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Capítulo V.- El Centro de Soporte Ecológico y la participación de tres comunidades oaxaqueñas en su propuesta sustentable

Últimas reflexiones


La sustentabilidad no logrará ser exitosa, si no contempla dentro de sus premisas, un proceso de articulación entre los diferentes actores que están implicados en un proyecto que busque dichos fines. Este proceso de articulación debe tomar en cuenta las diferencias sociales, culturales, económicas y ecológicas que existen dentro de un territorio y llevarlas a una arena donde el diálogo comprometido sea el resultado. Sin embargo, los estratos sociales más vulnerables nunca podrán arreglarse con la sustentabilidad si no logran encontrar estrategias que mitiguen su pobreza. De lo contrario siempre buscaran otros caminos: depredación y venta de sus recursos naturales; cultivo de estupefacientes; asaltos o emigrando de sus localidades. Estas son las alternativas que toman los campesinos cuando, ni adentro, ni afuera de sus comunidades les permiten construir alternativas que los lleven a reconstruir su proyecto de vida. En este sentido, un proyecto de desarrollo sustentable es exitoso cuando, no sólo plantea cubrir las necesidades humanas de los socios potenciales, mientras preservan los ecosistemas; si no que también, toma en cuenta que se requiere una interacción armoniosa y equitativa entre: a) los individuos al interior de las comunidades; b) los agentes externos; c) las instancias burocráticas; y d) las fuentes de financiamiento en los distintos niveles, ya sea nacional e internacional. La convivencia con un cierto nivel de coordinación, lograría que se formara una red de seres humanos, que administrativa y técnicamente desembocara a tiempo en las diferentes etapas de la recreación de la naturaleza. Sin un cierto nivel de voluntad para coordinarse entre todos los actores involucrados, la sustentabilidad seguirá siendo una lista de buenos deseos con muchas dificultades para concretarse.

La realidad social y económica de las sociedades indígenas y rurales hace pensar que el logro de una posible coordinación entre los diferentes actores –externos e internos- se convierta en un acto de fe. El compromiso debe ser la premisa medular dentro y entre ambas culturas: la tradicional y la imbricada en el mercado capitalista; pero sobre todo la tolerancia hacia la diferencia que existe entre ambas. Cada una va a su paso, estrechamente relacionada con el ámbito en el que se desarrollan: una al ritmo de los tiempos de recreación de la naturaleza y la otra al ritmo de recreación de la ciencia y tecnología. La divergencia en las formas de vida ha provocado un desencuentro que ha desembocado en la crisis ambiental que hoy vive la humanidad. Como resultado de la crisis material de los pueblos tradicionalistas y la crisis espiritual de los pueblos modernos. Es, entonces, necesario diseñar estrategias, particulares para cada caso, que no sólo plateen cómo hacer fluir recursos monetarios en tiempo y forma hacia los posibles socios rurales; sino que integren en su estructuración el reconocimiento de la realidad local y los resultados de interactuar con ella.

Lograr la convivencia entre agentes externos y comunidad es un tanto difícil de conseguir, debido a la diversidad de intereses que pueden existir en la localidad. Sin embargo, localizar puntos de apoyo que permitan calibrar los desajustes que se presentan en el camino es de mucha ayuda para mantener el proyecto vigente por periodos más largos y tal vez llegar al éxito. Estos puntos de apoyo son las afinidades existentes en la comunidad, es decir los intereses comunes. Patentes en las redes de UDCs. Para concretar una alianza fuerte con una red de UDCs es vital cumplir con los compromisos económicos que se adquieren durante las negociaciones. Esto, estimula la participación de un mayor número de campesinos en el proceso sustentable y, no sólo eso, también aviva la estructuración de nuevas redes de UDCs. Formadas ya no por cuestiones político-religiosas, sino por la reconstrucción de un proyecto comunal imbricado en la conservación de los ecosistemas que se encuentran dentro de su territorio. Pero cobijadas por los compromisos socioculturales con los que se forman estas redes.

En las comunidades de la Costa de Oaxaca, la participación activa de los habitantes fue posible – en el caso de El Achiote - porque pudieron seguir conviviendo y socializando dentro de sus propias normas y en un ambiente familiar. Por otra parte, en Petatengo, la participación de los comuneros tuvo como precedente, la imbricación de los proyectos de vida en el proyecto comunal, que les da identidad y arraigo en el territorio. Estas dos distinciones permiten decir que, un proyecto de corte sustentable, no sólo debe tener en mente, cubrir las necesidades básicas de cada individuo, sino debe contemplar articularse al proyecto de vida de la comunidad y provocar, la formación de una red o redes integradas por todos los actores, tanto externos como internos, y que las acciones, de todos ellos, desemboquen en el compromiso de la reconstrucción y conservación de los recursos naturales.

Las tres comunidades, a pesar de estar relativamente cercanas, tienen comportamientos diferentes; la heterogeneidad en el territorio comunal se debe, principalmente, a la desigualdad para obtener medios de producción y a la diversa complejidad social y política que existe en cada poblado. Asimismo, incluyen en sus tradiciones aspectos externos de manera diferente, en este sentido, los individuos, regularmente, inventan, reinventan o desechan elementos contenidos en una tradición para poder darle un espacio al elemento extraño. En el caso de la propuesta del Centro de Soporte Ecológico, los individuos y las unidades a las que pertenecían, organizaron, en primera instancia su sistema de producción y, al mismo tiempo, distribuyeron la fuerza de trabajo de tal manera que, no se descuidara la base de su existencia: la siembra de maíz.

Las tres comunidades parten de una similitud básica que es la siembra del maíz, a partir de ello diversifican sus actividades que van desde la siembra y recolección de café hasta la comercialización de alimentos básicos u otros artículos inducidos como son las bebidas embotelladas, dulces, artículos para la limpieza – jabón y cloro – hasta los que son vendidos por catálogo. Indudablemente, estos aspectos adicionados a sus formas de vivir fueron apropiados a lo largo de los diferentes estadíos que ha tenido el proceso de colonización. López Austin (2001:60) describe como la base de las similitudes de los originarios pueblos mesoamericanos al núcleo duro de la cosmovisión de las tradiciones, que han servido a los pobladores de las épocas posteriores, de esta manera él dice que: “el núcleo [ha conservado] su sentido agrícola porque las ideologías subsecuentes [han tenido] que mantener su capacidad funcional; [tienen] que seguir siendo convincentes ante una población formada mayoritariamente por cultivadores de maíz. Las concepciones básicas de los mesoamericanos se [han] mantenido, milenariamente, ligadas a la suerte de las milpas, a la veleidad de los dioses de la lluvia, a la maduración producida por los rayos del sol”. El autor a través de su trabajo describe a este núcleo duro, del cual dice que es un gran regulador de las tradiciones y, las creaciones culturales y productivas tienen que pasar por su tamiz, sitúa los mecanismos apropiados en la gran armazón tradicional; produce las concertaciones eliminando los puntos de refutación y da sentido a lo novedoso – incluso un sentido profundo y complejo – reinterpretándolo para su ajuste. Los componentes del núcleo duro constituyen un complejo sistémico que se van diversificando en los más mutables, pasando por los que tienen ritmos intermedios de transformación. En este sentido, se puede observar que los pueblos campesinos e indígenas de la Costa de Oaxaca siguen conservando su núcleo duro que es eminentemente agrícola; pero han hecho concesiones a otros elementos integrándolos a sus tradiciones.

Una de las características de la propuesta del Centro de Soporte Ecológico fue evitar trastocar las etapas de la producción agrícola. Se adaptó a los tiempos de siembra y cosecha de la gramínea, de tal manera que los campesinos interrumpían la reforestación para dedicarse por un tiempo a su sistema productivo, mismo que negociaban dentro de la triple S y llegaban a compromisos para lograr que el sistema productivo nuevo no se viera entorpecido. Sin embargo, en el caso de Xadani, la complejidad de las relaciones socioculturales y económicas no permitieron que los elementos externos del núcleo duro pudieran ser reinventados, desechados o transformados. Para las otras comunidades – Petatengo y El Achiote – el proceso tuvo un toque más flexible, permitiendo que las propuestas del Centro pudieran convivir con cierta armonía porque tomaron el camino de la negociación, ya sea dentro de la triple S o acomodada internamente sin llegar a las palabras.

Para lograr llegar a la negociación, los campesinos tuvieron que transformar algunas de sus costumbres en la cotidianidad, como es ver con otros ojos a los recursos naturales. A partir de esta concepción nueva, fueron actualizando esos conocimientos adquiridos dentro de una creación participativa a través del tiempo que, es a su vez difusa y lenta, tal vez, imperceptible para ellos mismos, un ejemplo de este cambio fue la adopción de los arbolitos que crecían a la vera del camino; es decir, reinventaron su convivencia con los ecosistemas. Otro ejemplo, fue la “siembra y cosecha” de peces, programa llevado por otro agente externo a Petatengo y Xadani, pero que es una representación de un cambio de los elementos externos al núcleo duro.

Es tan imperceptible, en algunos casos, definir cambios drásticos en las tradiciones de los campesinos, pero sí se puede decir que en la apropiación del proceso de reforestación reflejaron muchas de sus formas de convivencia, las reuniones de la triple S, tenían la misma estructura de sus asambleas: se reunían en círculo y permitían que los que tenían alguna autoridad como, el coordinador del área llevara el orden del día, después discutían los temas, muchos de estos quedaban inconclusos porque lo deliberaban hasta que la mayoría estuviera de acuerdo, pero asimilaron la premura – Petatengo y El Achiote – de aceptar las normas que les imponían las instancias gubernamentales y financieras, y apresuraban las decisiones, sin dejar de tomar en cuenta sus intereses familiares y comunales. Donde los procesos tomaban un tiempo largo, era en Xadani porque consideraban que la decisión podía incomodar a la comunidad. Por ejemplo, para tomar la decisión de pasar a invitar a otros comuneros a que participaran en el programa de reforestación, tardaron tres meses. Siempre, en cada reunión se llegaba al acuerdo de que todos los integrantes del grupo harían esa labor de proselitismo, pero al salir de ella, decidían no realizar la actividad, en la realidad, nunca se llevó a cabo. Nunca estuvieron convencidos de que la reforestación fuera un medio para lograr obtener una mayor libertad económica.

Los mediadores dentro de las comunidades, los que hicieron posible la llegada y permanencia de los programas del Centro en las otras dos comunidades, fueron los hombres más ancianos de la comunidad. Cuando los coordinadores, pertenecientes al Centro, expusieron la propuesta a las comunidades, se adicionaron de manera inmediata de muchos comuneros, pero esta adición fue una ilusión que fue desmoronándose al pasar el tiempo. Además, la estructura administrativa de la triple S, sólo permite tener dentro de su constitución a 15 miembros, número de personas que fueron socios de la triple S en Petatengo. Sin embargo, este tipo de asociación permitió, la entrada y salida de “jornaleros” que veían en la propuesta una manera de obtener insumos, regularmente estos personajes pertenecían a los “sin tierra”, a los avecindados. Ellos eran motivados por sus mujeres, quienes los animaban a inmiscuirse en la reforestación como trabajadores eventuales, hasta que llegaran otras propuestas que les entregara los recursos a tiempo.