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Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

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John Stuart Mill: El último economista clásico
 

Alfredo Félix Blanco (CV)
Universidad Nacional de Córdoba
afb2002@hotmail.com


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Blanco, Alfredo Félix “John Stuart Mill: El último economista clásico " en Contribuciones a la Economía, mayo 2006. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/


 

Hijo de James Mill, pensador destacado de la intelectualidad británica (autor, entre otros trabajos, de una prestigiosa Historia de la India y de los Elementos de Economía Política), John Stuart nació en las afueras de Londres el 20 de Mayo de 1806, es decir hace doscientos años.

  La vida de John Stuart Mill, de cuya muerte mañana 8 de Mayo se cumplen 133 años, fue la de un hombre que desde niño fue preparado para convertirse en el modelo del economista clásico (y de intelectual de la época), y sobre ella no podría existir mejor relato que su propia Autobiografía.

  Su padre participaba de las ideas del filósofo francés Helvetius y de Bentham (el fundador del utilitarismo ingles) en relación a que los hombres nacían todos con las mismas condiciones intelectuales y era la educación que recibían lo que los diferenciaba finalmente.

  Desde esa perspectiva, negadora de cualquier facultad innata, la educación era la herramienta casi exclusiva del progreso de las facultades intelectuales y espirituales de los hombres. Con esta convicción James Mill se dispuso a hacer de su hijo una suerte de niño prodigio para que se convirtiera en un adulto al que no escapara nada del conocimiento existente.

  Para lograrlo lo sometió a un proceso educativo de una severidad rayana en la crueldad que abarco los más diversos campos del conocimiento y una continua presión para que el niño racionalizara toda su existencia. A los tres años comenzó a enseñarle griego y antes de los ocho John Stuart ya había leído, en ese idioma, a Jenofonte, Herodoto y Platón, entre otros.

  A los ocho años aprendió latín, y tenía la obligación no solamente de estudiarlo sino de enseñárselo simultáneamente a algunos de sus hermanos menores. Mientras comenzaba con el latín, estudiaba álgebra, geometría, cálculo diferencial, química, historia y perfeccionaba su griego leyendo poesías. Vale la pena destacar sus propias palabras cuando dice que: “ Entre los ocho y los doce años los libros latinos que recuerdo haber leído son las Bucólicas, de Virgilio, y los seis primeros libros de la Eneida; todo Horacio, excepto los Epodes; las Fábulas de Fedro; los cinco primeros libros de Livio…; todo Salustio; una parte considerable de la Metamorfosis de Ovidio; algunas comedias de Terencio; dos o tres libros de Lucrecio; varias de las oraciones de Cicerón y de sus escritos sobre la oratoria, sus cartas a Atico…Leí en griego la Ilíada y la Odisea; uno o dos dramas de Sófocles, Eurípides y Aristófanes…; todo Tucídides; las Helénicas, de Jenofonte; gran parte de de Demóstenes, Esquines y Lisias; Teócrito, Anacreonte; parte de la Antología; poco de Dionisios; varios libros de Polibio, y…la Retórica de Aristóteles, que mi padre me hizo estudiar con especial cuidado…” [1] . ¿Hace falta remarcar el esfuerzo y sacrificio que habrá significado para aquel niño las tareas impuestas?

  Dotado de una modestia que sorprende, John Stuart Mill confiesa que algún libro no llegó a comprenderlo acabadamente pero que su padre “no sólo exigía de mí todo lo que yo podía hacer, sino mucho que no había posibilidad que hiciera”[2] . Mas no se percibe ningún reproche hacia la decisión de su padre de probar la hipótesis de Helvetius con su propio hijo, antes bien la atmósfera del relato de su vida es de agradecimiento a los esfuerzos del padre por educarlo. Paseos vespertinos en que su padre le interrogaba sobre sus lecturas, obligación de escribir versos o ensayos sobre temas históricos, y la rígida disciplina que se le impuso fueron siempre recordados por Mill como parte de un proceso natural de acceso al conocimiento.

  A los doce años leyó a Hobbes, y escribió una Historia sobre Roma. A los trece comenzó sus estudios sobre economía, debiendo leer y comentar con su padre los Principios de Economía de David Ricardo que, como ha afirmado un historiador, “...no son un alimento muy tierno que digamos.” [3]

  Además de su padre, Ricardo, Comte, Bentham, Say entre muchos otros fueron influencias determinantes de su pensamiento, y ya a los catorce años había leído y comentado la mayoría de sus trabajos. A estos deben agregarse todas sus lecturas de filosofía, historia y ética que no dejaron autor importante sin indagar. Fue también el fundador de la llamada Sociedad Utilitaria, que tenía por finalidad la discusión de las obras de Bentham y otros utilitaristas. No menos relevante fue la influencia de su mujer. Harriet Taylor, con quien se entendió rápidamente por afinidad intelectual (¡no podría haber sido de otro modo!) pero como era casada esperó 21 años para que viuda ya fuera su esposa. ¡Hasta en esa relación parece haber tenido preeminencia el intelecto sobre el sentimiento! Harriet Taylor, de claras inclinaciones socialistas, fue una influencia tan notable sobre Mill que él afirma que en muchos de sus trabajos deberían ser considerados coautores, porque “no sólo durante nuestra vida de casados, sino durante muchos de los años de amistad íntima que la precedieron, todas mis publicaciones fueron obra suya tanto como mía”.[4]

  De semejante formación surgiría un sereno eclecticismo. El niño que su padre preparó para que llevara al más alto nivel la filosofía del utilitarismo benthamita y la economía ricardiana produjo obras que significaron una síntesis grandiosa pero que, al recoger tantas influencias, perdió parte de su contundencia que parecía sinónimo de verdad absoluta. John Stuart fue un auténtico liberal, pero tan sensible a las cuestiones sociales que alguna vez se definió como socialista, creía en el mercado pero defendió la acción de los sindicatos, confiaba en el sistema capitalista pero reconocía sus deficiencias.

El producto del exitoso experimento de James Mill, el niño predestinado y preparado para presentar la más acabada síntesis final de la construcción teórica que había comenzado con Adam Smith cumplió su cometido; pero en ese camino la doctrina de los liberales ingleses sufría modificaciones que preanunciaban el final de su hegemonía intelectual, John Stuart Mill sería entonces el último de los grandes clásicos.

  Fue ademas un luchador a favor de los derechos de la mujer y en su trabajo “El sometimiento de la mujer” (1869) donde reivindica el derecho al sufragio femenino escribió: "El principio regulador de las actuales relaciones entre los dos sexos –la subordinación legal del uno al otro- es intrínsecamente erróneo y ahora constituye uno de los obstáculos más importantes para el progreso humano; y debiera ser sustituido por un principio de perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros".

  Su primer obra que adquirió rápida difusión fue su “Un Sistema de Lógica” que publicó en 1843, su principal libro de economía fueron sus “Principios de Economía Política” (1848) que se transformaron en la referencia imprescindible para la ortodoxia económica durante mas de 25 años y su más claro alegato a favor del individuo y sus libertades fue “Sobre la Libertad” (1859).

  En 1865 fue elegido miembro de la Cámara de los Comunes, desde donde defendió las ideas que había presentado en sus libros, entre ellas se destaca una presentación a favor del voto femenino que fue rechazada.

  La muerte de su mujer, ocurrida en Avignon en 1858 significó un duro golpe que lo llevó a instalarse allí acompañado de Helen Taylor, hija de Harriet, que se convirtió en su colaboradora y a quién él consideraba como su hija. Fue ella quien, muerto John Stuart Mill, dispuso ese mismo año la publicación de su Autobiografía.

  John Stuart Mill es probablemente el economista clásico que más impresiona por su formación, por la prolijidad de sus razonamientos, por el cuidado en considerar todas las variables, por la honestidad intelectual de sus escritos; pero en sus manos las conclusiones del liberalismo ya no son absolutas y por esa misma honestidad intelectual el no vaciló nunca en presentar sus propias dudas.


1 J.S. Mill , Autobiografía , Página 13.

2 J.S. Mill , Autobiografía , Página 10.

3 D. Villey, Historia de las Grandes Doctrinas Económicas.

4 J.S. Mill , Autobiografía , Página 159.


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