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Aproximación al concepto del Derecho desde la perspectiva triádica: Descripción de su estructura, su dinámica y su finalidad

Sebastiao Batista
 

Segunda Parte - Desarrollo del marco teórico

10 Niveles de manifestación del fenómeno jurídico

10.2 Nivel de la lógica, de las acciones y procedimientos y de las  emociones y sentimientos

 

En la elaboración de las normas que regulan la vida social, actúan tres procesos o bien tres fuerzas mentales básicas, que se estructuran y funcionan dialécticamente. Son ellos la razón, la voluntad y la intuición. En las interacciones que realizan, uno de ellos es preponderante, motivo por el cual da dirección al proceso; hay otro divergente o en competencia con el primero, que apunta hacia direcciones alternativas; y un tercer elemento oscilante, que funciona como moderador. Son las tres fuerzas propulsoras que interactúan en el proceso creativo. En el lenguaje del paradigma triádico se denominan: fuerza oficial, que es la regente, la que estructura el proceso; fuerza antioficial, que es la divergente, la que actúa en el sentido de cambiar el proceso o su estructura; y fuerza oscilante, la que establece la conciliación y la convergencia de las anteriores. Cada una de estas fuerzas se mueve en su potencia máxima. Así tensadas, desarrollan los juegos de competencia y cooperación: dos disputadores y el tercero como cooperador. Cada uno tiene la posibilidad de ejercer la dominación, el papel de oficial y la consecuente función de mando, es decir, la dirección del sistema. El oficial imprime su carácter dominante al sistema. Con respecto al Derecho, según cual sea la fuerza oficial, el sistema podrá inclinarse hacia una tendencia o otra; así, podrá inclinarse hacia tendencias racionalistas, que se representan por las escuelas del positivismo jurídico; hacia tendencias pragmáticas, que se representan por las escuelas realistas, o bien hacia la tendencias metafísicas, que se representan por las escuelas del Derecho natural. Sin embargo, en la perspectiva de la dialéctica triádica, estos elementos ejercen entre sí, dentro de los límites de proporcionalidad y equilibrio, una dinámica de regulación y control, so pena de disgregación del sistema. Fuera de estos límites ocurre la tiranía de uno sobre los demás y las consecuentes distorsiones31.

 

Por otro lado, de la razón sobresale la lógica, que establece o descubre el orden de los factores operacionales y de las emociones y sentimientos envueltos en la dinámica del fenómeno jurídico, que se procesa hacia la consecución de los fines del Derecho y lo presenta como una fórmula jurídica, de modo objetivo, universal y necesario. En el fondo, la lógica es la propia disposición de los factores mentales, simbólicos y sociales en el orden del Derecho. En realidad, corresponde al orden de las ideas, de los conceptos, de las emociones, de los sentimientos, de los deseos, intenciones, intereses,  actitudes y acciones, y de los demás factores presentes en la dinámica de la convivencia social. Como método, conocimiento operacional producto de la razón, permite coherencia al pensamiento y determina las reglas de su uso correcto. Como forma, permite la abstracción del pensamiento, puesto que la forma es distinta del contenido, aunque a él vinculada. Además, la forma es siempre forma de un contenido, y por éste determinada32. En suma, la lógica es el propio orden de la materia en la disposición que configura el Derecho o, en otra perspectiva, se puede considerar como el método de conocimiento del orden, o bien la forma en la que se presenta el conocimiento, de todos modos estructurada sobre la razón.

 

Sin embargo, además del hecho de que constituyan el substrato de los sentimientos, estudios en laboratorio han demostrado que las emociones integran los procesos de raciocinio y decisión, y que, si bien dirigidas y bien situadas, parecen constituir un sistema de apoyo sin el cual el edificio de la razón no pude operar satisfactoriamente33. Con relación a la constitución del sujeto, en su individualidad, además de constituirse en la suma de los factores adquiridos genéticamente, está formada también por una cuota significativa de factores afectivo/emocionales provenientes de las relaciones e interacciones únicas mantenidas por el individuo en un medio ambiente específico. Esos procesos, en realidad, conscientes o inconscientes, en cualquier proporción, están influenciados por todos los tipos de factores, como los trazos de la personalidad innatos y adquiridos, inteligencia, conocimiento, medio social y cultural, etc34.  En este sentido, afirma Crick, el cerebro maduro es producto tanto de la naturaleza como de la educación. Así, se puede ver, por ejemplo, en el caso del lenguaje, que es un proceso complejo que parece ser exclusivo del ser humano. Para aprenderlo, sin embargo, depende fundamentalmente del lugar en que se eduque y de cómo se eduque35.

 

En cuanto a la emoción, para que se pueda sentir, es necesario tener imágenes mentales que se originan en patrones nerviosos representativos de los cambios en el cuerpo y en el cerebro que la componen. Sin embargo, para sentir el sentimiento que de ahí emerge, es decir, para saber que lo tiene, se debe representar, además de las imágenes de los cambios en el organismo y en el cerebro, las imágenes de la propia emoción. Así que, para que se pueda conocer los sentimientos, se debe construir representaciones de segundo orden, sobre las emociones, necesarias para que la conciencia central los reconozca36. Con respecto a las emociones de fondo, esas se constituyen de los estados internos oriundos de los procesos físicos continuos o de las interacciones del organismo con el medio ambiente, o de ambas cosas, y realizan dos funciones biológicas fundamentales: 1 - la producción de una reacción específica a una situación inductora, influenciada, se supone, por el raciocinio y la sabiduría; 2 - la regulación del estado interno del organismo de modo que éste pueda estar preparado para la reacción específica37. Las emociones, en síntesis, proporcionan a los organismos, automáticamente, comportamientos dirigidos a la supervivencia. Así como en los organismos dotados de conciencia, aquellos capaces de saber que tienen sentimientos, la conciencia realiza otro nivel de regulación. En este caso, la conciencia promueve internamente el impacto de las emociones y  les permite, por medio de los sentimientos, que integren el proceso del pensamiento38.

 

Por otro lado, los sentimientos son partes constitutivas del sujeto. En razón de los sentimientos, el sujeto se interesa o se desinteresa por los objetos, para acercarlos o alejarlos de sí, y especialmente para hacerse presente en el mundo, en la realidad psicosocial. Los propios sentimientos son los que convierten al sujeto en un ser conflictivo, por cuanto nutren deseos respecto a los objetos, bien en la dirección de apropiarlos bien en la dirección de rechazarlos, e incluso en la dirección de destruirlos. La satisfacción o no-satisfacción de sus deseos, y como los trata, demarcan su carácter conflictivo, así como la conflictividad de sus relaciones con la realidad. A veces el sujeto desea lo que no tiene o quiere deshacerse de lo que tiene, o bien teme perderlo o no conseguir lo que quiere. Así, se convierte en un ser conflictivo. Frente a los demás, que tienen sus propios sentimientos y consecuentes deseos, aparecen los conflictos en las relaciones de grupo y sociales. La subjetividad de cada uno, en el modo de percepción de sí mismo y en la relación con los objetos, así como el valor que al objeto se le atribuye, le confiere la relación afectiva que él propio establece. Los sentimientos conducen y dirigen el sujeto al objeto. No existe no sentimiento. Según Castilla del Pino, esa afirmación es corolario del axioma fundamental del sistema del sujeto, que se constituye de un sistema de relación constante con objetos externos y/o con objetos internos. Y lo que califica a la relación es indudablemente el functor afectivoemocional39.

 

El sentimiento se constituye por la capacidad de experimentar placer o desagrado de acuerdo con una representación sobre un objeto o una realidad que se antepone al sujeto. En concreto, se trata del estado interno de conciencia que se experimenta frente a la realidad. Es lo que efectivamente se caracteriza como subjetividad, experiencia particular vivida por el sujeto. Esta experiencia, cuando es compartida, lleva a lo que se puede llamar sentimiento colectivo. Es lo que ocurre, por ejemplo, en los estados internos de conciencia compartidos que identifican a un grupo como una familia, una peña o un colectivo como una nación o una comunidad de naciones.

 

Cuando la conciencia de la capacidad de producir el sentimiento viene unida a la capacidad de acción para producirlo, se tiene el arbitrio40 o la libertad, capacidad de realización reveladora de la práctica. En la órbita individual esa capacidad revela la autonomía de voluntad o la ciudadanía, y en el ámbito colectivo esta voluntad compartida se revela en la soberanía o en la autodeterminación nacional.

 

Como resultado de las tres fuerzas elementales se obtiene la primera estructura normativa, consecuencia de la creación del hombre para regular su proceder. En la órbita individual, cuando el juez que aplica la norma es la propia conciencia, se tiene el orden normativo ético. La ética es la esfera normativa de uno para sí mismo, en la que define conductas según principios lógicos e intuitivos, deducidos por uno mismo o por una colectividad. La norma, entonces, resulta de la relación de estos elementos, con fines de ordenación y control de la vida en sociedad, justo para evitar el caos - ninguna relación o bien relación con lógica desconocida - o la tiranía de uno cualquiera de sus elementos sobre los demás. 


 

31 Para Ortega y Gasset,  “a razón pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformación” (Ortega y Gasset, J. “El tema de nuestro tiempo”, en Obras completas, Madrid 1966-69, Revista de Occidente, p. 201).

32 Lefebvre, H. “Lógica formal Lógica dialéctica”, Madrid 1975, Siglo XXI de España Editores. 5ª ed., p. 83

33 Damásio, A. O mistério da consciência - Do corpo e das emoções ao conhecimento de si, São Paulo 2000, Companhia das Letras, p. 62-63.

 

34 Damásio, A. O mistério da consciência - Do corpo e das emoções ao conhecimento de si, o.c., p. 286-287.

35 Crick, F. La Búsqueda Científica del Alma, Madrid 2000, Debate, p. 13.

36 Damásio, A. O mistério da consciência - Do corpo e das emoções ao conhecimento de si, São Paulo 2000, Companhia das Letras, p. 354.

37 Damásio, A. O mistério da consciência - Do corpo e das emoções ao conhecimento de si, São Paulo 2000, Companhia das Letras, p. 78.

38 Damásio, A. O mistério da consciência - Do corpo e das emoções ao conhecimento de si, São Paulo 2000, Companhia das Letras, p. 80.

39 Castilla del Pino, C. Teoría de los Sentimientos, Barcelona 2000, Tusquets Editores, p. 19-100.

40 Kant, I. Introducción a la teoría del Derecho, Madrid 1978, Centro de E. Constitucionales, p. 36.


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