El Consenso de Washington

LOS FALLOS DEL CONSENSO DE WASHINGTON

Así pues, los años 90 en América Latina pusieron en evidencia las importantes deficiencias del Consenso de Washington. El mismo Williamson, tras los resultados desalentadores de la aplicación de las medidas expuestas en su artículo23, enumeró una amplia lista de temas excluidos, la mayoría especialmente referidos al tema de la equidad. «Excluí deliberadamente de la lista aquello que pudiera ser, ante todo redistributivo [...] porque sentí que en el Washington de los 80 había un desprecio por preocupaciones sobre equidad».

La primera de las carencias concierne claramente el tema de la equidad como objetivo, buscado a través de la distribución de la renta. Esto no fue parte del Consenso de Washington en contraposición con la lucha contra la pobreza que sí lo fue, gracias al establecimiento de prioridades del gasto público, dirigidas en gran parte a sectores como la educación, la sanidad y a otros de gran interés para las capas más bajas de la sociedad.

Otra de las omisiones más relevantes del consenso, ha sido la falta de una referencia directa a la estabilidad de los precios (elemento sin embargo de máxima importancia en el Tratado de Maastricht). Sería limitar mucho su alcance si viéramos este consenso solamente como la vía de escape a la realidad económica desarrollada a partir de los años sesenta. Vocacionalmente, persigue una aspiración mucho más profunda consistente en constituirse como un elemento de estabilidad en un mundo cada vez más azotado por las crisis sistémicas.

Se excluyeron igualmente otros temas como el crecimiento o el medio ambiente, a la vez que el carácter de las propuestas era más bien liberalizador o anti-estatalista, además de hacer escasas referencias a la necesaria tarea gubernamental de luchar para mantener condiciones auténticas de competencia en los mercados.

Por otra parte, existe una gran variedad de opiniones acerca de cuáles han sido los verdaderos fallos de las medidas adoptadas. Hay quienes sostienen que éstas se han debido a que los diez instrumentos del Consenso no han sido aplicados sistemáticamente, y que verdaderamente se necesitaba y necesita más de lo mismo. Otros hacen hincapié en la combinación y el cronograma de implementación de las propuestas, llegando a posiciones irreconciliables acerca de cómo proceder. Algunos insisten, en que los problemas fundamentales vienen principalmente desde fuera, y que han minado el progreso de la región a través de lo que hoy se denomina la globalización.

Incluso se ha llegado a postular que la alta desigualdad del ingreso en América Latina es debida, de modo especial, a la riqueza en recursos naturales, esto es, a una especie de «fatalismo ambiental», donde la inequidad se correspondería con la latitud, de modo que bajo una mayor riqueza ecológica, el deterioro de las opciones de desarrollo sería más importante.

Sin embargo, participo de la idea asociada al nacimiento de un nuevo y primordial objetivo: «mirar más allá del Consenso», hacia un nuevo paradigma que abarque explícitamente objetivos como la equidad y la reducción de la pobreza; no como fines en sí mismos, sino como mecanismos eficaces para promover el progreso y el crecimiento sostenido. Así, las reformas de la década de los 90 no fueron la causa de las desilusiones experimentadas en América Latina, si bien, lo que sí hicieron, fue apuntar hacia una insuficiencia fundamental en el Consenso de Washington o, según la expresión de Ricardo Ffrench Davis24, hacia una imperativa necesidad de «Reformar las Reformas» de primera generación mediante una segunda generación de reformas25.

Éstas deben permitir hacer frente al continuo bombardeo de las economías latinoamericanas por las nuevas exigencias de productividad y de competencia, así como a las imperfecciones del sistema internacional, apoyándose básicamente en la capacitación y en las inversiones en el área tecnológica. Como señala Enrique V. Iglesias26, la «Nueva Economía» que se está diseñando muestra importantes desigualdades en la distribución del ingreso, por el hecho de que sólamente aquellos dotados de mayor educación pueden acceder a las nuevas oportunidades, generadas en mayor medida por las innovaciones tecnológicas, de modo que el primer gran paso que ha de darse, tal y como lo demuestran las actuaciones del BID, consiste en fomentar programas en educación y mejora social.

  1. Las formulaciones del Consenso de Washington

  2. Aplicación de las reformas económicas del Consenso de Washington

  3. Los fallos del Consenso de Washington


23 Artículo publicado en «La Cultura de la Estabilidad y el Consenso de Washington». Servicio de Estudios de la Caixa. Barcelona, 1998.
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24 Ricardo Ffrench-Davis: Consultor Principal de CEPAL. Profesor de Economía en la Universidad de Chile y Ex Director de Estudios del Banco Central de Chile.
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25 Véase para más detalle el libro de Ricardo Ffrench-Davis: «Macroeconomía, Comercio y Finanzas para Reformar la Reformas en América Latina». McGraw-Hill Interamericana de Chile, Santiago de Chile, 1999.
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26 Enrique V. Iglesias. Ex Secretario Ejecutivo de CEPAL. Ex Ministro de Relaciones Exteriores de la República Oriental del Uruguay. Actualmente es Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con tarea pendiente hasta el 2003.
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