EL NIVEL DE EDUCACIÓN FINANCIERA DE LOS JÓVENES DE BACHILLERATO Y SU INFLUENCIA EN LA PERCEPCIÓN QUE TIENEN DE LAS INSTITUCIONES FINANCIERAS. UN ESTUDIO EMPÍRICO EN XALAPA, VERACRUZ

EL NIVEL DE EDUCACIÓN FINANCIERA DE LOS JÓVENES DE BACHILLERATO Y SU INFLUENCIA EN LA PERCEPCIÓN QUE TIENEN DE LAS INSTITUCIONES FINANCIERAS. UN ESTUDIO EMPÍRICO EN XALAPA, VERACRUZ

María Teresa de Jesús Zamora Lobato
Universidad Cristóbal Colón

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El Contexto Latinoamericano

Al respecto del contexto Latinoamericano es destacable mencionar el resultado de la prueba piloto que se llevó a cabo en 14 países de América Latina: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.  Dicho esfuerzo fue llevado a cabo en conjunto por la OCDE, El Banco Mundial, El Fondo de Garantías de Instituciones Financieras de Colombia, La Corporación Andina de Fomento y el Banco de la República de Cartagena, denominado “Avances de las Políticas y Prácticas Globales y la Experiencia Latinoamericana” presentado en la Conferencia Internacional Sobre Educación Económica y Financiera llevada a cabo en Cartagena, Colombia  el 01 de noviembre del año 2012.

En este estudio llama la atención que se pone de manifiesto la falta de conocimiento financiero por una parte considerable de la población en cada uno de los países encuestados.

En la misma idea, García, Grifoni, López y Mejía (2013) mencionan que en la última década, América Latina y el Caribe han mostrado cifras alentadoras en términos de crecimiento económico. La región exhibió una notable capacidad de recuperación tras la reciente crisis económica mundial y un buen desempeño con relación a las economías del resto del mundo (OECD, 2011; OECD y Cepal, 2012).
Por otra parte, en contraste con las crisis internacionales anteriores, en esta ocasión los sistemas financieros latinoamericanos y caribeños se han comportado positivamente y no se han observado efectos negativos en la calidad de los créditos ni en la solvencia o la liquidez de los mercados, gracias a una mejor regulación y supervisión prudencial, ya existentes antes del inicio de la crisis (OECD, 2011).
Esto ha permitido a los gobiernos diseñar e implementar una serie de políticas públicas ambiciosas para garantizar el avance económico y el apoyo a los objetivos de desarrollo sostenible a largo plazo. Estos esfuerzos han reducido la pobreza y la desigualdad a niveles históricamente bajos en la región (Op. cit., 2011).

1.1.3. El Contexto Mexicano

Las cifras de la Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF), muestran que más del 50% de los tarjetahabientes no puede pagar el saldo total de su deuda debido a los sobregiros en las compras o el uso indebido del plástico. Sin embargo, el problema se agrava ya que de acuerdo con este organismo, las personas de más bajos ingresos son las que, paradójicamente, tienen este problema y por lo tanto se ven obligadas a desembolsar grandes cantidades de dinero (Condusef, 2009).

            Por su parte, el Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi, 2009), señala que la población atendida por la banca comercial es de aproximadamente 37% de la población económicamente activa (PEA). En su mayoría, esta población está ubicada en zonas urbanas, “sólo el 13% de los hogares rurales reportan acceso a instrumentos de depósitos de ahorro o crédito” (Gómez y Vega, 2006). De manera que se considera que para que las disposiciones en materia de política económica funcionen, no sólo es necesario que el Estado intervenga, sino también que los ciudadanos se formen e informen, con el objeto de participar en la economía en forma responsable.

Desde la perspectiva de diversas instituciones, autores y lo que se ha realizado de investigaciones sobre cultura financiera, los bancos más importantes del país están involucrados en proyectos de educación, ejemplo de ello es el caso de “Accival”, que a través del área de Educación Financiera Banamex, ha desarrollado material informativo y simuladores en red para apoyar el proceso de educación financiera de la población en general.

En ambos casos participan como instituciones educativas que apoyan estos proyectos, entre otras, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), la Universidad Iberoamericana (UIA), la Escuela Bancaria Comercial, el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), la Universidad del Valle de México (UVM) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Todas estas instituciones con cursos especializados presenciales o en línea y con material didáctico, tienen como objetivo primordial no sólo informar sobre los beneficios de las decisiones económicas o sobre cómo maximizar la utilidad o elaborar presupuestos, sino fundamentalmente, formar una cultura financiera, eliminando los estereotipos sobre el mexicano en relación a la falta de ahorro y escasa visión de inversión. De la misma manera, el estudio que realizó la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), señala en su reporte unas cifras alarmantes, y estas se refieren al dato significativo que es la cartera vencida de créditos al consumo en México, que era en ese momento casi seis veces superior a la que existía al inicio de la década (CNBV, 2009).
 
El objetivo del gobierno federal de México es lograr que la banca social se dirija a la población económicamente activa que por razones de ingreso y tipo de empleo no puede ser considerada como sujeto de crédito por la banca tradicional. Por su parte (Bansefi, 2009), menciona que las entidades de ahorro y crédito popular conocidas como “cajas populares” son organizaciones que por tradición se han enfocado a prestar servicios financieros a la población de menores recursos.

Cifras del Bansefi indican que el préstamo promedio de los socios de cajas de ahorro es de aproximadamente 19 mil pesos, aproximadamente 1,400 dólares americanos, los cuales son destinados a la construcción o mejora de vivienda, a los gastos del hogar, al negocio en su caso, a la educación y a los gastos de automóvil (COFIREM, 2009).

Según estadísticas de la Confederación de Cooperativas Financieras de la República Mexicana (COFIREM), en conjunto las cajas populares, las cajas rurales, las cajas solidarias y cooperativas captan poco menos de 1% del ahorro que existe en todo el país. Mientras el dinero que manejan las entidades de ahorro y crédito popular representan menos de 10% de los activos de la banca múltiple, estas organizaciones son importantes económicamente porque apoyan a un sector de la población aproximadamente de tres millones de personas, lo que contribuye económicamente al PIB, y su participación en el mercado ofrece oportunidades financieras a través de 600 entidades de ahorro popular (COFIREM, 2009).

Derivado de las condiciones de bajos ingresos, muy pocos mexicanos cuentan con dinero excedente para ahorrar, razón por la cual el dinero no se asocia con la rentabilidad ni existe una cultura de ahorro.

No existe educación para el ahorro y los préstamos significan en muchos casos, pérdida del patrimonio familiar cuando se hacen a través de bancos. En cuanto al ahorro, un porcentaje muy pequeño de la población (11%) admite tener el ahorro como un hábito, y del porcentaje de la población que no gasta todo su dinero, solamente 50% admite que lo destina al ahorro (PND 2007, Pronafide, 2008).

Los rubros con mayor gasto, o ítems considerados básicos, son, entre otros, alimentos, vivienda y educación. Sobresale en la encuesta que el porcentaje destinado al pago de deudas (11%) es igual al destinado al pago de vivienda y mayor al de educación (9%). Estas cifras justifican el programa de educación orientado a formar una cultura financiera; al incluir a las entidades del sector de ahorro y crédito popular se formaliza la participación de estas organizaciones, tal y como se indica en el Programa Nacional de Desarrollo (PND) 2007-2012 y en el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) 2008-2012.

En 2008, Banamex y UNAM realizaron la Primera Encuesta sobre Cultura Financiera en México, que contó con el apoyo de instituciones nacionales e internacionales y que tuvo como objetivo primordial identificar el nivel de conocimiento y las percepciones que tienen los informantes sobre distintos instrumentos de ahorro y crédito. Así mismo, el discernimiento que se tiene hacia los productos y servicios financieros formales e informales, y la medición de los hábitos de desembolso, economizar y préstamo en los hogares, al igual ante sus actitudes y valores dentro del consumo (gasto), ahorro y financiación.

Como marco de muestreo se utilizaron todas las viviendas particulares reportadas en el Conteo de Población y Vivienda realizado por el INEGI en el 2005, en particular los datos que, a nivel nacional, consignaron a nivel de Áreas Geoestadísticas Básicas (AGEB), tanto urbanas, como rurales.  Así mismo, se  trabajó con una muestra de 2,000 viviendas para obtener estimaciones nacionales sin ninguna desagregación geográfica, tomando como unidad primaria de selección las Áreas Geoestadísticas Básicas (AGEB). La muestra  nacional se distribuyó en zonas rurales (23.5%) y urbanas (76.5%) del país, dando como resultado un total de 470 hogares en zonas rurales y 1,530 en zonas urbanas.

Con las evidencias de dicha encuesta se pudo identificar una cultura incipiente en cuanto al “control y planeación de gastos”. Es decir, en términos generales, alrededor de uno de cada cinco hogares cuenta con un registro de los gastos o con una planeación de ingresos, de deudas y de ahorros del hogar, en el cual, las deudas son el rubro que tiende a “controlarse” más. Pero tanto en el gasto familiar cotidiano, como en las motivaciones posibles para ahorrar, las prioridades se orientan a cubrir lo más “inmediato”, principalmente en la alimentación, la salud y la educación.

Los resultados de la encuesta hacen énfasis en que el ahorro no forma parte de los hábitos de las familias. Aunque uno de cada cuatro hogares haya declarado destinar parte del ingreso mensual al ahorro, sólo 14% de los hogares encuestados tiene alguna cuenta de ahorro, de depósito o de inversión en alguna institución formal; pero se destaca el ahorro informal a través de “tandas” con un 25.8%.

Cabe destacar que a diferencia de otros sectores,  los resultados arrojaron datos que hacen suponer que las mujeres jóvenes, los cónyuges de los jefes de hogar, los hogares de las áreas urbanas, con mayores niveles de escolaridad, ingresos económicos y nivel socioeconómico:

  • Llevan un registro de los gastos, ingresos, deudas y ahorros del hogar.
  • Acostumbran llevar una planeación de los ingresos, gastos y ahorros del hogar.
  • Cuentan con conocimiento de productos y servicios financieros.
  • Elaboran un presupuesto para planear la distribución de su dinero.
  • Acostumbran leer acerca de cuentas de ahorro, inversiones, créditos y fondos para el retiro.
Para llevar al plano empírico este estudio, a continuación se demuestra el fenómeno de estudio en su contexto nacional y específicamente en la zona geográfica en donde se desarrolla la investigación, a partir del siguiente: