1.1. La posición del mercantilismo en el proceso económico



 

Para la Historia de la Economía, la Edad Media tiene una importancia especial por la lucha entre el trabajo organizado y la propiedad territorial. En las ciudades, el comercio y el artesanado logran elevarse a la categoría de potencia independiente, frente a la propiedad señorial. En las villas los terratenientes urbanos alcanzan una influencia decisiva aun cuando álzanse frente a ellos los trabajadores, organizados en gremios, y en el campo los labradores consiguen conquistar determinados derechos, amparados, ora en asociaciones libres, ora en corporaciones cortesanas. En oposición a la Antigüedad, en las ideas de santo Tomás de Aquino ya se concede al trabajo el lugar primero en la determinación del valor.

Paralelamente aparece, ya en la Edad Media, un nuevo factor el capital. Es imposible explicar el capital sencillamente como una secuela de la producción, como pretendió hacerlo Marx, quien, por otra parte, defiende repetidamente el concepto de que el capital mercantil ha sido un precursor del de producción. El revolucionamiento de la producción por el capital no se produce hasta el siglo XVIII. Los métodos capitalistas, empero, se habían estructurado ya anteriormente; el capitalismo es una determinada ordenación jurídica que, en sus comienzos, supieron utilizar ciertos circulos mercantiles. Pero ¿cuáI es la misión del comercio? ¿Acaso debe concretarse únicamente a cuidar de la colocación de la producción y a realizar su valor? ¿No sirve más bien el comercio a los consumidores, satisface del modo más completo y variado? Kuske opina que los mercaderes de los primeros tiempos de la Edad Media salieron, en parte, de las gentes del séquito de los palatinos, para el abastecimiento de ellos (1). En todo caso, el mercader libre aparece como proveedor de los grandes, particularmente de la Iglesia, cuyo crédito sabe utilizar. No tiene objeto contraponer, como quiso Hildebrand, el Medioevo, como era de la economía monetaria, a la Edad Moderna, como era de la economía de crédito (2). Precisamente fué en los comienzos cuando el tráfico se fundamentó especialmente en el crédito. El comerciante fiaba a los demas y se procuraba para sí esta confianza. La importancia decisiva del sistema capitalista empezó, como con tanta clarividencia comprendió Ehrenberg, con el incremento de la demanda.

Una caracteristica importante del capitalismo moderno consiste en no descansar, como el de la Antigüedad, en la propiedad territorial (no pudiendo, por lo tanto, ser considerado como mera continuación del capitalismo antiguo) (3), sino en haber surgido de las condiciones corporativistas de la Edad Media.

Por rica y variada que se desenvolviera en el Norte la vida económica, no cabe duda que el centro de gravedad del nuevo proceso se halló en las "comunas" italianas independientes. A los libros de cuentas, cuya existencia se revela ya en el siglo XIII y que desde el XIV llenan, en apretadas hileras, grandes salas de Génova y Florencia, no puede equiparárseles nada semejante. Dichas ciudades no podían cubrir ya con impuestos las cargas de las guerras, y así creáronse entre los burgueses, según el catastro tributario, empréstitos forzosos cuya renta debía pagarse con los ingresos arancelarios que se establecian al efecto. En Génova los acreedores tuvieron desde 1274 una organización que cuidó, hasta la desaparición de la República, de la continuidad de aquella institución. Las deudas contraídas en ocasión de las luchas contra Venecia quedaron consolidadas en 1409 en la "Casa di San Giorgio", cuyo capital se había elevado en 1597 a la cifra de 43 770 870 liras, de las 2 938 462 que había poseído anteriormente. Como fuera que por transferencia podía disponerse de los intereses y del capital, año tras año iban redactándose nuevos libros. A este tráfico se asoció un Banco. La constitución de la Casa había sido copiada de la del Estado; como en éste la comunidad, así en aquélla la última decisión correspondía a la totalidad de los acreedores. Sin embargo, los negocios, dirigidos en el Estado por el Consejo, lo eran en la Casa por los "Protectores". Sólo por privilegio especial podían los forasteros conseguir participación en la deuda del Estado. De modo idéntico fueron organizadas las Sociedades coloniales, las Maonas de Quíos, Chipre y Córcega, fundadas en el siglo XIV y absorbidas más tarde por la Casa di San Giorgio (4). De idéntico modo que aquí de la comunidad de los burgueses, desarroIIáronse en el Norte las formas del tráfico capitalista, surgiendo de las asociaciones de los copartícipes a los bosques y a las minas, de los propietarios de molinos y barcos.

El Estado utilizó esos elementos adventicios organizándolos para sus propios fines. Allí se encierra la esencia del mercantilismo, en el que no fué necesario estimular al comerciante de un modo especial, sino que todos fueron incorporados a la economía del tráfico. El campesino hubo de poner a la venta sus cereales y el tejedor sus tejidos, sin esperar a que nadie se los pidiera; él mismo había de acudir al mercado. El poder creciente de los príncipes había podido ver abrirse ante sí otro camino todavía: el de la creación de un Estado patrimonial con administración propia y economía estatal exclusiva, tal como lo encontramos en el antiguo Egipto, tal como se realizó en Bizancio y como intentó imponerlo Federico II de Hohenstaufen (5) en sus dominios sicilianos. El desenvolvimiento económico de Occidente vióse determinado por el hecho de haber fracasado el intento del Emperador, como consecuencia de haberse malquistado con la Iglesia. Nápoles tocó en suerte a la casa de Anjou, la cual, sin embargo, solamente logró sostenerse abandonando a los florentinos la explotación económica del país, particularmente la exportación de coreales. De este modo los florentinos del siglo XIV supieron hacerse indispensables a los soberanos de Francia e Inglaterra (6). En adelante, el poder del Estado vió su propio sostén en el impulso de las empresas privadas. La era mercantilista cifró su objetivo en la estructuración racional de estos dos factores: el Estado con su burocracia y la Empresa particular con su contabilidad.

Ha sido mal enfocado el conocimiento de la época de los Fugger, al ver en ella un florecimiento especial de la economía del crédito. Cierto que puede hablarse, en este punto, de una supremacia de la organización capitalista sobre la corporativista de la Edad Media; no obstante, este capitalismo vino determinado principalmente por las necesidades financieras de los monarcas, por lo que podría denominarse capitalismo financiero. Strieder (7) nos ha descrito con todo detalle la naturaleza de esa economía, ligada al arrendamiento del impuesto. Los Habsburgos, necesitando reunir dinero para sus empresas (o sea un fondo de consumo), conceden a las casas augsburguesas derechos sobre explotaciones mineras contra la entrega de determinadas sumas. Para utilizar esos derechos, los Wesler y los Fugger deben colocar su capital mercantil en las minas, pasando a convertirse en grandes productores de plata y cobre. Los préstamos que hacen a los príncipes consisten, en su mayor parte, en mercancías, en el aprovisionamiento de la Corte y de las tropas, para procurarse las cuales organizan el comercio y, como detallistas, la producción, pensando, naturalmente, al hacerlo, en su colocación en el mercado. Tambn hay comerciantes alemanes que prestan su apoyo al rey de Portugal en los viajes que organiza a las Indias. Sin embargo, tan pronto como esas expediciones quedan aseguradas, el monarca se reserva el monopolio de los viajes a Oriente y cuida de que los mercaderos extranjeros se provean de pimienta india en Lisboa y aun en Amberes (8).

En conjunto, la marcha del proceso fué diferente. Particularmente en Holanda e Inglaterra cada día adquirió mayor independencia la empresa privada. Mientras en la era del mercantilismo los principes impulsan el aumento del tráfico con el fin de dar a sus finanzas una estructura económico-monetaria, la nueva época que se abre eel siglo XVIII quiere abandonar por completo el campo de la Economía a la iniciativa de los particulares ligados por las actividades del tráfico, las cuales dejará desarrollar el Estado.

Por oposicn a las restricciones autoritarias de su época, Adam Smith consagró el concepto del "Mercantilismo", contra el cual se situó, no viendo que tanto la economía libre que él defendia como el mercantilismo que combatía se basan en el tráfico. Held describe el sistema de Smith como "producto natural de la evolucn del sistema mercantil progresivo" (9).

Equivocaríase quien se imaginara la Edad Media como una época de escaso intercambio comercial, tal como nos ha sido descrita por Bücher (10). Cierto que, en el Medioevo, ecampo nos aparece las más de las veces sujetado por el feudalismo. Cierto también que la ciudad favoreció el intereambio directo entre el productor y el consumidor, y que el artesano trabajó con mayor intensidad que más tarde a sueldo directo del cliente, como hoy es todavia corriente en la industria de la construcción. Sin embargo, no debemos representarnos los países poblados únicamente por campesinos que trabajan exclusivamente para el propio consumo y el de sus señores, con ciudades rurales que sólo truecan sus artículos manufacturados por los productos agcolas de la comarca. Los testimonios que nos han llegado, no solamente de las ciudades italianas, sino también de Colonia y Lübeck, para no citar sino las principales villas hanseáticas, muestran, desde la época de las Cruzadas, un activo tráfico a grandes distancias. En sus principios ese tráfico realizóse con gran libertad; las restricciones a que se refieren Bücher y Sombart corresponden esencialmente a períodos posteriores, cuando las ciudades, estrechadas por el mismo desarrollo alcanzado, se vieron obligadas a delimitar recíprocamente sus áreas de actividad. Pero si alguna que otra pequeña ciudad, cuyos habitantes rebasaran en otro tiempo sus muros, descendió a la categoría de villa rural, otras, en cambio, que supieron concentrar el comercio en el interior de su recinto, adquirieron una importancia tanto mayor. En Flandes reuniéronse el comercio italiano y el hanseatico, y con razón puede pke hablar del "mercado mundial de Brujas".

En tanto la era del mercantilismo viene a continuar la economía intervenida desarrollada en las ciudades medievales, puede oponerse dicha era, junto con la Edad Media, a la Edad Moderna, tal como lo hacen Roscher (11), v. Below (12), Sombart (13), mientras que Bücher, Schmoller, Cunningham (14) consideran de gran importancia el cambio habido en el siglo XVI. También nosotros podemos hablar de una nuevépoca de la Historia de la Economía en cuanto que en este tiempo se ensancha la del tráfico y se van perfilando los métodos de la era capitalista.

(1) B. KUSKE, Die Entstehung der Kreditwirtschaft und des Kapitalverkehrs. Kölner Vorträge, I, 1927.

(2) H. SIEVEKING, Die mittelalterliche Stadt. VSozWG, II.

(3) Contra esta opinión defendida por BRENTANO, cfr. mi Mittlere Wirtschaftsgeschicte (trad. española, 1926), así como mi articulo sobre Handels- und Wirtschaftsgeschichte, en HWb. des Kaufmanns, 1925.

(4) H. SIEVEKING, Genueser Finanzwesen mit besonderer Berücksichtigung der Casa di San Giorgio, italiano: Atti della Societá Ligure di Storia Patria, vol. XXXV.

(5) V. MAX WEBER, Wirtschaft und Gesellschaft, 2.ª ed., 1925.

(6) R. DAVIDSOHN, Geschichte von Florenz, IV, 2, 1925.

(7) Studien zur Geschichte kapitalistischer Organisationsformen, 2.ª ed., 1925.

(8) F. HÜMMERICH, Die erste deutsche Handelsfahrt nach Indien, 1505-6, 1922.

(9) CAREY, Sozialwissenschaft u. das Merkantilsystem, 1866.

(10) Die Entstehung der Volkswirtschaft.

(11) Nationalökonomik des Handels und Gewerbfleisses.

(12) Probleme der Wirtschaftsgeschichte, 1920.

(13) Die deutsche Volkswirtschaft im 19. Jh. En la 2.ª ed. de Modernen Kapitalismus, SOMBART designa los siglos XIII al XIX como la era del protocapitalismo.

(14) The growth of English Industry and Commerce in modern times. Cambridge, 1903.

  1.2 La expansión ibérica y los adversarios del imperialismo español