Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de Venezuela

 

La OPEP y la política petrolera venezolana

Marcos Tulio Álvarez 
Economista UCAB 
marcostulio@economista.com
http://www.marcos-alvarez.com/ 
 


Nuevamente el país se pregunta sí nos conviene continuar dentro de la OPEP. Definitivamente la coyuntura del paro cívico nos ha permitido reflexionar sobre temas cruciales para la conformación del nuevo proyecto nacional.

Es difícil responder el acertijo que representa seguir o no dentro de la OPEP sin antes interrogarnos sobre los lineamientos estratégicos de la política petrolera venezolana. No olvidemos que, durante la década del 70, la creación de la OPEP respondía a un genuino interés por garantizar unos precios petroleros mínimos.

Recordemos un poco la historia petrolera de aquellos años. Antes de la nacionalización del petróleo en 1975, las compañías trasnacionales dejaron de invertir en exploración previendo un eventual traspaso de sus activos y cese de operaciones en nuestro país (las concesiones expiraban en 1983 y no se vislumbraban posibilidades reales de que serían renovadas). Esta desinversión en exploración generó una caída brutal de las reservas petroleras nacionales (totalizaban 25.000 millones de barriles, cuando hoy tenemos más de 76.000 millones de barriles en crudos livianos, medianos y pesados, además de 260.000 millones de barriles en petróleo extrapesado de la Faja del Orinoco).

Ante un panorama de agotamiento inminente de nuestro principal recurso, era lógico pensar que debíamos hacer una fuerte defensa de los precios, aún a costa de una reducción de la producción. De hecho, ésta fue la concepción rentista que nuestros líderes políticos tradicionalmente han tenido del petróleo. Alberto Adriani pensó en la actividad petrolera como una mera coyuntura que no podía desplazar a la agricultura. Arturo Uslar Pietri habló de “sembrar el petróleo”, es decir, invertirlo en actividades productivas que permitieran generar riquezas para las generaciones futuras. Rómulo Betancourt concebía al petróleo como el motor del desarrollo social y económico bajo el programa democrático. Sin embargo, ninguno visualizó el petróleo como una industria permanente dentro de la economía venezolana, ni que se convertiría en un negocio manejado por venezolanos con inversiones alrededor de todo el planeta.

La participación venezolana dentro del mercado petrolero mundial ha descendido persistentemente desde los años sesenta y setenta. Pasamos de ser el primer exportador petrolero del mundo al quinto lugar. Ni siquiera hemos alcanzado los niveles de producción de aquel entonces. ¿Qué sentido tiene defender un precio petrolero determinado a costa de reducir la producción, cuando tenemos unas inmensas reservas que pueden dejar de ser económicamente explotables antes de agotarlas? Esta es una reflexión importante sí pensamos en una sociedad global cada vez más preocupada por la generación de “energías limpias”, donde el futuro del oro negro no es muy prometedor.

Debemos entender que el mercado petrolero es un mecanismo autorregulado. Examinemos algunos ejemplos. Cuando el precio del barril de petróleo sube por encima de algunos topes, por ejemplo US$ 30 o 35, comienza a ser rentable la exploración y explotación en áreas consideradas de altos costos, como el Mar del Norte o Texas. Por otra parte, con precios petroleros altos se hace más atractivo invertir en investigación y desarrollo de nuevas fuentes de energía (eólica, hidrógeno, carros eléctricos, etc.). Esta dinámica obviamente presiona los precios hacia la baja (aumento de la oferta y la disminución de la demanda).

Por el contrario, los precios bajos permiten sacar del mercado a muchos productores de altos costos y desestimulan la inversión en energías alternas. De esta forma, en el largo plazo, el mercado petrolero se autorregula porque no permite que los precios salgan de ciertos límites inferiores y superiores -los cuales no necesariamente coinciden con los de la OPEP-.

Nuestra reflexión final es que los precios bajos podrían prolongar por más tiempo la permanencia de Venezuela en el negocio petrolero. Esto es sumamente importante para un productor con inmensas reservas que tendrían valor cero sí se quedan en el subsuelo.


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