Regionalismo abierto

La expresión «regionalismo abierto», califica las acciones que apuntan a incrementar la interdependencia entre los países de una zona determinada, en el marco de una tendencia hacia el libre flujo de comercio, capital, trabajo y conocimiento. La noción de «regionalismo abierto» se transfirió posteriormente a los análisis relativos a la creación del espacio único europeo, así como de otros posibles bloques regionales; después, en forma más reciente, fue adoptada como marco normativo para abordar la integración regional en América Latina.

No obstante, la expresión «regionalismo abierto» tiene acepciones distintas en América Latina y en la zona de Asia y el Pacífico, dado que entre uno y otro regionalismo hay más diferencias que semejanzas, a causa de las distintas características y la distinta evolución histórica de estas dos grandes regiones. América Latina es un conjunto más homogéneo, desde el punto de vista lingüístico, cultural y económico, que el vasto y difuso conglomerado de países que constituyen la región de Asia y el Pacífico. Históricamente, las relaciones económicas entre los países de esta última zona, han sido más intensas que entre las naciones latinoamericas.

En ésta última, los conceptos de regionalismo abierto y nuevo regionalismo se emplean indistintamente para describir un movimiento caracterizado por la liberalización generalizada del comercio de bienes y servicios y de los movimientos de capital, junto con la armonización de los regímenes regulatorios nacionales.

En 1994 la CEPAL contribuyó al debate sobre la dinámica de los movimientos de integración regional con un documento en que proponía el «regionalismo abierto», como un modelo estilizado para caracterizar la tendencia prevaleciente en América Latina al final de la Ronda Uruguay, tendencia en que se conjugaban los acuerdos subregionales de liberalización con la apertura unilateral y el avance hacia la integración hemisférica.

Un referente básico, para los procesos de integración regional, ha sido el modelo de integración federativo europeo, que ha transitado desde la formación de los mercados nacionales hasta la creación de un espacio único y de una Unión Económica y Monetaria, mediante el establecimiento de reglas, políticas e instituciones comunes.

En América Latina, este proceso, basado generalmente en acuerdos políticos intergubernamentales, evolucionó hacia una integración mayormente de facto, merced a vínculos comerciales y de inversión entre empresas. Se puede medir cuán cerca o cuán lejos está el regionalismo del proceso multilateral por medio de dos parámetros:

El primero se refiere al grado de soberanía en materia de política económica que los gobiernos están dispuestos a sacrificar, en aras de la armonización de las políticas nacionales, en el plano regional y multilateral. El segundo apunta al tipo de relaciones que deben establecerse con los países no pertenecientes a los acuerdos preferenciales.

El modelo normativo de regionalismo abierto propuesto desde la CEPAL, exige que la interdependencia creciente que se da en el ámbito regional, resultado de las acciones orientadas hacia la reducción de las barreras al comercio y a las inversiones, debe estar asociada a un aumento de la competitividad global de las exportaciones regionales.

La promoción de la competitividad no depende únicamente de la liberalización comercial, sino de un conjunto de factores que contribuyen a aumentar la competitividad sistémica de un país, factores entre los cuales han de figurar una red adecuada de infraestructuras físicas, mecanismos de capacitación de la mano de obra, un sistema financiero eficiente y un sistema de innovación en un marco de políticas macroeconómicas sanas, dinámicas y eficientes.

En el ámbito regional, la competitividad sistémica está supeditada a la articulación y armonización de las políticas nacionales de los países miembros, en áreas como transporte, telecomunicaciones, energía y creación y difusión de tecnologías.