8. Los tratadistas



Hasta entonces los problemas económicos habían sido considerados menos desde el punto de vista de su significación peculiar, que desde el del influjo que las soluciones que se les daba habrían de ejercer sobre las relaciones religiosas y sociales. Así, los profetas israelitas se habían manifestado contrarios al esplendor del nuevo Reino porque su organización socavaba la antigua igualdad de los ciudadanos. Por eso Aristóteles había propugnado el desarrollo de la clase media, a fin de que la comunidad no se dividiese en ricos y pobres. También los escolásticos se interesaron por el acoplamiento de los intereses económicos en la ordenación social.

Cuando, durante el Renacimiento, procedióse a la obra de montar la suciedad sobre una base económica, pensóse ante todo en la organización del trabajo, organización que constituye el fondo de la Utopía de Tomás Moro (1516) y de la Ciudad del Sol de Campanella (1623), y que asimismo hallamos en la Werkhause de Becher (1667) y en el College of Industry de John Beller (1695). Paralelamente marcha la cuestión del reparto de las tierras, cuestión que se agudizará con el avance del latifundismo. Harrington, en su Oceana, reclama una distribución proporcional del suelo.

El verdadero problema que caracterizó esta época fué el de la constitución del capital; siendo el dinero la forma más flúida de éste, no es de extrañar que encontremos a los mercantilistas ocupados primordialmente en los problemas monetarios. Hase llegado incluso a echarles en cara que el velo del dinero no les permitió ver más allá, reproche ciertamente injusto. No obstante, es cierto que atribuyen al dinero un valor principalísimo. Así tenemos, por ejemplo, a Serra que, en 1613, escribió su Breve trattatulo delle cause che possono far abondare li regni d'oro e d'argento, dove non sono miniere. También Petty, en su Aritmética política (1655), llama ol oro, la plata y las joyas la riqueza de todos los lugares y de todos los tiempos (wealth at all times and all places), riqueza que precisa fomentar por encima de todo.

La diferencia de concepción económica aparece asimismo en la literatura. En Alemania los economistas políticosociales componen extensos tratados sobre el mejor modo de administrar la Cámara real, dirigidos a los funcionarios, a los príncipes y sus ministros. En Inglaterra encontramos, particularmente desde mediados del siglo XVII, una verdadera plétora de opúsculos ocasionales dedicados a cuestiones particulares del comercio y dirigidos a la opinión pública del mundo de los negocios.

Por diversas que sean las voces que nos llegan de aquellos siglos, destácanse sin embargo algunos sectores que ofrecen perspectivas características de la época.

Tratábase de considerar los hechos económicos desde el punto de vista racional, y para ello era preciso, ante todo, poseer datos exactos sobre la densidad de población, sobre su capacidad impositiva y otras cosas semejantes. Por eso la era mercantilista vió nacer la estadística. De 1591 a 1596 Giovanni Botero publicó su Relazioni Universali, en las cuales, junto a la descripción geográfica de los países, incluía investigaciones estadísticas sobre la población, la prosperidad y sus causas (1). Sir William Petty (1623-1687) sobresale por la exactitud de sus cálculos, si bien hay que confesar que con frecuencia le Ilevaron a combinaciones demasiadamente atrevidas (2). Siguiendo los métodos de las ciencias naturales, la economía política debía descomponerse lo mismo que un organismo. El Manufakturinventar de Schröder preveía una estadística de producción como Ia que se pidió al cuerpo burocrático en el siglo XVIII. La aritmética política dedicóse especialmente a los problemas del movimiento demográfico, a fin de establecer una base para el seguro de vida. En Alemania, el representante más destacado de esas investigaciones fué el capellán castrense prusiano Süssmilch en sus Betrachtungen über die göttliche Ordnung in den Veränderungen des menschlichen Geschlechts, aus der Geburt, dem Tode und der Fortpflanzung desselben erwiesen (1741).

Las necesidades del Estado constituían la fuerza que impulsaba el incremento de la economía del tráfico. El agobio de las cargas públicas Ilevaba a la ruina del país, pero, con una reglamentación racional, podíase, no sólo asegurar la economía del príncipe, sino también reanimar la de los particulares. Así, el estudio de las finanzas conduce al conocimiento de las relaciones económicopolíticas. Alemania, duramente castigada por la contribución de la guerra de los Treinta Años, dedicó especial atención a los problemas financieros. Sobre ellos escribió Kaspar Klock su Tractatus de contributionibus (1634) y el Tractatus de aerario (1651). En 1656 Seckendorf publicó su Teutschen Fürstenstaat y W. von Schröder en 1686 su Fürstliche Schatz- und Rentenkammer. Mientras Becher reclama ante todo que los intereses fiscales tomen en consideración el aprovisionamiento a bajo precio del país, para que nadie le falte su alimento, Christiano Teutophylo (Tenzel), en su Entdeckten Goldgrube in der Accise (1685), combate la idea, sustentada particularmente por tratadistas holandeses e ingleses (De Witt, Petty, Temple), de que un cierto encarecimiento de Ios artículos necesarios para la vida no sea perjudicial, como estímulo al trabajo en las clases inferiores. Contrariamente, habría que tratar con todo miramiento el capital que proporciona trabajo. Los economistas v. Justi (System des Finanzwesens, 1766) (3) y Sonnenfels (Grundsätze der Polizei, Handlunq und Finanz, 1765) fueron los fundadores de la ciencia financiera. Von Josti, en sus Fundamentos de los tributos, donde sobresale en primer término la preocupación por las condiciones económicas de los contribuyentes y por la justa repartición de los impuestos, formuló los principios de la teoría de los tributos, con mayor precisión que el mismo Adam Smith.

En la Francia de Luis XIV, Ias cargas fiscales dieron pie a las obras de Vauban (Dime royal, 1707) y de Boisguillebert (Dètail de la France, 1695; Factum de la France, 1706). En Italia, cuyos gobiernos se distinguieron de un modo particular en el siglo XVIII en la reglamentación del impuesto (Censimento milanese), Broggia escribió su Trattato dei tributi, delle monete del governo della sani (1743).

La expansión de la economía del tráfico, sobre Ia cual se levantaban las finanzas públicas, estaba condicionada por la ampliación de la circulacn monetaria. El dinero que daba lugar al trabajo útil era estimado no solamente como tesoro, sino tambn como mediode circulación. Por eso vemos a los investigadores dedicar su atención de modo preferente al problema monetario. Bodinus fué el primero en observar, en 1568, que la cantidad del metal noble americano hacía subir los precios. En 1582 Scaruffi se propuso, en suAlitinonfola «luz verdadera», privar al Príncipe de Ia fiscalización de la moneda y sugirió la ocación de una pieza unitaria de valor proporcional del oro a la plata, 1:12, «como si el mundo entero fuese una ciudad y un imperio». También Davanzati, en su Lezionedelle monete (1582), arremete contra la depreciación de la moneda. Compara la cantidad de dinero con la de mercanas, y encuentra que es la rareza lo que determina el valor. En este mismo sentido prosigue Ias investigaciones Montanari, en su Breve trattatodel valore delle monetin tutti gli stati (1680). En las «charlas» de W. Stafford, publicadas en 1581, quedan bien demostrados los efectos de la desvalorización del dinero sobre Ias diversas clases sociales.

Que tras el problema monetario se ocultaba el problema capitalista, es cosa que demuestran las polémicas que se suscitaron en la Inglaterra del siglo XVII sobre la elevación del tipo de interés. En 1668 Culpepper sostenía que el Estado debía fijar un tanto por ciento reducido, mientras Josiah Child afirmaba que Inglaterra solamente a base de un interés módico podía competir con Holanda; Davenant reclamaba un fuerte gravamen para los capitalistas que prestaban interés elevado.

Mun procuró eliminar la oposición existente entre la posesión de dinero y el comercio, es decir, entre el capital efectivo y el productivo, declarando que no era cierto que el incremento del dinero llevase consigo la disminución del comercio, sino que ambos subían y caían al mismo tiempo. North veía en la riqueza capitalista de Holanda el fundamento de su reducido tipo de interés, y Barbón sostenía que lo que determinaba el crédito no era el dinero, sino el capital (4).

El capital encontraba entonces especialmente en ecomerciuna actividad económica. El comercio exterior, que aportaba dinero al país, constituía uno de los principales temas de los mercantilistas. Del mismo modo que lacontabilidad decía a los particulares si realizaban o no beneficios, así también la balanza del comercio exterior debía demostrar la cuantía del lucro que obtenía el país. En su obra Englands treasure by foreign trade or the Balanceof our foreign trade is the rule of our treasure, Th. Mun exponía la teoría de la balanza comercial, pero afirmaba, con Child (5), que no suponía ningún perjuicio el hecho de que Inglaterra exportase a la India plata en pago de artículosde aquel país que podían ser vendidos de nuevo en Europa con gran margen de beneficio.

Montchrétien, de acuerdo con las circunstancias imperantes en Francia, pide, en su Traité de l'économie politique (1615), el fomento de la industria como medio para emanciparse del extranjero.

Becher, indiscutiblemente el primero de los mercantilistas alemanes, presenta una notable oposición entre lo que recomendó primeramente como político y lo que consideró como fin último desde el punto de vista del Derecho natural. En su Politischen Discurs (1667) señaló los medios para lograr un país densamente poblado y capaz de defenderse y para estructurarlo como auténtica societatern civilem. Para ello no confiaba en los comerciantes; la economía nacional debía ser regida por un organismo central de industria, abastecimiento depósito. En su Moral Discurs (1669) combate precisamente el dinero, considerándolo una de las causas de la pobreza; debe ser sustituído por una moneda de trabajo, desapareciendo la desigualdad de las dignidades y pasando a ser comunes los productos adquiridos con igual esfuerzo. Es curioso observar cómo, en este punto, de modo parecido a lo que ocurre con Beller, el mercantilismo coincide con el socialismo de un Owen o de un Proudhon.

La idea de una regIamentación de la vida económica resalta en W. v. Hörnigk, cuando propone, en 1684, en Austria sobre todo, organizar los oficiales (trabajadores) a base de la idea de una casa de comercio central, algo parecido a lo que propone v. Schröder con su «centro manufacturero» y de un «banco oficial de cambio», encargado de proveer a los patronos (6).

En la lucha del Estado contra los gremios, los economistas políticosociales se manifestaron enérgicamente contra las limitaciones de producción impuestas a aquéllos. Becher llamó a los capitalistas las columnas básicas de todas las clases sociales. EI capital invertido y la manufactura pareanle instituciones meritorias, no sólo por su superioridad técnica y comercial, sino, y principalmente, porque ofrecían oportunidades de trabajo a las masas de población desorganizadas por la guerra.

El interés que despertaron las cuestiones económicas fué tal que, en el siglo XVIII, llegó incluso a motivar en Alemania la publicación de revistas especializadas; la Okonomische Fama (1729) y lLeipziger Sammlungen vowirtschaftlichen, Policey-, Cammer- und Finanzsachen (1742).

En resumen, podemos designar, con Adam Smith, el período que va desde el siglo XVI al XVIII como era del mercantilismo. Da las maneras más diversas f desarrollándose una política económica gue aspiraba al fomento de la economía del tráfico por medio de la reglamentación fiscal. Las ideas que la informaron surgieron de la experiencia. Los comienzos de aquella ciencia apoyábanse en la práctica de los distintos países. El omnipotente estadista creyó poder alcanzarlo todo por medio de sus decretos, pero la realidad de los hechos no quiso con harta frecuencia someterse a ellos. Esta resistencia hizo reflexionar sobre los problemas económicos, los cuales fueron estudiados al principio como hechos independientes y más tarde en sus relaciones de conjunto.

Sin embargo, la condición esencial de esta época no se nos aparece, cual a Schmoller, simplemente como de síntesis política. También Salin, aun afirmando la posición particularista nacionade los diversos investigadores, no puede menos de reconocer el fundamento común de la finalidad económica: el desarrollo de la economía de tráfico. Al lado de la persuasión de la eficacia de la intervención oficial, tras las diversas disposiciones adoptadas se encuentran concepciones teóricoeconómicas perfectamente concretas. Desarróllase la teoría de la demanda y la del marcado, y se cree ver en la circulación la fuerza impulsora de la evolución. Sólo así puede comprenderse a Law con su sobrestimación de la importancia de la circulación monetaria. Pinto sostenía que el dinero aumenta a medida que corre (L'argent se multiplie dans sa marche). Galiani, partiendo del punto de mira de la apreciación subjetiva, supo explicar brillantemente el valor y el rédito (7). Mientras Mun ampliaba la doctrina de la balanza comercial al conocimiento de la balanza de pagos, Law y los escritores por él influídos, Melon (Essai politique sur le commerce, 1734), Dutot (Reflexions politiques sur les finances et le commerce, 1738) y Forbonnais (Elements du commerce, 1754), situaban en primer plano la circulación interior. En suHandlungswissenschaft, Sonnenfels habla en primer término de la agricultura, a continuación de las manufacturas y deja para el final el comercio exterior. Así fueran expuestos los problemas tratados hoy por la Economía social práctica.

Las teorías mercantilistas fueron estudiadas de una manera sintética por el napolitano Genovesi (Lezioni di commercio, ossia economia civile, 1765) y el escocés James Steuart (Inquiry into the principles of political economy, 1767), a quien se adhirió el hamburgués J. G. sch en su Abhandlung von dem Geldumlauf (1780). Defensores del mercantilismo y del fomento oficial de la ecunomía del tráfico, estos tratadistas pusieron de relieve la importancia, para la economía, del proceso de circulación y de la intervención del gobernante (8).

En el capítulo X de su primera obra, titulada Von den Folgenwelche sich daraus ergeben, dass die beiden Hauptklassen eines Volkes, die Landwirte und die freien Arbeitskräfte, in ihren Wohnplätzen voneinander getrennt sind (De las consecuencias que se derivandehecho que las dos principales clases de un pueblo, agricultores y trabajadores libres, vivan separados en sus localidades), Steuart traza un bosquejo del proceso económico, presentando como, sigue Ias fuerzas impulsoras de la época mercantilista: La urbanización de la nobleza en España, Francia e Inglaterra, constituyó para ella un estimulo a objetivos s amplios que la forzaron a procurarse mayores ingresos en numerario por medio de los arriendos y de una economía s racional. Las energías así desligadas en el campo encontraron ocupación en las ciudades gracias a los dispendios de los señores, quienes rivalizaban entre si por llevar una existencia a cuál más lujosa.

Sombart estudió detenidamente este proceso ideológico en su obra maestra, y especialmente en sus libros Lujo y Capitalismo y Guerra y Capitalismo. Sin embargo, no todas las guerras ni todos los lujos ejercen acción creadora en la economía capitalista; esoselementos irracionales, cuya acción es en sí demoledora, sólo pueden alcanzar aquel valor cuando marchan aparejados con una satisfacción racional de las demandas, considerando que a gastos más crecidos han de corresponder mayores ingresos. El afán por semejante alza puede convertirse en esfuerzo dirigido a lograr un superávit, ya por parle del mismo que gasta, ya por la de aquellos que Ie sirven. Así es cómo de la dinámica de la demanda deriva el afán de adquisición.

(1) A. MAGNAGHI, Le relazioni universali di Giov. Botero. Turín, 1906.

(2) A treatise of taxes and contributions, 1662; Several essays in political arithmetic. Political survey anatomy of Irland, 1672. The economic writings of Sir William Petty, ed. C. H. Hull. Cambridge, 1899.

(3F. FRENSDORFF, Ueber das leben und die Schriften der Nationalökonomen J. H. G. v. Justi. Nachrichten der K. Gesellschaft d. Wissenschaften zu Göttingen, 1903, fasc. 4.º.

(4) Interest is commonly reckoned for money; ...but this is a mistake; for the interest is paid for stock. HANEY, pág. 102.

(5) SVEN HELANDER, Weltw. Arch. 1923. Sir Josiah Child escribía como gran accionista quera de la Compañía de Indias Orientales.

(6) H. v. SRBIK, W. v. SCHRÖDER, S. BAk. Viena, 1910. Phil.-hist. Kl. 164, 1.

(7) Della moneta, 1751.

(8) S. FEILBOGEN, J. Steuart. und Ad. Smith. Zeitschrifr die gesamte Staatswissenschaft. Tübingen, 1889, págs. 218 y ss H. SIEVEKING J. G. BÜSCH und seine Abhandlung von dem Geldumlauf. Schmollers Jb., 1904, pág. 157.

 2. Los fundamentos del librecambio