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Apéndice I.- Una aproximación etnográfica de tres comunidades de la Costa de Oaxaca

Señora Leonor

Leonor es una mujer que durante todo el día está activa. Pocas veces se pone a descansar. Ella es diacona de la iglesia católica. Todos los días, a las seis de la tarde, va a rezar el rosario a la capilla que está al otro lado del río. Ella imparte el catecismo a los niños, niñas y jóvenes que van a realizar su primera comunión, también comulga a las personas. Se levanta muy de mañana, al mismo tiempo que Julio, prepara café y juntos comen galletas de animalitos o acompañan la bebida con una tortilla tostada.

Julio se va y ella se apresura a lavar los platos, mientras lo hace se pone a pensar en que hacer de comer:

- Voy a hacer unos chilaquiles de fríjoles. Fríjol hay, tortillas tengo, solo me hace falta la carne de pollo. Compraría, pero Julio ahora necesita el dinero para la siembra, para pagar la yunta. Sí la podemos conseguir “mano a cambio” sería lo mejor. Todos mis hijos trabajarían, cuando se tuviera que devolver el trabajo. Eso veremos.

Entran las niñas y se sientan a desayunar. Leonor, sigue meditando, mientras ve cómo sus nietas se sirven y comen:

- Tenemos que ir al fríjolar, hay que ayudar a Julio. Al rato que esté la comida, le llevo su taco y nos quedamos cortar el ejote seco hasta que sea tarde, allá comemos todos. Ahora que los muchachos ya tienen vida, es difícil que nos vengan a ayudar, tienen que atender sus asuntos; pero las niñas y yo podremos levantar el fríjol, pero... el problema sería traerlo. Bueno, ya veremos, yo creo que ellos ayudarán a su papá, pero por el momento nosotras iremos a cortar lo más que podamos.

Leonor, “machuca” los fríjoles para hacer el “caldillo” para los chilaquiles, le pone una hoja de aguacate para el sabor, un poco de sal, agrega el agua poco a poco hasta que queda espeso, al gusto del paladar familiar. Agrega una a una las tortillas, no las fríe como se hace en otras partes.
La comida ya está lista, empieza a colocar en un canasto, las servilletas, los platos, las cucharas y la comida. Todo está listo para que ella y las niñas se vayan al campo, al ranchito con Julio. Termina de arreglar la canasta y llama a las niñas. Agarra una bolsa con semillas de jitomate y piensa:

- Llevaré estas semillas, tal vez, nos dé tiempo de sembrarlas. Así ya no tengo que comprar cuando se encarece. Aunque la el campo es bueno para darnos alimentos, no lo vemos. Si no nos ayudamos, la pobreza nos va a ahogar. Yo soy afortunada porque Julio es un hombre con muchas ganas de trabajar. Siempre ha sido así.
Yo, en lo que cabe, lo ayudo, cuando la siembra se está perdiendo, pues hay que correr para la milpa y ayudar. Lo bueno que mis hijos están cerca y ayudan a su padre, nunca lo dejan solo, a pesar de que Julio ya les dio su pedacito de tierra para que ellos alimenten a sus hijos y esposa. Julio siempre está inventando cosas para mejorar la vida de la familia, no sólo la nuestra, si no que comparte con sus hijos todo, desde sus “inventos”, el trabajo y la cosecha. Eso sí, los regaña cuando hacen las cosas mal, él siempre les dice cómo cosechar porque aún están aprendiendo. Además Julio piensa que uno no deja de ser padre, nunca y siempre hay que orientar a los hijos y los hijos obedecer, como él hizo con el suyo.