EFECTO DEL 11 DE SEPTIEMBRE

Los crueles ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, además de las importantes pérdidas humanas y materiales que causaron en Estados Unidos, tuvieron fuertes repercusiones en la coyuntura económica y en las expectativas de largo plazo en la región.

La tragedia del 11 de septiembre, agudizó los síntomas de recesión perceptibles en los principales países industrializados desde finales del 2000 o comienzos de 2001. En los primeros días de septiembre, todavía se esperaba una recuperación de la economía norteamericana para el año 2002 (2.7%, según la información de «Consensus Economics»). En octubre, las esperanzas de esa rápida salida de la recesión en Estados Unidos se habían esfumado, debido al fuerte deterioro de las expectativas de los consumidores e inversionistas, y los analistas ya no esperaban un crecimiento mucho mejor en el 2002 que el previsto para 2001 (1.2% y 1.1%, respectivamente, según la misma fuente). También se acentuó el pesimismo en las economías de Japón y Europa. Por lo tanto, el bienio 2001-2002 sería, según los analistas, el de peor desempeño de los últimos 30 años en materia de crecimiento mundial.

Estas perspectivas y su efecto en el comercio internacional afectaron las cotizaciones de los bienes primarios. La tendencia afectó también las cotizaciones de otras materias primas, que descendieron notablemente.

Las repercusiones comerciales de estos hechos se reflejaron con mayor fuerza en México, Centroamérica y el Caribe, economías estrechamente vinculadas a la coyuntura en América del Norte, ya sea por su especialización en exportaciones de manufacturas producidas en industrias maquiladoras (en particular las de alta tecnología en Costa Rica y México, más sensibles al ciclo económico), por el desarrollo de actividades turísticas, o por la importancia de las remesas familiares que envían los trabajadores que han emigrado. En las islas del Caribe, donde el turismo internacional es un sector de actividad muy importante, los ingresos descendieron notablemente entre 20% y 60% en octubre. La tasa de ocupación en Jamaica fue de sólo 11% y en Cuba se cerraron un tercio de las habitaciones de hoteles. El transporte aéreo también se vio muy afectado, tanto por las cancelaciones de reservas y de vuelos como por el alza de los costos vinculados con los mayores gastos por adopción de medidas de seguridad y primas de seguro.

Las consecuencias financieras para las economías emergentes constituyeron otro tema de preocupación en América Latina, región muy vulnerable al ciclo financiero. Luego de los atentados, los mercados financieros se desplomaron en las principales plazas internacionales. La aversión al riesgo aumentó, observándose un alza en los márgenes exigidos para los papeles financieros considerados de baja calidad. En el Sur del continente, esta mayor cautela vino a complicar la ya muy compleja situación en Argentina, y agudizó especialmente el contagio de la economía vecina (Uruguay).

A comienzos de diciembre, sin embargo, los efectos más inmediatos de los eventos del 11 de septiembre se habían moderado. La favorable evolución del contexto geopolítico y la ejecución coordinada de políticas macroeconómicas contracíclicas en las economías industrializadas facilitaron un descenso de las tasas de interés internacionales. Los mercados financieros recuperaron los niveles previos a la crisis y los precios de las materias primas parecían haber tocado fondo. Gracias al mejor entorno internacional y a campañas de promoción comercial en América del Norte y en Europa, las perspectivas del sector turismo también estaban mejorando en México y el Caribe.

Al concluir el año, el mayor impacto económico directo sobre la región sería el retraso de dos a tres trimestres en el repunte de la economía norteamericana, retraso que limitó las perspectivas de una rápida recuperación en la región. Todavía es prematuro analizar las implicaciones de más largo plazo para América Latina, pero parece indudable que persistirán en el tiempo.

La mayor incertidumbre con respecto al futuro político y económico global66 podría afectar los flujos de inversión financiera y directa hacia economías emergentes. Esto constituye una llamada de atención para las autoridades económicas latinoamericanas, que deben fortalecer la capacidad interna de financiamiento de la inversión. La comunidad internacional no debería desaprovechar las señales de mayor solidaridad Nor-te-Sur que surgieron luego de los atentados, y que permitieron incorporar, en mayor medida, el punto de vista de los países en desarrollo en la agenda de las negociaciones comerciales. A su vez, estas nuevas perspectivas deberían permitir acelerar la reforma de la arquitectura financiera internacional.


66 «Hemos entrado en el tercer milenio cruzando un umbral de fuego»,. Declaración de Kofi Anan, Secretario General de las Naciones Unidas, en el discurso pronunciado en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz (10 de diciembre de 2001).
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