OBSERVATORIO DE LA ECONOMÍA LATINOAMERICANA

 

Revista académica de economía con el Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352.
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ECONOMÍA DE ECUADOR 

ECUADOR: NI NEOLIBERALISMO NI NEOSOCIALISMO

 


 

Alfredo Vergara
Ph.D. en Economía Quito-Ecuador
alfredovergara1@yahoo.com

 

Un viejo adagio económico proclama que la iniciativa individual es el viento que impulsa la nave del Estado, aunque para no quedar a la deriva, el Gobierno debe sujetar el timón. Pero el consejo no tiene utilidad práctica sí es que la nave carece de una brújula que señale la ruta al puerto de destino.

En el caso de esta nave social llamada Ecuador, la carencia de una brújula nos ha sumergido en una espesa tiniebla en la cual -a pesar de que hemos cambiado de timonel 13 veces en las últimas tres décadas- seguimos flotando a la deriva.

Este documento intenta esbozar esa escurridiza brújula y, para no ahuyentar su lectura, se resume en apenas 3 páginas. En la primera parte se dibujan los principales ángulos del neoliberalismo vigente en Ecuador entre 1983 y el 2000. En la segunda parte se describen las acciones asumidas por el modelo substituto, el denominado ‘Socialismo del Siglo XXI’ o ‘Neosocialismo’.

En la parte final, expresamos la necesidad de transitar un tercer camino: la Economía Participativa.


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Vergara, A.: "Ecuador: ni neoliberalismo ni neosocialismo" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Número 97, 2008. en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ec/2008/av.htm


El neoliberalismo en corto:

La casa número 10 de la calle Downing en Londres, es una discreta vivienda que en 1732 fue designada residencia oficial del Primer Ministro de Inglaterra y en ella se han gestado varios e históricos episodios. El martes 8 de junio de 1982, en esa casa se gestaba un nuevo episodio que empezaba con las siguientes palabras:

‘Señor Presidente: sabíamos que era un amigo en quien podíamos confiar en épocas de peligro, alguien que no mancillará los valores del mundo libre, alguien que hará lo posible para incentivar la empresa privada. Usted es la garantía para esa causa que compartimos’.

Así saludaba Margaret Thatcher a Ronald Reagan en su primera visita oficial a Inglaterra. La calidez del discurso tenía su origen en dos antecedentes: el primero, la visible ayuda que poco antes había otorgado EEUU a la armada inglesa en la Guerra de las Malvinas contra Argentina; y, el segundo, la genuina coincidencia entre el pensamiento económico de Thatcher y Reagan; genuina coincidencia que también se reflejó en la respuesta de Reagan:

‘Son días difíciles para nuestros pueblos. Presionados por la recesión e inestabilidad mundial, ya hemos restaurado incentivos y oportunidades en nuestros mercados al reducir los excesivos impuestos. Al atenuar la pesada mano del Estado, estamos demostrando nuestra fe en los hombres y mujeres de Gran Bretaña y de los Estados Unidos’.

La respuesta resumía la política ya aplicada por Reagan en su gobierno cuando, para ‘atenuar la pesada mano del Estado’, impuso una drástica reducción en los impuestos que debían pagar las empresas de los estratos económicos más altos. Esa teoría fue originalmente formulada por Arthur Laffer en su tesis del Ph.D. en Economía, donde habría demostrado que cuando los impuestos se tornan demasiado altos, el empresariado disminuye su producción. Así, para incentivar la producción e incrementar el ingreso fiscal –aunque parezca contradictorio- había que reducir los impuestos.

Esa tesis -que ya en 1982 adoptó el nombre de Neoliberalismo- arribó a Latinoamérica con una comprensible distorsión: como aquí los impuestos al sector empresarial de todas formas ya eran demasiado bajos, para incentivar la producción –así se concluía por simple lógica- el Estado debía alimentar directamente el ingreso de los empresarios.

En Ecuador, el consejo se interpretó literalmente. Así, con la ‘sucretización’ de 1983 el Estado asumió la deuda externa privada; en 1994, con la autorización a los bancos para conceder créditos vinculados, se engendró el denominado “salvataje” empresarial; y, en 1999, el “feriado” bancario devaluó la moneda y traspasó las dos terceras partes del ingreso del asalariado a la utilidad del empresario. Esos crímenes financieros justificaron la elección presidencial de los dos candidatos que prometían remediar y vengar esos crímenes: Gutiérrez en el 2002 y Correa en el 2006.

El Neosocialismo en corto:

La masiva repartición del ingreso que pregona el Neosocialismo en el Ecuador, es una reacción contra las prácticas atribuidas al Neoliberalismo y trata de utilizar su mismo mecanismo, pero en dirección inversa. Es decir, en lugar de dirigir los recursos fiscales hacia las actividades productivas o empresariales, el Gobierno intenta subsidiar al consumidor de los estratos populares y locales e incrementar su capacidad de gasto y subsistencia. Desde la perspectiva electoral, entonces, se entiende que el Neosocialismo tenga una hinchada mucho más grande que la del Neoliberalismo.

Sin embargo, conforme se las pone en práctica, las tesis neosocialistas parecería que pierden popularidad. Entre el 2006 y el 2008, en Ecuador la inflación ha crecido más de cuatro veces; se han cerrado más de 100 mil fuentes de trabajo, por lo cual la combinación de desempleo y subempleo ya supera el 60% de la población activa; y, en estos dos años, el crecimiento del PIB se redujo a menos de la mitad. Es decir, a finales del 2008 y después de dos años de gobierno neosocialista, resulta evidente que la buena intención de redistribuir el ingreso gastando más en bonos para los pobres, subiendo el subsidio al consumo de combustibles y de ciertas materias primas, e inaugurando obras de infraestructura marginal y de caridad; en la práctica solo ha beneficiado a un puñado de clientes del partido del Gobierno, pero al costo de provocar un inmenso gasto fiscal sustraído del resto de capas sociales a través de más inflación, más desempleo y el visible deterioro productivo.

En otras palabras, asumiendo la buena fe del Gobierno y bajo el supuesto de que sus dos poderosas manos puedan controlar la embrollada repartición de los recursos fiscales y petroleros –así como vencer la tentación de aprovechar la ausencia total de fiscalización alguna -; los resultados prácticos del Neosocialismo en estos dos años, han sido visiblemente paupérrimos.

La Economía Participativa

Para esta doctrina -cuyos principales lineamientos aún se encuentran dispersos- en un país pequeño y abierto como el Ecuador, asentado en tierra fértil y de benévolo clima, rico en recursos naturales y humanos; pero con ingresos demasiado concentrados, sin instituciones sólidas, desorientado y con una decadente clase media; el desarrollo económico requiere alzar simultáneamente, como si fueran tres columnas de un mismo trípode, el crecimiento, la estabilidad y la equidad.

Crecimiento.- En el pensamiento económico convencional, se asume que el crecimiento de un país es igual al incremento del Producto Interno Bruto (PIB). Pero en Ecuador ese supuesto choca con el hecho de que la variación del PIB depende muy poco de la política económica, sino que más de sus dos terceras partes fluctúan alrededor de tan solo dos variables: el precio del petróleo y las remesas de los emigrantes. Así, el éxodo de nuestros compatriotas ha logrado establecer una cruel paradoja:

Un mayor desempleo genera más emigrantes; más emigrantes remiten más remesas; más remesas agrandan el PIB. Ergo: “A MAYOR DESEMPLEO, MAYOR CRECIMIENTO”.

No obstante, esa paradoja también logra resaltar el histórico hecho de que el crecimiento económico solo puede mantenerse de manera sustentable, si es que hay un creciente número de ciudadanos que trabajen y consuman. Es decir, el crecimiento económico solo puede generarse por mayor nivel de empleo; no por las accidentales estadísticas que engordan las cifras del PIB.

Estabilidad.- Los textos de economía suelen argumentar que la estabilidad financiera se alcanza solo si el dinero cumple tres funciones: ser un instrumento confiable para comprar y vender; ser un termómetro adecuado para valorar distintos bienes; y, ser un mecanismo para ahorrar e invertir.

Pero en el caso del Ecuador dolarizado en el 2000, el dólar ha logrado cumplir una cuarta función: como ya no podemos imprimir ni devaluar, la moneda ha constituido un imbatible antídoto contra los tres crímenes financieros arriba mencionados. Además, la persistencia del valor del dólar ha logrado aislar a la economía ecuatoriana del agudo y urgente problema que –por el crack financiero- si tienen que enfrentar nuestros países vecinos: el deterioro y devaluación de sus monedas.

Desde luego, al Ecuador también llegarán los otros ‘coletazos’ del crack financiero, especialmente la merma de las remesas y de los ingresos petroleros, así como una sensible baja en la demanda de nuestras principales exportaciones y de nuestra mano de obra. No obstante, sostener la dolarización también nos permitirá continuar con la estabilidad financiera lograda desde inicios del Siglo XXI.

Equidad.- En el escenario de la Economía Participativa, la equidad no es un concepto moral, legal o ético, sino que constituye la tercera columna del desarrollo y la piedra angular sobre la cual se asienta la denominada clase media; afirmación que merece un corto recuento histórico.

En el año 2003, el Banco Mundial publicó el documento titulado “Desigualdad en América Latina: ¿ruptura con la historia?”, donde se verifica que el 10 % más rico de la población recibe el 48 % del ingreso total, mientras que el 10 % más pobre apenas recibe el 1.6 %; y donde menos de la cuarta parte de la población puede considerarse de clase media. Esas cifras se comparan con las del grupo de los 8 países más desarrollados (G 8), en los cuales la clase media supera el 60% de la población.

Así, a pesar de que el concepto de equidad económica se refiere a la distribución del ingreso como retribución al conocimiento, experiencia, eficiencia, productividad y capacidad de trabajo que tenga una persona; en la práctica el mejor barómetro para cuantificar el mayor nivel de equidad económica que un país haya logrado alcanzar, es la existencia de una mayor clase media.

En el Ecuador actual

La Economía Participativa nos propone construir una nave social capaz de conducirnos al desarrollo económico, la cual debe ser ensamblada sobre tres pilares: crecimiento, estabilidad y equidad.

Sin embargo, como el concepto del desarrollo económico hasta el día de hoy no ha engendrado una definición que entre nosotros alcance consenso –o al menos una aceptación mayoritaria-, no hemos logrado trazar el sendero que hacia allá nos conduzca. Para salir de esta neblina, en el escenario de la Economía Participativa –como doctrina que aboga por la participación de la gente tanto en la siembra como en la cosecha- se propone seguir aquella brújula que apunta permanentemente hacia la creación de fuentes de empleo y al fortalecimiento de la clase media.

En consecuencia, cualquier medida de política económica –incluso bajo el paraguas de la economía centralmente planificada aprobada en referéndum con la nueva constitución- podría tener validez, siempre que conlleve la creación de fuentes de empleo y el fortalecimiento de la clase media.


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