PANORAMA INTERNACIONAL

Desde mediados de 1997, América Latina y el Caribe han sufrido una serie de choques externos adversos. A partir de la crisis de Asia, los precios de los productos de exportación y los términos de intercambio se han deteriorado de manera significativa. Los precios de los productos básicos, excluido el petróleo, han caído cerca del 26% desde el segundo semestre de 1997. Los términos de intercambio para algunos países no exportadores de petróleo, como Chile o Perú, han caído en un 20%.

Hasta fines del 2000, los países exportadores de petróleo venían beneficiándose de los altos precios del crudo, pero desde entonces el petróleo también ha entrado en esta tendencia descendente, que se agudizó después de los sucesos del 11 de septiembre.

La actividad económica en Estados Unidos, Europa y Japón se ha estado tambaleando desde mediados del 2000. El crecimiento de las siete economías avanzadas más grandes del mundo cayó del 3,8% en el 2000 a niveles cercanos al 1% en 2001, y presentará un repunte que las situará apenas en torno a un 2% en 2002. En consecuencia, la demanda de productos latinoamericanos de exportación ha bajado y se prevé que continuará careciendo de dinamismo.

En tanto que los términos de intercambio se han deteriorado y el mundo ha entrado en una fase recesiva (dependiendo de la celeridad de recuperación de la economía americana), el acceso al financiamiento se ha visto fuertemente restringido. Los problemas que han acosado a las economías emergentes, desde la crisis rusa de mediados de 1998, han causado un incremento importante y persistente en el costo del financiamiento internacional para los países en desarrollo, y para América Latina en particular. Los márgenes entre dicho costo y el rendimiento de los títulos del Tesoro de Estados Unidos pasaron de 260 puntos básicos en el trimestre anterior a la crisis asiática a más de 800 puntos básicos en el último trimestre de 2001. Es importante señalar, sin embargo, que especialmente desde principios de 2001 los mercados han mostrado una creciente capacidad de diferenciación en la percepción de riesgo entre los países latinoamericanos, a juzgar por los márgenes de la deuda de cada país.

El fuerte incremento en el costo del financiamiento ha estado asociado a una reducción de los flujos de capitales hacia la región. Las entradas de capitales a las siete economías más grandes de América Latina (que representan el 90% del PIB regional) cayeron del US$100.000 millones en el año 1998 a US$58.000 millones en el año 2001. Los flujos de cartera desaparecieron casi por completo: durante el mismo período cayeron de US$49.000 millones a sólo US$1.000 millones, lo cual implica una importante recomposición de las fuentes de financiamiento. Actualmente, la inversión extranjera directa es actualmente la única fuente importante de capital externo en la región, pero incluso ésta ha empezado a contraerse, siguiendo el esquema observado en otros períodos de desaceleración de las grandes economías. De US$72.000 millones en 1999 cayó a los US$57.000 millones en 2001. Esta tendencia ha sido muy clara en Brasil, donde la inversión extranjera directa pasó de US$33.000 millones en el 2000 a una cifra inferior a los US$20.000 millones en 2001.

La reducción de los flujos de capitales ha afectado prácticamente a toda la región, incluidos países con bases macroeconómicas sólidas y una trayectoria de reformas estructurales profundas, como Chile, donde cayeron de un monto equivalente al 7% del PIB a mediados de 1998 a sólo el 1% en 2001. La reducción de las entradas de capitales superó el 6% del PIB en Venezuela y Perú, mientras que en Argentina fue cercana al 5% y en Colombia fue el 3,5% del PIB. El único país que no se ha visto afectado por una contracción fuerte de los flujos de capitales es México, aunque ello no ha evitado el impacto de la desaceleración de Estados Unidos en su economía.

La fuerte disminución de las tasas de interés de los recursos de la Reserva Federal de Estados Unidos durante 2001 no ha bastado para recuperar los flujos financieros hacia la región. A diferencia del pasado, esta reducción de tasas de interés no ha conducido a menores costos del financiamiento externo, debido a que solo en parte se ha reflejado en mejores tasas de interés de largo plazo y a que este efecto ha sido contrarrestado por la percepción de mayores riesgos, especialmente para los países latinoamericanos.

En resumen, la región se enfrenta actualmente a una coyuntura internacional adversa: los términos de intercambio se han deteriorado, el comercio mundial ha perdido dinamismo y la afluencia de capitales hacia la región se ha reducido drásticamente.