Entrevista a Sebastián Edwards por Julio Nahuelhual publicada en La Tercera (Chile), 2 de enero de 2000.

Sebastián Edwards es de aquellos economistas que forma parte de la selecta camada de chilenos que estudio en la Universidad de Chicago a fines de los años '70, pero que no comulga con el perfil de los "boys" de la liberal casa de estudios estadounidense. Su estilo de camisas rayadas y corbatas fuera de lo tradicional, le dan un aire de modernidad que también tiene su discurso político y económico.

 "Soy socialmente progresista, políticamente anti-militar, y fuertemente pro-mercado", admite este profesor de la Universidad de California de los Angeles (UCLA) y ex economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, quien accedió a hablar con La Tercera desde su oficina en la acelerada ciudad al oeste de Estados Unidos.

 Frecuente columnista del Wall Street Journal, este chileno, de hiperkinética forma de hablar, se evade de la pesada actividad académica manejando un convertible por las calles que bordean las playas de California.

 ¿Por qué ahora apoya a Lavín, si antes era reconocido como un hombre concertacionista?.

 Siempre he sido muy progresista en mis posiciones sociales. También muy claramente anti-militar en lo político e institucional. Por ello, se me asociaba con el ala moderna y liberal de la Concertación. Ahora, también he sido muy pro-mercado y aperturista en lo económico. Esta combinación ha sido, hasta hace poco, muy rara en Chile. En ese sentido, en lo que a política contingente se refiere, yo no estaba ni aquí ni allá. Sin embargo, a comienzos de la campaña presidencial me desconcertó la actitud autoritaria, principista y nostálgica de algunos miembros del círculo íntimo de Lagos.

 Mientras más escarbaba, más claro me parecía que la campaña de Lagos estaba siendo dominada por una posición de gran escepticismo hacia la modernidad económica y también social. Una actitud de escasa tolerancia -a pesar del discurso-, y de gran paternalismo. Incluso con visos de censura.

 ¿Y su apoyo a Lavín es irrestricto?.

 Lavín ofrece una cierta frescura e imaginación que pueden ser muy positivas en lo económico. Además, él -a quién conozco muy bien desde nuestros días de universidad- es abierto y está dispuesto a hacer avances importantes en lo social e institucional. Pero mi apoyo no es irrestricto. También hay riesgos. Lo peor es que un posible gobierno de Lavín sea capturado por la derecha tradicional y, en particular, por el pinochetismo. Me horrorizó -y esta es la palabra precisa- saber que el 12 de diciembre celebraban en el comando de Lavín oscuros personajes que alcanzaron cierto poder entre bambalinas durante la dictadura. Yo tengo la esperanza que, si es elegido, Lavín sabrá mantanerlos alejados.
 
 

Los dos escenarios

¿Cuál sería el escenario más probable si el próximo presidente es Lagos?.

 El lo ha dicho claramente. Sería el tercer gobierno de la Concertación.

 Vale decir una administración de continuismo, lo que significa un gobierno cuidadoso, sin extravagancias, y sin mayores gestos creativos.

 Posiblemente un gobierno donde dominarían los distintos matices del gris.

 Diferentes a los de la administración del actual Presidente Eduardo Frei, pero grises al fin.

 Pero, qué políticas aplicaría el candidato oficialista?.

 Hoy la gran interrogante es quién es Ricardo Lagos. ¿Es el de la primera vuelta?, ¿Un polemista temido, de una inteligencia singular, y con un dejo nostálgico de la vieja guardia? No creo que nadie lo sepa a ciencia cierta. Pero lo que sí me parece, es que sus posiciones muy recientes son claramente conservadoras e incluso algo autoritarias.

 No veo, en la mayoría de los economistas que rodean a Lagos, un verdadero compromiso con la modernidad. Lo que sí veo es un cierto desprecio por la libertad individual. Es gente que cree -y lo creen sinceramente- que está mal que los chilenos de clase media aspiren a viajar a Miami, y llevar a los niños a Disneylandia. Hay en esta posición una cierta actitud principista y antidemocrática que me aterra.

 Desde luego, el desconfiar en las decisiones individuales no puede ser bueno para el proceso creativo y el crecimiento económico. Ahora bien,creo que la comunidad económica internacional estaría mucho más tranquila si Lagos clarificara su posición y dijera, con todas sus letras, que en su gabinete habrá gente moderna como Andrés Bianchi, José de Gregorio,Roberto Zahler y René Cortazar.

 En el caso de llegar Lavín a La Moneda.

 Una administración de Joaquín Lavín mantendría los grandes lineamientos: una economía de mercado y abierta al resto del mundo. Al mismo tiempo,sería un gobierno que, a través de una serie de reformas estructurales -incluyendo la descentralización de las decisiones- daría la pauta para volver a echar a andar la máquina creativa de los chilenos. Si eso sucede podríamos tener una explosión productiva, con un crecimiento acelerado, y una rápida creación de empleos. Sin embargo, existe el riesgo de que una administración Lavín se vea atrapada por las promesas que se han hecho en la campaña. La pregunta clave es si se tendrá la capacidad y creatividad de crear los espacios fiscales para financiar el programa. Técnicamente es posible hacerlo. ¿Habrá capacidad? No lo sé.
 
 

Refomas laborales

Cree que un eventual gobierno de Lavín enfrentará presiones sociales,especialmente en áreas como salud y educación.

 No. Me parece que el programa de Lavín es muy realista y creativo ahí.

 Lo que Chile necesita es una educación de calidad y un sistema de salud eficiente. Ello no significa que tengan que ser servicios provistos por el Estado. Lo que sí significa es que se entreguen servicios de calidad y que la mayoría de los chilenos tengan acceso a ellos. El programa de Lavín apunta hacia allá.

 Las presiones sindicales pueden ser el gran escollo para Lavín. Además,el rechazo de las reformas laborales pereció favorecer a Lagos.

 El tema laboral es esencial. Pero la verdad es que aquí ha habido mucha demagogia, desinformación y oportunismo. La reforma laboral presentada por el gobierno no era mala, sino pésima. Era una reforma anti empleo,anti trabajador joven, anti emprendedor, anti pequeño empresario, y anti progreso. Y lo que más me preocupa, es que la candidatura de Lagos planteó que insistirán sobre ella si llegan al gobierno. Sería un paso gigantesco para atrás. Ello no significa que haya que contentarse con lo que existe. Pero lo que hay que hacer es tomar una actitud seria, de altura. Dejar de lado la campaña del terror y aplicar una ley que proteja y fomente el empleo bien pagado.

 Se sabe que las reformas apuntaban a cumplir los compromisos internacionales suscritos y que permitirían al país seguir firmando acuerdos bilaterales con países desarrollados.

 La desinformación en este tema es pavorosa. Chile, como casi todos los países del mundo, es miembro de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) y participa de ciertos protocolos y convenciones. Hay cerca de 140 convenciones de la OIT y mientras Chile ha ratificado algo más de 40 de ellas, los Estados Unidos sólo ha ratificado cerca de 10. Nueva Zelandia y Australia algo más de 40, al igual que Chile. Y nadie ha insinuado que Estados Unidos, Australia o Nueva Zelandia se van a ver privados de la inserción internacional.

 Hay que tener una legislación laboral moderna, que respete normas internacionales básicas y fomente el empleo. Pero, tal como lo han entendido australianos y neozelandeses, ello no significa que nuestra legislación laboral vaya a ser dictada por un grupo de burócratas en Ginebra.

 Entonces, ¿reformar la legislación laboral debería ser uno de los desafíos que debiera encarar el próximo gobierno?.

 La reforma laboral es una clara tarea pendiente. Es necesario ampliar el ámbito de la negociación colectiva e implementar un seguro de desempleo. También hay que enfrentar el problema de los reemplazos durante una huelga, donde es necesario flexibilidad. El que haya o no reemplazos debiera ser negociado por las partes.

 Lo fundamental es que una reforma laboral no debe, bajo ningún punto de vista, desincentivar el empleo. Un reciente estudio del Banco Interamericano del Desarrollo (BID), asegura que la legislación laboral chilena es bastante restrictiva y también que las legislaciones laborales excesivamente restrictivas son bonitas en el papel, pero nocivas para el empleo y los trabajadores.
 
 

La farra de Frei

¿Es partidario de privatizar empresas públicas como Codelco o Enap?.

 El Estado debe ser muy pequeño y fuerte. Fuerte en dos sentidos: que lo que haga lo haga y muy bien, y que no sea "capturado" por grupos de interés para su propio beneficio. Pequeño en el sentido que no debe hacer lo que la población a través del sector privado o la sociedad civil puede hacer eficientemente. Hoy -a pesar del progreso de los últimos 25 años- el Estado chileno no es ni pequeño ni fuerte. Se involucra en muchas áreas que no hace bien, y no hace bien cosas que sólo el puede hacer. Hay mucho que hacer y ello significa que, más temprano que tarde, se privaticen compañías como Enap y Codelco.

 ¿Cómo evalúa la administración los EduardoFrei y Eduardo Aninat?.

 En lo económico, el gobierno de Frei no ha sido ni bueno ni malo: ordenado y sin mayor imaginación. Administró más o menos bien lo que había heredado, y no pudo, o no quiso, dar el gran salto. No quiero ser muy duro, pero es difícil evitar pensar que, en cierto modo, fue un gobierno que se farreó la oportunidad de consolidar el crecimiento con que venía Chile. Uno no puede hacer este juicio y eximir de responsabilidad al Ministro de Hacienda. Cuando se escriba la historia económica de la segunda mitad del siglo 20, Eduardo Aninat no estará entre los grandes ministros de Hacienda pero sus predecesores, Alejandro Foxley y Hernán Büchi, sí. Aninat se encandiló con la arena internacional y se creyó con la inocencia de una quinceañera el cuento de la incorporación de Chile al Tratado de Libre Comercio América del Norte (Nafta). Esto creó problemas dentro del gobierno, retrasó las reformas arancelarias, y dejó a Chile con una reputación golpeada. También el haber mantenido los encajes a la entrada de capitales fue una decisión errada, que le ha costado, y seguirá costándole mucho al país. La reacción tardía y a media máquina a la crisis casi no tiene perdón.

 ¿Cuándo cree que la crisis terminó para la economía chilena y cuáles son las proyecciones de crecimiento para el 2000?.

 La recesión ya tocó fondo. Así lo demuestran los distintos indicadores e incluso las recientemente conocidas cifras de desempleo. Ha sido una crisis profunda. De hecho, mucho más de lo necesario, pero de la que ya estamos saliendo.

 En el 2000 la economía crecerá entre 4 por ciento y 5 por ciento. Pero lo importante no es el 2000 -después de todo eso será más que nada recuperación- sino lo que sigue.

 ¿Cuál es su visión de lo que puede ser la política chilena a futuro?.

 Lo importante es que la política chilena ha cambiado radicalmente.

 Incluso sería posible formar, en los próximos años, un verdadero movimiento de centro, democrático, aperturista, donde cabrían grandes líderes como Alejandro Foxley y Edgardo Boeninger, al lado de empresarios progresistas como Máximo Pacheco y David Gallagher, y a intelectuales como Arturo Fontaine. Sería de verdad muy positivo.


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