluralidad de bancos excita una competencia ardiente é ilimitada cuyo término fatal es devorarse unos á otros sin misericordia; que por hacerse dueños exclusivos del mercado emiten billetes con imprudencia, descuentan efectos de comercio con peligrosa facilidad y envuelven en su ruina millares de fortunas y familias; que siendo la moneda de uso general y agente utilísimo de los cambios, no se debe consentir á los particulares la emision libre de un papel supletorio que ahuyenta de los mercados las especies de oro y plata, sustituyendo á la circulacion metálica un circulacion fiduciaria, frágil y en extremo peligrosa, y en fin que si el ejemplo de la Escocia con su multitud de bancos seduce y nos inclina al partido de la libertad, la triste y dolorosa experiencia de los Estados Unidos confirma el justo recelo que inspira el sistema de abandonar la creacion y régimen de los bancos á un interes individual ciego ó extraviado por una desenfrenada codicia.

Entre la concurrencia y el monopolio la opcion de la Economía política no puede ser dudosa. La concurrencia es la libertad repartiendo sus dones segun las reglas de la justicia distributiva. El monopolio es un tributo que la indolencia exige de la actividad y la torpeza de la discreccion. Si la concurrencia vivifica la industria y el comercio, los bancos no deben prosperar con el monopolio. Cuando los bancos llegan á persuadirse que no hay privilegios, que las leyes á todos dispensan igual proteccion, y que fuera de esto nada tienen que esperar ni temer del gobierno, conducen los negocios con el tino propio de quien sabe que si por un lado le incita su interés, por otro le modera su responsabilidad.

Un banco único y privilegiado es una potencia mercantil de primer órden dentro de la nacion, más atenta á su particular provecho que á la utilidad comun, condicion necesaria de su existencia. El Banco de España gozó un tiempo del derecho exclusivo de emitir billetes, obligándose á establecer sucursales en distintas plazas de comercio del reino. No lo hizo como debia, y esta falta voluntaria ó involuntaria dió motivo á reformar nuestra legislacion en el sentido de una razonable libertad, y á favor de ella nacieron y viven diversos bancos independientes provinciales. Sólo Francia y Austria se mantienen hoy fieles al antiguo sistema del banco único de emision.

Todavía sera peor que el banco único reuna al carácter de establecimiento de crédito el de institución pública al servicio del gobierno. El ejemplo de Inglaterra debe movernos, no á seguirlo, sino á escarmentar en su cabeza. En España tampoco faltan lecciones severas.

Ligar el crédito público con el privado, sobre todo cuando el primero no tiene hondas raices, es aventurarse á correr el peligro de perturbaciones tan grandes y duraderas, que toda crísis mercantil toma el cuerpo de una crísis social.

La que padeció el Banco de Inglaterra por espacio de veinte y cinco años á contar desde 1797, fué promovida por los contínuos anticipos que hubo de hacer el gobierno á la sazon empeñado en las grandes guerras que asolaron la Europa. La de 1847 se atribuye principalmente al bill de 1844; así que el mismo dia en que el Banco recobró su libertad de emision, los fondos públicos subieron 2 por ciento en la bolsa de Lóndres.

El Banco español de San Cárlos erigido en 1782 prestó al gobierno más de 265 millenes de reales; y habiendo sobrevenido las calamidades que afligieron á España á fines del siglo pasado y principios del presente, no fué posible el reintegro, lo cual causó su completa ruina. Reorganizóse en 1829 con el nombre de Banco de San Fernando; y como el gobierno solia acudir á él con demasiada frecuencia en momentos de angustia para el Tesoro, el Banco solicitó su auxilío en los dias de crísis, y señaladamente en 1848.

El buen órden y concierto que reina en Escocia donde existen 18 bancos distintos con 182 sucursales; la prudencia que siempre han mostrado en las emisiones y los incalculables beneficios que reportaron la industria y el comercio, recomiendan la justa libertad del crédito, es decir, el régimen de la concurrencia en vez del régimen del monopolio.

En los Estados Unidos la legislacion relativa á los bancos no es uniforme. Los adversarios de la libertad del crédito apoyan su doctrina con la relacion de multitud de quiebras; pero la estadística prueba que la mayor parte de las bancarotas ocurrieron en los estados de la Virginia, la Carolina del Norte, la Carolina del Sur y la Georgia en donde precisamente son mayores las restricciones.

Los bancos libres y responsables de sus actos, vigilados constantemente por la clientela que los rodea y sujetos á la fiscalizacion de una concurrencia interesada en denunciar sus faltas y descuidos, son muy superiores al banco único y privilegiado. La Economía política aspira á emancipar el crédito, como ha emancipado la tierra condenando la amortizacion, las artes y oficios censurando los gremios y las ordenanzas gremiales, y el comercio proclamando la libertad de los cambios en lo interior y exterior. A los gobiernos toca escoger la sazon y el modo de llevar á cabo esta reforma. Verdaderamente hay pueblos tan apegados á la circulacion metálica que se resisten á sustituirla con la circulacion fiduciaria; y forzarlos á reemplazar el uso del oro y plata con billetes de banco seria una imprudencia ó temeridad imperdonable Por eso emancipar el crédito es obra del tiempo, y por eso otorgamos á los reglamentos una tolerancia que les niegan los economistas radicales. Para que la libertad de los bancos sea fecunda en bienes, es preciso que el pueblo á quien se otorga esté habituado al manejo del crédito y dotado del tino que se adquiere con la práctica de los negocios; de otra suerte es fácil pasar del uso al abuso.

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