PRÓLOGO

La calidad de un libro la determina, además de su contenido, la simplicidad y elegancia en la exposición del mismo, y este libro que tengo la gran satisfacción de presentar aúna estas tres cualidades. Se trata de una gran obra, centrada en la economía latinoamericana y que aborda las inversiones de bancos y empresas españolas durante lo que llama el autor, con mucho acierto, «la década dorada» (1990-1999).

En la Primera Parte, donde se realiza un amplio análisis de la economía de América Latina, el autor nos descubre matices y perspectivas novedosas. Entre ellas, cabe destacar el estudio de un punto central que «guió» a estas economías durante la mencionada década: el «Consenso de Washington»; pero además, profundiza en otros aspectos mayúsculos, como son las necesarias «reformas estructurales» que precisa la región, en aras de su modernización, crecimiento, estabilidad y equidad. Estas reformas son de vital importancia para que, de una manera definitiva, comience una larga honda de prosperidad económica y social, tan demandadas como necesarias para contrarrestar con acierto la creciente disparidad en la distribución del ingreso regional.

Todo ello contemplado en retrospectiva histórica, pues al indagar, como lo hace Ramón Casilda, en el devenir de la economía latinoamericana en el curso del pasado siglo, nos transmite lo que puede continuar siendo válido en el momento presente, como estímulo de trabajo para los empresarios, gobernantes y demás actores sociales; pero también, al colocar el estudio de lo acaecido en su contexto histórico, se comprueban sus limitaciones, errores, adversidades y malas prácticas, de todo lo cual se debe aprender para superar viejos postulados que aún no han desaparecido completamente.

En síntesis, en esta Primera Parte se aborda un recorrido histórico por el desarrollo de la economía latinoamericana, desde el modelo de crecimiento mediante sustitución de importaciones (ISI), hasta los distintos procesos de transición en el pasado reciente de América Latina, como han sido: el crecimiento hasta los años setenta, la crisis de la deuda externa de los ochenta, el Consenso de Washington, las reformas estructurales, las políticas liberalizadoras, la llegada masiva de la IED, los ajustes macroeconómicos y procesos de integración regional tales como el ALCA. Se aborda también, y desde un plano actual, el panorama de las principales economías de la región (Brasil y México), incluyendo los acontecimientos de Argentina.

Respecto a la Segunda Parte, en donde se analiza «exhaustivamente» todo lo concerniente al proceso inversor y de expansión internacional de la empresa y la banca española en América Latina, hay que resaltar que nuestro país se sitúa en un lugar privilegiado en este continente, al liderar la inversión europea, algo impensable si retrocedemos sólo una década, y más concretamente hasta el año 1986. Esta fecha representó un hito para la historia de España, al incorporarse a la CEE como miembro de pleno derecho. Por aquellos años cabe recordar que, para nuestras empresas, el problema más importante que afrontaban era el de «tamaño y competitividad», circunstancia que limitaba su presencia internacional.

La economía española, hasta la incorporación a la CEE, se había abierto tímidamente, pero a partir de este momento emprendió un rápido ritmo de apertura, en un contexto de creciente internacionalización, teniendo como referente dos proyectos centrales europeos: el inmediato Mercado Único y la futura Unión Económica y Monetaria forjada tras los acuerdos de Maastricht.

Pues bien, estos referentes, transcurridos sólo unos años, se constituirían en unos estimulantes «retos», y para vencerlos no se utilizó, como algunos autores de aquella época pensaban, las «exportaciones», consideradas como condición fundamental para que las empresas españolas mejorasen su competitividad externa.

Nos encontramos así con el gran giro estratégico de nuestras empresas, enfrentadas a las nuevas reglas del juego de la economía mundial: liberalización de los mercados, mayor peso de la iniciativa privada, disminución del sector público, amplia difusión de las tecnologías de la información y comunicación (artífices de la unificación de los mercados financieros y de la progresión de la propia globalización). Todo ello, junto a la instauración del Euro, las situaron ante un nuevo paradigma, que además imponía alcanzar un tamaño suficiente para no ser vulnerables ante posibles «Opas» de los grandes conglomerados europeos. Ante esta especial situación, y muy conscientes de sus limitaciones, decidieron, con rapidez y firmeza, salvar estas carencias no buscando la exportación como determinante de la competitividad, sino «invirtiendo directamente en América Latina».

La historia de España, esta plagada de desencuentros y pérdidas del tren de la «modernidad». El tren de la historia pasaba y nuestro país no se enganchaba ni al vagón de cola. Pues bien, en esta ocasión, la «modernidad», entendida ésta como no quedarse atrás en cuanto a competir con éxito en un mundo sin fronteras, no pasó afortunadamente desapercibida para nuestros empresarios y responsables políticos, quienes comprendieron que esta vez no se debía dejar pasar este tren, sino todo lo contrario: España y sus empresas «no» debían ser vagón de cola, sino vagón de «vanguardia» en la nueva dinámica de la economía mundial.

Paradojas de la historia, la fortuna estaba a nuestro favor, pues bancos y empresas pasaban por momentos de gran salud financiera, saneados balances y crédito internacional. Por lo tanto, la «acción» no debía esperar. Y se comenzó de inmediato; América Latina estaba inmersa en un proceso de amplios cambios, se salía de una negra época política, donde las dictaduras, una tras otra, fueron cayendo, y con ellas llegó la instauración de la «democracia», dando paso a nuevos gobiernos que iniciaron la consolidación del Estado de Derecho, adoptando como sistema económico «la economía de mercado»; y por ende, reconociendo a la iniciativa privada y a «la empresa» como motor del desarrollo económico y social, y redefiniendo de esta manera el papel del Estado, lo cual permitió presentar un calendario de privatizaciones dentro de un contexto de medidas estructurales que liberalizaban sus respectivas economías.

Así las cosas, reconocido lo favorable del terreno y además, como certeramente dice el autor, «en retirada los mayores competidores: las empresas y bancos americanos, debido a la grave crisis de la deuda externa de los años ochenta (aún no definitivamente resuelta), se imponía ocupar lo más rápidamente posible «este estratégico terreno» para lo cual se realizaron, como se ha mencionado, las importantísimas «inversiones directas» de bancos y empresas españoles. De esta manera se constata que, en menos de una década, lograran situarse en el liderazgo de sus respectivos sectores, y además, consiguiendo alzar la bandera de la «modernidad» como nunca antes se había conocido en la historia de España, obteniendo el reconocimiento internacional como país avanzado, comprometido con su tiempo, y que compite con éxito en el mercado más exigente del mundo: la Unión Europea.

Comparto nuevamente la opinión del autor, al expresar que, para esta tarea, se ha contado con un «aliado» excepcional: «el idioma», que viene a representar el «pegamento» que posibilita, además de un acercamiento cultural y psicológico, un sólido vehículo para transitar por todo el continente sin ninguna dificultad o muralla limitativa del avance en las transacciones económicas y comerciales. Por el contrario, la comunidad lingüística facilita algo tan fundamental en términos de «coste» empresarial como es la posibilidad de incorporar tecnología y modelos de gestión con elevados ahorros de tiempo, y la consiguiente facilidad para su adaptación y comercialización.

Si la historia, como escribió un eminente «artesano» del género, no se debe circunscribir a lo acontecido, sino más bien se ha de dedicar al estudio de lo acontecido en el contexto de lo que podía haber ocurrido, y si el análisis de estas conjeturas es siempre interesante cuando se analiza la historia de una nación, cobra entonces vital importancia, cuando se trata de examinar lo acontecido en la economía española y muy especialmente lo realizado por su trama empresarial, que España se convirtió en el mayor inversor de Europa y, en pocos años, ha llegado a desplazar a EE.UU., histórico líder inversor en la región.

Tanto del porqué y del cómo, de este «singular» proceso inversor, realizado «vertiginosamente» por las empresas y bancos españoles, es de lo que se ocupa este libro. Su contenido se analiza y expone integralmente, complementado de rigurosos datos, todos ellos procedentes de estadísticas de las fuentes más reconocidas: FMI, BM, BID, CEPAL, OCDE, EUROSTAT.

También, Ramón Casilda, como estudioso de estas nuevas realidades de la economía y la empresa española, aborda con certero planteamiento que la competitividad se ve también afectada por «factores intangibles», como elementos diferenciadores del factor «precio». Por consiguiente, la competitividad de la empresa actual se asienta fuertemente sobre activos intangibles que dan ventajas competitivas generadoras de un alto valor añadido, como pueden ser la imagen y el valor de la marca, aspectos éstos que son examinadods desde el punto de vista de lo que el autor considera la fertilización cruzada, proveniente de la empresa y la marca España.

Finalmente, convencido del «alcance» extraordinario de estas realizaciones y pese a que en un principio tardaron en calar en la sociedad española, la propia fuerza y grandeza de lo realizado, han hecho que este acontecimiento sea recogido y seguido con inusitado interés no sólo por los círculos económicos, políticos y financieros, sino por la propia sociedad receptora, la cual, al disfrutar de mayores niveles de bienestar económico y financiero, participa directamente mediante sus inversiones bursátiles en esta «común» aventura empresarial.

Aventura que ha transformado, corporativa y culturalmente, a nuestros bancos y empresas, enriqueciéndolas en cuanto a su amplitud de miras organizativas, extendiendo su «visión» del mundo, logrando que por derecho propio España «cuente y participe» cada vez más activamente en las instancias supranacionales y organizaciones multilaterales, y consiguiendo ser reconocida por la comunidad financiera internacional como el «puente» entre las dos orillas, Europa y América Latina, merecimientos éstos que se relacionan directamente con las importantísimas inversiones realizadas por empresas y bancos a lo largo de la bien llamada «década dorada» de los noventa.

Para concluir, permítaseme querido lector de uno y del otro lado del Atlántico, que concluya que Ramón Casilda nos transmite que el acto de crear es una forma de convivencia humana, donde la voluntad, la pasión por saber y entender nos hace sentir que esta obra es de «todos nosotros»

Manuel Gala
Rector de la Universidad de Alcalá